El último bip
Tom
—¿Cómo está? —pregunto a Aidan, cuando termina de hablar con la doctora.
La sala de la UCI hace que me tiemblen hasta los huesos. Es como si pudiese sentir la presencia de la muerta en cualquiera de estos rincones. Sentía que ella se iba a morir, y no podía... no podía con aquel sufrimiento. Llamaba incesantemente a Zendaya, que sin importarle nada fue a ver a Martin. Aparentemente esta grave, muy grave. El maldito virus había hecho puré sus pulmones y estaba intubado, conectado a un ventilador mecánico.
______, en cambio, había empeorado. No solo por la crisis que le dio el ver a Martin casi morir, sino que su corazón comenzó a fallar. En palabras de Aidan (porque yo claramente no entiendo nada), su corazón enfermo había desarrollado insuficiencia cardiaca, por lo que aunque funcionara bien el marcapasos, no tenía fuerzas para que la sangre circulara bien por su cuerpo, razón por la que tenía las extremidades frías, la piel cetrina y los labios morados. Pero la cosa iba peor ahora, porque el musculo de su corazón no era lo suficientemente fuerte para bombear nada. El terror de que tuviera que tener un trasplante me invadía profundamente. Y no sé si era el shock o la esperanza lo que aún me mantenía allí, de pie expectante.
—Esta... viva. Estable por ahora —dice Aidan. Por primera vez desde que estoy acá lo veo rendido, al borde de quebrarse por completo. Se sienta junto a mí y suspira, controlando su voz.— Está conectada al ECMO. Es una máquina que la ayuda a respirar y a mantener su corazón. Se usa en casos extremos, cuando ambas cosas están muy dañadas.
Dañadas. Mierda. Su corazón, y ahora sus pulmones.
—Sus riñones están comenzando a fallar —prosigue. Aprieta los labios.— Yo... yo no sé si logre salvarse.
Su voz se quiebra y comienza a llorar. No puedo. Si Aidan se rinde ¿Qué queda para mí?
Atino a hacer lo único que se me ocurre: lo abrazo.
Si alguien, hace unos días, tal vez incluso horas, me hubiese dicho que estaría abrazando al novio (o ex novio) de mi ex novia, me habría reído a carcajadas. Pero no puedo odiarlo o tenerle rencor. No solo porque el cuido de ella cuando yo no, porque la hizo feliz y porque la consoló en los peores momentos, sino porque Aidan es bueno y me agrada. Y porque yo me siento igual que él, viendo como a la chica que ambos amamos se le va la vida.
—Ella es fuerte —susurro, mientras él solloza.
—Pero no invencible —replica.
—Es más fuerte de lo que parece. Es más fuerte que nosotros dos juntos. No podemos perder la fe en ella, no ahora —insisto, ignorando su comentario.
Aidan me mira y asiente. Respira hondo, controlándose. Seca sus lágrimas y se suena la nariz. Sacude la cabeza. Ya se ve más recompuesto.
—Aidan —le llama la doctora. Volteamos a verla.
—¿Qué pasa? —pregunta Aidan. Noto el miedo en su voz. La doctora se ve agotada.
—Pensé que tal vez a ti y a tu amigo les gustaría ir a verla. Ella... deberían prepararse. Es posible que no sobreviva —dice la doctora. Aquellas palabras son como puñales en mi corazón sangrante. Lo entiendo, debe decir la verdad, pero aun así, sus palabras son aplastantes y mi esperanza es cada vez más pequeña.— De a uno.
—Gracias doctora Hale —le agradece Aidan. La doctora asiente y se marcha. Miro a Aidan.
—Voy después que tu —le digo. El niega con la cabeza.
—Deberías ir tu primero. Mientras llamaré a Sara para comentarle lo ocurrido —replica. Cierro los ojos y sacudo la cabeza. Había olvidado, entre tanto ajetreo, informarle a Sara y Harrison.
—De acuerdo —asiento.
Ignorando los temblores, me levanto de la silla. Me siento claustrofóbico con aquel traje. Miro hacia atrás, Aidan mira su teléfono.
Tomo una gran bocanada de aire y me planto frente a la ventana corrediza. La abro con cuidado y la cierro tras de mí.
La camilla en la que esta es más grande, llena de botones. Peor lo que me sobrecoge, es la cantidad de tubos. Uno saliendo de su tórax, otro de su boca, otros dos desde su hombro, sobre la clavícula derecha, además de dos vías venosas en ambos brazos. Era más tubos que persona, y aun así, verla aceleró mi corazón.
Me acerco a ella, observo y cojo su mano izquierda con cuidado. El monitor indica su ritmo cardiaco, algo lento, pero sigue ahí. Nunca había estado tan feliz de escuchar aquel bip. Me inclino hacia su cara, como me gustaría no tener aquel traje y poder darle un beso en su frente. Con mi otra mano acaricio su cabello.
¿Cómo pude sobrevivir sin ella casi un año?
Ya no me importaba si al despertar no quería volver a verme, o si elegía a Aidan o quien sea. Solo quería que viviese. Necesitaba que sobreviviera, porque un mundo sin ella, era un mundo oscuro.
—No sé si puedes escucharme —susurro. Rio con amargura.— Probablemente no, con este traje y las mil cosas que tienes conectadas —la observo, nada cambia, su ritmo se mantiene, sigue respirando.— Tienes que vivir, ______. Por tu madre, que ya perdió a tu papá. Por tu papá, que no hubiese querido que corrieras el mismo destino que él. Por Zendaya, que te quiere como si fueses su hermana. Por Paddy, eres su enfermera personal ¿recuerdas? no puedes abandonarlo. Por Harry y Sam, te adoran más de lo que crees, aunque no te lo van a admitir nunca. Te han extrañado como condenados.
»Por Hazza. Te quiere con locura, eres su mejor amiga. Por Sara, tu hermana por parte de Lucifer ¿recuerdas? las demonios más maquiavélicas de la historia. Por Aidan —hago una pausa, no puedo limpiar las lágrimas de mi rostro, y debo parpadear para poder continuar. Necesito que escuche, quiero creer que escucha.— Te ama y si mueres, le romperás el corazón. Es un gran chico.
»Por Martin. Está vivo, ______. ¿Imagina si despierta y descubre que no estás? Morirá en ese mismo instante —mi voz se quiebra. Controlo mis respiración y sorbo mi nariz.— Por mí. Porque te amo, ______, te amo, siempre lo he hecho. Jamás te olvide, nunca quise hacerte daño. No puedo perderte. Te necesito —cojo su mano con más fuerza y sollozo.— Por ti. Porque este no puede ser tu final. Tienes mucho que vivir. Mucho que descubrir. No puedes rendirte, no ahora.
Apoyo mi cabeza en la baranda de la camilla y me quiebro, llorando desconsolado. No quiero vivir sin ella, y ahora que por fin me he dado cuenta, es muy tarde. Saco de un bolsillo la pequeña cajita de terciopelo. La abro, el hermoso anillo brilla y refleja la luz del monitor. Levanto la cabeza y la miro.
—Te amo, y quiero vivir para siempre junto a ti. Quiero casarme contigo y formar una familia. Así que tienes que vivir. Elige vivir. No puedo vivir sin ti. Por favor, ______, vive. Vive y te prometo que nunca más volveré a hacerte daño, nunca más me alejare de ti. O si lo deseas, nunca más volverás a verme. Pero vive. Vive quédate conmigo, con Aidan, con Harrison, con Sara... con todos nosotros, que te queremos incondicionalmente. Te amo —mi voz se quiebra y emito un sollozo.
El monitor comienza a acelerarse, los bip se hacen irregulares, rápidos y descontrolados. Me alejo sin entender.
A la sala entra un tropel de enfermeras y médicos que me apartan y comienzan a revisar la máquina de los tubos.
Y entonces el bip se apaga. Y una línea plana aparece en el monitor.
Observo como una doctora comienza a hacerle compresiones. Mi respiración se entrecorta. Se está muriendo. Aparece un hombre con un carro y las típicas paletas de las películas. Veo a Aidan tras la ventana, asustado. Siguen aplastando su pecho mientras por las vías le dan medicamentos. El monitor sigue igual.
Sacan las paletas, alejan a todos y realizan una descarga. Nada. Continúan con las compresiones.
Mi mundo se derrumba. Me apoyo en la pared de mi espalda. Mis piernas no pueden sostenerme. Ya nada puede sostenerme. Está muerta. Más compresiones, más descargas, ningún bip.
Y mientras me derrumbo en el suelo, con la esperanza hecha añicos y mis sueños rotos, me doy cuenta que he perdido todo. Los oídos me zumban, puedo sentir mi corazón resquebrajarse, el aire me falta pero ya no me importa, porque ningún dolor es comparable con el de verla morir.
Ya todo está perdido, ya nada me importa, ni mi propia vida. Arruine lo mejor que tuve en esta vida, y no pude enmendar mi error a tiempo. Ya no queda nada en mí, más que el dolor. Contra el frio suelo, observo como siguen intentando reanimarla, sin éxito.
Mis ojos se cierran. No tengo fuerzas. Lloro, dejando al descubierto mi alma adolorida. Por mi cabeza pasan todos los momentos que vivimos. Desde aquel momento en que la vi con Paddy, la terraza y las estrellas, nuestro primer beso, la primera vez que la tuve entre mis brazos, el anillo con la promesa de que siempre estaríamos juntos y que rompí sin dudar, sus bromas y venganzas, su semblante molesto, su risa contagiosa, el latir de su corazón enfermo, sus mejillas sonrojadas, su torpeza al caminar con tacones. Todo aquello se arremolina en mi ser, profundizando la pérdida, grabándose con fuego en mi cabeza, sabiendo que nunca más volvería a ver sus hermosos ojos castaños o a oír su voz mandona. Ella está muerta, y ya nada será igual.
Y entonces, entre el ajetreo, mis sollozos y la absoluta sensación de vacío en mi interior, capto un último bip antes de caer en la inconsciencia.
______________________
...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top