1. ¿Por qué no te fuiste a dormir?

Poco pude dormir esa noche. Lo que había hecho estaba mal. Muy mal. Me comencé a sentir terrible y arrepentida apenas el alcohol comenzó a abandonar mi cuerpo. Ahí distintas emociones comenzaron a atacarme: nervios, excitación, pánico y emoción.

Pero cuando admití que había actuado pésimo, ya era tarde. Estaba amaneciendo y las notificaciones al teléfono de Valentín sobre mi cama, no dejaban de llegar... y llevaba vibrando por horas. Ni siquiera me había atrevido a tocarlo. Desde un rincón veía con dolor de estómago la pantalla encendiéndose sin parar.

Cerré los ojos, calculando cuántas horas habían pasado.

Llegué pasada las una...me metí en su teléfono y... publiqué su libro después las tres de la madrugada. Y son...las nueve. Wow... demasiadas horas. La he cagado.

Sip. Y en grande.

—Ok, Maddie... a contabilizar tus errores. —Respiré profundamente. Me bebí una botella de agua y con un muffin en la boca, me atreví a abrir la aplicación. Casi cinco horas habían pasado desde que había publicado —sin permiso—, el primer capítulo que Valentín escribió para su nueva novela; y el segundo capítulo escrito por... mí. O mejor digamos: por la versión despechada y ebria de mí—. A ver... si pocas personas lo han leído, lo borraré y haré como que no hice nada...—Escupí el último trozo de muffin, que le llegó en la cabeza a Maya —mi perrita—; y por unos segundos, olvidé respirar. Apenas creía que algo así fuese real. Miles de vistas y comentarios en pocas horas. En ese instante tomé el peso de mis acciones.

Valentín era más popular de lo que pensé y eso era un problema porque yo había publicado su novela y de eso ya se habían enterado todos sus seguidores. Por lo tanto, ya no podía deshacerlo.

Mierda. ¿Qué hice?

¿Por qué no te fuiste a dormir en vez de meterte en el celular de Valentín?

Dicen que la mayoría de las peores decisiones se toman con el corazón roto. Y yo, con el corazón muy roto me había metido en las cosas privadas de un chico del que apenas sabía su nombre. Bueno, lo había mirado bastante también porque me atraía increíblemente. Aunque eso... él no lo sabía.

Un nuevo mensaje de Ally apareció en la pantalla.

Valentín, ¿cómo no me dijiste nada? Entiendo que te haya molestado el mensaje que te envié ayer, pero trabajamos juntos. De todas formas, he leído lo que has publicado y me ha encantado. El tercer capítulo lo espero en una semana. Me lo envías a mí primero. Dado el éxito pondremos de pago a partir del capítulo diez.

Me mordí todas las uñas, nerviosa y estresada. Con cada extremidad de mi cuerpo temblando, me acaricié los costados de mi cabeza. No sabía cómo arreglar la cagada que había dejado.

Inhala.

Exhala.

Tú puedes.

Y de repente, el celular de Valentín comenzó a sonar. Pegué un salto fuera de la cama y el teléfono rodó al suelo.

¿Por qué? ¿Por qué de entre todas las personas yo tengo su celular?

No...no...no. Aún no estoy preparada para esto.

Dejando de respirar por varios segundos me acerqué lentamente. No salía quien llamaba... así que al menos no era Ally... de todas formas presentía que era él. ¿Quien más?

Ya se tendría que haber dado cuenta de lo que yo hice. ¿Qué hago? ¿Qué hago?

Tomé aire y pegué un grito de estrés. Debía enfrentar las consecuencias de mis actos, así que con las manos temblorosas y odiándome, cogí el celular.

—Hola —respondí, con un hilo de voz. Alguien respiraba profundamente desde el otro lado del teléfono. Arrugué la cara, como si estuviese esperando a que me gritaran.

—¿Fuiste tú? —preguntó entre dientes. Incluso hablando así, supe que era él. Su voz cargada de rabia y desprecio me hizo sentir peor. Mis manos sudaban alrededor del teléfono.

Maddie, el chico que has estado mirando durante un mes... te odia.

—Lo siento...yo... —comencé a sollozar. En mi defensa, ya estaba demasiado sensible y no quería que nadie me regañara—. De verdad lo siento, es que anoche...

—Me importa una mierda —me interrumpió. Abrí la boca, sintiéndome espantada de que me tratara así. Ok, había actuado mal pero nadie me hablaba de esa forma. Él continuó—: ¿Por qué lo has hecho? ¿Cómo te metes así en mis cosas? ¿tan aburrida estás de tu vida? —preguntó fríamente—. ¿O crees que por tener mi celular tienes derecho a meterte en mi trabajo? —agregó enfadado. Escuché que alguien le hablaba por la espalda, y él resopló—. No te imaginas el problema que me has creado. Estoy hasta la mierda por tu culpa.

Me quedé unos segundos recuperándome de sus palabras. Resoplé y apreté los labios para calmar mi respiración. Me sentía terrible, más por que él me estuviese tratando así. Pero le creía si me decía que por mi culpa estaba hasta la mierda. Así que me tragué mi orgullo.

—Déjame hablar —pedí, con la voz más calmada que pude—. Sé que... no debí hacerlo, pero leí el borrador del primer capítulo que escribiste. —Exhaló enojado—. Lo siento por haberlo leído, y llegó... llegó un mensaje presionándote para que escribieras el siguiente o... tendrías consecuencias. —Me sentía una estúpida porque nada de lo que yo dijera justificaba lo que había hecho—. Salí, bebí alcohol, llegué a mi casa... escribí un segundo capítulo y los publiqué. Lo siento de nuevo —solté, incluso un poco aliviada.

—¿Terminaste? —preguntó secamente—, Osea si entiendo bien... bebiste y publicaste mi novela. —Soltó una carcajada irónica—. ¿Qué? ¿acaso nadie te toma atención?

Oh, maldito idiota.

De repente ya no me sentía tan arrepentida de lo que hice.

Rodé los ojos y si me hubiese visto la cara, se habría dado cuenta de las ganas que tenía de golpearlo.

—Sí —respondí, entre dientes. Una parte de mi cerebro ya comenzaba a decir que —después de todo— lo había ayudado. La otra parte —más sensata— me decía que me callara porque ese no era mi problema.

—Si fuera por mí, te demandaría por lo que has hecho. Pero ahora estás atrapada en esto conmigo.

Detuve todos mis movimientos. Quien soltó la carcajada esa vez fui yo. ¿Atrapada... con él?

¿Está diciendo lo que creo?

—¿A qué te refieres? —pregunté sorprendida. Esperando a que me lanzara otra de sus frases hirientes. No importaba, ya estaba dañada desde la noche anterior cuando había terminado mi noviazgo de años.

—A que necesito tu ayuda —soltó luego de unos segundos—. Escucha... el capítulo que escribiste le encantó a mis lectoras.

Se quedó callado. Ari justo apareció por la puerta con su mejor cara de trasnoche. Y le hice un gesto para que no dijera nada. A Valentín le estaba costando trabajo hablar.

—¿Y...? —pregunté, sintiéndome sorprendida del giro que había dado la conversación—, ¿necesitas algo de mí? ¿de la aburrida? ¿la que no tiene suficiente atención?

Gruñó. Ari arrugó la frente y se sentó junto a mí, fascinada. Amaba el drama.

—Dile que se vaya a la mierda y que ya hay otro chico en tu vida —susurró bajito. Pensaba que hablaba con mi ex. Menee la cabeza para que se callara.

—Supongo que ese otro chico no soy yo —murmuró Valentín. Cerré los ojos, complemente roja. Comencé a explicarle con señas a Ari lo que había hecho—. Vale, vale... Te ofrezco una colaboración —terminó por decir.

Menee la cabeza. Ya me había metido mucho, no quería problemas. Menos... menos con él. Me aterraba que supiera que estaba yo detrás de todo. No, eso sí que no. No quería ser la psicópata de la cafetería. Sí, reconocía que lo que escribí estaba entretenido y se complementaba perfecto con el capítulo escrito por él. Pero me sentía demasiado miserable en mi vida como para embarcarme en algo así. O al menos tendría que pensarlo.

—Yo... no sé. Prefiero que no —dije, pensando en cortar la conversación y nunca más saber de nada de eso. Ya vería cómo devolverle el celular.

Resopló.

—Está bien... pero —comenzó a decir alargando la última palabra—. Si no quieres que en tu trabajo se enteren de lo que has hecho, quizás te gustaría reconsiderarlo.

Esperen... ¿me está amenazando?

Solté una carcajada.

—Eres un idiota. Ya te pedí perdón —repliqué sin pensar—. No te pienso ayudar.

Porque eres un imbécil. Guapo, pero imbécil.

—Estaré esperando tu llamada, Mads. —Cortó y el teléfono se deslizó por mis manos y cayó sobre mi pie.

—¡Mierda!

Mads.

Mads.

Oh, dios.

¿Sabe que soy yo?

—¿Qué te pasa? ¿Quien era? —A Ari le brillaban los ojos.

—Valentín —dije, con la voz apenas saliendo. Ari abrió los ojos y su mirada se deslizó al teléfono en el suelo.

—¿Qué has hecho Maddie?

Me lancé de espaldas a la cama.

—Es escritor —murmuré, sintiéndome miserable—. Tú ganaste y él sabe que soy yo... quien tiene su celular.

—Explícame... ¿Cómo diablos es que tienes su celular? ¿te has vuelto loca?

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¡Hola! ¿cómo están? Yo por aquí con una nueva novela que me tiene muy entretenida escribiéndola (y ojalá a ustedes les guste mucho leerla)

Muuuchos besitos <3

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