Propuesta indecente
Capítulo 20: Propuesta indecente
El supuesto monstruo no era más que una enorme máscara hecha de madera pintarrajeada y adornada con muchas plumas multicolores, era tan grande, que cubría por completo a su portador, que en este caso parecía ser una orca por el tono de voz que provenía por detrás.
―Este no es un placer eso te lo aseguro. ¿A qué has venido?
―El chamán de la tribu murió y vengo para que ocupes su lugar.
Un silencio repentino precedió a una risa histérica detrás de la máscara a la vez que Gruñilda fruncía el ceño.
―¿Entonces no es broma? Hay muchos otros que pueden ser tu chamán, vete de una vez.
―Todos a los que te refieres ya están muertos ―le contestó la caudillo haciendo que el elfo se sorprendiese, la situación de la tribu era mucho más crítica de lo que parecía al principio.
―No me extraña, después de todo, tu tribu es privilegiada por las trufas, seguro muchas otras desean tener tus territorios.
―Que se atrevan, les estaré esperando.
―Sí, seguro eso es lo que harás.
―Lo haré, pero me sentiría mucho más confiada de tenerte como chamán. Contigo a mi lado ninguna tribu se atrevería a atacar a los nuestros.
―Mi presencia no es una garantía.
―Lo es al menos para la mayoría de los locos que ven con ojos codiciosos las trufas.
La máscara se quedó inmóvil como mostrando a su portador que meditaba la propuesta de la caudillo piel verde.
―Este no es el lugar para discutir esto ―dijo al fin Labios Negros―. Ven a mi choza, está en un lugar seguro..., y trae a tu curioso invitado.
Ambos siguieron a la enorme máscara, no se podía vislumbrar por detrás a su portadora que estaba cubierta por un entramado de hojas de la jungla.
Pese a lo enorme de la máscara de madera labrada, Labios negros se movía por soltura por el suelo de la jungla y llegaron a la base de un enorme tronco cuya superficie estaba cubierta de pinchos de madera endurecida por el fuego, las enormes espinas negras lucían intimidantes.
―Esto es para que los grandes felinos moteados no escalen hasta mi choza en lo alto. Síganme.
Así lo hizo el par y luego de una escalada que a Fresnia no le pareció nada fácil, llegaron a la choza, la cual, tenía varias cosas que el elfo pudo reconocer de la tienda del chaman en la tribu, incluso el olor era similar a la vieja tienda allá junto al rio.
―Tienes que ser la chamán del pueblo...
―Espera a que me quite esto al menos.
Así lo hizo la orca y Fresnia abrió los ojos de la impresión. Ya sabía porque la llamaban Labios negros.
Unos labios muy gruesos y lascivos se vislumbraron con unos tintes negros que relucían brillos, parecían imitar a una noche desplegando el parpadeo de infinitas estrellas. Los parpados también lucían dicho tinte oscuro, lo mismo que sus antebrazos y muslos formando patrones que se asemejaban a tiras de cuero negro.
Su cabello era tan abundante como el de Gruñilda, pero no trataba de domarlo con una cola de caballo. Sus senos no eran muy grandes, de hecho parecían tener la forma de una de las jóvenes en la tribu.
Fresnia tragó saliva al ver el cuerpo, brillante y esbelto, parecía moverse con la sinuosidad hipnótica de una anguila de rio. Bajó la vista tratando de observar mejor el suelo de la choza al mismo tiempo que una sonrisa y un brillo extraño en los ojos de la orca hacia su aparición.
―Te ahorraré saliva, no pienso por nada del mundo ser tu chamán.
―¿Acaso no te importa el futuro de la tribu?
―Me importa lo mismo que la bosta de los cerdos. Pero, podría, tal vez considerarlo un poco, si al menos me ofreces algo que me atraoga la atención.
―¿Qué es lo que quieres? Habla de una vez.
―Me interesa mucho tu "mascota".
―¿Fresnia?
―¿Así se llama esa lindura? Bien, este es el trato: me quedo con ese Fresnia y acepto ser el chamán de la tribu.
―No.
Fresnia respiró aliviado, pero la orca tenía más cosas que decir.
―Escuché muchos rumores en el bosque. Dicen que varias tribus cercanas ven con ojos codiciosos las trufas de la tribu, creo que...
―No. No tendrás a Fresnia para tus jueguitos repugnantes.
―No decidas por él. Dime, Fresnia, ¿ya has estado con una mujer?
Por respuesta solo recibió la mirada de sorpresa del elfo.
―Las mujeres elfos son unas reprimidas sexuales y de seguro no tienen nada de imaginación, tan pulcras, seguro le piden a sus parejas hervirse sus pitos antes de que estos intenten metérselos.
»Las mujeres orco son apasionadas y calientes. ¿Quieres perder la virginidad conmigo? Te juro por el Gran Chancho que sacudiré tanto tus sentidos del placer, que te voy a arruinar a todas las mujeres elfos que te puedas tirar después, incluyendo a las de mi raza.
―Gruñilda... ―dijo Fresnia rojo de la vergüenza y escondiéndose detrás de la caudillo orco.
―¿Qué parte del jodido no, no entiendes? Además algo así no se ha intentado nunca en la tribu.
―Porque no me dejaste. Pero te lo pongo fácil, no estamos en la tribu, vamos, no te propongo que el elfo sea mi pareja por un largo tiempo..., como un par de días. Solo por esta noche, quiero darle el revolcón de su vida.
―No.
―Pelearemos entonces. Si yo gano me tiro a tu mascotita, pero si tú me vences seré tu chamán.
―Fresnia no es alguien para pelear por él de esa manera sucia.
―¿Acaso ya no te gusta lo sucio? Veo que ser la líder de la tribu te ha hecho más estirada.
―Maldita.
―¿Aceptas o no? Mira que no pienso ofrecerte nada para comer o beber, así que olvida la idea de permanecer aquí.
―Acepta, Gruñilda ―dijo el joven sorprendiendo a la caudillo.
―Fresnia...
―Si Labios Negros tiene razón, la tribu entera está en peligro inmediato. Yo tengo plena confianza en ti, sé que serás la vencedora.
Gruñilda dio un suspiro de frustración mientras que la otra orca sonrió relamiéndose como anticipando su victoria.
CONTINUARÁ...
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