Margaritas
A lo largo de mi vida he cometido muchas estupideces, muchas de esas malas decisiones me han traído serios problemas y otros grandes momentos que guardo en mi memoria. Pero este momento y esta mala decisión en cuestión no es algo que quiera recordar.
—¿Qué acabas de decir? —Me pregunta Ian.
Me muerdo el labio. No debí decir nada, ¿qué gano diciendo la verdad? Sophie no va a cambiar y solo conseguiré que Alex se sienta decepcionado de mí.
¿Por qué no puedo conectar mi lengua con mi cerebro y pensar antes de hablar?
—¿Qué acabas de decir? —Me vuelve a preguntar.
Erick, el hermano mellizo de Ian camina hasta nosotros con una sonrisa y un paso despreocupado que va muy acorde con su actitud. Pero cuando mira a Ian la sonrisa abandona su rostro.
—¿Qué pasa? —le pregunta Erick a Ian mientras le pone una mano en el hombro.
—¿Recuerdas de la chica de la que te hablé? —le dice Ian a Erick sin apartar su mirada de mí. Erick asiente con la cabeza—Es ella.
—Hola. —le digo a Erick. —Soy Emma.
¿Qué más se supone que deba decir ahora?
Erick me mira sorprendido y después de un momento se empieza a reír. Ian lo mira muy molesto, pero esto solo provoca que Erick se ría aún más fuerte.
—No te rías, es algo serio. —le regaña Ian en voz baja— Y como si fuera poco ahora me dice que Sophie se acostó con Derek Danielson.
Erick no se ve muy sorprendido por lo que le dice Ian.
—Tú sabías en lo que te estabas metiendo. — le dice Erick mientras le da unos golpes en la espalda. —Te lo advertí. ¿Recuerdas?
Los hermanos comparten una mirada y puedo darme que hay algo ahí sucediendo detrás de aquella mirada y palabras, pero ¿exactamente qué?
—Sí y pensé que ella también.
No entiendo de qué va todo eso, trató de retroceder lentamente para salir corriendo, pero Ian se da cuenta de mis intenciones y me sujeta del brazo antes que yo pueda escapar.
—¿A dónde crees que vas? —me dice—En este momento vamos donde Sophie para aclararlo todo.
Espera. ¿Qué?
Entro en pánico, Elizabeth siempre me regaña porque por alguna extraña razón siempre término en medio de los problemas familiares. Y esta vez no podía ser la excepción. ¿Por qué no me pude simplemente quedarme callada? No, yo tenía que abrir mi bocota.
—Pero si tú también la engañaste. —le digo en estado de pánico— ¿Qué le vas a reclamar? Cínico.
Erick me da la razón, pero a Ian eso no le importa mucho y camina hasta la habitación de Sophie. Erick se queda parado a mi lado y vemos como salen de la habitación Annie y Gabrielle. Ellas caminan hacia nosotros con cara de confusión. Alex y Elizabeth se acercan a nosotros y nos preguntan qué está pasando.
—Ni idea. —respondo—Nervios por la boda quizás. Con permiso me voy arreglar.
Y antes que pudiera irme a mi habitación Derek aparece por el pasillo en el mismo instante que se escucha a Sophie gritarle un insulto a Ian.
Tierra trágame, es en lo único que puedo pensar cuando veo a Derek caminar hasta mí con un ramo de rosas blancas. Como si un ramo de flores fuera suficiente para perdonar lo que me hizo.
—¿Qué haces aquí? — me acerco a él y lo tomo del brazo para llevarlo lejos de todos los ojos curiosos que nos están observando— Vete.
Derek toma mis manos, yo trato de soltarme lo más disimuladamente que puedo, no quiero hacer una escena en este momento, porque creo que es suficiente con la escena que están haciendo Ian y Sophie.
Trato de fingir una sonrisa mientras sutilmente apartó mis manos de las suyas.
—Lo siento. —me dice.
Oh, Derek. Eres más imbécil de lo que pensé.
¿Qué piensa él que se va a solucionar con un lo siento? Mi corazón no se va a reparar, mi ego no se va a restaurar y las burlas de mi hermana no van a cesar. Un lo siento no soluciona nada y yo no lo quiero. No quiero nada que venga de él.
—Vete, lo digo en serio, vete.
—Por favor, Emma, perdóname. Te quiero y no quiero perderte.
No, no me quieres, si me hubieras querido al menos un poco no te hubieras acostado con mi hermana después que te conté como siempre los chicos la preferían a ella. Después que te conté lo insegura que a veces puedo ser. No me quieres y yo ahora yo tampoco te quiero, porque si tengo que elegir entre tú o yo, me voy a elegir a mí.
—Me engañaste. —le digo.
Derek tiene que irse antes que salga Ian y esto sea un verdadero show.
—Ahora vete, porque tú y yo no tenemos nada que hablar.
—No me voy a ir.
Trato de empujarlo lejos, pero él obviamente es mucho más fuerte que yo.
—¿Está todo bien? —Me pregunta Alex.
—No, le estoy pidiendo que se vaya y él se niega.
Derek trata de tomar mis manos otra vez, pero yo retrocedo.
No quiero que me toque, no quiero verlo y mucho menos hablar con él. ¿Acaso no se da cuenta lo mucho que me cuesta y duele esto? La herida aún está muy fresca y él solo viene a empeorar su curación.
—No me voy a ir hasta que me perdones.
Como si fuera tan fácil.
—Esto es algo que nunca te voy a poder perdonar, Derek.
—Emma...
—¡Me engañaste! —le grito—te acostaste con... —por primera vez en mi vida pienso antes de hablar y me detengo antes de decir el nombre de mi hermana, pero decido vengarme un poco de Derek—me engañaste con otro hombre.
Puedo escuchar los murmullos de todos y trató de contener la risa al ver la cara de Derek, pero él no dice nada, solo se queda mirándome sorprendido por lo que acabo de decir.
— Vete ahora, antes que diga el nombre de la persona con la cual me engañaste.
Él me mira por un largo momento antes de asentir con la cabeza y marcharse.
Me paso una mano por mi cara y me arreglo el cabello.
—¿Estás bien? —Me pregunta Alex.
Asiento con la cabeza lentamente.
—Sí. —le respondo—Es algo que ya sospechaba.
Trato de no reírme mientras camino entre ellos hasta llegar a mi habitación. Cuando por fin estoy en la seguridad de mi cuarto me acuesto en mi cama y me hago bolita. Lo único que quiero en este momento es poder regresar a Italia, volver a caminar entre el viñedo, sentarme en el jardín a ver el atardecer. Lo único que quiero es un poco de paz.
Me pongo de pie y camino hasta mi ventana que da al jardín y miro como terminan de arreglar todo. Hay margaritas sembradas en los filos de mi ventana. Las margaritas son mis flores favoritas, me recuerdan a mi mamá, ella se llamaba así. Las margaritas también me hacen soñar y creer que un día encontraré alguien que me ame profundamente. Alguien que ame lo bueno y lo malo de mí, alguien que me quiera incluso cuando yo no lo hago.
—¿En qué piensas? —la voz de Ian me hace sobresaltar.
Me giró y lo veo recostado en la puerta mirándome.
—¿Cómo entraste? ¿No estaba con seguro la puerta?
Él niega con la cabeza y camina hasta mí. Mira las margaritas y sonríe.
—Son hermosas.
Asiento con la cabeza.
—Son mis flores favoritas. También eran las flores favoritas de mi mamá.
Él me mira confundido.
—Sophie me dijo que eran los girasoles.
Él no lo sabe y es mejor así.
—A mi mamá le gustaban las margaritas. —no puedo evitar el leve tono de nostalgia en mi voz cuando digo eso.
Y en este caótico día Ian hace algo que me deja muy sorprendida, él empieza a cantar un vestido y un amor de Fito Páez.
Sonrió, conozco esa música, la canto a veces. Él me devuelve la sonrisa y en ese momento siento que lo conozco de toda la vida. En este momento también me gustaría haberlo conocido antes y me pregunto si me habría elegido a mí antes que, a Sophie, pero eso ya no importa. Él sigue aquí vestido de esmoquin lo que significa que la boda sigue en pie.
—Se lo contaste. —le digo— ¿Qué te dijo?
Él mira el jardín. Esta serio y algo tenso.
—Hablamos, tenías razón. Con que moral le puedo reclamar yo una infidelidad. Sólo hable con ella.
Debí imaginar que él la iba a perdonar, mi hermana siempre consigue salirse con la suya. Tiene un don para manipular y conseguir que todos hagan lo que ella quiere, siempre ha sido la más mimada y siempre consigue lo que quiere.
—Bueno, espero y tengas un feliz matrimonio. —le digo.
Él me mira y después empieza a mirar mi habitación.
—No sabía que cantaras—le digo—Bueno, tampoco es que se mucho sobre ti, en realidad no sé nada de ti, te acabo de conocer.
Él me mira divertido. Empieza a caminar hasta una estantería donde tengo algunas fotos, medallas, trofeos y dibujos.
—¿Qué quieres saber? —me pregunta.
Sonrió como una niña pequeña.
—Todo, soy una persona muy curiosa. ¿Tocas algún instrumento?
Me siento en la cama y lo escucho hablar sobre lo mucho que le gusta tocar el piano y le digo que yo también sé tocar el piano, aunque por lo visto él es muy bueno. Me dice que estudió música desde los cuatro años.
—¿Tu libro favorito? —me pregunta.
Sonrió.
—El mago de oz.
Él también lee, le gusta. Me habla sobre su libro favorito, yo no lo he leído y él me da un breve resumen sin hacerme spoiler, aunque le digo que no me importan los spoilers, en realidad yo los amo.
—¿Por qué te casas con mi hermana?
Él se pone serio y se cruza de brazos.
—Eso no lo voy a responder.
Si él estuviera enamorado de ella me lo hubiera dicho, pero en su lugar prefiere evadir la pregunta.
—No te entiendo. —le digo—No entiendo a las personas que se casan sin amor.
Suspiro y camino hasta mi ventana, arrancó una margarita del macetero y camino hasta él. Le doy la margarita y él la mira sin entender nada.
—Las margaritas significan un amor leal y también un nuevo comienzo, espero que algún día puedas conseguir eso.
Él toma la margarita y la acaricia suavemente con sus dedos.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunto.
Él me mira de una manera muy similar a como me miró en el club anoche.
—Quería verte.
—¿Por qué?
Él se acerca hasta mí, no me toca, pero siento un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.
—Yo también quisiera una respuesta a esa pregunta, Emma, pero no la tengo. Te quería ver, quería ver tus ojos, tu sonrisa traviesa, los hoyuelos en tus mejillas.
No puedo evitar sonreír y señalar el óyelo de mi mejilla derecha algo que hace sonreír a Ian.
—No me quiero casar—me confiesa él.
Ian da un paso hacia a mí.
—¿Y qué vas hacer? —le pregunto.
Le sostengo la mirada mientras doy un paso hacia él.
—Huir ¿Huirías conmigo?
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