15. ¿Qué quieres de mí?

—Tú también vete, tengo que trabajar. —Lo quedé mirando, enojada. ¿cómo se atrevía a entrar así y armar todo ese escándalo? ¿Pero qué hacía yo arriba de Valentín? Aunque una pregunta más impresionante comenzó a molestarme: ¿por qué le había dicho a Valentín que se fuera y no a Santiago?

La llegada de Santiago me enfrentó a una realidad que no quería afrontar: con Valentín estábamos caminando sobre la fina linea que se suponía que no podíamos cruzar. ¿Acaso yo tenía alguna intención en ser la chica con la que él engañaba a su novia? No, no...para nada. Yo podía ser varias cosas, pero estar con alguien con novia no era una de esas, no si podía evitarlo. Y me encontraba segura de que sí era algo evitable, no era partidaria de ser parte de un engaño. Causar el sufrimiento de una chica aunque yo no la conociese no era de mi interés.

Maldición, maldición.

¿Qué me has hecho Valentín? ¿acaso tú también sientes algo más?

Me rascaba la frente con la mirada perdida en los pies de Santiago. Reaccioné cuando él carraspeó y levanté la cabeza. Me observaba atentamente. Me conocía y sabía perfectamente que dentro de mi mente, mil ideas se encontraban fluyendo de un lado para otro. No se atrevía a interrumpirme porque también sabía que muchas ideas estaban en contra de él como otras... a favor de él. Mi mente se detuvo de divagar y tragué saliva.

—¿Estás bien? —preguntó, un poco asustado.

—Vete —murmuré. Dirigí mi mirada hacia la puerta que se encontraba entre abierta.

—Maddie, yo...—Comenzó a decir con la voz quebrada. No sé por qué me quedé callada esperando a que lo dijera. Dentro de mí, quería que me dijera lo mucho que la había cagado y quería que rogara mi perdón—. Volvamos, por favor —murmuró, con los ojos llorosos. Nunca lo había visto así de afectado por algo, ni cuando su perrito murió lo vi tan acongojado como en ese momento. Aunque siendo sincera, no me afectó verlo así, porque él no debería haber estado allí, ni menos yo haberle dicho a Valentín —con quien trabajaba— que se fuera.

Sabía que Valentín estaba molesto conmigo, no tenía muy claro el por qué. ¿Había algo más o solo porque le dije que se fuera? Me molestaba la presencia de Santiago en ese instante, porque me recordaba que estaba haciendo las cosas mal.

—Nunca pensaste que te dejaría —dije con tanta frialdad que ni el calefactor encendido pudo mantener la temperatura de la habitación.

Meneó la cabeza.

—No. Maddie, ¿y todos nuestros planes? ¿los dejarás así?

—¿Qué planes?

—Nosotros... vivir juntos, viajar, tener un perrito...

Solté una carcajada aunque sus palabras me hicieron un nudo en el corazón. Sí teníamos muchos planes y me dejó sola con todos ellos.

—Ya tengo a Maya —refunfuñé—. Ya es muy tarde, Santiago. Lo siento —dije, perdiendo la fuerza de mi voz. No era fácil tenerlo así al frente—. Hablemos otro día... me duele la cabeza.

—Maddie —dijo, dando un paso hacia mí. Me cogió por la barbilla y me obligó a mirarlo directamente a los ojos. Una lágrima se escapó desde el borde de su ojo y con eso sentí que mi mirada se nubló—. Dime que no está todo perdido.

¿Está todo perdido?

No tengo idea.

¿Cómo no vamos a poder volver a lo de antes?

—No puedo decirte eso. —Chasquee la lengua y evité su mirada. Escuché su respiración pausada.

—Dime que puedo lograrlo, que puedo estar contigo de nuevo. No seas así de estricta. Lo sé... sé que te dejé por otras personas. Te pido perdón... me arrepiento de todo el daño que te hice. Sé que lo hice... —comenzó a sollozar, y las lágrimas salían de sus ojos sin control. Se las limpió con el antebrazo, y continuó—: No te he engañado nunca si eso es lo que crees. Maddie, entré a la universidad y me enfrenté a todo este nuevo mundo. No supe... no supe sobrellevarlo. Y en ese camino te perdí a ti.

Hasta ese momento, nunca había recibido una disculpa sincera de Santiago. De todos nuestros años de relación, ambos nos habíamos equivocado muchas veces, sin embargo, yo no tenía problemas con asumir cuando actuaba mal, en cambio, él nunca me había pedido perdón... ni mucho menos con esa angustia.

Me acerqué a él y lo abracé, sentí que debía contenerlo porque parecía a punto de desbordarse.

—Santiago, detente —murmuré con un hilo de voz. Limpie sus lágrimas que seguían saliendo de sus ojos—. Necesito tiempo, aclararme... no estés así. —Bajó su cabeza de forma que su frente quedó sobre la mía. Por primera vez en muchos días pude respirar bien. Por un instante estaba en mi lugar seguro. Desde hacia años él era mi fuerte, mi hogar. Me podía derrumbar y él se encontraba allí. Sin él, era solo yo... y eso me aterraba. Aunque sabía que no debía necesitar a nadie más y eso era lo que debía aprender.

O quizás solo quiero saltar a los brazos de Valentín.

—Déjame recuperarte. —Me alejé unos centímetros y me quedé mirándolo. Estaba vestido con la ropa de fútbol ya que jugaba en la universidad. El aumento de entrenamientos y exigencia comparado con la escuela, lo tenían cada vez más atractivo. Nunca me había sentido insegura en mi vida. Sin embargo, el último mi desconfianza aumentó cuando él comenzó a dejarme de lado.

Una prima de Ari que iba a la misma universidad de Santiago, nos contó que él era popular con las chicas. La verdad es que nunca pensé que Santiago me engañaba sino que a él le gustaba llamar la atención. ¿Y qué mejor que rodearse de chicas queriendo comérselo? De repente recordé cuando lo vi sacándose fotos con otra chica.

—¿Quién era la chica de la fiesta?

Abrió la boca y la cerró de golpe, como si no tuviese idea cómo responder una pregunta tan fácil. Me quedé esperando.

—Una chica de la universidad.

—¿Cómo la conociste?

Tragó saliva, y allí supe que lo que iba a salir de su boca no me iba a gustar.

—Me invitó a esa fiesta —respondió tan bajito que me costó entender.

—¿Cuándo? ¿el mismo día?

—Sí —respondió, sin correr la vista de mis ojos—. Estoy siendo honesto. Y sigo siéndolo cuando te digo que me equivoqué. ¿Cómo es que no me vas a dar ni siquiera una oportunidad de arreglar las cosas?

Solté el aire, porque la parte tóxica de mi alma se apoderó de mi ser. Quería decirle mil cosas infantiles como que mejor se fuera a buscar a la chica, pero lo que más le dolería a él era un poco de indiferencia. Ufff... no, no me encontraba preparada para dejarlo ir y me dije que si él realmente lo intentaba, yo podía... podía estar con él. Además, sentía que si no tomaba esa oportunidad de arreglar las cosas con mi novio de años, era por Valentín. Y me negué rotundamente a esa idea, no quería cambiar todo por un chico que apenas conocía y que tenía novia.

—Tengo que trabajar. —Me giré y tomé una respiración profunda, calmando las ganas de llorar. Cogí mi computadora y me fui con ella hacia la mesa de centro de la salita. Me senté sobre la alfombra y comencé a trabajar como si Santiago no estuviese allí. Resopló y caminó arrastrando los pies hasta la salida.

—Te amo, Maddie.

—Santi —lo llamé. Alzó las cejas—. Si vuelves a ver a Valentín, no quiero que le digas nada. Nunca más. Es mi compañero de trabajo y no... no debería haberle pedido que se fuera, la verdad —dije seria. Asintió pesaroso y se fue. Apenas cruzó la puerta, entró Ari espantada.

—¿Me devuelvo y lo golpeo? —preguntó. Sacudí la cabeza y la dejé caer sobre la mis manos. Me quedé allí unos segundos en que Ari llegó a mi lado.

—Lo extraño —susurré.

—Lo sé. Maddie, te apoyo con todo lo que tú quieras, lo sabes. Pero... si él te quiere tener de vuelta quiero ver que lo intente.

Solté una carcajada.

—Necesito concentrarme en escribir ahora. —Cerré los ojos y tomé una respiración profunda antes de abrirlos y volver la vista a mi computadora—. No me levantaré hasta que termine esto. A propósito... ¿cómo estuvo tu cita?

—Estoy enamorada —respondió como si nada. Se encogió de hombros ante mi expresión.

—¿Qué? ¿De Javier? ¿en qué momento?

Ari comenzó a reírse.

—No, loquita... pero me gusta mucho. Es interesante y la pasamos muy bien. Aunque...

—Aunque no lo suficiente como para querer eliminar esa aplicación de citas —insinué, señalando con la cabeza su celular en la mano.

Meneó la cabeza.

—No, porque no le creo todo ese discurso de querer tener algo serio. Dice que yo le he gustado siempre, y ahora... comenzamos a salir gracias a esta aplicación. ¿Cómo no me dijo nada antes? Mmm no lo sé.

—En su defensa también a ti te gustaba y tampoco hiciste nada —repliqué.

Ari abrió la boca, haciéndose la ofendida.

—¡Mentira! ¡Calumnias! —comenzó a decir mientras corría a su habitación. Antes de cerrar la puerta, se asomó—. Bueno, un poquito.

Rodé los ojos, y volví a la pantalla del computador. Valentín me había enviado el nuevo capítulo hacia algunos minutos y me quedé pegada en la última frase.

Pero, ¿qué tanto en común tenía con Sara? Porque con Phoebe parecían tenerlo todo.

Ay, Valentín. ¿Qué quieres de mí?

¿Había alguna posibilidad... mínima de que Valentín estuviese pensando eso de mí?

Cogí me celular y me quedé con él dando vuelta entre mis dedos. Quería escribirle a Valentín, y decirle que él no se debía haber ido. Más que nada porque él trabajaba conmigo... y porque deseaba que se hubiese quedado. Me dolió el pecho y me atreví a escribirle, sin ningún objetivo más que dejarle en claro que me arrepentía de como había actuado y que ojalá hubiésemos seguido trabajando.

Maddie: Se debería haber ido él... no tú. Me equivoqué.

Valentín: Está bien, aunque me costó explicarle a Fai por qué llegué todo manchado :P

Maddie a la realidad.

A las tres de la mañana, justo cuando ya terminaba el capítulo, la pantalla de mi celular se encendió en la oscuridad de mi habitación.

Valentín: ¿estás despierta?

____

Me retiro lentamente después de este mensaje nocturno

Las (os) quiero muchito <3

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