Fin del Juego
Esta ahí de pie con la mano en el cerrojo y con la otra sostiene la pistola. Mueve la pistola de derecha a izquierda mientas se ríe. Ian aún sostiene mi mano, no lo imaginé, él en realidad está apretando mi mano. ¿Por qué ahora? Justo ahora que el loco de su padre decidió matarnos.
—Vamos —me dice De Luca—, iremos a dar un paseo.
No me muevo, no puedo. Él acaricia la pistola con su mano mientras me sostiene la mirada. Pero yo no me muevo, no quiero dejar a Ian solo.
—No lo diré de nuevo.
Despacio miro a Ian mientras suelto su mano, veo en los ojos de, De Luca que no está bromeando, si no voy con él quizás le dispare a Ian y después a mí.
Me paro y De Luca me sonríe mientras me hace una seña para que me acerque a él. Me rodea con una mano la cintura y abre la puerta. Estoy a punto de gritar y él parece darse cuenta de mis intenciones porque murmura en mi oído.
—¿Crees que no me atrevería a matar a esas enfermeras?
Sé que lo haría. Siento como el frío hierro de la pistola choca contra mi espalda mientras me dice que camine. Caminamos hasta la salida trasera, un auto negro con los vidrios polarizados nos está esperando. Un hombre muy alto y robusto abre la puerta y De Luca me empuja dentro del auto.
—¿A dónde vamos? —pregunto.
Pero él no responde.
El auto avanza a gran velocidad por la carretera, no reconozco el camino, no sé a dónde vamos. Veo de reojo a De Luca que sostiene un vaso con algún licor fuerte. Es un hombre peligroso, basta con verlo unos segundos para saberlo, basta con estar cerca de él para sentirlo. No sé a qué está jugando o que pretende al prácticamente secuestrarme.
Quizás me va a matar, eso es lo más probable. Jamás imaginé que llegaría a morir a manos de un mafioso italiano, ni en mis peores sueños imaginé algo como esto. Entonces recuerdo aquello que me contó Ian sobre él, las cosas que le hizo a la madre de ellos y siento miedo de aquello que me pueda hacer a mí.
—Tienes miedo —me dice mientras termina de beber aquel licor—, es normal, yo también tendría miedo si fuera tú.
No me mira, mantiene su vista fija en el camino, parece estar pensando en algo muy importante.
—¿Tú provocaste el accidente?
Él sonríe ligeramente.
—Sí, iba a matar tres pájaros de un tiro, pero maté solo uno, es una lástima. Al parecer mi hijo se rehúsa a morir, respeto eso. A Sophie no podría respetar más de lo que ya lo hago.
El auto se detiene frente a una casa de campo, es grande y muy bonita. Pero no veo ningún camino o alguna otra casa cerca, solo veo árboles y más árboles.
—¿Por qué mataste a Eleanor? —pregunto mientras bajo del auto.
De Luca se ríe.
—Haces demasiadas preguntas, muy diferente a Sophie. Ella no preguntaba nada, ya lo sabe todo. Maté a Eleanor porque estaba esperando un hijo mío y ya no me servía así, solo me servía mientras Ian creía que el hijo era de él, pero como él supo la verdad tuve que matarla.
Empieza a caminar hasta la casa seguido por su guardaespaldas. Yo medito la posibilidad que tengo de huir corriendo de aquí y son nulas. Uno de los guardaespaldas me empuja para que entre en la casa. Cuando entro, un aroma dulzón y hogareño me recibe, es extraño esperaba un oler diferente, incluso un ambiente diferente.
—Sorprendida —me dice De Luca—. No es mía, era de la madre de Ian, una de las pocas propiedades con las que me pude quedar, una verdadera mierda.
Uno de los guardaespaldas me sujeta de las muñecas con fuerza y me coloca unas esposas.
—Para no correr riesgos —me dice De Luca.
Las esposas me aruñan la piel y siento como la piñizca ligeramente con cada mínimo movimiento que hago.
—¿Por qué estoy aquí? —pregunto.
Él me jala con fuerza del brazo y me lleva hasta la sala, me lanza contra uno de los muebles y se sirve otro vaso con licor.
—Odiaba a la madre de Ian, siempre llorando por cariño y atención, desesperada por amor. Tan patética y miserable, disfruté mucho verla morir, a veces cierro los ojos y revivo ese bello momento. Sólo tuve que pedir que lo haga y ella lo hizo con gusto, se cortó las muñecas con una sonrisa. Ella hacia cualquier cosa por complacerme. ¿Te das cuenta lo patética que era?
Es un monstruo, un verdadero loco. No entiendo como ese hombre puede ser el padre de Ian y Erick, no se parecen en nada, salvo en lo físico. No puedo imaginar la infancia que vivió Ian junto aquel hombre. Y tampoco puedo imaginar porque la madre de Ian jamás hizo nada por dejarlo, no creo que eso fuera amor, quizás obsesión. Yo jamás podría amar a un hombre así, jamás podría confundir lo que ellos tenían con amor. Si uno quiere a alguien jamás lo lastimaría.
—Tu hermana era todo lo contrario, Sophie realmente me fascinaba. Le daba todo lo que pedía y nunca era suficiente para ella, eso me divertía. Le gustaba su espacio y odiaba recibir órdenes, jamás hacia lo que yo quería. Yo la complacía en todo y un día simplemente se aburrió y se fue, sin explicación alguna, se fue de la misma forma que llegó a mi vida, de sorpresa. Jamás descubrí la razón por la que se acercó a mí aquella noche, a veces aún me pregunto la razón. Ella no hace nada solo porque sí. Después me enteré que estaba comprometida con Ian y quise matarla por elegirlo a él antes que a mí. Esa es la razón por la que quería que muriera en ese accidente. Pero al no morir ellos otra idea me vino a la mente.
De Luca me mira y empieza a caminar hasta mí de manera felina, es un depredador a punto de lanzarse hacia su presa y yo soy aquel pobre cervatillo que va matar.
—Pensé que no debía matarlos a ellos —se sienta junto a mí y toma mi rostro entre sus manos y me obliga a mirarlo. Aprieta mis mejillas con fuerza mientras me sonríe —. Debería matarte a ti. Eres aquello que ellos aman, mato dos pájaros de un solo tiro.
Suelta mis mejillas y con su dedo toca mi cabeza y me empuja hasta el respaldo del sofá.
—Bien, que esperas para matarme.
Se acomoda en el sofá y se cruza de piernas mientras me observa.
—No, Emma, todo a su tiempo. ¿Crees que te mataría sin antes divertirme contigo un momento? No, sería un desperdicio.
Se para y me jala del brazo, me lleva hasta las escaleras y jala con fuerza de mi brazo cuando me rehúso a subir las escaleras. Me arrastra por un pequeño pasillo hasta la habitación al final, la puerta está entre abierta y él la empuja con fuerza. Enciende la luz y veo una enorme cama blanca. Me tira a la cama.
—Bastardo, aléjate de mí —le grito cuando veo que se acerca.
Se quita el cinturón y me sonríe mientras lo golpea contra su mano.
—Creo que antes debería enseñarte modales.
Él me sujeta de las piernas y me hace girar. Se sienta en la cama y con una de sus rodillas presiona mi espalda contra la cama. Me duele, él mueve su rodilla y chillo del dolor. Antes que pueda decir algo, él golpea con fuerza mi espalda con la evilla del cinturón. Golpea mi trasero y mis piernas, grito y me remuevo para que me suelte, pero no se detiene, disfruta con mi dolor. Después de varios golpes tira el cinturón en alguna parte de la habitación y me gira con fuerza, pasa una mano por mi mejilla antes de golpearme.
—No vuelvas a llamarme bastardo, Emma, no me gusta.
Me vuelve a golpear la mejilla está vez con más fuerza. Me jala en la cama y se acomoda encima de mí, grito y me remuevo, pero él no se aleja. Sus manos empiezan a recorrer todo mi cuerpo y siento asco, me muevo con fuerza y De Luca me vuelve a golpear mientras me besa y muerde mi labio inferior hasta hacerlo sangrar, con una mano empieza a masajear mi pecho y con la otra me mantiene quieta contra la cama, sus labios recorren mi cuello y muerde con fuerza hasta que yo grito.
Para mi suerte la puerta se abre. Un hombre entra y le dice que tienen una emergencia. Salen de la habitación y escucho a De Luca maldecir. Cuando vuelve a entrar en la habitación está furioso y empieza a lanzar cosas por todas partes.
—Cambio de planes —me dice.
Me toma del brazo y me lleva escaleras abajo, caminamos por la sala hasta llegar a una pequeña puerta que lleva al sótano. Él me obliga a bajar y me tira al suelo sucio con fuerza.
—Me tengo que ir, tú te quedarás aquí, morirás lentamente y quizás en unos meses regrese para llevarle tus restos a Ian y Sophie.
Estoy a punto de pararme cuando él saca su pistola y se acerca a mí. Golpea mis piernas con fuerza y pisa mis manos, mientras me susurra que es sólo para que no me mueva por un tiempo.
—Nadie te va a encontrar aquí porque nadie sabe que existe este lugar. Pierde las esperanzas, Emma. Nadie te va a rescatar.
Empieza a caminar hasta la puerta.
—Espero y tengas una dulce muerte, quizás nos veamos en el infierno.
Cierra la puerta y todo se vuelve oscuro a mi alrededor.
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