I can't do it

Dramamometro: nivel 4

Sufrimometro: nivel 10

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—¡Sé racional! —me grita Aidan. Volteo enfadada, con las lágrimas cayendo por mis mejillas. Lo único que me mantenía de pie era la lógica, la meta: volver a mi país.

—¡¿Tú serías racional si te dijeran que tus padres están enfermos?! ¡Mi padre tiene la misma enfermedad que yo! ¿Sabes lo que eso significa? —espeto. Sara intenta controlarme al igual que él.

—No puedes viajar. No hay vuelos. E incluso si los hay ¿Qué harás? ¿Acaso tú puedes curarles? —pregunta Sara, apelando a la razón. Volteo a mirarla.

—Mi padre puede morir. ¿Pretendes que me quede aquí esperando que eso pase? —pregunto. Ella niega con la cabeza y resopla.

—¡Y tu puedes morir si viajas! —exclama Aidan, perdiendo los estribos. Lo miro. Mi labio inferior tirita y veo borroso por las lágrimas.

—¿No lo entiendes? ¡Me importa una mierda mi vida! ¡Necesito estar con ellos! No puedo vivir en un mundo sin mi papá —replico.

—Es lo normal en la vida... —susurra Sara.

—¡Pero no ahora! No aun. No cuando... cuando me queda mucho que vivir. Él tiene que estar aquí para mi graduación, y para cuando me case, y... cuando tenga mis hijos —mi voz se ahoga. Sacudo la cabeza.— Él tiene mucho por vivir. No he tenido el tiempo suficiente con él. No voy a perder más.

Sara y Aidan se miran. Sara se ve preocupada, pero mantiene su temple. Aidan... está perdiendo la razón. Mi terquedad lo exaspera, más aún porque sabe perfectamente la posición en la que estoy. Y sé que me detiene por mi bien, como yo lo haría en su lugar. Pero no puedo parar.

Aidan asiente y ambos vuelven a mirarme. Antes de que pueda reaccionar, Aidan me aprisiona en sus brazos y Sara me quita mi maleta.

—¡NO! ¿Qué coño hacen? ¡Suéltame! —grito, luchando contra sus brazos. Sara se posiciona frente a la puerta, una lágrima se escapa de sus ojos, mientras yo forcejeo por soltarme.

—No voy a dejar que te mates —me dice Aidan.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —grito desesperada.

Y mientras lucho, pierdo las fuerzas. Pierdo mi voz. La realidad cae sobre mí y me aplasta, impidiéndome respirar. Mi cuerpo casi se desvanece sobre Aidan, quien me sostiene hasta sentarse en mi cama y me acurruca en sus brazos mientras lloro desconsolada sobre su hombro.

Pierdo la noción del tiempo, solo lloro. ¿Creí que me habían roto el corazón antes? Esto era peor. Me habían sacado el corazón y lo estrujaban entre sus manos.

Creo haber escuchado hablar a Sara, y creo haber escuchado a Martin, pero no estoy del todo segura. Lo único que si sé por seguro, es que si no estuviese en los brazos de Aidan, me hubiese hundido en un pozo profundo del que no hubiese salido. Sus brazos me contienen y me afirman, manteniéndome a flote en la peor pesadilla que podría sufrir en mi vida.

No estaba lista para perder a mis padres. Menos aún si no podía estar allí con ellos. Maldito el día que decidí venir a Oxford. Pero entre los brazos de Aidan, es difícil arrepentirse de las decisiones que me llevaron a aquel lugar.

Los días comienzan a avanzar, voy al hospital únicamente con el propósito de no dejar que ningún hijo deba sufrir lo que yo. Mi madre se mantiene estable, conectada al oxígeno, pero logro hablar con ella una vez. Mi padre está algo más complicado. Requiere gran cantidad de oxígeno, pero lo preocupante es como le ha afectado su circulación. El líquido se ha acumulado en sus pulmones. Aun así, es optimista, lo sé porque logré hacer una corta video llamada con él, fue muy reconfortante.

Mis ganas de salir arrancando a casa no se van, pero veo con algo más de claridad, una claridad que me ha dado la impotencia que siento en estos momentos.

A pesar de ello, lo único bueno de esto es que Zendaya y Martin han comenzado a hablar más seguido, y creo no equivocarme si digo que es posible que vuelvan a estar juntos.

Mi problema son las noches. Cuando duermo junto a Aidan, no puedo pegar ojo, sintiendo la ansiedad paralizarme, impidiéndome respirar.

Harrison, que visita cada dos semanas a Sara, intenta sacarme una risa, pero es difícil. Las cosas se vuelven aún peor cuando, una mañana, encuentro una llamada perdida de cierta persona.

No devuelvo la llamada. No puedo. Estoy sobreviviendo a flote, afirmándome de un pequeño salvavidas en medio del inmenso y siniestro mar. Y me duele admitir que él solo ayudaría a hundirme aún más.

Mi temor de robar la felicidad de todo el que me rodea se vuelve real. Ni Sara ni Aidan parecen estar felices, y no pueden engañarme: sé que es por mí. Soy literalmente como un dementor.

—Palomitas para ti —me dice Aidan. Estamos su habitación, a punto de ver Harry Potter. Sonrío apenas.

—Gracias.

Me guiña un ojo y luego voltea a ponerle play a la película. Más yo me quedo mirándolo. Sus hermosas facciones, sus ojos cautivadores, su boca tierna y suave.

Dejo las palomitas a un lado. Me volteo a mirarlo y coloco la película en pausa de nuevo. Aidan me mira sin entender. Tomo su rostro entre mis manos y me inclino a besarlo. No es un beso demandante, es tierno, delicado, cálido. Todo lo bueno que puede existir en esta vida, está contenido en los suaves besos de Aidan. Es un beso agradable. Es un beso de despedida, y me permito disfrutarlo al máximo.

Me separo de él y abro los ojos, mirándolo. Sus ojos me observan, él sabe que significa, me conoce demasiado bien.

—Te quiero —susurro.— Te quiero mucho Aidan. Pero no estoy en condiciones de querer a nadie.

Me mira atento.

—¿Es por Tom? —pregunta, con voz pausada y calmada, sin una pizca de resentimiento. Oh Aidan, como me gustaría amarte como mereces pienso.

—No —replico.— Yo... le amo de una forma diferente. Y tal vez, con el tiempo, pueda llegar a amarte como tú me amas —mi pecho se estruja mientras digo aquellas palabras que rompen mi propio corazón enfermo.— Pero la verdad es, que yo estoy rota Aidan. Ambos lo hemos sabido todo este tiempo. Y estoy... curándome. Tú eres la persona que me ha ayudado a hacerlo, sin ti no hubiese podido.

»Y tal vez todo hubiese funcionado, si no fuese por lo de mis padres. No puedo... respirar bien, desde el momento que supe que estaba enfermos. Estoy sobreviviendo a duras penas, juntando cada pedazo de mí, pegándolo con lo que tenga a mano. Y tú no mereces que alguien te quiera así, a pedazos. Y no puedo darte lo que mereces en estas condiciones. Necesito... recuperarme. Pero ahora mismo, en lo único que puedo pensar, es en seguir sobreviviendo. Sobrevivir para que, algún día, pueda volver a ver a mis padres.

Sus ojos se tornan vidriosos. Se queda quieto, sin amago de hacer nada. Le estoy haciendo daño, justo como quería evitar. Una lágrima se escapa de mis ojos y me estremezco.

—No es justo... —susurro. Un sollozo escapa de mi garganta y desvío la mirada a nuestras manos entrelazadas.— Lo siento, Aidan. Lo siento. Lamento no ser quien mereces, por favor perdóname...

—Calla —me interrumpe, y en menos de un segundo, me abraza, apoyando mi cabeza en su hombro, nuevamente consolándome. ¿Cómo puede el consolarme cuando estoy rompiendo con él? Me doy asco. Sollozo nuevamente, sintiéndome el peor ser humano del mundo, mientras él acaricia mi espalda.— Eres tú, ______. Eres la chica más loca y buena que he conocido. No necesitas explicarme nada. Sé que estás herida, y debes pensar en ti y en tu familia. Estoy aquí. Fui tu amigo antes que tu novio, y no pienso irme a ningún lado.

De algo podía estar segura: podía vivir mil años y jamás merecería al chico que me abrazaba en estos instantes.

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Mi corazón de piedra se conmovió con este capítulo, lloré.

Capítulos restantes: 6

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