¿Cobarde yo?

– Ed... Susurro una voz – Edmund. El Rey la oía lejana pero tenía que admitir que le encantaba. – Edmundo despierta. Con eso empezó a sacudirlo. Gimió, no, no quería despertar, solo quería seguir oyendo aquella dulce voz – ¡EDMUND DESPIERTA! Con ese grito, el rey se levantó sobresaltado, una mano estaba en el lugar en el que una vez había habido una espada. Vio que la causante del grito y sus deseos de la voz, era su hermana.

– Lucy ¿Por qué me gritas? Dijo tratando de sonar molesto, pero no logro demasiado. Una sonrisa se escapa del rostro de Lucy.

– Llevaba más de diez minutos llamándote Ed. Estaba a punto de creer que te pasaba algo. El rey se sonrojo y rio entre dientes.

- Lo siento

– No importa Lu. Y sonoro de nuevo. Ahora que lo pensaba, solo había una cosa que le molestaba a Lucy. Solo una ¿Cual era? Que Lucy era su hermana. Suspiro, eso le molestaba tanto. El saber que cualquier afecto mas de fraternidad era mal visto, y que quizás ella lo odiaría por eso, que creería que era un pervertido. Pero ya le era muy difícil poder esconder sus sentimientos y sobre todo sus reacciones. Cada vez que veía a otros coqueteando con ella, la ira se le subía a la cabeza y desaparecía de ahí al instante, sabiendo que la imagen era dolorosa además de que si continuaba allí no sabía que era capaz de hacer en contra de ellos.

– ¡Edmundo! Exclamo Lucy moviendo su mano enfrente de sus ojos – Vuelve a la Tierra. Edmund sacudió la cabeza, concentrando su atención a la mujer que tenía enfrente de él. Esa era la palabra, mujer. Lucy se había convertido en una hermosa mujer, aun manteniendo su aura de alegría y un toque de inocencia. – ¿Ed? Repitió la reina. Volvió a sacudir su cabeza. Definitivamente tenia que dejar de soñar despierto.

– Ya, ya Lu, solo soñaba despierto.

Lucy rió levemente – Anda levántate. Ya son las 10.

– Es temprano Lu. Dijo acostándose de nuevo.

– Vamos Edmundo. Nuestros papás no están y obvio que Susan y Peter tampoco- Ambos ya estaban en la universidad e iban a casa solo en fechas libres – Me siento sola. Rogó. Edmund pensó en que era capaz de acompañarla hasta la muerte, como su hermano, su amigo, su pareja, como lo que fuera, solo deseaba estar siempre junto a ella. – Y si te levantas te haré waffles. El estomago de Edmund gruño, y sus ojos brillaron. Tratando de lucir desinteresado, se levanta lentamente.

– Está bien Lu. Su hermana lo miro con reproche, sabiendo que estaba tratando de no darle importancia. El rey se sonrojo – ¡Si Lucy! ¡Quiero gofres! Dijo como un niño pequeño emocionado. Lucy río y beso su mejilla.

– Te espero abajo Ed. Con eso salio de la habitación, contoneando sus caderas en cada paso. Edmund trago saliva con dificultad, un segundo mas viendo eso y seria difícil resistirse a los impulsos que lo llenaban. Aun con esos pensamientos en la cabeza fue al baño, se ducho con agua fría tratando de calmar sus hormonas alborotadas. Se vistió y fue a la cocina a la busca de sus waffles y si su sueño se cumplió, el amor de su hermana.

Lucy estaba ya sentada esperándolo, el olor de la comida invadió su nariz. Cerró los ojos disfrutándolo, amaba la comida de Lucy. Eran tan dedicadas, sabrosas. Le recordaba sus días en Narnia como Rey, y esa era una de las mejores sensaciones que había experimentado.

Se sentó junto a ella y empezó a disfrutar del delicioso sabor de la comida de su hermana. Lucy lo miraba sonriendo, satisfecha de su trabajo. Sin darse cuenta estuvo en la cocina toda la mañana y parte de la tarde. Al ver que eran casi las 3, se encargo de limpiar la cocina enviando a Edmund a la sala. Al terminar, también fue a la sala y allí estaba su hermano leyendo distraídamente el periódico. En silencio se sentó en el sofá junto a él, apoyando su cabeza en su hombro. Bostezo profundamente. Edmund río entre dientes.

– Si quieres duérmete.

– ¿Seguro?

– Claro Lu. La reina ya segura, se acostó en el regazo de su hermano y se dejo caer sus parpados sobre sus ojos. Edmund estuvo todo el tiempo observándola, fijándose en cada una de sus pecas, las conocía perfectamente. Incluso el delicado lunar en la curvatura de su cuello, sabia cada punto de su cara, podía decir con total exactitud el lugar de cada peca, conocía sus ojos como nadie, sabia cuando estaba molestando, cuando estaba triste, cuando estaba alegrada. La conocía perfectamente, y deseaba poder seguir conociéndola por toda la eternidad.

Lucy despertó perezosamente, sintiendo un vacío debajo de ella. Abriendo sus ojos, se dio cuenta de que era ese vacío. Edmund no estaba. La casa estaba a oscuras, y por la ventana apenas entraba la luz de la luna. Había anochecido mientras dormía. Se pregunta dónde podía estar Edmund, se levantó con la idea de ir a buscarlo. Empezaría por su habitación, posiblemente se había cansado y la había dejado allí. Negó para si misma, su hermano nunca le haría eso. No sabía de dónde sacaba aquella seguridad, pero sabía que Edmund jamás haría algo como eso. La habitación de su hermano estaba vacía, totalmente a oscuras. Frunciendo el ceño, se dio media vuelta y bajo las escaleras. Se quedó allí, al pie de ellas, pensando a donde podría haber ido. La cocina estaba apagada por lo que supo que no estaba allí. Aun estaba divagando donde podía estar su hermano mayor cuando...

– ¡Bu! Dijo una voz masculina junto a su oído. Lucy lanza el grito más grande de su vida. Se volvió al momento para encontrarse con Edmund allí, estaba más despeinado de lo normal, llevaba la camisa por fuera y estaba desabotonada desde su cuello hasta el inicio de su abdomen. Su respiración estaba agitada, trato de calmar los rápidos latidos de su corazón, pero no tuvo mucho éxito, el susto y la apariencia de su hermano se lo estaban impidiendo.

– Juraría que ese grito se escucho de aquí a Narnia. Murmuró él. Y Lucy creyó que era el sonido más seductor que había escuchado.

– No hables tonterías. Dijo con orgullo. Edmund alzo una ceja hacia ella, dispuesta de ver a donde llegaban con eso.

– Nunca imagines que la Reina Lucy "La Valiente" se asustara con cuentos cosas. Creo que ya no eres tan valiente Lu. Eso saco una parte peligrosa de Lucy Pevensie. Y por nadie, se dejaría llamar cobarde. Se acerca peligrosamente a su hermano.

– Yo no soy una cobarde Edmund.

– ¿Segura Lucy? Pregunto de nuevo con su tono seductor acercándose a ella.

– Completamente. Lucy advirtió que su voz sonaba un poco más ronca, madura e incluso provocativa.

– Entonces... Dio otro paso hacia ella – Pruébalo. Sus labios estaban a milímetros de rozarse. Vio como Lucy tragaba con dificultad. Edmund acerco sus labios un poco más, casi podía rozarlos – Pruébalo. Susurro de nuevo, su voz estaba mucho más ronca de lo normal. Pero estar así con su hermana, viendo como ella no lo detenía, lo excitaba. No lo resistió más y termino de tocar sus labios. Degustando su sabor, eran cálidos, suaves, hermosos... Deliciosos. Lucy se sintió estática al sentir los fríos labios de Edmund sobre los de ella. Las diferencias de temperatura le provocan un escalofrío que recorrió su columna vertebral. Sintió la lengua de su hermano tratando de buscar un camino para profundizar el beso. Ella abrió su boca, dejándolo entrar. Sintió su intrusión tan provocadora, tan salvaje, tan necesitada. Subió sus manos al cuello de él, jugando con su desordenado cabello.

Edmund llevó su mano a su cintura, apegándola a su cuerpo. Sintiendo como encajaban tan perfectamente que le asombraba. Jugo con su lengua dentro de la boca femenina, teniendo en mente dejarle a Lucy el mejor recuerdo de su vida. Sintió como sobre sus labios, Lucy suspiraba temblorosamente. Eso hizo aumentar su necesidad, una de sus manos viajo a su nuca, empujándola hacia él, tratando de marcar cada lugar de su boca como suyo, de su propiedad y de nadie más.

Lucy bajo una de sus manos y apretada en un puño la camisa desabotonada de su hermano jalándola más hacia ella. Volvió a mover su mano poniéndola directamente contra el pecho de Edmund, su piel que por naturaleza era fría, ahora se encontraba hirviendo. Y no podía negar que la excitaba el saber que eso era a causa de ella.

El Rey la empujo hasta la parte trasera del sofá. Con sus manos la tomo por los muslos y la sentada allí, aprovechando que ahora ella estaba a su mismo nivel para besarla con más profundidad, si eso era posible. Lucy gimió ligeramente al sentir como la lengua de su hermano se movía habilidosamente dentro de su boca. Levanto sus piernas y las enrollo en la cintura de su hermano. Apretándola hacia ella. El Justo soltó un gruñido desde lo más profundo de su garganta. Salio de su boca para ir a su mandíbula y luego a su cuello, bajo más hasta encontrarse con su clavícula. Apretó sus labios ahí y mordió la piel. Lucy cerró sus ojos y gimió por la excitación.

– Te necesito tanto Lucy... Dijo contra su piel, antes de volver a su boca. Lucy no podía pensar con claridad, las sensaciones que la embargaban eran demasiadas para poder concentrarse. Jamás se había sentido así, y todo lo que experimentaba era culpa de su propio hermano. Ya en ese momento no le importaba la palabra incesto . Y tampoco le importaría, solo importaba lo que sentía, esas sensaciones que en cada segundo aumentaban y eran más difíciles de satisfacer.

– Ed... Gimió sobre sus labios. Edmund pensó que su nombre jamás se oiría tan bien.

Pero, el destino les hizo una mala jugada. Sonó el timbre.

Srrrr

Lucy y Edmund se separaron sobresaltados por el sonido. Ambos respiraban con muchísima dificultad, los pálidos rostros de los chicos estaban totalmente rojos. Sus pechos subían y bajaban sin regularidad alguna. Edmund pasó una mano por su cabello, tratando de calmarse.

Srrrr

Volvió a sonar el odioso timbre. Gruñendo por la interrupción. Se arregla la camisa y paso una mano por su rostro tratando de que regresara a la palidez cotidiana. Lucy se debajo del sillón, su respiración ya se estaba normalizando. Estaba despeinada, su camisa mal puesta y sus labios hinchados.

– Ve tú, iré. al baño. Edmund solo ascendió y fue a ver quien era. Para su sorpresa eran sus padres. Habían dejado las llaves. En el interior, agradeció por eso. No se imaginaba la reacción que podría tener al ver a sus hijos menores en tal situación.

Diez minutos más tarde Lucy bajo las escaleras, ya peinada y arreglada. Sus labios continuaban ligeramente hinchados, pero eso solo era notorio para el causante de eso. Saludo a sus padres, y se dedico a ayudar a su mamá con la cena. Después de que comieran entre miradas cómplices de Lucy y Edmund, él se despidió y se levantó. Lucy con discreción también se despidió y lo alcanzo en la escalera. Se acerco a él y con voz terriblemente seductora susurro en su oído:

– Yo no soy ninguna cobarde Ed. Y te prometo, que te lo probare.

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