Retomando mis pasos
Dedicado a Love4Holland que todas la estamos pasando algo mal con esta cuarentena, animo cari ❤️
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Suelto un gruñido cuando logro sentarme en mi cama. Harrison me ayuda a colocar mi pierna sobre esta, con mucho cuidado, y me entrega mi laptop. Lo miro agradecida. Había decidido quedarse y ayudarme luego de la cirugía (que salió perfectamente), por lo que fue una gran sorpresa topármelo cuando salí de esta, y fue aún mayor cuando decidió acompañarme cuando me dieron de alta. Por supuesto, aquellas eran órdenes de Tom, quien seguía filmando su película. Así, una semana después de mi fatídico accidente, me encontraba relativamente bien. No podía ir a clases aunque quisiera, con una bota en mi pie y mi otro brazo en un cabestrillo, además del dolor que era tener fracturadas tres costillas, era prácticamente imposible moverme sola por ahí sin perder el equilibrio. Lo único bueno de aquel tiempo libre es que podía trabajar en mi proyecto.
—¿Eh, ¿Hazza?—pregunto. Él se ha sentado n el suelo junto a mi cama. Levanta la cabeza y me mira.
—¿Si?
—¿Puedes colocarme el almohadón bajo el pie?—le pido. Sara suelta un bufido.
—Por supuesto que se le ha olvidado—dice ella con tono mordaz, mientras lee un libro de fisiopatología. Hazza gira la cabeza y la fulmina con la mirada.
—¿Qué acaso no tienes clases?—le pregunta este. Sara ni se molesta en levantar la mirada.
—Hora libre—responde.—Y si mal no recuerdas, esta es mi habitación también. El invitado aquí eres tú.
Sara ha optado por quedarse estudiando aquí y no en la biblioteca para ayudarme a ir al baño, ya que claramente no dejaría a Hazza ayudarme.
Tener a los dos acá era como provocar al mundo a una tercera guerra mundial. Constantemente se desafiaban y discutían por nimiedades. Al principio se me hacía divertido, porque para mí estaba más que claro que tenían mucha química, y aunque Harrison lo intentara ocultar, sé que ella le llamaba la atención, al igual que a Sara le llamaba la atención él. Pero luego de tres días, me di cuenta que aquella química era en realidad dinamita, y en cualquier momento explotaría y yo quedaría en medio del fuego cruzado.
Harrison e levanta y voltea, dándole la espalda, mientras coloca el almohadón en mi pierna.
—Yo estoy ayudando a una amiga ¿tú que?—le espeta Harrison. Ay Dios, no de nuevo pienso.
—Yo estoy estudiando en mi habitación—recalca ella.—Y además ayudo a una amiga.
—Sí, se ve que la estas ayudando—bufa Harrison. Sara despega su vista del libro y entrecierra los ojos, mirándolo. Si las miradas matasen...
—La ayudo más que tu—sentencia ella. Harrison suelta un bufido, voltea a mirarla y se cruza de brazos.
—¿En serio? ¿Y cómo? ¿Leyendo tu librito?—pregunta él, despectivamente.
—Al menos no se me olvida todo el tiempo el colocarle su almohada o darle sus medicamentos—le encara ella.
—No, en cambio te la pasas sentada con tu cabeza metida en tus libros y ella debe casi rogarte su ayuda—le espeta él.
—Eh, chicos...—les llamo. Sara se levanta de su cama.
—Claro, porque debe pedirme ayuda a mí porque tu todo lo haces mal—se defiende ella.
—¿Por qué no se calman?—pregunto, con la voz más dulce que puedo.
—Al menos hago algo—le escupe Harrison.
—Hey, en serio, tranquilícense—les llamo.—Seamos amigos, todos amigos...
—Por supuesto—dice Sara con sarcasmo.—Las cosas mal hechas son tan útiles...
—¡Mas que tu inoperancia!—le grita Harrison. Ay no, ya se armó.
—Amigos son amigos... No se pelean—intento llamar su atención. Sara se sonroja de la rabia, y cierra sus puños.
—¿Seguro sabes lo que esta palabra significa, tontito?—le pregunta ella con burla.
—Claro—replica este.—En el diccionario salía junto a tu nombre.
—¡Como si tu hubieses tomado un diccionario en tu vida!—le grita ella. Dios, ayúdame.
—¡Engreída!—le grita Harrison.
—¡Anencefálico!—le grita ella.
—¡¡BASTA!!—grito, y enseguida mi arrepiento porque mis costillas duelen.
Me quejo de dolor. Los dos voltean a verme. Sara le pega u manotazo en el brazo y este se soba.
—¿Ves lo que provocas?—le espeta ella. Harrison abre los ojos como platos.
—¡¿Lo que yo provoco?! Fuiste tú quien comenzó a gritar—le espeta él.
Mi salvación entra por la puerta en ese instante.
—Chicos, chicos—les dice Aidan, que tiene en sus manos una bandeja con vasos de café y una bolsa de papel oscura.—Sus gritos se escuchaban hasta afuera ¿Qué ocurre?
—Pasa que esta engreída no deja de molestarme—señala Harrison a Sara con su dedo. Sara le a un manotazo en el dedo y lo fulmina con la mirada.
—Tú eres el que molesta acá—le dice ella.
Aidan me mira y levanta una ceja. Ruedo los ojos y niego con la cabeza.
—Traje café—dice Aidan, intentando aligerar los ánimos. Sara saca un vaso seguida de Harrison. Se fulminan con la mirada.
—Parecen un matrimonio—digo. Ambos se voltean y me miran ofendidos.
—¡¿Nosotros?!—preguntan al unísono, se miran entre sí.
—Jamás estaría con alguien tan bruto como este—sentencia Sara, mirándolo con desprecio. Harrison suelta un bufido.
—Por favor, como si me pudiese gustar alguien así de engreída—dice Harrison, rodando los ojos.
—¿Por qué no vas a pasear a Thor y Stiles?—sugiere Aidan, al ver la tensión en el ambiente.
—Yo paseare a Stiles, no confío en Harrison—dice Sara, da media vuelta y saca el arnés y la correa de su perro.
—Pobre Stiles—susurra Harrison, con desprecio.
—Hazza—le regaño. El rueda los ojos y se acerca a la estantería para sacar la correa de Thor.
—Ven campeón—le llama.
Thor, que estaba dormitando en su cama a pesar de la pelea, se acerca a Harrison. Sara sale con Stiles en brazos y cierra la puerta a sus espaldas. Harrison se levanta y se me acerca.
—¿Segura que estarás bien?—pregunta, y veo que intenta espiar lo que escribo n mi laptop. La alcanzo a cerrar.
—No leerás lo que escribo, Hazza—le digo, con una sonrisa divertida. Harrison rueda los ojos.
—Te veo en un rato—dice. Le da una mirada a Aidan y luego sale de la habitación. Aidan resopla.
—Estos dos o terminan matándose o besándose—comenta Aidan, haciéndome reír.
—No sé cuál de las dos opciones es más factible—replico, encogiéndome de hombros (bueno, solo el derecho, el izquierdo no puedo).
Aidan se sienta a los pies de mi cama y me entrega mi vaso de café. Abre la bolsa de papel y saca un sándwich de tomate con albaca y queso, que huele delicioso y me hace salivar.
—Eres mi héroe—le digo, mientras dejo mi café en mi mesita, saco la laptop de mi regazo y lo dejo a un lado para coger mi sándwich.
—Uno de mis múltiples talentos—dice bromeando. Le doy una mascada al sándwich. Cierro los ojos disfrutando del exquisito sabor.—¿Cómo vas con tu proyecto? Me hiciste sacar casi la mitad de los libros de la biblioteca.
Abro los ojos y rio, sintiéndome algo culpable de tenerlo como mi proveedor de comida, libros y chismes (estos últimos no los requiero, pero disfruta comentando el día a día del hospital en el que está).
—Leí sobre los genes que creen que están involucrados—comento después de tragar. Dejo el sándwich en mis piernas y cojo mi vaso de café.
—¿Y?—pregunta. Suspiro.
—Hasta ahora encontraron solo uno—replico frustrada.
—Vamos, no pierdas la esperanza—me anima. Se levanta, deja su vaso de café vacío en mi mesita de noche y acerca la pizarra.—¿Cuál es el gen?
—SOD1—replico. Se sienta junto a mí, sosteniendo con una mano la pizarra, y me entrega un plumón.
—Escríbelo, a veces ayuda—me anima sonriente. Ruedo los ojos. Escribo en la pizarra.—Bien ¿Qué hace?
—Elimina los radicales libres de la célula—replico. Aidan señala la pizarra. Ruedo los ojos y escribo.
—Bien, entonces si muta, debemos suponer que no elimina los radicales y por eso se destruyen las neuronas—dice mientras escribo.
—Eso supuse—afirmo, mientras continuo escribiendo.—Pero no es el único gen encargado de eso.
—Por lo tanto debe causar una mutación que impida a los otros hacer el proceso—sugiere.
—O este se encarga exclusivamente de las neuronas, quizás de las neuronas motoras—explico. Lo miro y el asiente.
—Pero ese es solo uno de los genes que han aislado ¿no?—pregunta. Asiento con la cabeza.
Miro la pizarra y comienzo a pensar. Siento como si comenzara a salir humo de tanto trabajo que le estoy dando a mis neuronas. De pronto, abro los ojos como platos y me arrodillo entusiasmada.
—Oh por dios—susurro.
—¿Qué?—pregunta Aidan. Sacudo la cabeza y lo miro.
—¿Qué pasaría si los demás genes mutados causaran la misma falla que el gen SOD1?—pregunto. Aidan sonríe entusiasmado.
—Eso implicaría que sería más fácil de encontrar a los responsables—sentencia Aidan. Asiento entusiasmada.
—Por lo que si averiguáramos que mutación genera el gen SOD1 en la célula...—comienzo a decir.
—Podríamos encontrar a los demás genes—continua Aidan.
—Y podríamos diagnosticarlo tempranamente—sonrío.
Aidan se echa a reír y yo suelto un gritito de emoción. Ya sé en qué enfocar mi estudio. Me lanzo a abrazarlo mientras reímos, aunque enseguida me arrepiento ya que mis costillas duelen como mil demonios. Me separo y Aidan me ayuda a sentarme sin perder el equilibrio.
—______, si logras encontrar que genera la mutación, podrías incluso encontrar algún mecanismo para desacelerar el proceso. Tal vez incluso una cura—dice entusiasmado.
—No nos adelantemos, aún tengo mucho que investigar, tal vez no encuentre nada—replico.
—Tienes que ir a hablar con la doctora Monroe, ella es una neuróloga y neurobióloga, tiene un doctorado en trastornos motores.
—Iré en cuento me quiten esto—le digo, señalando el cabestrillo.
—Excelente. Yo mismo te la presentare—dice Aidan.
—¿Quieres participar?—pregunto. Aidan frunce el ceño.
—¿En tu estudio? Pero si es tu proyecto—replica.
—Puedes ser un colaborador—le digo. Aidan se ríe.
—¿Colaborador?—pregunta, haciéndose el ofendido.—Lo tomare, pero me ofende muchísimo.
Nos reímos a carcajadas. Continuamos escribiendo los pasos a seguir en la pizarra. Era agradable hablar con alguien de esto sin que me miraran raro.
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Si, he vuelto. No tenia el estado mental para publicar antes.
¿Que opinan de Aidan?
Les leo, lectores insaciables <3
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