No somos nada
Es una pesadilla o quizás un mal recuerdo de mi niñez, los meses después de la muerte de mi madre fueron una tragedia. Fueron meses que me ayudaron a entender que no tenía a nadie más que a mí. Pero esto no parece un recuerdo, mis recuerdos de aquella época son muy claros, esto es algo borroso y extraño. Es una pesadilla. Una pesadilla como muchas otras que he tenido, en donde estoy sola y asustada, escondida debajo de mi cama, tengo miedo y hambre. De pronto escucho un ruido y alguien abre la puerta de mi habitación y mi miedo aumenta.
Un fuerte golpe en mi cara me hace despertar. Me levanto sobresaltada y me paso una mano por la cara. Abro los ojos y lo primero que veo es a David.
—Jesús bendito, ¡David! ¿Por qué mierda me levantas así?
David tira la almohada en mi cama y se sienta en el filo de la cama.
—Tenías una pesadilla —me responde él, con fingida calma.
Me vuelvo a costar en mi cama, pero dudo que me pueda volver a dormir después del susto que me acaba de dar David. Él tiene la mala costumbre de despertarme de esa forma.
—Sabes, hay maneras más sutiles de despertar a alguien.
—Lo sé, pero no son tan divertidas. Tenías que ver tu cara.
Ahora soy yo la que le pega en la cara con la almohada y él tiene el cinismo de quejarse.
—Vas hablar con Ian.
Cierro los ojos y me quejo. No puedo evitarlo. Ayer después de llegar de la fiesta, le conté todo a David y él me dijo que lo mejor es hablar con Ian.
—David, ¿en serio? Es demasiado temprano para tener esa clase de conversación. Mis neuronas aun siguen dormidas y yo quiero dormir igual que ellas.
—¡Emma! Esto es un tema serio.
—Bien, bien, deja de gritar. Mira, yo quiero hablar con Ian, pero no sé cómo.
—Fácil, ve y pregunta, ¿Eres tan estúpido que sigues en contacto con la arpía que te dejo en el altar? Ves, es algo muy sencillo.
Le vuelvo a pegar con la almohada y él la quita de mis manos.
—Oye, tú mismo dijiste que es un tema serio y ahora sales con eso.
—Estoy siendo serio. Emma, tienes que ser directa.
David tiene razón, pero no me imagino la reacción de Ian al escuchar esa pregunta. Con David revisamos Internet tratando de encontrar algo sobre la relación de Ian con Eleanor, pero no encontramos casi nada, nada en realidad. Ni una foto, ni datos sobre ella, solo una pequeña nota en una revista de farándula que hablaba sobre su breve e intenso romance. No he podido dormir sin pensar en cómo es ella, como es su carácter. ¿Por qué Ian se enamoró de ella?
—No tienes que pasar por esto, Emma, te lo dije una vez y te lo vuelvo a decir, eres demasiado para estar mendigando cariño.
Lo sé, pero a mi corazón le cuesta entender eso. Mi cerebro lo grita y mi corazón se rehúsa a escuchar.
—Soy una tonta. —cubro mi cara con la almohada y grito— El amor es un asco, un caos, un cóctel de emociones y sensaciones que pone tu vida de cabeza.
David me quita la almohada de la cara y me mira asombrado.
—Espera un momento. ¿Amor? Dios mujer, acaso, ¿te enamoraste de él?
Cierro los ojos y refunfuño como niña de cinco años.
—No lo sé, nunca me enamorado, creí estarlo de Derek, pero no, lo que siento por Ian es diferente, fuerte, real e intenso. Pienso en él casi todo el tiempo y no sé si a él le sucede lo mismo.
David me abraza y acaricia con suavidad mi espalda, es su forma sutil de consolarme.
—¿Sabes una cosa, David? Yo valoro mucho tu amistad, no sé qué sería de mí sin ti.
—Eso es bueno porque siempre estaré aquí cuidando de ti y mira que es algo realmente difícil porque te metes en cada problema, Emma.
Sonrió.
No me dice nada más, solo se queda conmigo hasta que le digo que estoy bien, aunque David sabe que no lo estoy. Él sale de mi habitación y me deja sola para arreglarme, hoy hay una reunión con la familia de Ian. Un partido de fútbol, yo no sé porque acepté ir si soy pésima en los deportes.
Cuando me término de arreglar tomo mi teléfono y le mando un mensaje a Ian, le pregunto si nos podemos vernos antes de ir a casa de sus padres. Necesito salir de esto ahora, la incertidumbre me está matando. Me siento en la cama y espero su respuesta. Después de diez minutos él me dice que me espera en su Penthouse. Tomo mi bolso y salgo de mi habitación. Cuando bajo las escaleras Alex está sentado en uno de los muebles leyendo el periódico.
—¿A dónde vas? —me pregunta sin levantar la vista del periódico—. A las doce quedamos en estar en la casa de los suegros de Sophie.
Camino hasta él y le doy un beso en la mejilla.
—Ahí estaré, pero antes tengo que solucionar algo.
Mi hermano baja el periódico y me mira.
—Bien, espero que estés lista para tu primer día de trabajo.
Lo había olvidado, mañana entró a trabajar en la Editorial Sia, editorial que fundó mi abuela paterna. No le digo a Alex que lo había olvidado, solo asiento con la cabeza y salgo de la casa a buscar un taxi. Esto de no tener coche propio me desespera, espero que mi trabajo me permita ahorrar para comprarme un coche porque dudo que Alex me quiera comprar uno.
Por suerte consigo un taxi rápido. Paso casi todo el camino hasta el Penthouse pensando en cómo iniciar la conversación. Cuando llego Ian está parado cerca del piano esperándome. Cuando me escucha llegar se gira y me sonríe, pero algo en mi expresión le da a entender que algo no está bien y la sonrisa se va de su rostro. Se acerca a mí y toma mi rostro entre sus manos y me mira a los ojos. Está preocupado.
—¿Qué pasa? —Me pregunta.
Tomo aire antes de preguntarle por ella.
—Ian... —las palabras simplemente no salen. ¿Cuándo me volví una cobarde? —. Quiero hablar de algo.
Él asiente con la cabeza y me lleva hasta el sofá. Nos sentamos y me pregunta si quiero algo, yo niego con la cabeza.
—El día de ayer en la fiesta me enteré de algo que me dejó intranquila. Es sobre una relación pasada, sobre...
—Eleanor —me dice él antes que yo pueda pronunciar su nombre. Ian se pone de pie y camina hasta la pared de vidrio—. ¿Qué pasa con ella?
Esta de espaldas a mí mirando la ciudad.
—Porque no me hablaste de ella.
Mientras yo estuve en Italia después de su boda con mi hermana, él y yo hablamos sobre casi todo.
—No sabía que tenía que hacerlo.
Es frío y cortante al responder. Puedo darme cuenta con facilidad que ella es un tema delicado.
—No, no tenías, pero esperaba que lo hicieras.
Él se da la vuelta y me mira, su mirada es fría y su rostro demuestra lo enojado que está. Se recuesta en la pared de vidrio y parece tratar de controlar su enojo.
—Ian, lo único que quiero es saber sí tú, ¿sigues en contacto con ella? —le pregunto mientras me pongo de pie.
Él se da la vuelta y me responde.
—No tengo porque darte explicaciones Emma, tú y yo no somos nada.
La respuesta me atraviesa la piel y se clava con fuerza en mi corazón. Me quedo sin saber que decir o hacer por un momento y después el coraje invade mi cuerpo, me llevo la mano al collar que me regaló y lo arranco de mi cuello sin importarme el daño que me hice en la piel. Tiro el collar al piso con fuerza y él se gira, mira primero el collar y después a mí. Me doy la vuelta y empiezo a caminar hasta la puerta.
-Emma, espera, por favor, mira no quería decir eso... espera, por favor —me dice cuando abro la puerta.
No me doy la vuelta.
—¿Por qué debería escucharte, Ian? Tú y yo no somos nada.
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