Siempre hay esperanza
Ha pasado una semana y media desde el accidente, Ian entró en coma un día después y ha permanecido así desde entonces. Los doctores dicen que no hay que perder las esperanzas y no lo hago. Permanezco con él todo el tiempo posible, me quedo a su lado sosteniendo su mano con la esperanza que reaccione. Sé que lo hará, él es fuerte, Ian no me dejará. Su familia también viene y está con él todo el tiempo que pueden.
—Hola, cariño —me siento en la silla negra que esta junto a su cama y tomo su mano entre las mías.
Me duele tanto verlo así, hay momentos que me duele tanto que incluso me cuesta respirar, la angustia de saber que quizás nunca va a mejorar por momentos es más fuerte que yo. Por momentos siento que las paredes blancas del hospital van a caer sobre mí y voy a colapsar. Pero entonces me recuerdo que tengo que ser fuerte, por él y por mí.
La puerta se abre un poco y veo a David asomar su cabeza. Me sonríe y entra.
—¿Cómo estás? —me pregunta— Que pregunta más tonta, es obvio que estas mal, basta con mirar tu carita para saberlo. Y ni pregunto cómo sigue él porque por lo visto sigue igual.
Me paro de la silla y lo abrazo, necesito un fuerte abrazo en este momento. Él no me dice nada y me abraza muy fuerte mientras acaricia mi espalda.
—Sé que no es momento de decirte esto, pero deberías hablar con Alex y contarle todo —me dice David—, ha estado haciendo muchas preguntas de porque tú estás aquí con Ian todo el tiempo. Elizabeth ya lo sabe, pero ella te cubre la espalda, Sophie le dijo Alex que te pidió que estés con Ian, pero Alex no se cree eso.
Sabía que este momento llegaría, siempre temí el instante de contarle todos Alex porque no quiero decepcionarlo, tampoco quiero que se moleste conmigo, pero creo que es inevitable.
—¿Está aún con Sophie? —le pregunto a David.
—No, fue a la cafetería.
—¿Te puedes quedar un momento con Ian? Iré hablar con mi hermano.
David me dice que no tiene problema y yo miro a Ian antes de salir de la habitación. Cierro los ojos un momento mientras recuesto mi cabeza en la puerta y trato de aclarar mis ideas. No sé exactamente cómo decirle a mi hermano que estado manteniendo una relación con el esposo de mi hermana. Suena sucio por donde lo vea y entiendo que no importa como lo diga, Alex estará decepcionado.
Cuando entro en la cafetería lo veo sentado solo en una mesa cerca de un gran ventanal que da hacia la calle. Veo como mira la lluvia mientras bebe su café. Esta pensativo. Camino despacio hasta la mesa donde está él.
—¿Puedo sentarme? —le pregunto.
Él mueve la cabeza para alejar algún pensamiento y me sonríe mientras me hace una seña para que me siente. Mueve despacio la silla y me siento frente a él.
—¿Cómo estás? No sabía que estabas en el hospital —me dice—. ¿Dónde estabas?
Trato de buscar una manera de empezar a decirle, pero no puedo pensar con claridad.
—Lo siento —le digo mientras agacho la cabeza.
—¿Por qué? ¿Qué pasa, Emma?
Junto mis manos sobre la mesa blanca.
—Alex, yo no quería que las cosas pasarán así, lo juro. Quería decirte, pensé en hacerlo muchas veces, pero simplemente no me atreví, no tuve el valor porque no quería que te decepcionaras de mí.
Alex no me dice nada, se recuesta en la silla y espera atento a que yo continúe.
—Aquella vez cuando descubrí a Sophie con Derek, estaba muy molesta y quería vengarme de ella así que fui aquella discoteca donde estaba Ian celebrando su despedida con la intención de acostarme con él —aparto la mirada porque no tengo el valor de ver a mi hermano a la cara —. Y lo hice, pero no por venganza. ¡Dios!, esto suena terrible. Por eso me fui, por él y por lo que hice. Pero mientras estaba en Italia mis sentimientos por él solo crecieron más y más. Alex estoy enamorado de Ian, lo amo tanto que no sabría como describir ese sentimiento. Él también me ama a mí. Sophie lo sabe, ella se casó con él solo por su herencia y él se casó por motivos que no te puedo contar, pero no se aman. He estado manteniendo una relación con Ian desde que regresé de Italia.
Alex guarda silencio, me atrevo a levantar la mirada y ver su rostro, veo como trata de asimilar todo lo que le acabo de contar, entiendo que no debe ser fácil para él.
—¿Por qué me cuentas todo está ahora? —me pregunta despacio, está dolido — ¿Por qué no antes? Siempre estado ahí para ti, protegiéndote y justificando tus malas decisiones, pero esto, no puedo justificarlo. Era el promedio de nuestra hermana y no importan cuáles eran las razones por las que se iban a casar, lo iban hacer y tú tenías que respetar eso. Además, en ese momento no lo sabías. ¿Y si Sophie en serio lo hubiera querido? No pensaste en eso, ¿verdad? ¿En que estabas pensando? Estabas siendo tan egoísta como siempre dijiste que era Sophie — me dice y veo como se levanta de la mesa—. No quiero y no puedo seguir hablando contigo ahora.
—Alex, por favor, lo siento.
Él me mira y aparta la mirada llena de decepción mientras empieza a caminar fuera de la cafetería. Me quedo sola sentada en aquella mesa pensando en nada y en todo. Sí, me hubiera gustado que las cosas fueran diferentes entre Ian y yo, que nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, pero no fue así y al final del día no me importa cómo nos conocimos, solo doy gracias porque pasó. Porque no puedo imaginar mi vida sin él.
Con ese pensamiento vuelvo a la habitación donde Ian me espera.
—¿Cómo fue todo? —me pregunta David a penas entro en la habitación—. Por tu cara puedo imaginar que nada bien, pero era de esperarse. Ian tiene que agradecer estar en coma porque si estuviera bien, te juro y prometo que tu hermano lo mata.
Alex nunca ha sido una persona violenta así que lo dudo, pero a David le gusta exagerar todo.
—Calla, David, que de por si me siento terrible.
La puerta se abre y es Annie, Alan y su esposa y la mamá de ellos. Cuando me ven, me sonríen y se acerca a saludarme. Me preguntan cómo está Ian y yo les cuento lo que me dijo el doctor. Después de un momento le hago una seña a David para irnos y dejarlos solas con Ian.
—Vamos a casa para que tomes un bañito porque ya estás comenzando apestar.
David se ríe de su comentario y yo le pego en el brazo.
—Que odioso eres, no apesto —le digo—, pero sí, vamos, me vendría bien un baño.
Gracias a las influencias de la familia de Ian, una persona se puede quedar con él y gracias a las influencias de mi familia me puedo quedar yo a pesar de no ser un familiar directo. Pero las noches en el hospital me están empezando a pasar factura y me siento realmente muy cansada.
—Tu hermana sale hoy del hospital. En realidad, ya deben de haberle dado el alta.
Abro mi apartamento, tiro las llaves por alguna parte y me quito los zapatos mientras camino hasta mi sofá y me recuesto.
—Lo sé, pase a verla hoy en la mañana. Estaba de mal humor porque debería haber salido ayer. No quiere estar ni un solo día más ahí, la entiendo.
Nunca me han gustado los hospitales. Siempre me han producido náuseas el color blanco de las paredes, el olor y el ambiente de tristeza y desesperación.
Me paro del sofá y camino sin ánimos hasta mi cuarto para bañarme mientras mi buen amigo David cocina algo.
Cuando salgo de bañarme David ya me espera con la mesa servida. Me siento a comer porque no he comido nada en todo el día. A veces me olvido de comer, estos días han sido realmente muy estresantes. Sólo quiero que todo termine pronto.
—El amor es un asco —le digo a David—, mira como estoy gracias al amor.
Cierro los ojos y recuesto mi cabeza en el respaldo de la silla.
—Deja el drama, Emma. Sabes que eso no es cierto.
—Mira todo lo que he tenido que pasar gracias al amor o a la estupidez, a estas alturas de mi vida ya no sé.
Quisiera abrir los ojos y que todo esté bien, que jamás hubiera pasado ese accidente que Eleanor jamás hubiera vuelto, que el padre de Ian al igual que Eleanor se hubieran quedado en el pasado. Ahora Eleanor está muerta, parece mentira, aún hay momentos en los que siento que va a regresar para seguirnos fastidiando la vida. Pero eso no va a pasar, ya está muerta y varios metros bajo tierra.
Cuando regresamos al hospital Sophie ya no está, la llamo por teléfono y me dice que estará en el Spa estos días para librarse del estrés que le produjo el accidente y estar internada. Eso suena tan ella. Le digo que apenas termine de relajarse me avise para ir a verla.
—Tú también deberías pasarte unos días por el Spa, te haría bien —me dice David.
Esperamos afuera de la habitación de Ian a que su familia se vaya. No porque no me agraden, es que de alguna manera siento que invado su privacidad. Cuando ellos salen hablan con nosotros un momento antes de irse, David también se va con ellos. Yo entro en la habitación con la esperanza de verlo despierto, pero no, sigue dormido. Camino hasta él y le doy un beso en la frente.
—Hola amor, ¿cómo estás? —le pregunto mientras acomodo la silla blanca lo más cerca de él.
Tomo su mano entre las mías porque es la única manera que encuentro de no caer en desesperación al verlo así. La única manera de no perder las esperanzas y dejarme llevar por el dolor. Él es mi ancla.
Una enfermera entra para revisar que todo esté bien. Miro el reloj y son las diez y media. Veo como le inyecta algo en el suero y me sonríe amablemente antes de irse.
—Te vi juntabas margaritas del mantel...—empiezo a cantar.
Me sobresalto cuando la puerta se abre y veo a De Luca ahí parado con una sonrisa que me provoca un escalofrío.
—Esto será rápido.
Él me hace una seña para que guarde silencio mientras saca una pistola de su chaqueta.
Estoy a punto de gritar cuando siento como Ian aprieta mi mano. Mis ojos van de Ian a De Luca.
—Fine del gioco, vinci —murmura mientras me apunta con su pistola.
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