Tenue
Los rayos del sol se asomaban por la ventana cuando Rachel abrió los ojos y miro el techo, reconoció de primera instancia la casa, pero la sensación en su vientre de ser atravesada la dejo completamente asustada.
La puerta se abrió y una mujer de limpieza la arrojó con brusquedad, al ver ese acto, Rachel no pudo hacer otra cosa más que regañarla aunque supiera que Dan la molestaría a ella por eso más tarde. En cuanto ella hablo, los demás hicieron silencio a su alrededor.
Unas horas después ella se enteró del regreso de su amado, se colocó un hermoso vestido para ir a recibirlo y espero con los ojos brillantes como estrellas a que el hombre bajara de su carruaje.
Al verla el duque simplemente frunció el ceño y la ignoró, entró sin volver la vista para mirarla y se fue a comer, sin permitirle a la joven que le hiciera compañía, ella conocía con mucho detalle sus gustos, pero eso no fue suficiente para que la invitará a sentarse a la mesa con él.
Al terminar el día, sus dulces ojos miraron la puerta del estudio que estaba cerrada, y con nostalgia apretó su vestido para darse la vuelta e ir a su habitación.
Durante la noche miró las estrellas desde su ventana mientras estaba pensando sobre todo lo que sucedió y sus recuerdos de su vida pasada.
Entre más pensaba en su relación con él, más se daba cuenta que quizá deberían alejarse, pero le dolía el pecho al pensarlo.
-Duque...
En la mañana la mujer lo encontró caminando hacia su estudio, iba demasiado rápido y no podía seguirle el paso, pero hablo con serenidad.
-Espero que podamos hablar un poco más tarde, no le quitaré mucho tiempo.
No volteo a verla pero Rachel sabía que si la había escuchado.
En la noche ella miró desde su habitación que estaba ubicada en el segundo piso con un hermoso balcón que le permitía admirar los jardines y el lago de la mansión.
El viento soplo sobre ella y su fina y delgada pijama se balanceo dejando que el frío entrara en su piel.
Mientras tanto, el duque la observo con tranquilidad y le reprochó con dureza por su falta de modales.
-¿Así es como la protegida del duque debería salir en las noches?
Ella volvió la vista y cerrando los ojos respondió muy tranquila.
-Gran Duque.
En unos minutos la mujer había bajado desde su habitación al jardin solo para verlo de cerca
-Las noches son hermosas.
-Como la luna... Dan...
-¿Que quieres decirme?
-Volvere a casa, el día de mañana si me puedes permitir usar el carruaje y al cochero.
La mirada del hombre fue muy fría y dura, no obstante su voz baja repitió con firmeza.
-No tienes permitido volver.
-Duque...
Antes de que ella pudiera decir algo más, él se fue sin mirar atrás. Rachel había creído que obtendría la peculiar respuesta de indiferencia, donde no le importaba si ella se iba, pero escucharle una respuesta así fue muy duro.
Durante todo el mes, la joven le insistió en varias ocasiones y en todas obtuvo la misma respuesta.
Al final, sin ninguna otra solución en mente, ella envío una carta a su padre pidiéndole que por favor la ayudará.
El comerciante no encontró otra salida más que la única que sería desagradable para su hija y le mando una carta con su respuesta.
-Querida Rachel, me temo que solo hay una solución, esa es si ofrezco tu mano en matrimonio y te casas con un joven noble, desde luego, te dejaré escoger al que será tu compañero.
Amargada y derrotada, ella lloró toda la semana en su habitación en silencio, pero su mirada dulce nunca cambió para los demás.
El mayordomo recibió la carta del padre de Rachel dirigida al duque y la entregó.
Ante la carta, Dan finalmente se enfadó y la arrugó entre sus manos, el mayordomo la tomo para leer la causa de la molestia de su amo y al ver cada palabra escrita su rostro se torno confundido.
"Mi muy respetado Duque Millers
Es mi deseo que le permita a mi hija Rachel volver a casa, ya que su edad casadera terminará pronto, por lo que he decidido ofrecer su mano en matrimonio.
Por favor tenga en consideración que como padre, mi mayor preocupación es su bienestar y asegurar un futuro provechoso a mi hija a quien tanto anhelo ver volver a casa.
Espero su pronta aceptación y la fecha de su retorno para preparar lo necesario.
Rubén Collins"
-Gran Duque...
-¿He sido tan benevolente? Ahora todo el mundo quiere arrebatarme la joya que he pulido por tantos años, la ofrecerán al mejor postor, pero si ha de casarse seré yo quien escoja al hombre que podrá cortejarla, no dejaré que la casen con alguien sin honor.
El temblor en sus manos fue tan absurdo que solo Robert sabía la verdad detrás de esas palabras, el señor Millers nunca considerará a nadie digno de llevársela.
Al ver qué incluso con la carta de su padre no le fue permitido llevarse a Rachel de la mansión, terminaron recurriendo a la única idea impensable, el señor Rubén decidió ofrecer a su hija en un matrimonio político con alguno de los hijos del emperador o algún conocido de otro país como trueque.
Aquella noche fue la fiesta de cumpleaños del primogénito del emperador, su padre consiguió la invitación con muchos esfuerzos y fue con ella a recoger a su hija para el baile, pero Dan se negó a dejarlos solos por si pensaba llevársela y terminó en el mismo viaje, él nunca había hecho tantas cosas de ese estilo, pero ahora se negaba a dejarla ir.
Ella estaba maravillosa, aunque su ropa dejó ver sus hombros descubiertos, él se notaba muy molesto, pero debido al tiempo no pudo hacerla cambiarse la ropa, su vestido blanco con rosas color turquesa de brazos y cuello descubierto, de caída libre que enmarcaba su cintura, su cabello completamente recogido, con algunos caireles cubriendo el pequeño escote en su espalda, algo fuera de lo común pero ella se veía encantadora, sus labios fueron teñidos en un rojo pasional y sus pestañas hermosamente chinas con un ligero bronceado en sus mejillas y un tono brillante, al verla no pudo evitar enfurecerse, porque no deseaba dejarla salir vestida de esa forma.
Cuando aquella joven entro de la mano de su padre y no de la del duque, todos sabían que eso significaba que ella estaba en libre posición para ser cortejada.
El hijo mayor de la familia imperial notó la esbelta figura y posó su mirada en ella, embelesado con la belleza de su piel hidratada se atrevió a poner una mano sobre la muñeca de la joven.
-¿Bailarias una pieza conmigo?
El duque miro al joven rubio de ojos verdes interesado en la joven de piel morena, pero notaba como la insistencia del príncipe reflejaba su ardiente deseo en los labios abultados y rojos de la mujer a quien consideraba su protegida.
Apenas terminó la pieza de baile, el joven se dispuso a sujetarla para otra pieza, pero el mundo se detuvo cuando la voz del duque finalmente se dejó escuchar.
-Me temo su alteza, que ahora es mi turno de bailar con ella.
La sujetó con tanta fuerza de la cadera que Rachel no pudo apartarse y tampoco pudo poner un poco de distancia, porque la mano que la sostenía estaba cerrada, su cuerpo pegado al hombre que llevaba un traje negro, además de su reloj sobresaliendo de su bolsillo derecho, su pañuelo en el bolsillo izquierdo y una rosa fragante en su pecho casualmente azul.
Al mirar a todas las personas en el salón, los candelabros resplandecientes en los techos y bellas flores blancas decorando las paredes en lujosos arreglos, la bella dama en sus brazos temblaba un poco con la idea de que todos los presentes aclamaran una relación no existente y posiblemente nadie querría tomarla como esposa.
-Sir Millers...
Ella casi dijo el nombre como si el aire en sus pulmones no fuera el suficiente.
-Estoy un poco incómoda pensando en la perspectiva de nuestro público, quienes podrían manchar la reputación del señor con comentarios malintencionados sobre nuestra no existente relación.
-Puedes no tomar en cuenta sus desprecios y mirar simplemente lo que te ofrezco.
-No estoy segura de entender sus intenciones.
-Señorita Collins, usted es mi empleada, solo estoy bailando con una conocida.
La mujer miró con dolor a su pareja de baile, ser despreciada de esa manera no la dejo sonreír nuevamente ante sus comentarios.
No obstante, al terminar la pieza musical, ella se inclinó y después caminó lentamente al joven que la había acompañado con anterioridad, dejándole ver en su rostro esa petición anhelante de no preguntar y simplemente acompañarla.
Al instante la tomo de la mano y la invitó a consumir una bebida. Del mismo modo invitó a su padre a hacerle compañía durante la gala nocturna y los tres se apartaron para conversar.
-Señorita Collins ¿Está usted comprometida?
-No mi lord, no lo estoy.
-Veo... Entonces me gustaría pedir su mano en matrimonio, con la bendición de su padre y de todos los altos nobles estoy seguro de que tendremos un buen futuro.
Dan escuchó desde afuera y antes de que el señor Collins aceptará lo obligó a retroceder y le dijo al emperador.
-La señorita Collins es mi protegida, le ruego me disculpé si le pido que hablemos en otro momento sobre este asunto. Por el momento me temo, que debemos retirarnos.
Furioso pero controlado el hombre tomó la cintura de la mujer y la guío forzadamente a la salida de la casa para subirla en el carruaje incluso dejando al señor Collins en la fiesta solo.
-Duque...
El no dijo palabra alguna durante el camino, pero apenas entraron a su castillo, su mirada le advirtió a Robert de no entrar y de no permitir que nadie más lo hiciera.
Al quedarse solos, soltó su muñeca que ahora tenía las marcas de su forcejeo silencioso, retiró sus guantes de las manos y se acercó a ella peligrosamente.
-¿Te divertiste con tu inapropiada actuación?
Pero la mujer solo agachó la mirada y dejó que sus lágrimas corrieran por sus mejillas.
-Deja que me vaya a casa, quiero ir con mi familia.
-Tu casa está en este lugar.
-No Dan... Este no es mi hogar, este es tu palacio y yo soy simplemente una conocida.
Abrumado por esas palabras que ella jamás pronunció como aceptación aunque él se las repitiera, algo lo estaba quemando dolorosamente.
-No irás a ninguna parte.
-Saldré mañana mismo de aquí incluso sin tu permiso.
El levantó su mano y la miró con frialdad, le dio un fuerte golpe en la mejilla y luego le ordenó con severidad.
-Te quedarás encerrada en tu habitación hasta que yo lo decida.
Agotada y dolida por el golpe, Rachel miró a la pared donde estaba colgada aquella espada que le arrebató la luz en su vida pasada.
-No Dan, me voy ahora mismo, no tengo una razón para quedarme.
Ahogado en su impaciencia por la negativa de quien una vez fuera la más obediente a sus órdenes, Dan se acercó a ella y la sujetó de la cadera, mientras Rachel esperaba que la golpeara otra vez por su negativa, el hombre bajo su boca y beso su clavícula, colocó sus manos con desesperación en el vestido que ella usaba y la cargó con firmeza hasta llevarla por las escaleras hasta su habitación, ella estuvo atónita todo el tiempo hasta que la arrojó en la cama y subió encima de ella, besando nuevamente su clavícula.
El suspiro ahogado de Rachel le sirvió al duque para mirarla y despejarse. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso se había vuelto loco?
No, el no podía hacer esto, pero recordaba como se había sentido cuando vio la química que ella destilaba en ese baile con otro hombre, y sus manos antes cerradas en un puño subieron hasta el pecho de la mujer para desgarrar su vestido dejando expuesta su piel desnuda ante él, bajo lentamente su mirada y la recorrió aunque ella solo lloraba pidiéndole que la dejara cubrirse, pero entonces, recostó su cabeza en su pecho desnudo y suspiró.
-Una mujer mancillada no puede casarse con la familia imperial, ningún hombre podrá aceptarte, ahora que te he visto.
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