Nuevas verdades
100 capítulos chicxs! No puedo creerlo! Aun no me creo lo lejos que llegamos 🥺 Les quiero ❤❤❤
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Deposito mi mochila sobre la mesa de madera y me siento con un largo suspiro. La biblioteca está casi desierta, y no me extraña. ¿Quién viene un domingo por la tarde a estudiar a este lugar? Los nerds y maniáticos, yo soy una mezcla de ambos. Tom y Harrison se habían marchado, y Sara estaba en estado catatónico luego de tanto vodka. Al menos no vomitó.
—Hola señor Argus—saluda una voz masculina a mis espaldas una voz que reconozco. Volteo y veo a Aidan saludar al bibliotecario. Al verme me saluda con la mano y se acerca.—¿Cómo estas, ______?
—Bien ¿tu?—pregunto.
—Algo cansado. Me dormí muy tarde—replica mientras se sienta a mi lado.
—Ya lo creo, me fui a acostar antes que tú.
—¿Es verdad que Harrison y Sara se besaron con la mitad del café?—pregunta. Rio por lo bajo. Debemos hablar despacio para que no nos echen.
—Hicieron una apuesta muy estúpida—reconozco.—Pero finalmente se besaron.
—Vaya. ¿Crees que ahora actúen maduramente?—pregunta. Hago una mueca y niego con la cabeza.
—Esta mañana apenas se miraron las caras. Creo que ambos no quieren admitirse lo que sienten—replico.
—Es una lástima, hacen bonita pareja—comenta Aidan, mientras saca su Tablet. Muerdo mi labio y dejo mi marcador a un lado de mi cuaderno.
—Hablando de parejas bonitas...—comienzo a decir el suspira y sacude la cabeza, mirándome con una sonrisa, avergonzado.
—Sabía que me habías visto—se ríe por lo bajo.—Se llama Ami, es de mi clase.
—¿Y están saliendo?—pregunto. Aidan suspira.
—Algo así. Salimos, sí, pero... no sé si acabe en algo—replica con una mueca. Frunzo el ceño.
—¿Por qué no? Es cosa de intentarlo—le animo. Aidan me mira y sonríe, pero no le llega a los ojos.
—Para eso tendría que querer intentarlo—responde. Arqueo una ceja.
—¿Y por qué no querrías intentarlo? ¿Qué puedes perder?—pregunto. Aidan me mira fijamente durante un buen rato, y comienzo a sentirme incomoda de la intensidad en esta.
—Nada, tienes razón—susurra al cabo de unos minutos.
Vuelve su cabeza a su Tablet y abre un libro gigante de cardiología, mientras yo vuelvo a concentrarme en mi proyecto, con un enorme libro de neurogenetica abierto, y otro de sinapsis neuronal.
Mi teléfono vibra y lo cojo. Observo las fotos de mi Tom y yo en el café, en el campus, e incluso una en la calle, en plena madrugada. Vuelvo a guardar mi teléfono en el bolsillo y continúo en mis asuntos.
Mi ánimo esta por el suelo, entre que apenas logre dormir un par de horas y que Tom se ha tenido que ir, me siento muy desanimada. Me concentro en mi proyecto, aquello era lo único que lograba alejar mis pensamientos depresivos y despejaba mi mente de la fama, la distancia y mis propias tragedias (haberme sacado la bota no había sido la mejor idea).
No me doy cuenta de que ha oscurecido hasta que el señor Argus se nos acerca amablemente y nos dice que está por cerrar la biblioteca.
Salimos al frio aire nocturno con la cabeza abombada de tanto estudio. Me sentía mentalmente agotada, como si necesitara ser recargada como una batería.
—Ah, necesitaba esto—digo, sintiendo la brisa fresca desordenando mis cabellos. Aidan se ríe a mi lado.
—Siento como si se me hubiese fundido el cerebro—comenta. Nos detenemos a mitad de camino. El sonido de las hojas moviéndose con el viento nunca me había parecido tan agradable como ahora.
—¿No te ha pasado que de pronto quieres congelar el tiempo y quedarte en un instante, sin hacer nada, ni tener preocupaciones?—pregunto. Avanzo un paso y estiro lo brazo. Comienzo a girar, de cara al cielo.
—A menudo—replica, y ríe mientras me observa girar despreocupadamente. Las gotas comienzan a caer sobre mi rostro, pero no me inmuto.
—Amo la lluvia—digo, sin dejar de girar.
—______ te vas a caer, tu bota se está mojando—comenta Aidan, lo ignoro.
—Necesito paz aunque sea por cinco minutos—susurro.
Doy un giro y al pisar con la bota, resbalo en la tierra húmeda. Aidan me sostiene de los brazos y evita que me caiga. El me mira, con expresión de "te lo advertí", y no puedo evitar reírme en su cara.
—¿Te has dado cuenta de que eres muy propensa a accidentes, no? Y por lo visto, no es que tengas mala suerte, sino que te arriesgas—me regaña.
—Vamos Aidan ¡Diviértete!—le digo riendo.
—Quiero divertirme manteniendo mi cuerpo ileso—me replica.
—He perdido el equilibrio por mi bota, pero tú tienes dos pies bien puestos, vamos—le insto.
Lo agarro de las manos y lo obligo a girar. Al principio se resiste, pero poco a poco comienza a reírse y gira junto a mí. De pronto, un rayo surca el cielo y los atronadores truenos resuenan en el campus. Nos detenemos y nos miramos. Estamos empapados.
—Excelente, ahora te dará una neumonía—se burla Aidan. Suspiro y meneo la cabeza.
—Espero que no, mis costillas aun no sanan del todo, y toser me dolerá como los mil demonios—bromeo, haciéndolo reír.
—¡Dios! ¡_______!—exclama de pronto, y señala mi bota. Mi pie está casi nadando en agua.
—Oh mierda—susurro, y me parto de la risa.
—Vamos, tienes que dejarla secar, sino mañana no podrás ocuparla—me dice.
Me coge del brazo y comenzamos a caminar, pero a menudo resbalo en la berma y en la tierra, avanzando demasiado lento.
—Moriré aquí—bromeo. Aidan rueda los ojos.
—Vamos—dice, colocándose delante de mí y agachándose.—Caballito.
—Mejor dicho burrito—le digo colocándome sobre su espalda. El sacude la cabeza riendo.
—La lluvia te pone de buen humor—comenta.
Comienza a avanzar rápidamente, mientras la lluvia nos moja aún más. Cuando llegamos a la residencia, esta atestada de estudiantes que no reparan un segundo en nosotros. Por lo visto, la lluvia alcanzo desprevenido a más de uno, ya que el piso de cerámica esta resbaloso. Aidan me baja y avanzamos con cuidado hasta los ascensores.
Bajamos del elevador y caminamos riendo hasta mi habitación. Creo que hasta se empapó mi ropa interior. Nos detenemos frente a mi puerta y descanso mi espalda en la pared mientras rebusco en mis bolsillos la llave.
—Ay Dios, si mañana no tengo neumonía es que tengo suerte—digo.
—Ya te veo de nuevo en el hospital. Te darán tarjeta de cliente frecuente—se burla. Ruedo los ojos y le saco la lengua.
—Muy chistoso—comento. Volteo a colocar la llave en el picaporte.
—Espera—me detiene. Volteo a mirarlo y se acerca. Sus manos se enredan en mi cabello mojado, sin despegar mis ojos de los suyos, y luego saca una hoja de color rojo.—Se te había enredado.
—Gracias—susurro, nerviosa por su cercanía.
—No hay de que—replica, esbozando una pequeña sonrisa.
Su mano derecha sigue sosteniendo un mechón de mi cabello mojado. Como si no se hubiese dado cuenta, deja caer su mano avergonzado y aparta la mirada. Doy un paso hacia atrás, temerosa. Comienzo a sospechar que Harrison tenía razón.
—Nos vemos mañana—dice Aidan, sin mirarme, y se marcha rápidamente por el pasillo.
Lo observo perderse por el pasillo y suspiro. Mi cabeza comienza a dar vueltas con mil ideas locas cruzando mi cabeza. Abro la puerta de mi habitación y me quedo de pie frente a mi cama, observando a Thor levantar la cabeza y mirarme, mientras Sara sigue enterrada entre las sabanas, durmiendo.
¿Será verdad lo que dijo Hazza?
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¿Y ustedes que creen? Leeré sus teorías jiji
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Les leo, lectores insaciables <3
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