Final alternativo
Aclaración: este final lo pensé en una época donde no me encontraba muy bien anímicamente (estallido social en Chile), y la pandemia del coronavirus no existía ni nada por el estilo.
En esta idea original, Tom y ______ se encontraban separados (al igual que en la historia original), lo que varía es que ______ está internada por problemas en su corazón que requieren de un trasplante con urgencia. Tom se entera y decide viajar a verla junto a Paddy en coche.
______
Me cuesta respirar. Me cuesta expandir mi tórax y llenar mis pulmones de aire. Todo me cuesta ahora. Mis extremidades prácticamente congeladas, sin color, no me he visto al espejo porque el color azuloso de mis labios me aterra. Y para empeorar las cosas, el vuelo de mis padres se ha retrasado.
Un pensamiento que ronda en mi cabeza desde que comencé con los problemas, uno que me niego a analizar demasiado, pero que no puedo negar, es una posibilidad: mi muerte. Era probable, a estas alturas, que yo vaya a morir. Y una de las cosas que más me desagradaba del asunto (no la muerte en sí, ya que aunque quiera vivir sabía que no podía hacer mucho más que aceptar aquel destino fatal) era que mis padres estuviesen viajando cuando ocurriera. No quería que llegaran a Inglaterra solo para enterarse de que sus esfuerzos por verme fueron en vano y morí sin poder despedirme de ellos. Prefería verlos por una cámara a través de Face Time que darles aquel disgusto.
El otro asunto que me resultaba desagradable sobre aquella posibilidad era el hecho de que él no estuviera aquí. Y no, no me refería a Aidan. Mi agonizante cuerpo me había dado claridad con respecto a lo que quería, y yo quería a Tom, de una manera especial, de una manera que no había querido a nadie. Me rompía el alma saber que le había hecho daño a Aidan, que nunca me pude entregar por completo, pero era una verdad innegable: amaba a Tom. Aun lo hago.
A través del cristal veo a Aidan y Martin hablar con el semblante preocupado, algo a lo que me había acostumbrado desde mi llegada a esta habitación, en la que mantenían para observarme, ya que mi estado era muy "limite" como dicen los doctores. Sin embargo, en el momento en que la mirada de mi mejor amigo se cruza con la mía, sé que hay algo más. Hay algo malo. Algo ocurrió.
Tom
—Tom, vas muy rápido —comenta Paddy. Sacudo la cabeza.
—Estoy en el límite —replico. Mis manos se aferran con fuerza al manubrio.— ¿Ha dicho algo Martin o Sara?
—Está estable —responde, mirándome preocupado. Sé que mi estado mental es deplorable, y probablemente debería haber llamado a algún chofer, pero no tenía tiempo que perder.
—Llegaremos en pocos minutos, Pads. Ya vas a ver —le animo.
—Eso espero —dice, haciendo una mueca.— Tengo miedo —admite.
—Yo también —musito.
Pero no puedo dejarme llevar por el terror que siento en mis venas al pensar en lo que pudiese ocurrir.
La lluvia impide que vea muy bien por lo que reduzco la velocidad. Un camión aparece en mi espejo retrovisor. Disminuyo aun más la velocidad, el camión acelera por la carretera, y es una costumbre mía alejarme lo más posible de conductores irresponsables que arriesgan su vida.
Una curva. El camión pierde el control. Freno en seco. El camión se vuelca, los focos nos miran de frente. Paddy se afirma al asiento. Vamos a chocar, y le dará de lleno a mi hermano pequeño. Entonces atino a lo único que puedo, giro el manubrio a la izquierda. Crack. Y luego nada.
______
—¿Qué ocurre? —pregunto, sentándome cómo puedo en la camilla, hago una mueca, los tubos que salen de mi tórax y que han colocado entre mis costillas se mueven y me duele. Tiemblo de pies a cabezas, me cuesta mucho mantenerme derecha, no tengo fuerzas, he adelgazado tanto que parezco ser hueso y piel, excepto por mis mejillas que aún se mantienen redondas, aunque ya no me sonrojo, mi piel es cetrina.— Martin.
—Todo está bien —sonríe, pero tras esa falsa sonrisa puedo ver que miente. Lo conozco demasiado bien. Volteo y miro a Aidan, el no mentirá.
—Aidan —le llamo. Sus ojos verdes me esquivan. Mira a Martin, que niega con la cabeza. Frunzo el ceño.— ¿Qué coño ocurre?
Silencio. Comienzo a cabrearme en serio, y también a preocuparme. ¿Son mis padres? ¿Sara? ¿Thor?
—Es Tom —susurra finalmente Aidan. Me duele ver como el dolor se refleja en sus ojos al notar como me estremezco al escuchar su nombre.
—Ha tenido un accidente —continúa Martin. Mi respiración se acelera y se hace más trabajosa.
—¿Dónde está? —pregunto, controlando lo mejor que puedo el terror en mi voz.
—En la unidad de intensivo. Está... está grave —replica Martin. Asiento, y vuelvo a mirar a Aidan. Algo en sus ojos me indica que hay algo que se está guardando, algo que no me está diciendo.
—Aidan... —susurro con suplica. Traga saliva.
—Deberías ir a verlo —musita.
La mirada, y la forma en que dice las palabras, me recuerdan a la forma en que les decimos a los familiares de pacientes terminales que deben ir a despedirse. El pánico inunda mi cuerpo y siento como si me arrancaran mi enfermo y maltrecho corazón y lo estrujaran, exprimiéndolo, como si quisieran hacerme sentir hasta la última gota de dolor.
Tom
Abro los ojos. Me siento perdido y desorientado. Espero sentir dolor, gritos, lo que sea, pero no, nada. Es un vacío, un gran y horrible vacío. El techo blanco y las luces me encandilan ligeramente. Escucho un bullicio, gente hablando, creo que tocándome, revisándome. Y distingo un pitido, ese que siempre sale en las películas: un monitor.
Soy consciente de que choque, de que fue malo, de que recibí todo el impacto. Pero no siento dolor.
Mis ojos revisan el techo, veo las cabelleras de distintas personas acercándose, algunos me miran, gesticulan, pero apenas puedo escucharlos. Paddy. Intento girar la cabeza, pero algo en mi cuello me lo impide. Intento estirar mi brazo, pero no logro sentirlo. Abro la boca para intentar hablar, pero solo sale un murmullo ininteligible.
Entonces aparece frente a mí el rostro de ella, muy pálida, con los labios morados y las mejillas chupadas, como si hubiese adelgazado mucho. Pero el calor que sus ojos emanan me hace sonreír. Esta viva, y es lo suficientemente fuerte como para verme. Su mano entrelaza mis dedos, y comienzo a ser consiente del cosquilleo que me invade el volver a tocarla. Tiene los ojos rojos, ha llorado. Quiero estirar mi otra mano y tocar su cabello, pero no puedo.
—Pa... P... Pad... —¿Qué me pasa? Es como su tuviese algo en mi garganta que me impidiese hablar. Ella sonríe apenas, el dolor cruza su rostro.
—Paddy está bien. Se ha fracturado la tibia, pero está bien —replica, su voz suena áspera y ahogada. Le cuesta respirar. Unas gotas me caen en el rostro. Su otra mano, huesuda y con moratones donde probablemente la pincharon en algún momento, se acerca a mi rostro y acaricia mi mejilla. Está tan fría como el hielo.— No me dejes —suplica.
—T... Te amo —me cuesta demasiado respirar. Quiero abrazarla, quiero besarla, quiero estar junto a ella y asegurarme de que estará bien. ¿Cómo es que llegamos los dos a estar en una situación así de crítica?
—Yo también —solloza ella. Su pecho suena cuando respira, jadeante. Le cuesta respirar. Aprieto su mano.— Por favor no me dejes.
—So-lo... si... promet... prometes vivir —murmuro. Ella asiente frenéticamente.— Be... bésame.
Se inclina. Sus labios están igual de fríos que su mano, pero aun así, me hace sentir mil fuegos artificiales en mi interior, y un calor se expande por mi pecho. La extrañaba hasta el punto de ser insoportable vivir sin ella.
—Cas... at...e —no puedo respirar bien. Apoya su frente contra la mía y me mira, llorando.— Cas... a... te con... mi... go.
Miro sus ojos, intentando pedirle lo que intenté en tres ocasiones, intentando que me prometiera que estaría conmigo para siempre, aunque nuestro para siempre durara unos segundos.
______
—Tom —le llamo. Respira entre cortado, no entiendo nada de lo que dice, y entonces el monitor suelta un pitido constante.
Estiro mi brazo y toco el botón de paro. Con todas las fuerzas que puedo, comienzo las compresiones en su pecho, aunque cada una de ellas me desgarre por dentro y mi fuerza, mi vida, se va con cada una de ellas.
—Tom no me dejes —lloro.
Alguien me aparta y comienzan las maniobras de reanimación. Sus heridas son letales, pero puede salvarse. Quiero que se salve. Doy mi vida porque él se salve. Unos firmes brazos me rodean, sosteniéndome. Apenas respiro, pero no quiero seguir haciéndolo si la maldita línea no comienza a marcar un ritmo sinusal.
Tras cada compresión, tras cada descarga del desfibrilador, siento como mi corazón, agonizante, se va muriendo cada vez más.
Y un sonido gutural abandona mi garganta cuando cinco minutos se transforman en treinta, el personal se ve cansado, y finalmente declaran la hora de la muerte.
—¡NO! —grito como si alguien me hubiese atravesado mi corazón. Caigo de rodillas al suelo gritando. No soy capaz de respirar, y no me importa. No quiero hacerlo. Tom se ha ido, Tom está muerto. Y yo no puedo vivir en un mundo en el que él no esté.
Me hundo en un pozo profundo de negrura espesa, y me dejo ir, sin miramientos.
3 años después...
Termino de ajustar el vestido a mi torso. El escote deja ver el inicio de la incisión en el centro de mis pechos, pero no me molesta. Él sabe lo que viví, y me ama así: rota y parchada después de tantas heridas.
—Te ves preciosa —dice mi mejor amigo, detrás de mí lo veo reflejado en el espejo. Sonrío.
—Se supone que debo hacerlo. Es mi boda ¿no? —pregunto, y volteo a mirarlo. Él asiente.
Harrison entra y se acerca corriendo. Lo miro sorprendida.
—Te llaman —dice, tendiéndome él teléfono. Suspiro y asiento.
—Gracias —le guiño un ojo y lo cojo.
Me alejo en dirección a la ventana y contesto.
—¿Hola? —pregunto. Es un número desconocido, y probablemente alguien que no sepa que en unos minutos me caso.
—Señorita ______, soy Angela Foster de la editorial Brown ¿Qué tal?
Aquello me deja perpleja. Tardo unos segundos en asimilar sus palabras. Resoplo y sonrío.
—Muy bien. ¿En que la puedo ayudar, señorita Foster? —pregunto curiosa.
—Nos ha llegado su manuscrito y queríamos expresarle nuestro interés por publicar su libro —responde.
—Virgen santísima —susurro en español. Mis amigos me miran.— Perdón pero ¿de qué manuscrito habla?
—De su libro Destino... ¿usted no es la autora? —pregunta.
—Sí, si lo soy. Es solo que... —la puerta se abre y volteo a ver. Aidan se asoma y me mira sonriente. Frunzo el ceño— no esperaba esta llamada —miento. Las piezas en el rompecabezas comienzan a tomar forma.
—Me imagino. Nos gustaría coordinar una reunión con usted, ¿le acomoda la próxima semana? —pregunta.
—En realidad... ¿podría ser la siguiente? Estoy por casarme —admito. Aidan frunce el ceño y arquea una ceja, preguntando qué ocurre. Sacudo la cabeza y vuelvo a mirar por la ventana.
—Claro, lo siento por importunarla. ¿Qué le parece el viernes tres de octubre? —pregunta.
—Perfecto.
—De acuerdo, nos estamos viendo. Muchas felicidades por su boda, señorita ______ —se despide Angela, y cuelga.
Camino hasta Harrison y le entrego mi teléfono, sin dejar de mirar a Aidan.
—Tenemos que colocarte la liga —dice Sara, levantándose del sillón, con su abdomen pronunciado, Harrison la ayuda a estabilizarse.
—¡Aidan! ¿Qué coño haces acá? —le regaña Zendaya, que se acerca atareada con el velo y joyas.
—Seré su muñeca en unos minutos ¿de acuerdo? Necesito hablar con mi futuro esposo —les digo a ambas, que me miran recelosas.
—Muy bien —dice Sara, rodando los ojos, coloca su mano en el abdomen.— Iré al baño. Otra vez.
—Que sea rápido —me advierte Zendaya. Harrison y Martin se ríen.
Me acerco a la puerta y jalo a Aidan del brazo.
—¿Qué ocurre? —pregunta preocupado.
—¿Enviaste mi manuscrito a una editorial? —pregunto. El abre los ojos, culpable, y esboza una media sonrisa.
—¿Te llamaron? —pregunta sorprendido y alegre.
—Aidan... ¿Por qué lo hiciste? —pregunto. Ambos sabemos que aquella historia no es precisamente sobre nosotros. Acaricia mi mejilla con el pulgar y sonríe.
—Porque es una historia hermosa. Y la forma en que describes lo mucho que lo amabas... es realmente impresionante —replica.
—No quiero herirte —susurro.
—Esto no es una competencia de si lo amas más a él o a mí. Tu corazón es demasiado grande como para limitarse a amar a una sola persona, pero hay formas distintas de amar —explica. Sonrío. Aidan definitivamente es la mejor persona que puede existir en este planeta.
—Te amo ¿lo sabes, no? —comento, colocándome de puntillas. Una amplia sonrisa se dibuja en sus labios.
—Por algo me voy a casar contigo ¿no? —bromea.
Le beso. Él no puede estar más en lo correcto. Hay formas distintas de amar. A Tom lo amé con pasión y locura, una que me consumía por dentro. Quien sabe que hubiese ocurrido si hubiese sobrevivido, pero no podemos quedarnos en aquel "que hubiese pasado". Si algo aprendí de toda esa tragedia, es que yo quería vivir y amar lo más que podía.
Y parte de mi sentía que él quería que yo siguiera adelante. Así que cuando finalmente camino hacia el altar junto a mi padre, y veo a Harrison sonreír, asintiendo, y a los hermanos del que alguna vez fue el gran amor de mi vida estar felices por mí, no dudo en que, aunque duela, aunque me desgarre por dentro, hice bien en dejarlo ir, y sé que nuestra historia perdurará por toda la eternidad, en aquellas páginas que escribí, en los hermanos y amigos de Tom, en el hijo que están esperando Sara y Hazza, en mí.
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¿Ya ven que me apiade con el final? Si este hubiese sido el definitivo, habria sido asesinada por ustedes.
Y con esto, doy por finalizada la Saga Destino. Fue un viaje increible, hermoso, que me lleno de alegria. Aún me cuesta creer lo que he logrado, y que no sería nada sin su apoyo inconddicional, insaciables.
Es el fin de una era para mi, pero es un buen fin. Mil y un gracias, nos estamos leyendos en mis nuevos proyectos que, epsero, disfruten tanto como lo hicieron con esta montaña rusa.
Les quiero, familia insaciable <3
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