Mi deseo
Cruzando sus manos en su vientre mirando a un lado y al otro con los ojos casi cerrados y a unos segundos de perder su brillo por completo, ella suspiró de forma pausada y tranquila mientras dos lágrimas recorrían sus mejillas.
-Por favor querido cielo, que en mi próxima vida, este hombre me ame.
Después de eso, ella deseo en silencio que los cielos protegieran a su ser amado en el mundo y que nunca nada malo le pasará. Su último suspiro lo dio con tanta calma que ni los presentes podían creerlo.
Ella era la conocida de infancia del duque Dan Miller, era el hombre que ella amaba, un gallardo caballero de corpulencia fornida y piel morena, de rostro definido, manos duras y cabellera corta, sin barba, alguien maduro... En realidad el había cuidado de ella cuando era una niña, pero no compartió ningun sentimiento por ella nunca.
A pesar de haberla cuidado como a su pequeña hermana menor, Rachel Collins no significaba nada en la vida del duque, era sólo la hija de uno de los amigos de su difunto padre.
Sin embargo, con los años la pequeña niña se convirtió en una mujer particularmente sensual, larga cabellera negra, piel apenas bronceada, ojos negros y labios rojos y abultados pero de boca pequeña, mejillas tenuemente rosadas.
Ella estuvo a su lado en los momentos más difíciles de su vida, en la muerte de su padre y de sus hermanos mayores.
Pero la joven nunca pudo romper el hielo en su corazón y jamás fue cercana realmente a él, sólo era la figura de la dama dibujada en un retrato oscurecido como la sombra de la persona a quien veneraba más que a nada en este mundo.
Pero él jamás tomo en cuenta sus opiniones ni sus preocupaciones, porque a diferencia de ella, él no la amaba.
Cada momento de su vida se acercó a el intentando conquistar el corazón del duque, pero eso jamás sucedió, todos sus intentos terminaron fracasando.
A los 25 años, ella era la que comandaba en la mansión del duque, quién había cumplido los 40 años de edad, y al no haber contraído matrimonio aún, dejó que ella se hiciera cargo de las labores arduas del administrar de la mansión.
No obstante, un día las cuentas no fueron claras, a pesar de los intentos de Rachel por demostrar su inocencia, el duque no pudo perdonarla por su traición y como el honorable caballero que se apreciaba de ser, decidió matarla con sus propias manos.
Al acercarse a él, ella con su vestido blanco puesto, abrazarlo para decirle al oído nuevamente.
-Yo no fui ¿Tu me crees? No lo hice...
Ella notó la gélida mirada en sus ojos y cerro los labios, los apretó con fuerza y no gritó cuando sintió la espada atravesar su vientre, solo sonrió dulcemente y se derrumbó en el piso.
Su larga cabellera voló como plumas cuando estaba recibiendo a la gravedad. Y sus pequeñas manos delgadas y suaves solo se posaron en su pecho recibiendo su final en un abrir y cerrar de ojos.
Las palabras de la mujer fueron una pesada carga en los hombros del duque que no podía creer que ella se fuera tan en paz aún cuando la había matado por traición más que por el dinero perdido.
Sus ojos miraron la figura de la mujer y de pronto sintió que algo en su pecho se agolpaba dejándolo sin aire.
Uno de los guardias estuvo a un paso de arrastrarla a la exhibición como solían hacer con los traidores, pero Dan simplemente dijo que fuera enterrada y que solo se hablara de que su muerte fue por enfermedad.
Pero nadie trató con delicadeza su cuerpo y al ser arrastrada por los pisos, su dulce rostro durmiente terminó arañado.
Unos minutos antes de que la enterraran en la cripta de la familia Millers como se les ordenó, la mucama de la señorita lloró por el final amargo de la jovial y dulce mujer que habitaba en ella.
La mucama colocó en la mano la bolsa de flores secas que era el tesoro de Rachel esperando que nadie las viera, pero Dan finalmente se acercó a ella y pidiendo que lo dejarán a solas con su cuerpo, antes de guardarlo finalmente se quebró y soltó una lágrima por ella.
La abrazó y acuno su cabeza recargandola en su pecho, pero sin decir nada, y noto que la mano de la joven estaba cerrada, la tocó y vio en ella dos cosas que lo sorprendieron.
Había tres pétalos de una rosa y una rueda grande de pasto, recordó el momento en el que él mismo se los otorgó.
-Esa rosa blanca es hermosa...
-Son un presente para la reina, no te hagas ilusiones.
-Lo lamento.
El corto los tres pétalos casi marchitos que desarreglaban la flor y se los dio.
-Ten, es lo único que puedo darte.
La chica los tomo pero no dijo nada, solo lo miro nostálgica.
El campo era maravillosamente verde, mientras su vestido se atoraba en el pasto pero el sol la iluminaba, se dio la vuelta y miro al duque.
-¿Acaso no conoces ya mis sentimientos Dan? Te quiero... Siempre te he querido.
El hombre se inclino en el pasto y tomo una de las hierbas más largas, primero hizo un nudo y luego la cerró como si fuera una pulsera.
-Toma.
Ella la miró y la puso en su mano como una pulsera.
-No es una pulsera Rachel, es un anillo.
-¿Qué?
-Dicen que cuando el novio no ama a la novia el anillo le queda grande, porque sus sentimientos no son para ella, así es mi correspondencia a tus sentimientos. Tu no eres la adecuada para ser la duquesa de este imperio.
La chica solo cubrió sus manos y le sonrió con ternura...
Atormentado miro a la que una vez fuera su mujer incluso sin tocarla, porque ella solo le fue incondicional a él, y jamás recibió un beso en sus castos labios ni ningún otro hombre tocó su rostro o mejilla como él lo hacía ahora, porque cualquiera que intentó hacerlo, termino de la misma manera, siendo despreciado por la noble dama entre sus brazos.
Con mucho cuidado la depositó en el féretro y cerro la cripta enterrando las últimas palabras de esta mujer en su corazón.
-Por favor querido cielo, que en mi próxima vida, este hombre me ame.
Lamentaba decírselo al aire, pero esperaba que llegara a ella pronto.
-Por favor, si los dioses existen, no permitan que está persona me vuelva a encontrar, puesto que no la amo y nunca lo haré.
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