Capítulo 9
Lo importante no es dónde estás sino con quién estás. Es inexplicable como las lágrimas se pueden convertir en sonrisas y las penas en alegrías, es algo que solo es posible cuando estás con las personas correctas....
—¡Sorpresa! —vociferó Ambar mientras retiraba las palmas de sus manos del rostro de Andrew.
Él se quedó en silencio por unos segundos viendo el lugar para luego fijar sus ojos en ella, su amplia sonrisa y el brillo en sus ojos...
—¿Bien?
—Te amo —añadió Andrew luego de besarla—, ¿en qué momento planeaste todo esto?
—Indira y David me ayudaron literalmente con todo.
—Gracias.
—No es la única sorpresa.
—¿A no? —cuestionó el inglés elevando sus cejas.
—Primero vamos a cenar y disfrutar de la vista, ¿te parece?
Una mesa para dos en la terraza de Dream's Coffee fue la sorpresa de Ambar para su prometido con un vista digna de un poeta, las luces nocturnas de los edificios, el cielo estrellado y una luna únicamente para ellos... La ambientación del área era muy íntima y agradable, aparte de la mesa tenían a su disposición una esquina de la terraza con las luces de pequeñas velas con diferentes alturas y un espacioso asiento reclinable blanco sobre el cual había mantas con estampados vintage en tonos naranja y amarillos.
Nota personal:
Un vestido sin tirantes no es el mejor atuendo si estarás por la noche en una terraza no techada.
—¿Tienes frío?
—Un poco
—Define un poco... Casi estás templando. —Andrew llevó su silla hasta Ambar para luego colocar su chaqueta sobre los hombros de ella—. ¿Mejor?
—Sí, no pensé que haría tanto frío.
—Nos podemos acurrucar para compartir el calor de nuestros cuerpos, no tienes que disculparte por algo así, lo agradezco —concluyó Andrew sonriéndole.
—Linda noche, ¿no?
Cambiar de tema fue su mejor escape.
—Pienso lo mismo... ¿Puedo?
—Puedo hacerlo so...
—Abre... —Al final Ambar se dejó alimentar con el pesado de Ceviche que Andrew cortó para ella—, ¿está rico?
—Mucho.
—Espera tienes... —Con su pulgar izquierdo él limpió un poco del labial corrido de Ambar—. Listo.
—Podías decirme, qué pena...
—Descuida, ese color luce bien en ti.
—Espera.
—¿Qué?
—Te mancharé con el labial... La cena.
—¿Crees que me importa? La comida puede esperar, mis labios no; tu labial no es un impedimento.
La velada se transformó en leves muestras de afecto mientras cenaban y contaban historias del pasado y futuro que la vida les proporcionó. Su relación, que surgió de una amistad, era plena y creció con ellos. Juntos construyeron su propio mundo de oportunidades superando todos los obstáculos porque confiaban plenamente en la capacidad del otro.
Amar y querer son cosas diferentes, pero son tan similares que es muy fácil pensar que la única diferencia entre esas emociones es la atracción física o que tan cerca se está de la otra persona, y Ambar se estaba acostumbrando a vivir en esa incertidumbre... Ella dejó que la necesidad de entregarle a Andrew el amor que le ofrecía se apoderara de su mente, aunque sabía que al final se convertiría en alguien con quien no podría sentir afinidad. Con el pasar de los años y la madurez que adquirió para ella no existía forma de vivir sintiendo a medias o amando a medias... Sencillamente intentaba salir a flote sin arruinar la relación que tenían, y sin que él pudiera percatarse de lo asustada que estaba.
—Es hermoso.
—Lo es.
—Amo estar aquí contigo.
—Yo igual.
—Gracias por quedarte, aceptarme y ser como eres conmigo.
—No tienes que agradecerme, yo, lo hago porque te quiero a mi lado, quiero que mantengamos esto siempre.
—Debo confesar que nunca pensé que mi vida cambiaría tanto luego de conocerte...
—Yo tampoco, pero igual agradezco ese cambio. Me salvaste, en ocasiones siento que de no ser por mi viaje a Londres no hubiera podido vivir con todo lo que pasaba en aquel entonces.
—Tuviste una oportunidad tan única como tú... —Ambar sonrió antes de apoyar su cabeza en el pecho de Andrew—. Antes creía mucho en el dicho: "nunca es tan oscuro que cuando va a amanecer", tú me has demostrado que no es así...
—¿Cómo?
—Sé que aunque no me lo dijeras directamente tuviste depresión... Antes de la muerte de Sara eras un amanecer, renacías cada día, y aunque no te conocía, lo sé.
—Andrew...
—De de manera que creo que muchas cosas eran oscuridad a tu alrededor: la violencia doméstica en la familia de Sebastián, la presión social de Construct sobre Lucas, la indecisión de Sara y Noah, la propuesta de tu beca a destiempo, tu padre ausente, y Felipe... Si no me equivoco todo siempre estaba oscuro, pero nada de ello te detuvo.
Ambar se desbordó en un casi insonoro llanto, en consecuencia Andrew la abrazó y besó la cien de ella haciendo a un lado los flecos de cabello que cubrían su rostro.
—Daría todo lo que tengo para hacerte verdaderamente feliz, pero no quiero que dejes de renacer con cada dificultad.
—Desde un principio lo has hecho, me sintió feliz contigo y eso compensa todo...
—Yo también te amo.
—¡Feliz cumpleaños!
—¿Qué...? —La sorpresa de Andrew fue mayor al ver a Lucas con Noah y Sebastián.
—¡Wow! Te esperaste, Ambar.
—Chicos, ¿qué hac...?
—Feliz cumpleaños.
—Gracias, Lucas.
—Vinimos para festejar.
—¿Qué? —preguntó Ambar mirando a Lucas.
—Son veintiocho debemos celebrar.
—No es necesari...
—Claro que lo es.
—Iremos al mejor club-bar de la ciudad.
—Parada 77.
—Sebastián.
—Reservamos un área.
—Liberáremos mucho estrés —comentó sarcásticamente Noah a lo que Ambar lo miró alarmada.
—Está por la zona colonial, ¿qué dicen?
—No es tan lejos, estuvimos ahí hace unas horas.
—¿Enserio? —preguntó Lucas devolviéndole el mismo tipo de miraba que Ambar tenía sobre él.
—No se diga más, tenemos la camioneta.
—En marcha.
Ambar sujetó el brazo derecho de Noah deteniéndolo entre tanto Lucas y Andrew subían al vehículo.
—¿Qué crees que haces?
—Lo que hace tiempo debieron hacer, ¿por qué no te detienes? ¿No ves cómo está Lucas?
—Esto no tiene que ver con ustedes.
—Somos amigos, crecimos, pasaron muchas cosas en medio, pero somos los mismos, ¿por qué eres la única que no lo ve?
—Las cosas no son así.
—Los vi cuando se besaron en la fiesta, no pensé que podrías ser tan hipócrita, te desconozco, Ambar.
—Yo... —Un suspiro por parte ella ahogó sus palabras y gran parte de sus pensamientos—. ¿Qué esperan que haga?
—Lo correcto, lo que sabes que tienes que hacer pero, no haces, ¿por qué?
—Déjala, Noah. Somos sus amigos, aceptamos esto y los apoyáremos en lo que sea que decidan hacer, pero aclaren las cosas.
Inmediatamente ellos llegaron a parada 77 empezó la bebida... Ron, confusiones, vino tinto, música, whisky, coqueteos, coñac, baile; no era la mejor combinación con Ambar siguiendo la corriente. Ella bebió lo mismo que sus amigos y Andrew tomaron, no era su estilo, pero tener a Lucas y Andrew en frente sacó lo peor de ella... El medio al que estaban expuestos y la angustia de Ambar colapsaron en su interior ocasionando que el licor se le subiera a la cabeza. Andrew se encontraba muy animado en comparación con Noah y Sebastián, en reparo Lucas se embriagó en menor medida que Ambar.
—¿Quieres bailar? —inquirió una chica, de al parecer veinticuatro años pelinegra y bien formada, que se unió a un brindis de Sebastián coquetamente—, eres el líder de Crew, ¿no?
—Sí.
—Me darías un autógrafo, por favor.
—Claro, ¿dónde lo...?
—Aquí. —La pelinegra le extendió su brazo derecho.
—¡Oh! —exclamaron a un mismo tiempo Andrew, Lucas y Noah, entre tanto Ambar no paraba de reír.
—Te espero en la pista, guapo. —La mujer se retiró contorneando sus caderas de lado a lado con un vestido negro ajustado con un largo por encima de sus rodillas, ella dominaba perfectamente el camino con sus tacones amarillos.
—¡Auch! Amigo ve por ella, está guapísima.
—Noah, tiene toda la razón, ¡ve por ella galán! —balbuceó Ambar.
A carcajadas Sebastián fue tras la mujer perdiéndose entre la multitud. El ambiente era agradable y tan enérgico como relajante.
—Baila con-mi... go, Noah.
—¿Qué?
—Bai... le-mos.
—Mucho licor por hoy —argumentó Noah quitándole a Ambar el vaso de whisky.
—¡Ash! Devué-lve... melo, aguafiestas... Actu-as cómo si no tomaras de más.
—Ambar...
—Es la ver-dad... —Ella se levantó de su asiento con total descuido—. Bebes como alco-hólico. —Mantenerse en pie fue una travesía con sus tacones negros.
—Ambar... —Lucas trató de detenerla, pero no hubo caso.
—Te... acuestas con sabrá Dios qui-én; para olvidarla.
—Detente.
—Crees saberlo todo... pero solo estás ro-to.
—No sigas, Ambar.
—¿Cómo? ¿Cómo es-s que lo sabes? ¡Ah! Si no ti-tienes amor propio.
—Amor —Andrew se puso en frente de su prometida para detenerla y no permitir que se acercara más a Noah.
—No sabes-bes nada... Y estamos a la par, ¿no?
Ambar le sonrió a Noah de una forma descabellada, no estaba en sus cuatro sentidos. Ella continúo riendo incluso cuando se desplomó al lado de a quien iban dirigidas sus palabras.
—Intento ol-lvidar... —continuó ella—, como tú, pero... no soy tan fuerte. —Ambar movió su cuerpo tambaleo hacia un lado a punto de caer sobre una silla, pero Lucas impidió la caída sosteniéndola.
—Sigues siendo mala copa...
—Por favor, tranquilízate, amor... Iré por agua para ella, vuelvo en un momento.
—¿Qué haces?
—Lo... —El hipo se apoderó de Ambar haciéndole imposible sostener su habla—. Siento.
—Nunca pensé volverte a ver así.
—Lo-lo lamento, Noah... —Él le devolvió una comprensiva mirada.
—Gracias, necesitaba que alguien me lo dijera de frente... Me voy.
—Amigo, no tienes.
—No hago nada aquí, me iré antes de que me emborrache.
Tal vez ese sería el primer paso para el olvido, Noah aún no lo sabía.
—Lo si-sient... —Él se liberó del agarre de Ambar de un estirón.
—Déjenme solo un rato.
—La camioneta...
—Es de Crew, Sebastián tiene las llaves.
—Soy un-na imbécil —dijo Ambar resignada viendo partir a Noah con un nudo en su garganta—, Dios mío.
—Todos lo llegamos a ser. Me atrevería a decir que de no ser por ello el mundo no sería mundo.
—Lucas... ¿dónde estoy?
—Desearía que en un mejor lugar que en este bar emborrachándote... Esta no eres tú, y lo sabes.
—No sé si-si tú me gus...
—Lo sé.
Lo único que Ambar logró hacer con la botella de agua que Andrew le ofreció fue que el contenido de esa le cayera encima.
—Estúpida botella. —No todos los días había una Ambar ebria en la ciudad—. No es gra-cioso.
—Claro que lo es.
Andrew ayudó a su prometida a sentarse en un pequeño sofá, Lucas y él temían que ella saliera corriendo en su estado, tampoco es que no lo habían considerado. Ambar se sacudió el cabello y dijo uno que otro disparate antes de que el sueño, después de una hora, la golpeara tan fuerte que no pudo más.
Sebastián continuó bailando con aquella chica acaparando todas las miradas, y es que lucían como una obra de arte... Las personas en el bar no tardaron mucho en darse cuenta de quién era el chico de pulcros movimientos, no estaban en un club privado así que era inevitable impedir los flashes de algunos celulares.
La noche todavía más para quienes dormían desde mucho antes como Ambar. Sin embargo, su "pleno" sueño no podía ser eterno, y ver la silueta de Lucas a su lado le provocó una leve sonrisa, al menos no estaba sola en tan deplorable estado.
—¿Quieres seguir durmiendo?
—Es... toy al-algo ma-reada.
—¿Sigues ebria?
—No... No.
—Lo estás.
—¿Co-có-mo lo sabes?
—Es muy obvio. Vamos, te llevaré a...
—¿Y An-drew?
—Está afuera con Sebastián.
—Dios, mi cabeza... ¿Qué hi-ce?
—Le llaman resaca, y bueno, respecto a lo que hiciste... Le restregaste la verdad en su cara a Noah, se fue hace unas horas.
—Santo.
—No fue nada fuera de lugar, así que no tienes por qué preocuparte.
Que estuviera ebria no significaba que no supiera que estaba de pie solo porque Lucas la sostenía. Ambar prefirió seguir a escondidas de algún reproche para sí misma dando gracias al alcohol que le hizo olvidar sus males por cinco horas.
—Creo que deberíamos irnos... ¿Sigue ebria?
—¡Q-qué no lo...!
—Lo está.
—Vamos al auto. —Ambar esquivó a su prometido.
—No qui-ero irme.
—No tomarás más —añadió Sebastián.
—Sí... Lo haré. —Ambar intentó caminar de vuelta al bar, pero Lucas la detuvo—. Suéltame.
—No más alcohol para ti. —Los inconsistentes momentos que hizo Ambar nunca le permitirían liberarse.
—Tienes que tranquili...
—Cállate, Andrew —balbuceó ella.
—El licor cambia a las personas.
—Ni lo digas.
—Amor, tienes que dormir.
—No quiero...
—Si quieres es solo que aún no lo aceptas, te lo pido.
—¡Qué no!
—No me dejas de otra.
—¡Yo quie...! —Andrew la cargó como a un saco de papas hacia la camioneta dejándola en el asiento del copiloto con el cinturón de seguridad—. Ton-to...
—Me amas.
—Y así se detiene a una novia ebria —bromeó Sebastián, él miro a Lucas, pero este no dijo ni una palabra. Se dirigieron primero al departamento que Andrew y Ambar compartían aunque ella seguía renegada a entrar.
—Quiero seguir de paseo.
—Ambar...
—No.
—Lo último que quiero es luchar contigo.
—Déja-me.
—¿Quieres seguir de paseo? —preguntó Lucas desde atrás.
—Sí-sí.
—Vamos al rompeolas.
—No creo que sea buena idea en su estado —sugirió Sebastián.
—S-sí quiero ir.
—Pero...
—Quiero ir Andrew, anda no se-as así.
—Cuídenla, debo hacer unas llamadas al hospital para ver cómo siguen mis pacientes.
—Gra-gracias.
—No puedo hacer nada al respecto... No dejen que se tire al mar.
—No lo haremos.
Durante el trayecto al malecón, el rompeolas, Ambar no prestó atención a la situación en la que estaba y en la que ponía a Lucas. Sebastián les dio una mirada de duda cuando lo miro por el retrovisor. ¿Qué estaban haciendo? La verdad es que Sebastián no los entendía y en cuanto estacionó la camioneta Ambar bajó disparada hacía unos de los bancos del puerto más cercano a ellos.
—¿Qué haces?
—No la dejaré ir.
—¡Lucas!
—Ambar... detente... por favor, para... ¡Deja de huir por un momento!
—¿Por- or qué viniste? ¡Ah! ¿Por qué tenías que apare-certe?
—¿Estabas con él? —Ambar se quedó en silencio—. Respóndeme, ¿por qué? Maldición, porque si sabes...
—Por qué me casaré con él, por eso. No tengo que darte explica-ciones de mi vida.
—Es imposible hablar contigo ebria.
—¡Pues no lo hagas!
—¿Bebiste así por mí?
—¡Qué te importa! Déjame... en paz. —Ambar se dio la vuelta para seguir caminando, sus pasos eran tan torpes como si en cualquier momento fuera a caer, hasta que sucedió, quedó sobre el pavimento con un raspón en su rodilla derecha—. Malditos tacones.
—¿Estás bien? ¿Te duele mucho?
—No-no te acerques...
—Déjame ayudarte.
—No.
—No seas molesta y déjate... Estás sangrando, debemos curarla.
—No qui...
—No me importa que no quieras, no te dejaré. —Lucas cargó a su amiga dejándola sin palabras—. Iremos a mi departamento.
—No quie-ro ir a ningún lado... contigo.
—Quieres quedarte aquí sangrando toda la noche, dime, ¿eso quieres...? Bien.
Ambar escondió su rostro en el pecho de Lucas sintiendo a su corazón latir fuertemente como si quisiera salir del cuerpo de él. Lucas nunca consideró que amar podía doler así de bien; a pesar de lo estaba viviendo y la posición de Ambar en ello. Sebastián no quiso hacer preguntas cuando los vio volver a la camioneta, que Lucas le podiera que los dejara en el departamento del último ocasionó que sus dudas recobraron vida.
—Lucas...
—¿Sí?
—Suerte.
—Gracias, amigo.
—No se lastimen más de lo que ya están.
—No lo haré.
—Eso espero...
A su entrada en el departamento Lucas dejó a Ambar recargada en el espacioso sofá baise de la sala.
—Vuelvo enseguida. —Mientras ella lo observó partir su mente quedó en blanco.
Le dolía el alma. Ambar aceptaba que Lucas era todo lo que necesitaba, solo Sara pudo comprenderla tal cual él lo hacía, sin embargo, ¿por qué ahora? ¿Por qué sentía su corazón oprimido cada vez que hablaban? Si semanas antes todo era normal... Por un lado estaba la incertidumbre de que hacía lo correcto: se casaría con un buen hombre, pero se sentía dividida como si su vida pendiera de un hilo con tenerlo cerca. Los viejos hábitos son difíciles de romper mas ellos quebraron su tierna amistad de años por un rose de labios.
El sonido de los pasos de Lucas contra las losetas anunció su vuelta, él trajó consigo un pequeño botiquín.
—Te ayudará a sanar más rápido, no te lastimare... ¿Podríamos solo por este momento ser los buenos amigos que éramos? Yo... Te extraño mucho.
Ni una palabra salió de Ambar.
—Te dolerá... solo un poco. —Ella respiró profundamente al sentir el contacto del algodón humedecido con alcohol isopropilico.
—Duele...
—Falta poco... Respira.
Así lo hizo ella por los próximos veinte segundos hasta que la herida estaba limpia. Lucas colocó un poco de gasa sobre la herida y algo de cinta para sostenerla. Ambar lo observó apenada, el chico que fue su amigo y apoyo, su otro yo del sexo opuesto desde la pre-adolescencia, hoy era el hombre que la hacía sentir tantas cosas que estaban mal y que no podía aceptar...
—¿Desde cuándo tienes todo esto?
—Desde que me mude, es mejor prevenir que lamentar... Listo.
—Gracias.
Tal vez ellos estaban mejor perdidos en sí mismo, olvidando todo lo que eran y convirtiéndose en todo lo que querían ser... Ninguno esperaría para siempre, era ahora o nunca correr hacia el más allá siguiendo al corazón soñador que se les escapaba.
—Somos amigos...
—Es difícil serlo cuando tú eres todo lo que quiero, pero no tengo. Puedo sentir cómo te deslizas lejos de mí.
—¿Ya no somos amigos?
—Hace mucho que dejamos de serlo... Él lo notó, vio en ti lo que yo veo ahora.
—Lo siento.
—Yo igual.
Solo ellos, que no dejaron ir su afecto, mirarían con desdén el remolino de emociones que el beso de Lucas ocasionó en un segundo porque ese sentimiento no podía ser correspondido de tal manera. Una vida que no sabían que vendría y llegó volviéndose su horizonte como una frontera donde el futuro los dejaba atrás.
—Sabes a alcohol.
—Lo lamen...
—Te disculpas demasiado.
—Lo sie... Lo sé.
—Me encantaría no mirar atrás, y estar aquí juntos para quedarnos.
—¿Quieres continuar...? ¿Por qué?
—Me gustas, y siento que podemos estar bien juntos. ¿Qué hay de malo en ello? Lo que presiento que existe entre nosotros es correspondido de parte de ambos, lo sé.
—Crees que es amor...
—Sí, quiero que olvides lo que era para ti y que seamos lo que queremos.
—Andr...
—Dame una oportunidad.
—¿Qué pasará después? ¿Qué haremos con lo que creemos?
—No daré ningún paso sin ti, ¿harás lo mismo que yo?
—No puedo...
—Olvídate de la vida que Andrew te ofreció. Eres un sueño, Ambar, construyamos nuestro propio cliché aquí, juntos.
—¿Y al final?
—Te prometo que estaremos bien.
—Eso no lo sabes.
—Déjame intentar pasar más tiempo contigo. Sé que me quieres.
—Yo... —Ambar presintió que lamentaría lo que pensaba, quizás porque así sería, pero de algún modo estaba siendo sincera consigo misma—. También te quiero, y agradezco al universo que te pusiera en mi camino, eres mi ángel guardián.
—Tú igual lo eres para mí, Ambar.
—Lo haré.
Esas pocas palabras cambiaron totalmente la expresión de Lucas, se podía ver un leve brillo en sus ojos que conmovió a Ambar, pero aquel reencuentro de almas podía ser el principio del fin o la liberación de grandes y verdaderos sentimientos.
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