Un atardecer en la Toscana

No obtengo respuesta, ambos me miran y no me dicen nada. David me sonríe y empieza a mover las manos mientras gesticula "sorpresa" con los labios.

—¿Qué haces tú aquí? —vuelvo a preguntar.

Pero otra vez no obtengo respuesta alguna. Yo esperaba ver a Annie o quizás a Alex.

—¿Te vas a mover para que podamos pasar? —me dice David—. Mujer, ten consideración, estoy muerto del cansancio.

Me hago a un lado y los veo entrar con sus maletas. David deja la maleta cerca de la puerta de entrada y corre a tirarse en el sofá negro que está en la sala.

—¿Por qué viniste? —le pregunto.

Deja la maleta a un lado y se endereza para mirarme. Me mira de pies a cabeza.

—Porque me dio la gana —me responde Sophie.

Veo como se peina su cabello rojo con los dedos y después se lo peina en una coleta alta. Sus ojos marrones me miran con hostilidad y algo de fastidio. Sin decirme nada, empieza a caminar hasta las escaleras y se aleja. Escucho como sus pasos resuenan con fuerza. Llamo a la señora Josefina para que le diga a Jesús, su esposo, que suba las maletas, tanto las de mi hermana como las de David. Regreso a la sala a ver a David y lo encuentro profundamente dormido sobre el sofá.

—Me encanta que estés aquí —le digo mientras me acerco a su mejilla y le doy un beso.

Camino hasta las escaleras y subo hasta la habitación donde se va a quedar Sophie. Cuando llego, la puerta está abierta y ella está sentada sobre la cama hablando por teléfono en alemán, Sophie es muy buena con los idiomas, habla siete idiomas y creo que está aprendiendo otro. Cuando ella me ve, dice algo rápido y corta la llamada. Deja el teléfono sobre la cama y se cruza de brazos mientras espera a que yo diga algo cuando es ella la que debería estar hablando. Después de ignorarme por todo este tiempo aparece aquí como si nada.

—En serio Sophie, ¿por qué estás aquí?

Mi pregunta parece molestarle y se pone de pie aún con los brazos cruzados. Puedo ver que está a la defensiva, desde que llegó esta molesta conmigo y no entiendo por qué. Yo no le he hecho nada.

—Eres una idiota egoísta —me dice, no levanta la voz, lo dice casi en un susurro y eso viniendo de ella suele ser fatal—. ¿Por qué no me llamaste? Yo no tenía la obligación de llamarte, tú también pudiste hacerlo para ver como estoy. ¿Acaso yo no tenía derecho también a estar mal? En tu mundo perfecto al parecer no, en tu burbuja de egoísta solo Emma tiene permitido estar mal y todos tenemos que correr y preguntar como estas.

La conozco muy bien para saber que todo ese discurso trae algo debajo, ella no es una mártir. Cuando Sophie hace algo malo, saca toda la artillería para de alguna mágica manera voltear toda la situación en tú contra. Como he dicho antes, ella tiene un don para la manipulación, pero no funciona conmigo porque la conozco.

—¿Qué hiciste? —le preguntó—. Siempre que haces algo malo inventas un número así para que la otra persona se sienta culpable y te termine perdonando.

Ella levanta las manos en señal de frustración y maldice en alemán. ¿Por qué mierda tiene una fascinación por el alemán?

—Eso no va conmigo —le digo con una sonrisa—. Vamos, a ti lo que menos te importa es si yo te llamo. Estabas en un crucero, se lo pregunté a Alex.

Ella baja las manos y me sonríe de manera descarada dándome a entender que ganó, que yo me equivocaba.

—Eso es simplemente lo que yo les hice creer. Si supieras dónde realmente estaba.

Un adormilado David entra por la puerta y se para a mi lado. Me coloca un brazo alrededor de mi hombro y me da un beso en la mejilla.

—¿Ya se lo disté? —le pregunta a Sophie.

Sophie lo mira como diciéndole "cállate idiota" pero es David, él simplemente no va a guardar silencio.

—No me ha dado nada —le digo mientras miro a Sophie—. ¿Qué me va a dar?

Detesto las intrigas, siempre ha sido así y ahora ellos parecen querer mantener en secreto la razón por la que han venido. Después de mi pregunta, de la cual no obtengo ninguna respuesta, me dicen que tienen hambre así que bajamos a comer. La señora Josefina hizo un verdadero banquete y ellos comen fascinados, yo a penas y pruebo bocado por no dejar de pensar en la razón por la que están aquí. Después de comer se van a bañar y descansar un momento, cuando bajan les vuelvo a preguntar y ellos vuelven a ignorar mi pregunta.

Vamos a dar una vuelta en coche por el pueblo y nos bajamos a tomar algo en una pequeña cafetería. Cuando son cerca de las cinco, regresamos a la casa, y mientras Sophie maneja le vuelvo a preguntar.

—¿Por qué están aquí? —sueno algo enfadada y es que ya me están haciendo perder la paciencia.

—¿No vas a preguntar como esta Ian? —me pregunta Sophie mientras me mira por el rabillo del ojo.

Ese ha sido un golpe bajo.

—Que oportuna, Sophie, te dije que no se lo menciones —le dice David.

Sophie sonríe.

—Yo en ningún momento te dije que no lo iba a nombrar. Sólo siento curiosidad de saber si lo extrañas o no. Esa es la razón por la que vine, quería ver si tú te ves igual de patética que él. Pero no, te ves mejor de lo que yo pensaba. Al final no fui yo la del corazón de piedra.

Me golpea suavemente el brazo con su codo y después se ríe. Pero yo a penas y la estoy escuchando, ella dijo que él está mal. Lo imagino triste y solo, sufriendo por todo lo que está pasando, me pongo en su situación y me siento fatal. Yo soy en parte culpable de su dolor.

—¿En serio está mal? —pregunto mientras Sophie estaciona el auto.

Me quito el cinturón y me bajo del auto.

Camino hasta el portal y me siento con las piernas cruzadas.

—Sí, está muy mal. Ya sabes, la constructora enfrenta un juicio, él esta con eso del bebé, con su padre atormentándolo. No está en su mejor momento, eso es seguro —me responde David mientras se sienta a mi lado.

Suspiro mientras miro al cielo. Un hermoso cielo anaranjado se extiende hasta más allá de donde se puede ver. Ya está llegando el crepúsculo, mi momento favorito del día.

—Está bien, tiempo es todo lo que él necesita para olvidarte.

David toma mis manos entre las suyas mientras me habla.

Yo sé que Ian solo necesita tiempo para olvidarme, él es más fuerte que yo y va a poder con esto.

—Pronto estaremos divorciados y él será libre de estar con quien quiera.

Sé lo que intenta Sophie, pero no voy a caer en su juego.

David se pone de pie y entra corriendo en la casa sin decir nada. Cuando regresa me enseña una pequeña botella sin etiqueta con lo que parece ser agua. Me la da y se vuelve a sentar a mi lado.

—Bebe un poquito para ver si te limpia desde adentro y Dios te ilumina para que dejes de tomar tantas decisiones estúpidas.

Miro a Sophie sin entender nada y después recuerdo que David me dijo que me iba a traer agua bendita, pero jamás imaginé que lo diría en serio, obvio debí saber que era así. ¡Es David! De él lo puedo esperar todo.

—Tú hermana tiene razón —me dice David—, bebe un poco, te hará muy bien.

Sujeto la botella entre mis manos mientras veo como el cielo va cambiando de color poco a poco, las nubes se bañan de diferentes colores y el sol anaranjado ilumina todo de una manera gloriosa mientras se va ocultando. Veo en silencio como el sol desaparece y sale la luna, veo algunas estrellas en un cielo azul. Es una noche hermosa, me recuerda aquella vez que Ian y yo fuimos a la playa, es inevitable no pensar en él, ¿cuándo dejaré de hacerlo? Y es que hay una parte de mí que simplemente se rehúsa a olvidarlo.

—¿En serio crees que está decisión es la mejor? —la pregunta de David me devuelve al presente y dejo mis pensamientos a un lado— Si me dices que sí, yo respetaré totalmente tu decisión, pero antes déjame darme mi opinión. Esto no es lo correcto, ¿desde cuándo lo correcto es huir? Tú eres mejor que esto, tenías que quedarte y no por él, amiga, quedarte por ti.

Lo hice y no puedo simplemente regresar el tiempo y no irme, no puedo regresar el tiempo y quitar mágicamente todo el dolor que él ha sentido en este tiempo.

—Necesitaba tiempo —es lo único que digo.

—Todos lo necesitamos, pero no por eso tiramos la toalla —me dice Sophie—. Te equivocaste y lo sabes.

Tampoco es como si todo lo que pasó fuera mi culpa, él también tiene la culpa. Ian también se ha equivocado y yo lo he perdonado. Pero a diferencia de mí, él siempre ha estado ahí cuando yo lo he necesitado. Es sólo que no podría volver ahí, ver su dolor y seguir como si nada. No puedo volver y sufrir de nuevo. Estoy siendo egoísta, lo sé.

—No voy a regresar, me voy a quedar aquí. Nada de lo que digan o hagan me hará cambiar de opinión.

Sophie sonríe y busca algo en su bolso. Saca una pequeña bolsita azul amarrada con una cinta blanca y me lo entrega. Muevo la pequeña bolsa y algo se nueve en su interior, no pesa mucho.

—¿Qué es? —le preguntó.

—Algo que te hará tragar tus palabras —me responde con una sonrisa y esa aura de superioridad que la caracteriza.

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