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Dramamometro: nivel... (falla de sistema)...1...

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Desconstruida. Rota. Desvencijada.

Así me sentía. Como si algo no encajara, como si dentro de mí, las pequeñas partes que me formaban, estuvieran pérdidas o mal puestas.

Con la mirada perdida en mi bolso a medio armar. Con mi teléfono vibrando a cada segundo por notificaciones que me llegaban, con mi corazón latiendo asincrónico a mi ser. Parecía como si estuviese viviendo una experiencia extracorpórea. ¿En qué momento todo se había ido tan a la mierda?

Aidan toco la puerta y asomo por ella. Recobre el movimiento y lo mire. No sabía que decir ni cómo actuar. Me sentía en un profundo hoyo de problemas y enredos que no me dejaban ver la luz, que no me dejaban ver con claridad. Intentaba encontrarle sentido a toda esta situación, pero no podía.

—El chofer nos espera —informa, con voz queda.

Incapaz de hablar, me limito a asentir y me levanto. Meto el resto de la ropa en el bolso, sin preocuparme el orden, lo cojo y le sigo.

En un par de horas saldría nuestro vuelo de vuelta a Oxford, y no me sentía preparada para enfrentar mi realidad. Ni siquiera había sido capaz de hablar con Aidan por lo que dijo. Mi mente tenía espacio para una cierta cantidad de drama, y ahora solo podía pensar en una cosa, o más bien, una persona: Tom.

Los minutos pasaron y seguía sintiéndome en aquella especie de agua turbulenta que me impedía reaccionar y actuar como antes. El viaje en avión duro poco más de una hora. Aidan tampoco decía nada, y eso solo me hacía sentir peor. ¿Es que acaso todo lo que tocara debía arruinarlo?

Durante el camino de vuelta a Trinity College, la realidad comenzó a causar estragos en mi ser. El miedo corriendo por mis venas, cortándome la respiración. Mis manos tiritando, nerviosas. ¿Qué haría ahora? ¿Tendría que hablar con Tom? ¿Y si no quería hablar? ¿Y si quería hablar? ¿Qué le iba a decir? ¿Qué diría él? ¿Lo escucharía? ¿Quería escucharlo? ¿Qué explicación me iba a dar? ¿Qué explicación iba a dar yo?

Cobarde. Cobarde, cobarde, cobarde. Eso era. Incapaz de afrontar mis problemas, y seguía viendo alguna forma de salir de ellos sin realmente enfrentarlos. Claro, podía ver una pierna cercenada y hasta restos de cerebro, pero en líos amorosos, salía corriendo más rápido que Flash.

¿Podría perdonarlo?

De que lo vas a perdonar, la has cagado tu dice una voz. Si, aquella voz que había dejado oculta en mi cerebro, esa que me impedía entregarme por completa a Tom y que había mandado al olvido hace años, volvió a arremeter contra mí y mi poca seguridad.

Ha estado con una chica y no me lo dijo pienso. Y tú te has escapado con otro replica la oz. Pero yo no tenía la mano en su culo respondo.

Frunzo el ceño. Claro, me molesto el asunto con esa tal Olivia, pero lo que me rompió por completo fue su reacción, y escuchar aquella chica en su departamento. Y sí, yo escape, como la cobarde que soy, pero con alguien a quien considero mi amigo, no lo he ocultado (bueno, excepto por esta ocasión, pero también me oculte yo) y estaba segura que Sara le había dicho. No es lo mismo.

Escapar...

¿De qué escapaba? De la realidad. Pero ¿de qué realidad? ¿De mi realidad con Tom? ¿De mi realidad en Oxford? ¿O del hecho que ni mi sombra esta exenta de escándalos?

No. yo escapaba de algo mucho más serio y profundo que mi vida universitaria y mi relación con Tom. Escapaba de mi misma. Porque estoy cansada, agotada de lidiar con los escándalos, con los chismes. Quería escapar de mi misma, dejar de ser yo por unos días, o más bien, volver a ser quien era por unos días. No me había sentido más auténtica ni más libre que durante aquellos paseos a caballo.

¿Y en que me dejaba eso?

...

No lo sé.

Quería, amaba a Tom, con la misma fuerza de siempre sino más. Pero la parte pública era algo que no podía soportar. Aquello había desgastado no solo nuestra relación, sino también a mí. Había sacado partes de mi ser, hasta transforme en alguien que yo no reconocía. No quería tener que estar pendiente de cada uno de mis pasos, no quería pensar cada cosa que hacía o decía. Quería equivocarme como cualquier otra persona, sin tener que enfrentar, además de las consecuencias, la opinión pública.

Y aquello no era compatible con la vida que llevaba Tom. No es que a él le agradara tener que dar explicaciones, pero era algo que conllevaba su trabajo.

—______—me llama Aidan. Volteo a mirarlo.— Llegamos.

Asiento y abro la puerta. Me ayuda a bajar mi bolso de la cajuela y comenzamos a caminar en dirección a la residencia, mientras el uber se pierde por las calles.

—Lamento haberte metido en todo este embrollo —susurro, incapaz de mirarlo.

—Descuida. Solo me preocupa tu bienestar —replica.

Muerdo mi labio y lo miro. Sus ojos fijos en el suelo, con el entrecejo arrugado, cabizbajo. Tenía que arreglar las cosas, no solo con Tom sino también con Aidan. Pero no podía enfrentar mis monstruos al mismo tiempo. Prometo que lo arreglaré apenas pueda me digo a mi misma.

Al entrar a la residencia, mi corazón se detiene (figurativamente). Sentados en los sillones de la sala de estar, está Harrison y Sara. Thor se deshace de los brazos de Harrison y corre hacia mí. Me agacho y le abrazo, mientras el me olfatea. Él era el único que hacia disipar mis problemas y preocupaciones.

—Hola —saludan ellos. Me siento incapaz de levantar la cabeza y mirarlos.

—Hola ¿Cómo están? —les pregunta Aidan.

—Bien —se limita a responder Harrison.

—¿Cómo estuvo el vuelo? —pregunta Sara.

—Bien —replica Aidan.

Me levanto del suelo y los miro a ambos. Harrison mira con algo de recelo a Aidan, y Sara con una sonrisa amable.

—Gracias por cuidar de Thor —musito.

—No hay de que —dice Sara. Resoplo y cierro los ojos.

—¿Puedes... tenerlo, mientras voy arriba? —le pido, y abro los ojos, temerosa. Sara asiente.

—Te veo luego —susurra Aidan. Esbozo un intento de sonrisa, pero solo me sale una mueca extraña.

Con los ojos de Harrison fijos en mi espalda, camino en dirección a los ascensores. Apenas las puertas se cierran, dejo salir todo el aire de mis pulmones. Mis manos tiritan, muerdo mi labio mientras miro mi aspecto en el espejo.

Apagada. Esa es la descripción más exacta. Mi cabello algo despeinado, mi rostro pálido, solo un poco de mascara de pestañas que me puse en el avión, como si eso mejorara mi semblante.

Bajo del ascensor y camino pausadamente hacia mi habitación. Sara me había advertido que vendrían, y aun así, no me sentía preparada. No me enojó el que le haya dicho dónde y con quien estaba, en su situación, probablemente hubiese hecho lo mismo.

Me detengo frente a mi puerta y tardo unos minutos en abrirla.

Sentado en el borde de mi cama, con la cabeza gacha, está Tom.

Cierro tras de mí, él no se inmuta. Deposito el bolso en el suelo, a los pies de mi cama. Levanta la cabeza y me mira. Su expresión indescifrable e inmutable. Me gustaría ser capaz de mantener su temple, pero no puedo.

—Hola —saludo, en voz baja.

—Hola.

Silencio.

¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? Era una situación de lo más incómoda e imposible. No sabía cómo reaccionar.

—¿Por qué te fuiste? —pregunta, rompiendo el silencio. Desvío la mirada, respiro algo agitada, nerviosa por la situación.

—Necesitaba... espacio —replico, insegura de mi expresión.

—¿Espacio de mí? —pregunta. Vuelvo a mirarlo.

—Espacio de todo —explico.

—No puedes simplemente escapar y desaparecer —dice, con un tono levemente molesto.

—¿Entonces qué debí haber hecho? ¿Ir a tu casa para ver a esa rubia llamándote Tommy? —pregunto. Mierda, no debí decir eso.

—Pudiste haberme dejado explicarte, por ejemplo.

—Muy bien, explica —replico, cruzándome de brazos. Frunce el ceño.

—Es mi amiga de la infancia, llego de improviso. Me invito a pasar el rato y hacía mucho tiempo no la veía, así que acepte. Las fotos... fueron sacadas en momentos precisos. Si hubieses visto todo te darías cuenta que realmente somos amigos —explica.

—Claro, amigos que se tocan el culo —bufo, rodando los ojos. Frunce aún más el sueño.

—Estaba sacando mi teléfono del bolsillo. Ya te dije que los paparazis la sacaron en el momento preciso —dice, más molesto que antes.

—Eso no explica por qué no me lo dijiste —replico.

—¿Y acaso tú me cuentas con quien te juntas? —espeta.

—Si —afirmo.— Porque no tengo anda que ocultar. Y además, ese no es el punto. Tú mentiste. Cuando hablamos por la noche, dijiste que pasaste todo el día durmiendo.

—Sonabas cansada. Además, no quería aburrirte con mi día aburrido. Ya te dije que no tuvo importancia —replica.

—Para mí sí.

—¿Por qué? ¿Por qué es una chica? —pregunta.

—No, porque no parece que sus intenciones sean solo ser tu amiga —respondo molesta. Suelta un bufido.

—¿En serio vamos a hablar de las intenciones de mis amigos? Porque creo que en ese tema, tú tienes más experiencia —suelta mordaz.

—Aidan no tiene nada que ver en esto —atajo. Tom suelta una risa sarcástica.

—Tiene todo que ver con esto. Te fuiste con él a su casa.

—¡Él estaba acá! —exclamo.

—¡¿Y yo no?! Te pedí que vinieras. Vine hasta acá. Y luego de todo lo que te molestaste por lo de Olivia, aparecen fotos tuyas con él —escupe.

—No es lo mismo. Yo no salí a escondidas con él, simplemente necesitaba un respiro y el me ayudo —replico. Tom resopla molesto.

—¿Y por qué no podías tomar un respiro conmigo? Tenía... tenía planeado escapar de todo esto, estar solos —dice.— Pero siempre hay alguien más. Siempre escapas. Escapaste cuando nos conocimos, escapas ahora. Con todos, con cualquiera, con Martin, con Harrison... y no conmigo. Honestamente ¿de qué necesitabas un respiro?

—Yo...

—¿De que necesitas un respiro? —insiste, elevando la voz. Descruzo los brazos y miro el suelo.

—No lo sé —susurro.

—Si lo sabes. Dime ¿de que necesitas un respiro? ¿De qué? —insiste. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.

—Tom...

—¡¿De que necesitas un respiro?!

—¡De esto! —grito. Me mira desconcertado.— De la fama, de los paparazis, de la distancia. De todo esto. No... no quiero vivir así. Esta no es la vida que yo elegí.

Su semblante cambia. No sé cómo describirlo. Es como si al fin comprendiera algo que no sé. Parpadea un par de veces y vuelve a recobrar la compostura.

—¿Entonces por qué estás conmigo? —pregunta, con voz grave.

—Porque te amo. Pero...

—¿Pero? —me interrumpe. Mi labio inferior tirita. Cierro los ojos y tomo una gran bocanada de aire.

—A veces el amor no es suficiente —susurro. Las lágrimas caen por mis mejillas. Sus ojos vidriosos me miran, analizando todo. Tom toma una gran bocanada de aire.

—¿Por qué me sorprendo? —pregunta. Su tono de voz cambia, ahora suena severo e irónico. Frunzo el ceño y lo miro.

—¿De qué demonios hablas?

—Siempre había algo, algo que causaba problemas. Y creí que era mi fama. Demonios, creí que era hasta yo. Pero ahora me doy cuenta que eres tu —explica, con aquel tono mordaz. Me quedo desconcertada mirándolo. Este no es el Tom del que me enamoré. Esta persona... es un completo desconocido.

—¿Quién cojones eres? —pregunto con voz quebrada.

—Soy tu novio. Aunque tal vez debería decir era —replica, con voz fría. Mi pecho duele. Duele por sus palabras, por como lo dice, por su mirada fría como el hielo, por la persona en que se ha transformado.

—No eres quien creía —musito, con voz trémula, intentando controlar las lágrimas que escapan de mis ojos.

—Ni tu tampoco. Siempre desconfiando, con tus inseguridades, buscando excusas para no estar juntos —dice. Aquello hace encender toda la rabia en mi interior.

—Vete a la mierda —espeto.

—¿No estabas enamorada de mi hace tan solo unos segundos? —pregunta.

—No. Estaba enamorada de Tom, mi Tom. Esta persona —lo señalo— no la conozco. Ni quiero conocerla.

—Yo tampoco conozco a la cobarde que se marchó y escapo, sin siquiera darme una explicación —suelta mordaz.

—Lárgate —escupo. Ignoro el cómo mi pecho se aprieta de dolor, con la angustia palpitando por mis arterias.

—¡Todo contigo es problema tras problema! —continua, con aquel veneno en su voz que me mata por dentro.

—¡Entonces vete! —exclamo. Las lágrimas que salen de mis ojos ahora son de rabia.— Si doy tantos problemas, mejor vete. ¡Vete!

Su mirada fría se fija en mis ojos unos segundos, y luego, pasando por mi lado, sale por la puerta y cierra de un portazo.

Con la respiración agitada, el corazón a mil por hora, y mi cuerpo temblando, caigo de rodillas al suelo. La rabia se ha disipado, y en su lugar, está la angustia, la tristeza, la decepción. Siento que no puedo respirar. Los sollozos escapan de mi garganta y siento como mi pecho se desgarra. Lloro desconsolada mientras siento como toda la alegría en mí se apaga.

Yo le dije que se fuera.

Y él se fue.

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No me oiden <3 (me fui al búnker)

Y antes de odiar a Tom, les digo que deberían esperar al próximo capítulo

¿Tienes una pregunta? ¡Déjala acá!

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Les leo, lectores insaciables <3

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