30. Tócame más
Terminé de grabar el video, sintiéndome triste y casi desdichada por lo que había sucedido con Valentín. No era solo lamentable lo que le pasaba a Fabiana con su mamá, sino que sin que Valentín me lo dijera, él se iba a quedar con ella quizás por cuánto tiempo más. Y tenía toda la razón. No podía recriminarle algo así. Lo entendía, pero eso no significaba que esperaría a que el mundo se decidiese a darnos una oportunidad.
No era nuestro momento y quizás nunca llegaría. Probablemente lo que sentíamos era solo la atracción obvia de dos personas que tienen los mismos intereses. O eso quería creer.
Ally se acercó y me abrazó repentinamente.
—Está maravilloso, Maddie. La gente ya te ama, con esto te amarán mucho más. ¿Cómo es que con una pura foto de ustedes dos revolucionamos a todas las lectoras? No lo habría imaginado tan así. —Se dirigió a un chico que estaba tras nosotras—, ¿Cuando saldría este video?
—En algunos días —replicó él. Me miró a mí—. Un gusto conocerte Maddie, el video quedó muy gracioso.
—Gracias. —Me miré la camiseta llena de crema. El video incluía comer pasteles y contar anécdotas del proceso de escritura con Valentín. De nervios, terminé botando sobre mí, un cupcake con crema. Le sonreí a Ally—. Ya debo irme. Apenas dormí anoche...
—Sí, claro no te retengo más. ¿Necesitas algo para limpiarte?
Menee la cabeza.
—No, está bien. Ando con otra camiseta en la mochila, esta de todas formas es muy brillante para salir —reí. La chica encargada de la decoración del set del video se acercó a paso rápido.
—Maddie, hay un chico esperándote en la entrada. Se llama... —Se quedó pensando.
Que no diga Santiago.
Que no diga Santiago.
—¿Quién?
—Mmm es bastante guapo... ¿Félix?, creo. —Se encogió de hombros—. Lleva media hora abajo. Podrías traerlo para el próximo video... quedaría perfecto de... decoración.
Ally soltó una carcajada.
—Dios santo Clara, los hombres no son objeto —respondió, como sintiéndose culpable de haberse reído. También me reí. No culpaba a Clara, Félix combinaba y quedaba bien todas partes.
¿Conmigo también?
Sentí el nerviosismo en mi estómago. Me despedí de todos, cogí mi mochila y me apresuré hacia la entrada del edificio. Allí estaba Félix sentado en unos de los sofás mientras revisaba su celular. Apenas lo vi, él subió su mirada.
—¿Vienes por mí?
—Nah, vine a conocer la editorial. Está bonita —bromeó, mirando alrededor—. Así como tú. ¿Tienes hambre? —Me envolvió en sus brazos. Olía igual de espectacular que la noche anterior.
Así como tú.
—Mucha... ¿supiste lo que le pasó a Fabiana? ¿has sabido algo más? —También lo abracé y subí la mirada, apoyando mi mentón en su pecho.
—Sí, acabo de hablar con ella. Su mamá despertó, está bien, pero tendrán que operarla por los huesos rotos. Así que seguirán allí toda la tarde. El peor cumpleaños para Valentín. —Hizo una mueca de desagrado y yo la imité.
—Ufff... que mal, supongo que estarán allí incluso hasta la noche. —Félix asintió—. ¿Y dónde vamos a comer? —pregunté.
Me quedó observando. Hasta que se separó de mí y cogió mi mano. Me impresionaba lo rápido que iba Félix pero no me molestaba en absoluto sentirme así con alguien. Me dejé llevar y caminamos juntos.
¿Qué haces Maddie? Llorando por un chico, cinco minutos después... de la mano con otro.
Se detuvo y me puso frente a él. Miró mi camiseta llena de pastel. Con la emoción de ir a verlo se me olvidó cambiarla. Trasladó su mirada a su sudadera. También tenía crema.
—Parece que el pastel sigue en nuestras vidas... y esto también —agregó, señalándose el labio. Me sonrojé y rodé los ojos.
—¿No lo dejarás ir?
—No. Nadie me había dado un beso tan... intenso.
Me cogió la cara entre mis manos, completamente avergonzada. Sacó mis manos y me obligó a mirarlo. Se lamió los labios y se acercó a mi boca. Me sentí extraña al principio porque con Santiago no éramos de los que se andaban besando en la calle, pero eso rápidamente pasó a segundo plano.
Félix no era un huracán, era quizás un desastre —aunque eso todavía no lo sabía—, pero de los que te avisan que vienen, tocando la puerta. Era cariñoso y tierno, y sus besos hacían que me elevara unos centímetros del suelo. Se separó, dejándome sin aire y me dio un beso corto en la nariz.
—Tenía que hacerlo, llevo pensando en tus besos toda la mañana.
Maddie, vuelve a tierra.
—Pero ya no te volveré a morder —dije, fingiendo tristeza.
—Has lo que quieras. Muérdeme y yo seré feliz. —Me cogió de nuevo de la mano y siguió caminando—. Te doy dos opciones: un picnic en un parque o algo cocinado por mí.
—Me veo tentada al picnic... peeeeeerooo algo cocinado por ti suena mejor.
Alza las cejas, haciéndose el sorprendido.
—¿Estás segura? No acepto quejas después. Y te lo tienes que comer todo.
Solté una carcajada.
—No creo que me ofrecerías cocinar si lo hicieses mal. —Entorné los ojos, y pestañeó rápidamente.
—Te voy a sorprender Madison Foster.
Ya lo haces, Félix.
Tenía estacionado el coche cerca de la editorial así que nos demoramos poco en llegar a su departamento. Se sentía extraño ir de nuevo cuando ya había dormido allí... y bueno, sobre todo después de la conversación con Valentín. Pero solo acepté ir porque sabía que Valentín no iba a llegar.
Quiero pasarlo bien.
No lo voy a esperar. Aunque sea con él con quien yo quiera... algo serio.
Me había dejado en evidencia con Valentín, él sabía que a mí me encantaba y no me importaba que lo supiese y que nosotros tuviésemos que seguir trabajando, finalmente el por qué no estábamos juntos era obra del destino.
Félix abrió la puerta del departamento, se sacó la sudadera y la dejó colgada en la entrada. Se refregó las manos y me quedó mirando.
—¿Qué quieres comer? Creo que tengo lo necesario para hacer...—Abrió el refrigerador, mientras yo pensaba lo adorable que era Félix—. ¿Una pizza?
Alcé una ceja.
—¿Eso incluye hacer la masa?
—Sí, y también comer el pastel de Valentín que le compró Fabiana. A ti te gusta robar pasteles así que supongo que no te molestaría —dijo, tratando de reprimir la risa. Le lancé un almendra que había sobre la mesa.
Félix soltó una carcajada y sacó un bello pastel del refrigerador.
—¿Lo decías enserio?
—Estoy seguro de que no van a venir...
—¿Y cómo...? —La idea de Félix me parecía muy mala e infantil pero graciosa. Sacó la tapa que cubría la torta—. Oh, no Félix no lo hagas. Se van a enojar.
—Maddie no hagas ahora como que te importa una torta olvidada. ¿Acaso sabías que el pastel que te robaste la otra vez era de Tomás? Su abuela se lo había regalado después de no verlo durante un año.
Me llevé la mano a la boca sintiéndome un poco culpable. Félix soltó una carcajada y le lancé otra almendra.
—Mentiroso.
—Puede ser. Yo creo que es de chocolate y lucuma —murmuró, mirándolo detenidamente. Se veía delicioso pero no me lo iba a comer. No quería darle otro problema a Fabiana. Suficiente le diste con besar a su novio.—. Si es de ese sabor... ¿sales conmigo hoy en la noche?
Miré el pastel. No tenía aspecto de ser de chocolate. Sonreí. Tenía ganas de salir con él... pero quizás era mucho por dos días seguidos.
—Está bien, pero no lo vamos a averiguar porque no...
Felix hundió el dedo en el pastel. Ahogué un grito de impresión. Con un cuchillo sacó un trozo enorme, mientras yo me preguntaba cómo rayos íbamos a reponerlo. Alzó el trozo. Lo probó.
—Chocolate y lucuma. Gané. —Me extendió el tenedor y se encogió de hombros—. Ya está hecho, Maddie.
—Sabías que era de ese sabor —gruñí. Suspiré, rendida ante la idea de que el pastel ya estaba arruinado. Traté de ponerme seria, pero era imposible con él observándome de forma tan divertida y viéndose tan guapo. Cogí el tenedor, sintiéndome culpable y a la vez con un poco de adrenalina.
—Ya te puedes considerar oficialmente una ladrona de pasteles de cumpleaños.
Suspiré, eso era algo que él nunca iba a dejar ir. Le saqué la lengua y me acomodé en una de las sillas de la cocina americana.
—Ok, entonces esto ya está hecho —musité, con los ojos brillando por el pastel. La probé y luego saqué otro trozo ante la atenta mirada de Félix. Parecía encantado con mirarme, le extendí un trocito que se comió. Se sentó junto a mí—. No podemos dejar evidencias de esto.
—Nadie se va a enterar —susurró—. Y si alguien pregunta diré que fuiste tú.
Entorné los ojos.
—Si caigo, caes conmigo. No me hundiré sola en este barco.
Bufó. Y me extendió la mano.
—Si caemos, caemos juntos. —Se quedó pensando un segundo—. Esto me recuerda a anoche —murmuró.
—Esto no saciará mis ganas de comida —dije, rodando los ojos. Se puso de pie de un salto.
—Ya te dije que yo sería lo que quieras que sea. Hoy un cocinero y ladrón de pasteles. —Comenzó a sacar cosas de la alacena, mientras yo picoteaba el pastel frente a mis ojos. La culpabilidad me duró los primeros dos bocados. Decidí que más tarde iba a comprar otro y le iba a echar toda la culpa a Félix—. En la noche... ¿bailarín?
Asentí.
Stripper si quieres también.
—Bailarín —repetí—. ¿Dos noches seguidas bailando juntos? —Hice una expresión de incredulidad—. Que afortunada que soy.
Cocinamos juntos mientras hablábamos de nuestras vidas. En una hora Félix ya sabía mucho de más mí y yo de él. Terminamos cubiertos de harina y bailando en el centro de la sala con la música a todo volumen. Era extraño lo que sentía, porque Félix era como un niño, y no lo digo de mala manera, sino como un chico lleno de vida. Con ganas de sacar el pastel del cumpleaños de su amigo, lanzarme harina porque sí, poner la música y ponerse a bailar conmigo.
El mundo se podría haber estado cayendo alrededor y nosotros ni nos habríamos dado cuenta. En un momento me vi sin zapatos sobre la alfombra, intentando enseñarle algunas posiciones de yoga que Ari me había mostrado. Luego de un rato, nos encontrábamos los dos recostados en la alfombra.
Cuando la pizza estaba lista, me dolían los músculos de la cara de tanto reír. No sé de adonde sacó un gorro de chef y apareció con la pizza frente a mis ojos. Yo seguía acostada en la alfombra.
—Se me había olvidado un elemento esencial en mi papel de chef —dijo, señalando en gorro.
—Te ves bonito así.
Ladeó la cabeza, como si el halago le hubiese llegado profundamente. Entorné los ojos, preguntándome cuántas veces le habrán dicho lo mismo.
—Gracias —dijo, sacando un trozo de pizza y entregándomela—. Lo he pasado muy bien hoy, Maddie. Sé que ya te lo dije pero estoy feliz de haberte encontrado de nuevo. Quiero... seguir pasando tiempo contigo —agregó, acomodándose en la alfombra junto a mí.
—Yo también —dije, con honestidad. Necesitaba su aire en mi vida. Sentados en el piso, nos llegaba directo el sol por la ventana. Terminamos de comer y nos quedamos hablando, con nuestras cabezas junto a la otra sobre lo que queríamos hacer en un futuro próximo.
—¿Qué tan próximo? Porque quiero ir de fiesta contigo. —Le puse mi mano en su cara y el la quitó riéndose—. Me gustaría especializarme... quiero seguir estudiando —confesó. Y luego dijo bajito, casi como intentando que yo no escuchase—: Nadie sabe eso.
—¿Y por qué es un secreto? —susurré.
—Porque a veces creo que nadie cree las cosas que digo. Y bueno... estudiar más es algo que nadie creería.
—Yo sí te creo. Creo todo lo que me digas.
—¿Y si he estado mintiendo todo el día? ¿y si yo no soy lo que crees?
Me apoyé en un codo y me quedé mirándolo directamente a los ojos.
—Tú me dijiste que podías ser lo que yo quisiese, y no te he pedido ser un mentiroso. —Sacó la lengua y se inclinó para darme un beso corto en los labios. Me sentía a punto de derretirme frente a él.
—Lo sé, quieres usarme —bromeó.
—Oh... no digas eso, Edward.
—Bella. Déjame ver si lo entiendo bien. —Se aclaró la garganta y pareció meditar sus palabras unos segundos—. Quieres que nos conozcamos, que salgamos, que hagamos cosas juntos... perooo... eso. Divertirse.
—Lo dices como si te hubiese impuesto eso. Además... tú me dijiste que querías lo mismo. Y según recuerdo... fuiste tú quien me dijiste que podías ser lo que yo quisiera, excepto por una cosa.
Se encogió de hombros y se desplomó en la alfombra con la mirada perdida en el techo.
—Es verdad —musitó, mirándome fijamente, como si estuviese estudiándome. Comencé a comerme otro trozo de pizza. De repente, agregó—: es que me gustas y no quiero arruinarlo. Soy muy bueno en arruinar todo lo que tenga que ver con esto —alargó la mano y puso un dedo sobre mi corazón.
—Está bien, lo entiendo —afirmé, recordando la única cosa que Félix me había pedido en la fiesta. Para mí, era la mayoría de las películas y libros juveniles resumidos en una pura frase: no te enamores de mí. Me sentía tan incapaz de enamorarme de alguien, con la cabeza perdida en Valentín, que acepté con gusto. También me venía perfecto eso de pasarla bien sin ningún tipo de compromiso mayor.
¿Me estaba lanzando a días de diversión o a un corazón roto?
Que él y yo, casi que por un acuerdo, fuésemos más que amigos —aunque sin derecho a confundirse— me daba la libertad de pensar en Valentín sin sentirme culpable.
El calorcito por la ventana, el estómago lleno... y el cansancio de haber dormido tan poco durante la noche, hizo que nos quedásemos dormidos allí mismo. No sabía cuál era el rollo de Félix, pero tampoco se lo pregunté.
Antes de quedarme dormida. Un pensamiento rápido pasó por mi mente: ¿Y si en esto me termino enamorando de Félix? Es lo único que me pidió que no hiciera... ¿Y si él hace que me olvide de Valentín? También pensé que toda la idea de estar con Félix para divertirme era para no darle la impresión a Valentín de que yo lo esperaba. ¿Que desastre tengo en mi mente?
—Mads... Mads. —Abrí un ojo, Valentín me observaba con los últimos rayos de sol sobre su cara. Se veía cansado. Miré hacia el lado, Félix dormía como un tronco—, ¿Vamos? Quiero mostrarte algo. —Me hizo un gesto para que me levantara en silencio.
Le envié un mensaje a Félix diciéndole que había ido a la azotea para que lo viese cuando despertara, y me fui tras Valentín con el corazón acelerado. Me repetí en cada paso que él no era una opción, pero que no podía evitar estar lejos de él tampoco.
¿Quien soy? ¿Acaso no puedo estar sin un chico al lado todo el tiempo? ¿o es solo que las circunstancias se dieron para que fuese así? No es que lo anduviese buscando tampoco.
—Escribir sobre amor —dijo cuando ya estábamos arriba, lanzándome una flecha de emoción.
—¿Eso es lo que sabemos hacer mejor? —pregunté. Tomó una respiración profunda y repentinamente me cogió por el brazo y me atrajo hacia él. Sin decir ninguna palabra me estrechó entre sus brazos. Lo envolví con los míos y nos quedamos allí. Dejé mi cabeza en su pecho. Valentín tan así... era algo nuevo para mí. De repente ya no era tanto un misterio sino como un libro abierto, derrochando sentimientos.
—Puedo oír tu corazón —musité.
—¿Qué dice?
—¿Quien es esta? ¿y qué hace aquí? —reí. Quería sacarle el romanticismo y la intensidad en el momento, aunque era imposible. Valentín dio un paso atrás y rodó los ojos, evidentemente divertido.
—¿Qué hago con mi mundo ahora? Ya no lo reconozco. Me quedaría aquí siempre.
Tragué saliva.
—Pero es un mundo en el que no podemos quedarnos. No nos pertenece, ni tampoco deberíamos visitarlo —musité. Estaba un poco enojada aunque creo que él no lo notó. Me molestaba que no se hubiese decidido antes. Debería haber terminado antes con Fabiana, pero no lo podía culpar de que lo hubiese querido pensar.
Se sentó en el suelo, con la ciudad maravillosa frente a nosotros. Me senté junto a él. Valentín sacó una botella de vino de su mochila y la abrió. Tomó unos sorbos de la botella. Me la entregó e hice lo mismo. Luego, sacó su computadora.
—Escribí hoy. Escribí mucho. Toma —dijo, pasándome la computadora. Menee la cabeza y no la recibí.
—¿Me lo lees?
—¿Por qué me haces esto? —preguntó, a modo de broma. Se pasó la mano por el cabello y esbozó una sonrisa coqueta—. No le leería a nadie más.
¿Por qué era tan difícil estar allí con él? Sentía que cada movimiento y palabra era algo que no correspondía. ¿por qué no podía ser fácil como cuando estaba con Félix?
—Nadie se va a enterar —dije, en voz bajita. Valentín estiró la mano y tocó mi cara—. Léeme. Quiero escucharte. —Me acomodé en su regazo y él puso su mano en mi abdomen. Todo hormigueaba desde allí. Sentí cada fibra de mi cuerpo emanando electricidad desde ese lugar. Dejó su computadora a un costado.
—Nadie se va a enterar —repitió. Por sus ojos pasó un brillo cautivador y cargado de misterio. ¿Me está insinuando lo que creo?—. Mads, tú sabes que lo mío con Fai se terminó. Hace días que no estoy con ella... como... novio. Y te juro por nuestro libro que hoy le iba a decir que ya no la amo más. Y que ella... ya lo sabe. —No esperó a que dijera nada y comenzó a leerme. Su mano se movía ligera pero peligrosamente por mi piel.
Pero aún no puedes ser mío Valentín, no así.
Y mientras él leía, deseaba que me tocara más. Llevé mi mano sobre la de él. Se quedó en silencio y bajó la mirada. Debió haber notado por el movimiento de mi pecho, y por el color de mi cara, lo que él me estaba provocando. Se mordió el labio inferior y miró hacia los lados.
No, ¿qué estoy a punto de hacer?
Retiré mi mano. Eso decía dos cosas: Deja de mover la tuya que me desespera, o muévela para donde quieras. Te doy permiso.
Sacó la de él, y por un instante me alegré de que no tomase la decisión de tocarme más... pero la dejó en mi cuello. Nos quedamos mirando, mientras él empezó a acariciarme. De arriba y abajo. Desde mi mentón, pasando por mi clavícula y llegando casi al borde de mi escote. Para luego subir arrastrando sus dedos. La sangre comenzó a hervirme; y él, siguió leyendo de amor. Sin dejar de tocarme.
Tócame más, que ya nada me importa.
De todos los momentos de excitación que había tenido en mi vida. Ninguno se comparaba a ese instante.
Y de repente, cogió mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. El lugar ardía, nosotros ardíamos. Me incorporé agitada y me quedé sentada junto a él. Calmé mi respiración.
La excitación avanzaba por mi cuerpo como si fuese la sangre misma. ¿Era lo prohibido? ¿el sentir que estaba haciendo algo incorrecto? En cualquier momento podía llegar allí el chico con el que había pasado la tarde, su mejor amigo. O su novia con su madre en el hospital. Ladee la cabeza hacia él.
—Pasa la noche conmigo. Donde quieras, pero conmigo —dijo, más como una orden que como una petición.
Se abrió la puerta que daba a la azotea, y ambos dimos un respingo. Entró Félix y Fai riendo.
—¡Nos vamos de fiesta! —dijo ella apenas nos vio.
¿Nos vamos... todos juntos?
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Y como todoooos los vierneeees ¡Redoble de tambores!... Nuevo capítuloooooo. Ojo que esta semana subí dos.
Espero que lo disfruteeeen, que tengan un muy buen fin de semanaaa. Besitos :)
#¿Cómo es eso de que con Félix serán solo amigos? Esto nunca sale bien (acaso spoiler?)
#Valentín... creo que tu cumpleaños de mierda está lejos de terminar (acaso spoilerx2?)
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