Caos del corazón

Dramamometro: nivel 2

ADVERTENCIA: el siguiente capitulo puede contener escenas de su desagrado, no está permitido insultarme a mí ni a ningún personaje

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—Tom ya no está con Olivia, ______ —sentencia Harrison.

—¿Qué?

—Quiere volver contigo —agrega.

Mi respiración se hace errática, y mi corazón late desbocado. Volteo a la derecha y veo a Tom en el marco de mi puerta, con una rosa entre sus manos, con su sonrisa de infarto. Abre la boca para hablar pero no lo logro escuchar. Quiero dar un paso hacia él, pero no logro mis pies. Miro el suelo. El piso de madera se ha fundido y esta succionando mis pies.

—¡No! —exclamo. Levanto la cabeza y los miro a ambos.— ¡Hazza! ¡Tom! ¡Ayuda!

Me quedan mirando, ambos gesticulando, pero yo sin poder escuchar nada. Me desespero, respiro agitada, hiperventilando y grito descontrolada.

—¡Ayuda! ¡AYUDA!

*

Abro los ojos de golpe, despertando.

Mi corazón late rápido, mi respiración esta acelerada. Resoplo el aire de mis pulmones y parpadeo, intentando controlar mi cuerpo. Ha sido un sueño me digo a mi misma.

El cuerpo bajo mi cabeza se remueve. Levanto la cabeza del pecho descubierto de Aidan. Recién está amaneciendo, lo sé por la leve luminosidad que se cuela por las cortinas, por lo que logro ver su rostro tranquilo, durmiendo profundamente. Mi brazo abraza su cintura, y los suyo envuelven mi cuerpo, acurrucándome contra él.

Últimamente había tenido esos sueños, o tal vez pesadillas. No, no era coincidencia. Hacía un mes Harrison me había dicho que Tom y Olivia habían roto. Más bien, me había exclamado de felicidad. Y ahora no podía dejar de soñar con él. Estúpido hipocampo.

Aidan aprieta sus brazos a mí alrededor y vuelvo a mirarlo. Me gustaba verlo dormir, se veía más joven, como un simple chico, no un futuro doctor que se la pasaba encerrado en el hospital o la biblioteca.

Levanto mi mano y acaricio su mejilla con cuidado, procurando no despertarlo. Me sentía culpable. No debería soñar con Tom teniendo a un excelente chico junto a mí, más aun durmiendo con él.

Acuno su rostro en mi mano y me inclino para rozar sus labios con los míos. Me alejo lentamente, pero entonces su boca captura la mía. Rio entre besos, mientras sus manos acarician mi espalda.

—Me vas a mal acostumbrar despertándome así —susurra contra mis labios. Me separo un poco y lo miro.

—Creo que ya es muy tarde. Paso durmiendo más acá que con Sara —replico. El ríe.

—Ya. Pero ahora está con Harrison, así que no puedes ir —dice, aprisionándome en sus brazos. Muerdo mi labio.

—¿Quién dijo que quería marcharme? —pregunto en voz baja.

Me inclino y le beso. Su boca responde, siguiendo el ritmo demandante de mis labios. Sus manos levantan mi camiseta y se cuelan por debajo, ciñéndose a mi cintura. Arqueo mi espalda, sintiendo su torso desnudo. Aidan no es excesivamente musculoso, más bien es algo flacucho, pero aun así, su pecho es duro y sus brazos son fuertes. Antes de que él pueda reaccionar, me siento a horcajadas sobre él, pasando mis manos por la piel desnuda de su torso. Baja sus manos por mis caderas hasta mis piernas, acariciándolas, erizando mi piel. Se levanta y se sienta, mis manos se aferran a sus hombros y continúo besándolo.

Bajo mis besos por su rostro hasta su cuello, donde succiono ligeramente para no dejarle marcas. Sus dedos rasguñan ligeramente mis piernas, echa la cabeza hacia atrás, disfrutando de mis leves mordiscos.

Sube sus manos por mi espalda y me quita la camiseta, dejándome solo en bragas. Su boca ataca mis pechos, besando, mordisqueando y lamiendo. Haciéndome estremecer. Rasguño sus brazos y jadeo. Muevo mis caderas contra él, puedo sentir su duro miembro contra mi entrepierna.

Giramos de improviso, quedando él sobre mí. Se deshace de sus boxers y me quita las bragas. Vuelve a besar mis pechos, haciéndome arquear la espalda. Mis manos aprietan sus brazos, los gemidos escapan de mi boca, sintiendo la maravilla del placer causar estragos en mi interior.

Se aleja y me observa. Sus mejillas están sonrojadas, y su cabello colorín está desordenado.

—¿Lista? —pregunta. Siempre lo hace.

Como no soy capaz de hablar, asiento. Estira su brazo a la mesita de noche y saca un preservativo. Se lo coloca, me coge de la cintura y se inclina para besarme. Entra lentamente en mí, haciéndome gemir contra sus labios.

Sus manos toman mis piernas y las enrolla en sus caderas, profundizando sus embestidas. Sus besos suben hasta el lóbulo de mi oreja, donde succiona y mordisquea. Cierro los ojos, sintiendo como entra y sale en ese tortuoso ritmo, lento, delicado pero muy placentero. Sus manos masajean mis pechos, mis manos suben y bajan por sus brazos y sus hombros, rasguñando y apretando, sintiendo como me lleva al borde de la locura.

Aidan vuelve a besarme, ahogando nuestros gemidos ruidosos. Comienza a moverse en círculos, y es todo lo que me faltaba para llegar a ese clímax de placer. Aprisiona mi cintura, apretándome contra él, mientras sigue embistiendo hasta que lo siento gemir audiblemente.

Se tiende junto a mí, ambos respirando agitados. Intentando volver a llenar nuestro pulmones de aire.

—Te amo —musita.

Se me corta la respiración y la garganta se me seca. Lo miro, pensando que me inventado aquello, que no ha dicho nada. Y por un momento creo que así es, porque no me mira, sino que respira entrecortado, recuperándose. Pero entonces voltea la cabeza y sus ojos verdes me examinan, analizando mi reacción.

—Sé que aún no te sientes así. No voy a presionarte para que me lo digas. Yo solo... necesitaba decírtelo, porque de verdad lo siento —susurra. Él era realmente perfecto, merecía mucho más de lo que yo podía darle.

—Gracias —musito, sonriendo como puedo.

Su mano acaricia mi mejilla, y se inclina a besar la punta de mi nariz.

—Es hora de levantarse —sentencia.

Me levanto, me visto con mi pijama y me despido, para volver a mi habitación. Apenas puedo pronunciar una palabra. Toco la puerta, ya que no quiero encontrármelos follando.

—Pasa —grita Sara desde dentro. Abro y me la encuentro en toalla. Harrison duerme profundamente en su cama, ronca como un lirón.

—Buenos días —saludo. Cierro y me acerco a mi cama. Me siento en el borde y suspiro. Sara frunce el ceño.

—¿Y a ti que te pasa? Recién despiertas y ya te ves como si hubieses vivido el dramón de tu vida —me dice, sentándose junto a mí.

—Realmente creo que Dios es una chica. Porque me lo hace todo muy complicado —comento. Sara ríe.

—¿Qué paso ahora?

—Aidan me dijo te amo —susurro, mirando que Harrison no se despierte.

—¿CÓMO DICES QUE DIJISTE? —pregunta gritando.

—¡Sara! —le regaño.

Harrison se remueve. Lo vemos atentas, pero al cabo de unos segundos, continúa roncando. Suspiro aliviada y ella resopla.

—Dios, que fuerte —susurra. Asiento con la cabeza.

—Ya sé. Y lo peor es que he vuelto a soñar con Tom —replico haciendo una mueca. Sara se encoge de hombros.

—En serio debes seguir adelante. No tiene nada de malo lo tuyo con Aidan, no te sientas culpable —me dice.

—No quiero seguir pensando en él, pero... es inevitable, sobre todo después de lo que dijo Hazza, que se separó de Olivia —digo, y mis ojos se desvían al joyero. Sara suspira y coge una de mis manos.

—______, Tom ha seguido adelante. De verdad —dice ella. Frunzo el ceño.

—¿De qué hablas? —pregunto. Siento que hay algo detrás de sus palabras.

—Tom... ¿recuerdas que dieron el aviso de cuarentena? —pregunta. Claro que lo recordaba, el 23 de marzo, exactamente hace cuatro días.

—Si.

—Tom estaba... Comenzó a salir con una chica, se llama Nadia —el dolor se hace presente, pero lo ignoro.

—¿Y? —pregunto, sin entender a donde va todo esto. Sara se muerde el labio.

—_______ Tom está pasando la cuarentena con ella, en su casa.

Y lo que quedaba de mi enfermo corazón, se termina de destrozar.

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No me maten <3

En el búnker.

Capítulos restantes: 8 :O

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Les leo, lectores insaciables <3

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