Jornada matutina
Capítulo 13: Jornada matutina
Debido a la traumatizante experiencia de su primera comida comunal, decidió no ser melindroso con lo que le trajesen, el problema consistía en que de seguir este ritmo iba a engordar un montón, problemática que fue solucionada al decidir acompañar a la jefa de la tribu en sus tareas diarias.
―No veo ningún problema, te veo en mi tienda temprano en la mañana ―le dijo y Fresnia casi da saltitos de la emoción. Saltos que se cortaron al saber que tendría que despertar muy temprano, el líder de una tribu era el primero en levantarse y el último en acostarse, sin embargo, no se dejó amilanar y le prometió a la enorme orco que se levantaría muy temprano.
.
.
No durmió muy bien debido a la emoción de tener que acompañar a la orco y sin saber cómo, pudo abrir los ojos cuando el cielo gris de la mañana hacia acto de presencia.
«Debo apurarme», pensó y se vistió raudo para dirigirse a la tienda.
«Que bien, creo que llegue a tiempo», pensó al llegar a la tienda. Al poco tiempo Gruñilda salía y como saludo matutino al elfo, emitió un gran bostezo y luego fue a un lado de su tienda donde había una gran batea de madera llena de agua. Metió las manazas en el agua fría y se lavó la cara y el cabello en un solo movimiento.
Cuando Fresnia se preguntaba cómo iba a secarse la orco, ella solo sacudió su cabeza como si fuese un animal, luego agarró un trozo de cuero e intentó hacerse una cola de caballo que no salió muy bien que digamos.
―Bien, que bueno que hayas despertado temprano, a movernos.
―Sí ―asintió emocionado y comenzó la larga jornada.
Los orcos eran seres que no gustaban de despertarse temprano, los primeros madrugadores que veía no se mostraban muy contentos que digamos y saludaban a su líder con una serie de gruñidos. Eran justo estos mal encarados los que ocasionaban los primeros problemas.
―Fíjense por donde voy.
―¡Más bien tú fíjate por dónde vas! ¡Pisaste mi sombra, huevón!
―¿Me están mirando feo ustedes dos? ―decía otro orco.
Fresnia se sorprendió, esperaba que lo que le dijese Gruñilda fuera una exageración, pero por lo visto no lo era.
Los tres orcos estaban por irse a los puñetazos cuando Gruñilda intervino. Unas malas palabras aquí y allá por parte de la orca junto con montón de saliva y todo no pasó a mayores. El mismo espectáculo se repitió un par de ocasiones, en uno de los cuales un orco más testarudo que los demás, recibió un tremendo cocacho que lo dejó medio alelado.
―¿Adónde vamos?
―Hay que revisar los corrales, siempre se están cayendo. También hay que revisar la tienda comunal para la comida de esta tarde y las demás tiendas, algunas ya se están cayendo.
Los corrales de los enormes cerdos necesitaban mucho mantenimiento diario, no solo porque los enormes animales gustaban de rascarse contra los maderos, sino que estos estaban armados de manera tan chapucera que Fresnia no entendía cómo todo el conjunto no se venía abajo.
La tienda comunal estaba siendo reparada en uno de sus costados, la piel fue rasgada por un orco demasiado ebrio que insistió en recostarse sobre está usando su casco lleno de pinchos. Respecto a las otras tiendas, Gruñilda veía que estas estuviesen siendo atendidas, de no ser así, un orco podría luego venir con la excusa de que su morada fue echada abajo por un orco torpe de pasos.
Tanto la tarea de revisar los corrales y las tiendas implicaban un aspecto extra: ir a buscar materiales para la reparación de los mismos.
―¿Por qué no hacen eso los orcos que están reparando todo?
―Porque luego se distraen con cualquier cosa al ir a buscar lo que necesitan. Se encuentran con alguien y se la pasan hablando en vez de buscar lo que se les manda. Eso si hay suerte, otros se van a cazar por allí o lo que es peor: a empezar pelea con alguien o algo.
―¿Con algo?
―Hay grandes gatos moteados en las Cordilleras Nubladas, a veces bajan hasta estos lugares. Algunos más estúpidos que los demás, insisten en cazarlos sin ayuda de nadie y acaban dentro de la panza de esas cosas.
―Ya veo ―dijo Fresnia, pensando en lo insensato que podían ser esos orcos, pero no pudo razonar mucho esto, buscar diversos materiales de construcción aquí y allá les tomo mucho tiempo, tanto, que no habían acabado de hacer todo lo que debían hacer y ya escuchaban el llamado para el almuerzo comunal.
.
.
En el poblado vio a varios orcos que se dedicaban a construir varias cosas útiles ya sea para la vida diaria o para las refacciones que se necesitaban, sin embargo, estos o bien se encontraban hurgándose la nariz o bien estaban dormitando apoyados en la pared.
―¡Eh!, ¡¿qué pasa?! ―gritaban los orcos u orcas cuando recibían patadas o cocachos que los sacaban de su ensimismamiento o siesta de la tarde.
―¿Ya tienes las cuerdas que necesitamos en los corrales?
―Todavía no, mira que estoy muy ocupado.
―Ocupado rascándote el culo. ¡Quiero esas cosas a mi vuelta!
―Ta bien, ta bien.
―Ese es el problema de mi gente ―le decía luego de repetirse la misma escena varias veces―. Solo cuando se trata de hacer la guerra todos se ponen voluntariosos, después, todos no son más que unos flojos que se mueven solo para pedorrear un rato.
―Ustedes son muy diferentes de los elfos u enanos. Los elfos no somos tan belicosos unos con otros, mientras que los enanos jamás descansan mientras tienen un trabajo que realizar.
―Sí, tienes razón ―dijo la orco mientras daba un suspiro de frustración―, supongo que esa es la razón porque nunca construimos una..., no sé cómo se dice, cuando tienen fortalezas y poblados...
―¿Civilización?
―Sí, eso. Desde la antigüedad los orcos hemos vivido como hasta ahora.
Fresnia reflexionó esto último, en miles de años los pieles verdes jamás desarrollaron una civilización, siempre se los conocía como una cultura nómada o seminómada, en el mejor de los casos, cuando no se los veía como monstruos que asolaban la tierra con sus hordas.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top