24. Anochecer
Nunca habría imaginado que el amigo de Valentín era Edward, el chico misterioso con el que había escapado de una fiesta días atrás. Menos que iba a llegar a mi departamento. Me pasé toda la tarde pensando en la conversación con Valentín y en cómo no le dije lo que sentía a pesar de que él si confesó que estaba confundido, pero en ese instante parecía que todo esa conversación era lejana.
Me pregunté una y otra vez si había hecho lo correcto, y cada vez aparecía en mi mente él diciéndome que no iba a terminar con su novia y luego él diciéndome que la verdad no sabía si lo haría o no. Pero finalmente todo eran puras palabras si terminaría o no eran solo suposiciones y no me iba a sentar al lado a esperar a que él se decidiera por ella o por mí. Incluso él confesándome su confusión no lograba ser claro, era evidente que realmente no sabía lo que quería. Y yo —en ese instante de mi vida— no estaba dispuesta a luchar por un chico que no era mío y donde tenía altas posibilidades de terminar perdiendo y con el corazón roto... y en una posición muy incómoda para trabajar juntos.
Así que me convencí que era lo correcto. Me dolía el corazón pero me sentía tranquila con esa decisión. Decisión que reafirmé al abrir la puerta nerviosa por verlo a él, y luego con el corazón colapsando de la emoción por ver a Edward. A pesar de que no necesitaba que nadie me rescatara, lo vi tan hermoso, como si fuese un príncipe tocando mi puerta para llevarme a un lugar mejor. Sin complicaciones.
Las palabras de Edward vinieron a mi mente apenas nuestros ojos se encontraron: si debemos encontrarnos lo haremos de nuevo.
Y ahí estábamos los dos, frente a frente. Encontrándonos de nuevo.
Entonces... ¿debíamos encontrarnos? ¿esto tenía que pasar?
Tragué saliva y él me quedó mirando con una sonrisa traviesa, como si por su mente estuviesen pasando las mismas ideas que a mí: el destino así lo quería.
—¡Tú! —Me acerqué a él con ganas de abrazarlo. Ya me había bebido un par de copas así que estaba más desinhibida de lo normal.
—¿Bella? —preguntó, como si no se lo pudiese creer. Me sonrió bonito y me abrazó—. Sabía que te volvería a encontrar —susurró cariñosamente.
¿Cómo se pueden tener tantas emociones en un mismo día?
—Edward. —Lo besé en la mejilla, con muchas ganas de hacerlo en sus labios. Sí, me había pasado toda la tarde —y toda la semana—, lamentándome por Valentín, pero...¿qué era eso sino obra propia del destino? ¿un regalo ante tan caos y drama de mi corazón?
Lo siento, con gusto lo acepto.
Además... no es que hubiese llegado cualquier chico. Era Edward... o Félix.
Deslicé mi mirada a Valentín quien parecía no entender nada y a la vez no gustarle lo que fuese que estaba sucediendo.
—¿Se conocen?
—Sí, nos conocemos —respondí. Seguía pegada a Edward. El vientre me hormigueó y me dio un escalofrío al pronunciar las siguientes palabras tan comunes pero en ese instante cargadas de emoción—. Me llamo Madison, me puedes decir Maddie.
Ed chasqueó la lengua y revoloteó su cabello. Dios, no lo había visto con tanta luz. Era hermoso. Generalmente no me sentía atraída por los chicos rubios de ojos claros, pero él tenía un aire europeo encantador.
—Félix —respondió él—. Así que tú eres la famosa escritora de la que tanto me ha hablado Valentín. De repente recordé nuevamente la existencia de Valentín.
—¿Por qué se conocen? —gruñó Valentín, aunque tratando de ocultar —sin éxito— su molestia.
—La conozco porque un día la encontré escondida en una fiesta luego de que se robó un pastel.
Solté una carcajada.
—Esa fue Ariel, aunque admito que comí un poquito.
Seguíamos en la puerta así que vi de inmediato cuando Santiago apareció tras ellos. Resoplé, era segunda vez que lo veía en el día. En la tarde había llegado con comida para Gasparin. No lo había visto desde que amenazó con decirle algo a Fabiana. Sabía que esperaba que le dijese que fuera en la noche a la fiesta pero omití la invitación y su visita terminó durando tres minutos. Le agradecí la comida y a pesar de su insistencia en conversar conmigo, le dije lo mucho que tenía que hacer para el cumpleaños. No pensé que llegaría igual a la fiesta.
—Santiago —murmuré, impactada de su insistencia. Félix se giró con el ceño fruncido y Valentín giró los ojos, como si estuviese aburrido de verlo.
Dios mío cuánto drama.
Ni las telenovelas se han atrevido a tanto.
Félix me miró como queriendo saber si estaba o no con Santiago.
—¿Tú, de nuevo? —inquirió Santiago, con la vista pegada en Félix. Rodó los ojos y luego arrugó la frente y nos quedó mirando a los tres—. A propósito... ¿cómo es que todos ustedes se conocen?
—No entiendo nada. ¿Por qué lo conoces? —preguntó Valentín a Félix. Félix se encogió de hombros. Y de repente los tres me observaban a mí.
Exhalé y le señalé a Valentín y a Félix la sala del departamento.
—Estaré con ustedes en un momento. —Al pasar junto a mí, Félix me tocó el hombro, me giré para encontrar mi mirada con la suya.
Rayos, ¿en qué momento llegaron chicos guapos a mi vida?
—Estoy feliz de haberte encontrado —murmuró, con toda la confianza. Y no intentó bajar su voz. Ni por Valentín ni por Santiago. Un temblor en mis piernas me recorrió. Ese chico sabía lo que era... y sabía usarlo.
Valentín frunció el ceño, lo cogió del brazo y se lo llevó. Me giré para enfrentarme a Santiago.
—Santiago. Nosotros terminamos —comencé a decir como si le estuviese explicando a un niño pequeño.
—¿No quieres volver conmigo por Valentín? —preguntó, secamente.
—No, no quiero volver contigo porque lo de nosotros ya no funcionó y porque... te recuerdo que amenazaste con decirle algo a la novia —murmuré bajito. Me arrepentí de haber dicho eso. Me cogí el puente de la nariz.
—No te creo. —Se apoyó en el marco de la puerta, con actitud decidida a no moverse de allí.
—No me importa que no me creas. Lo siento, pero te voy a pedir que te vayas porque no quiero más drama. Valentín es mi compañero de trabajo. Es el cumpleaños de Ari y no quiero que haya un ambiente tenso y amargarle su día. —Justo miré por sobre mi hombro y Ari con Javier nos observaban preocupados.
—¿Me estás diciendo que lo prefieres a él que a mí? —Señaló a Valentín.
Suspiré profundamente.
—Sí —respondí sinceramente—. Lo más importante para mí en este momento es el trabajo que hago con él, por eso quiero que él esté aquí —agregué—. Así que sí, lo prefiero a él.
—¿Sabes qué creo? —preguntó, con la voz cargada de rabia. Pensé que debía cambiar de estrategia, ya me había insinuado que podía ir a decirle cosas a Fabiana.
—¿Qué, Santi?
—Que si él no existiera, nosotros ya habríamos vuelto.
Quizás.
—¿Sabes qué creo yo?
—¿Qué?
—Que si no te hubieses comportado como un idiota en primer lugar, no habríamos terminado. Adiós. —Retrocedí un paso y cerré la puerta en su cara.
Me giré. Félix me observaba conteniendo la risa, y caminé hacia él. Valentín no se veía por ninguna parte.
—¿Estás bien? —preguntó, ladeando la cabeza. Sonrió y sus dientes delanteros se asomaron de forma adorable. Me extendió su vaso y bebí un sorbo—, ¿te traigo algo para beber?
Señalé su vaso.
—Ahora este es mío. Te haré otro —murmuré. Lo cogí de la mano y caminamos hacia donde estaban las bebidas. Comencé a prepararle un vodka ante su mirada atenta, me tenía nerviosa—. ¿Cómo es que nos volvemos a ver?
—Te dije... que si teníamos que vernos de nuevo, lo haríamos —respondió, encogiéndose de hombros—. Así que tienes que aceptar.
—¿Aceptar qué? —pregunté, sin saber muy bien para dónde iban sus palabras.
—A salir conmigo —respondió, con obviedad. Tanta seguridad en un puro ser me provocaba mucho y no tenía idea que eso fuese posible. Valentín era más del estilo desinteresado y orgulloso. En cambio Félix era el chico seguro de sí mismo y con una confianza que traspasaba sus palabras.
—¿Salir quien con quien? —Valentín apareció con el celular en la mano. Félix rodó los ojos.
—Maddie y yo vamos a salir... ¿cierto? —preguntó, mirándome a mí. Valentín me miró confundido.
—No, ustedes no saldrán —soltó, como si nada.
Félix soltó una carcajada.
—¿Y por qué? —quise saber, me crucé de brazos. Y me quedé esperando la respuesta de Valentín.
¿Celoso? ¿Qué diría tu novia de esto?
Ese pensamiento me molestó. ¿Quién era él para impedir que yo y Félix saliésemos?
—Porque... porque nosotros trabajamos juntos —replicó.
—¿Y?
—Y que si esto termina mal... se pondrá todo raro —agregó, señalándonos con Félix.
—¿Qué...? —Félix entrecerró los ojos. Yo sabía qué era lo que realmente le sucedía a Valentín, eran celos. Pero eso no debía pasar. Por más que yo... estuviese confundiéndome de la misma forma.
Nosotros no podemos suceder.
Valentín buscó mi mirada como pidiendo ayuda. Resoplé.
—Tranquilo, que somos amigos —murmuré, fingiendo seriedad. Félix me sonrió cálidamente y asintió—. No va a arruinar nuestro trabajo.
—Solo vamos a salir... no le estoy pidiendo matrimonio —Félix soltó una carcajada y me envolvió con su brazo, estrechándome hacia él. Olía delicioso—. ¿Y cómo llegó Fai?
Valentín se rascó la nuca y evitó mi mirada.
—Bien...
—Igual te tienes que portar bien porque como que ya estás en la cuerda floja.
Valentín entornó los ojos. Al parecer Félix también se había dado cuenta de la desfachatez de Valentín: celos, teniendo novia.
Qué obvio que eres, Valentín.
—¿Por qué no pudo venir? —pregunté, echándole más sal a la herida.
Valentín se aclaró la garganta.
—Tuvo que viajar... un evento. Pero llega mañana en la mañana... —Valentín se veía igual de incómodo como si tuviese una piedra en el zapato.
—¿Y aquí te quedaste la otra vez? Fai casi da vuelta el departamento enojada —murmuró Félix. Se miraron fijamente con Valentín, y me parecía una escena digna de película adolescente. Admito que estaba a unos cuantos sorbos de sentarme a observarlos. Me encantaba lo que sucedía. Los celos de Valentín y Félix enroscándole en la cara la existencia de Fabiana.
—Sí, aquí Santiago igual hizo una escena de celos, ¿verdad? —Valentín alzó una ceja en mi dirección.
¿Me estás jodiendo?
—Sí, pero es mi ex. Que él no lo entienda es otra cosa.
—Pero igual quieres volver con él, eso me dijiste hoy, ¿o no?
Rayos. ¿Qué intentas hacer idiota?
—¿A ti te pareció ahora cuando le dije que se fuera que quería volver con él? —pregunté, enojada. Félix carraspeó y Valentín arrugó la frente.
—¿Cómo va el libro? —preguntó Félix, tratando de liberar la tensión del momento.
—¡Muy bien! Deberías leerlo, Félix. Es muy entr...
—Sobre eso...necesito hablar algo sobre el libro —interrumpió Valentín, con una seriedad sospechosa.
—¿Qué? ¿Es sobre el video de mañana?
Valentín desvió la mirada a Félix.
—¿Me tengo que ir? —preguntó, confundido.
—¡No, claro que no! Puedes escuchar... es sobre trabajo, nada privado —respondí, rápidamente.
La verdad es que no quería a Félix ningún centímetro lejos de mí. Esa noche me sentía bonita, sexy, y con ganas de pasarla bien. Sabía perfectamente que Félix tenía la misma idea en su mente: divertirse. Yo quería lo mismo, sobre todo olvidar el drama de mi alrededor. Que fuese amigo de Valentín era un punto desfavorable pero tampoco me iba a reprimir por eso.
Tenía muchas ganas de besar a alguien. No podía hacerlo con Santiago porque iba a ser cruel darle esperanzas, ni tampoco a Valentín por razones obvias.
¿Así que por qué no con el chico guapo que tenía frente a mí?
Dios, mi mente.
Sentía el calor recorrer mi cuerpo. Es esa electricidad de saber que —al menos— besaría a ese chico esa noche. Félix me decía con la pura mirada que quería quedarse a solas conmigo y me sentía extasiada. Quizás ayudada por el alcohol o por las ganas insatisfechas de besar más a Valentín. Tenía varias llamas encendidas a lo largo de mi cuerpo, en ciertos puntos que me tenían acalorada y atrevida.
¿Qué sucede conmigo?
Si Edward me quiere morder, no me molestaría. Al menos por hoy, sería su Bella.
Rayos.
—Es privado porque es sobre capítulos futuros y nadie debe saber. Eso da mala suerte —replicó Valentín con toda la seguridad del mundo. Lo quedé mirando de la misma forma como si hubiese hablado en ruso. No sé si Félix se creyó esa estupidez, pero asintió con la cabeza.
—¿Les traigo algo para beber? —Félix meneó su vaso vacío frente a nosotros. A mí me quedaba la mitad aún pero me lo bebí y asentí rápidamente—. ¿Y tú, Val?
—Una cerveza —pidió. Félix se alejó de nosotros y lo seguí con la mirada.
Edward, déjame ser tu Bella.
Creo que debo dejar de beber.
Concentración.
Giré mi cabeza y Valentín me observaba atentamente de brazos cruzados. Y me di cuenta que mi sonrisa por poco daba vuelta mi cara. Carraspee.
Me encantas Valentín pero eres un idiota. Y yo no te voy a esperar.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Cómo que qué?
—¿Qué? No entiendo. —Y ante su mirada sospechosa, resoplé—. Estoy soltera, él también. Es guapo... quiero divertirme. ¿Algún problema?
Abrió la boca y luego la cerró de golpe.
—No, pero...
—Pero nada Valentín —repliqué, con una sonrisa fingida. Se refregó la cara con las manos.
—Es que no sé... Mads, Félix es mi mejor amigo y lo conozco. No me gustaría que...
—Ay, Valentín. Estás exagerando... no sé qué te pasa. Lo he visto dos veces, y ya hablas como si fuésemos novios con él.
Apretó los labios y tragó saliva.
—¿Te gusta? —quiso saber, mirando se reojo a su amigo que abría una cerveza.
—Sí, me gusta —respondí, ¿qué clase de loca no le gustaría él?—. ¿Hay algún problema?
—Sí.
—¿Cuál?
—Que estás siento cruel —dijo en voz bajita.
Solté una carcajada pero él ni se inmutó.
—Ah, lo decías enserio —murmuré, molesta.
—Mads, hoy mismo te dije que estaba confundido contigo y ahora quieres... quieres... meterte con mi amigo.
Me cogí el puente de la nariz.
—¿En serio me estás haciendo una escena de celos? —pregunté, entre dientes.
—No, quiero saber por qué lo haces.
—¿No te acuerdas?
Arrugó el entre cejo
—¿De qué?
—¿De que tienes novia? —pregunté, con seriedad—, y... a ver que más... ¿y que estoy soltera?
—¿Y si te rompe el corazón? —preguntó, con una expresión de tristeza que me pareció genuina.
En ese momento el único pensamiento que llegó a mi mente fue que si alguien me rompía el corazón... sería él mismo.
—¿Qué te importa, Valentín?
—¿A ti no te molestaría que de repente me ponga a mirar a Ari de otra forma?
—Valentín...yo... —Resoplé, ¿a quién quería engañar?—. Si me molestaría, pero no es el mismo caso, ¿no lo ves?
—No. Para mí es igual.
—Porque yo no tengo novio —gruñí, golpeándole ligeramente el pecho—. ¿Así que no te parece que estás metiéndote donde no debes? —Me quedó mirando como si se estuviese dando cuenta de lo que yo decía... y me estuviese encontrando toda la razón.
—Tienes razón —murmuró y perdió la vista en sus zapatos—. Es demasiado egoísta lo que te estoy pidiendo.
—Sí, lo es... Además. —Le iba a decir que solo quería divertirme pero junto Félix comenzó a acercarse y le sonreí. Cogí el vaso que me trajo. Valentín miró su celular, y se alejó resoplando como si no quisiese contestar.
—Está molesto. —Félix lo siguió con la mirada y luego se giró hacia mí. Se acercó dejándome atrapada en la pared. Mi respiración de inmediato se volvió inconstante, estaba atrapada por su cuerpo y sus enormes ojos azules. Bajó su cara lentamente y me besó en la mejilla. Tomé aire lo más disimuladamente que pude—. No me importa que a él le moleste que nosotros nos conozcamos, ¿y a ti?
Ayuda.
Estaba enfadada, frustrada y con ganas de besar a alguien. Todo eso era una mala combinación para mi vida pero excelente para esa noche, porque lo tenía a él frente a mí.
—No me importa. ¿De verdad crees que está enojado?
Que se vaya con su novia.
—Lo conozco, está molesto. No le gusta mezclar trabajo con amistades. —Resopló—. Probablemente cree que te romperé el corazón y que eso impedirá que escriban tan bonito. —Cogió mi barbilla y con su indice acarició mi cara—. Pero te encontré y aunque te parezca extraño todo esto, me gustaría decirte que no te he olvidado y he pensado más en ti de lo que debía.
Miré de reojo hacia la sala y vi a Valentín salir por la puerta principal. Se había ido.
Debe haberse ido con su novia.
Alguien apagó las luces, y recordé de inmediato esa noche que con Valentín nos besamos. Trasladé ese recuerdo a la zona de pensamientos indebidos de mi cerebro. Félix bajó la mano y cogió la mía. Me guió hasta el balcón dónde para mí mala suerte estaba Ari con Javier.
Ahora le contará esto a Santiago y probablemente aparezca de nuevo en la mañana.
¿En qué me he convertido?
Ari soltó una carcajada y entró con Javier de la mano. Él no dejó pasar el momento para lanzarme la mirada más asesina que pudo.
—¿En qué piensas? —preguntó Félix, apoyándose en el balcón junto a mí.
—En que me gusta que estés aquí y que la luna está muy bonita. A esta luna le voy a poner anochecer —murmuré pensando que era acorde con Edward y Bella. No sé si Félix entendió pero cuando desvié mi mirada hacia él, parecía hipnotizado conmigo.
—Me arrepentí la otra vez de no haberte preguntado tu nombre... o tu número. Pero... —Se puso frente a mí, con las manos apoyadas en el balcón a mis costados. Quedé atrapada nuevamente por él. Tenía una expresión juguetona—, pero de lo que más me arrepentí fue de no haberte besado. No entiendo por qué no lo hice. —Sentí mis mejillas coloradas y bajé la cabeza, reprimiendo una sonrisa. Félix con su mano subió mi cara. Sus ojos celestes estaban intensos—. Y quiero hacerlo ahora —susurró.
¿Y qué tengo que perder?
¿Acaso Valentín no va a estar mañana con su novia?
¿Me tengo que reprimir por él?
No estoy dispuesta a dejar pasar esto.
No me pude negar.
Me lancé a sus labios suaves y él cogió los costados de mi cara. Poco habíamos hablado esa noche, pero daba lo mismo. Me dejé llevar por un beso lento. Más romántico y profundo de lo que hubiese esperado. Su sabor era delicioso, y sentí que todo ese beso había sido perfecto.
Quizás todo lo que sucedía nunca más se iba a repetir, y no me importaba. Me liberé en un beso.
Era un beso libre de culpabilidad.
Hasta que nos separamos, y en ese mismo instante, Valentín apareció por el balcón. No se había ido. Me quedó mirando, sorprendido. Y me sentí extraña de inmediato. Se giró torpemente y chocó con alguien, haciendo que la botella que tenía en la mano se cayera.
Félix se giró y frunció el ceño al enfrentar su mirada con la de Valentín.
—¿Maddie? —preguntó Félix, buscando mi mirada.
—¿Qué?
—¿Estás ahora conmigo para olvidarlo a él? —quiso saber. Tragué saliva. Valentín comenzó a recoger los trozos de vidrio.
—¿Por qué dices eso?
Félix ladeó la cabeza y me dio una sonrisa pequeña. Se acercó y susurró en mi oído:
—Porque puedo ser lo que tú quieras, pero quiero saber en qué me estoy metiendo.
__
OMG, Félix quiero que seas mi Edward.
¿Qué responderá Maddie ante tal propuesta?
Espero que les haya gustado la actualización bbs. Los TKM
Besos gigantes.
Muak!!!!
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