Capítulo 5
Una llovizna a mediados de diciembre se llevó las ideas que tenía Ambar de salir del departamento. Contemplar la ciudad capital desde la gran ventana del balcón fue su recreación. Lo que sucedió con Lucas seguía rebotando en su mente, consideró que fue demasiado. Cinco días sin verse no fueron suficiente para tranquilizarla, pero creyó que lo mejor era mantener la distancia así no habría mal entendidos. Sin embargo, lo extrañaba, volvió a su país natal para pasar tiempo con su madre y amigos, y eso era lo que menos hacía... Tal vez no era cuestión de tiempo para que las cosas se acomodaran porque ella no avanzaba, estaba en el mismo lugar con las mismas dudas y sin poder hablar.
—Te vales de que estaba durmiendo y no me invitas a este bello espectáculo. Qué mala eres, Ambar.
—Perdón, te veías cansado por eso te deje descansar.
—Para asuntos tan sublimes jamás estoy cansado... Este país es hermoso —confesó Andrew rodeando la cintura de Ambar con sus manos mientras dejaba su cabeza en el hueco del cuello de ella.
—¿Eso crees?
—La verdad es que extrañaba que viajáramos juntos. Me siento a gusto aquí.
El prometido de Ambar no sabía de lo que ocurrió entre ella y Lucas, por su propia voluntad jamás lo sabría porque ella misma no era capaz de describir lo sucedido.
—¿Todo bien, amor?
—¿Eh?
—Está muy callada, ¿pasa algo malo?
—Descuida —respondió ella sonriéndole a la ventana con el reflejo de ambos marcado en esa—, estoy bien. —Andrew se movió un poco quedando cara a cara con Ambar.
—Te amo.
El color café claro de las mejillas de Ambar se enrojeció provocando que se quedara inmóvil. Era la primera vez que Andrew le hablaba de manera tan dulce y comprometedora. Porque "Te amo" va más allá que pronunciarlo, hay que demostrarlo, vivirlo y hacer que la otra persona se sienta parte de ello.
—Andrew...
—No creas que no soy consciente de lo que te dije.
—Lo sé.
—Papá y mamá están ansiosos por la boda, quieren que sea en Londres, yo igual, pero quiero lo que tú quieras.
—No lo sé, es muy pronto para decidir eso, ¿no crees?
—¿Eso piensas?
—Es muy pronto, Andrew. Aún somos jóvenes.
—Te he dado tu espacio, pero aún no respondes mi pregunta.
—Yo solo...
—¿Tú solo qué?
—Necesito un poco más de tiempo.
—Has tenido una semana lejos de mí para pensarlo... Llevamos cuatro años conociéndonos, ¿eso no es suficiente?
¿No lo era? Claro que no eran desconocidos, pero...
—No es eso... Es solo que, no me siento lista. —Los ojos claros de Andrew expresaban todo menos que entendía lo que pasaba con Ambar—. No sé qué esperar, sabes que yo...
—Te amo, eso nunca cambiará. Lo intento, créeme que trato de entender y aceptar que pienses que el matrimonio no es lo tuyo, que es demasiado para ti, pero nada ni nadie me harán cambiar de opinión, solo tú puedes decidir.
—Yo igual te quiero a mi lado.
Ambar no meditó lo suficiente para darse cuenta de en qué momento el beso tierno que tenían subió de nivel. Andrew se aferró al cuerpo de ella con un fuerte abrazo. De vez en cuando Ambar abría sus ojos para despertar del trance en que estaban sumergidos, extrañaba los profundos besos de su prometido y cómo estremecía su ser con al mínimo contacto. Él la fue llevando entre besos al dormitorio. Ambar no replicó para detenerlo, tan solo se dejaba embriagar por sus labios.
La única vía de expresar amor es posible si la otra persona permite un acercamiento y eso estaba haciendo ella, estaba dejando que Andrew los uniera, que tapara sus dudas con un sentimiento más grande. La pareja se apoyó en la cama cuando tocaron el borde de la misma, sus besos continuaron hasta que se separaron por falta de aire.
—Te quiero conmigo.
—Andrew...
—Déjame estar. —Él la miro fijamente, esos ojos rogaban por más, más de eso que sentía y hacerlo realidad—. Sé que para ti tampoco ha sido fácil, estar en el mismo lugar sin siquiera cruzar miradas... Te necesito, Ambar, te necesito ahora.
—Perdón, necesitas a alguien que te dé todo el amor que mereces.
—No me apartes de tu lado, te lo ruego. Yo nunca podría reemplazarte, nadie podrá hacerme sentir como tú lo haces.
—También te necesito —confesó Ambar acariciando las mejillas de Andrew—, por eso no quiero herirte, has sido muy amable conmigo.
—Siempre lo seré porque te amo demasiado, quiero que sientas y entiendas eso.
—Ya lo hiciste. —Ambar le brindó una gran sonrisa—. También te amo.
Los diálogos desaparecieron al tiempo que sus besos se intensificaron. Andrew sujetó la cintura de Ambar ayudándola a que subieran un poco más del borde de la cama. Se dejaron llevar por lo que sentían libremente, no eran niños, sabían lo que estaba por suceder y lo aceptaban con los brazos abiertos. Fueron desvistiéndose mutuamente entre sus besos hasta quedar en ropa interior.
—¿Estás lista?
—Necesitamos esto. —Andrew le sonríe luego de buscar en su billetera un condón.
—¿Cómo es que tenías todo listo?
—Estaría en un departamento solo con mi prometida, sabía que podríamos llegar a esto... Debo admitir que también quería que pasara. Tendremos hijos, pero ahora nos tendremos el uno al otro.
La mente de Ambar se volcó con miles de situaciones y emociones, nunca pensó verse así, pero estaba sucediendo, se estaba entregando totalmente a ese inglés de ojos cafés claro que la hizo caer enamorada. El rose de su cuerpo con el de ella la hacía estremecer en sobremanera. Ambar bajó sus manos hacia el abdomen de su prometido intentando de alguna manera liberarse, Andrew no lo entendió así, y por ello entrelazó su mano izquierda con la derecha de ella. Ambar se limitó a sonreírle porque dentro sentía una tormenta de emociones.
No hicieron falta palabras, los gestos hablaron por sí mismos. Cada beso, mirada y toque destruyeron la lejanía entre sus cuerpos. En esa libertad era difícil no dudar aunque ellos hicieron todo lo posible para que la duda se esfumara. Las cuatros palabras: Tú eras mi primer... rondaron por la cabeza de ambos y eran su mayor preocupación todavía en el acto.
La piel de cada uno expuesta transformó la ternura en deseo de cuerpo y alma. La tarde fue larga junto con la noche. Ambar durmió descuidadamente sobre el pecho de Andrew. Estaban solo ellos dos en la recámara, y se sentía como si fueran los únicos en el mundo en ese frágil momento, por una razón que él no quería escuchar.
A la mañana siguiente Ambar permaneció dormida hasta altas horas de la madrugada mientras que Andrew la observaba tapada con la sabana que compartían. Él juró que el tiempo no siguió porque se detuvo con ellos.
—Buen día... Bella durmiente... ¿Tienes hambre? —Ambar le asintió sin abrir sus ojos—. ¿Quieres que desayunemos aquí o en otro lugar?
—No lo sé, ¿qué quieres comer?
—Tengo deseo de comerte a ti. —La propia risa de Ambar le acompañó mientras se incorporaba en el espaldar de la cama.
—¿Cambiaremos roles ahora?
—Solo si así lo desea, señora Davies... Ayer fue el mejor día de mi vida. —Ambar se ruborizó cuando él le sonrió de lado.
—Igual para mí. —Su conversación se detuvo por un beso cargado de vehemencia.
—Ambar...
—¿Sí?
—Para mí también fue la primera vez.
Los ojos de ella se ensancharon, era obvio fue su primera vez, pero la de él también. Andrew bajó su mirada por unos segundos, Ambar lo obligó a que la viera a los ojos llevando sus manos al rostro de él, lo besó nuevamente sin brisa dejándose ser con Andrew para luego decirle:
—Gracias, gracias por esperarme.
—Igual tú a mí.
—Te amo, Andrew... Perdón por... Yo enserio te quie...
—Lo sé, solo quédate conmigo hasta siempre, aún si las cosas se descontrolan, todavía si no hay nada que hacer quiero que me mantengas entre tus brazos como estamos ahora.
—Gracias... —Andrew le sonrió, aunque no comprendió porque su prometida le agradecía—. Te lo prometo.
—Yo también.
—¿Te parece si vamos a Dream's Coffee?
—Claro, me encantaría ver el famoso restaurante del que tanto hablan.
Veinte minutos bastaron para que estuvieran camino al restaurante luego de un rápido aseo.
—No tenías que conducir, yo podía hacerlo —replicó Andrew desde el asiento del copiloto.
—Y perdernos porque no sabes dónde es, no lo creo.
—No entiendo cómo conduces así.
—¿Cómo?
—El volante, está del otro lado. —Ella rió a carcajadas—. Es la verdad.
—Lo sé, es normal en América, amor. Estamos del otro lado del mundo; muchas cosas son diferentes.
—Me perdí cuando me llamaste amor... Amor.
—Amor —vociferó Ambar con tono poético—, ya casi llegamos.
Entre ellos hablaban dos idiomas: castellano e inglés, tenían esa ventaja como pareja, Ambar practicaba su inglés con él y de igual modo Andrew con ella su castellano. Era cómico escuchar sus conversaciones con la unión de ambos idiomas, era un trabajo de equipo y estaban juntos en ello que era lo más importante.
A su llegada tomaron asiento en una mesa para dos cerca de la ventana principal. Andrew observó perplejo todo a su alrededor, el restaurante le pareció hermoso con su estilo un poco rustico por las paredes de ladrillos y a la vez cálido con las mesas blancas y asientos en buen estado. Dream's Coffee le recordó a las cafeterías que frecuentaba en Inglaterra, le alegraba ver parte de ese estilo en República Dominicana con delicados adornos navideños color plata. Todo ese estilo le reconfortó el alma por ellos como personas no eran tan diferentes, pero su amor era único para Andrew. Él dejo la pequeña inspección del local que llevaba en pie cuando Ambar le propuso ir a conocer a los padres de Noah.
—Un gusto conocerte al fin. Ambar nos habló mucho sobre ti. Eres muy apuesto y alto. Hacen una hermosa pareja.
—Gracias, señora.
—Ella le da vida a los mejores postres de la ciudad.
—Qué va, son preparados con mucho amor.
—Eso le da el toque —añadió Ambar guiñándole su ojo izquierdo a Indira—, modestia aparte, realmente son los mejores.
—Gracias, pequeña.
—Ella es como mi tía.
—Somos una familia.
—Es hermosa esa unión que tienen.
—Hablas muy bien español.
—Gracias, tengo una excelente maestra —aclaró Andrew refiriéndose a su prometida.
—Le diré a David que están aquí, les prepararemos un delicioso desayuno.
Andrew fue recibido formalmente en el restaurante con un exquisito desayuno al estilo inglés, un full English breakfast tradicional: pan tostado con huevos y champiñones, salchichas y tomates fritos acompañado con un té de limón. Él se empecinó en compartir su plato con Ambar aunque ella reprochó estar demasiado llena con una ensalada César.
—Este lugar está repleto.
—Siempre es así, es muy frecuentado.
—Noah debe estar orgulloso de sus padres.
—Ellos igual lo están de él. Es un buen profesional.
—¿Él era novio de Sara?
—Sí...
—Perdón, no debí...
—Descuida.
—Sé que la querías mucho. Estoy seguro de que ella igual a ti.
—Era mi mejor amiga.
—Enserio lo lamento, Ambar.
—No fue tu culpa.
—Tampoco de ustedes.
—Cambiemos de tema, ¿sí? No quiero arruinar tu desayuno con mis penas.
No era algo agradable para Ambar, para ninguno lo era. Ellos continuaron desayunaron en un silencio que no fue incómodo sino comprensible y agradable. Andrew le dio su espacio cómo fue desde un principio su relación, él la dejaba ir siempre que ella lo necesitaba; incluso si era lejos de él. En ese silencio Andrew sabía que Ambar le agradecía esa comprensión. Él entrelazó su mano derecha con la izquierda de ella acercándola a él para dejar un beso allí, le sonrió al ver las mejillas sonrojadas de Ambar y cómo sus pupilas se dilataron. Andrew sabía todo lo que provocaba en ella y le alegraba en sobremanera que lo que sentían era mutuo... Ese momento fue interrumpido en el instante que ella soltó apenada la mano de Andrew cuando vio a Noah entrar al restaurante con Sebastián. No esperaba verlos, y la expresión en su rostro lo decía todo.
—Buen día.
—¿Cómo te va, bailarín?
—¿Cómo crees? Solo con estas gafas y la gorra puedo salir.
—Es el precio de ser el líder del mejor grupo de baile.
—No le des alas, puede que llegue al techo.
—Esperamos no interrumpir.
—No lo hacen. Amor, ellos son...
—Noah y Sebastián, ¿verdad?
—Sí.
—Ambar habla mucho de ustedes, un gusto conocernos formalmente.
—Igual.
—Ella también nos habló sobre ti.
—Boda, ¿cierto?
—En eso estamos.
—No hay fecha todavía, pero me gustaría que sean nuestros padrinos y no acepto un no como respuesta.
—Pensé que nunca nos lo pedirías. Solo lamento que tendré que compartir tan importante puesto que este profesor bestia.
—Por supuesto que estaremos en primera fila.
—Ella tal vez no te lo dijo, pero nos ama en secreto.
—Sebastián...
—Es la verdad.
—Sabes que no puedes vivir sin nosotros.
—Per...
—Lo sabes no hay prórrogas.
La sopa de letras que se volvieron resultó muy cómica para Andrew.
—Me alegra saber que tienen tantas personas que los aprecian.
—Somos familia.
—Soy la mayor, ellos son los niños.
—Ni tanto. Somos mayores que tú, lo sabes.
—Regaña como si fuera mamá.
—Y Lucas como si fuera papá.
Noah observó a Ambar detenidamente, sus ojos delataban la complicidad. Los presentimientos de ella respecto a que Noah sabía lo que aconteció con Lucas parecían ser ciertos, pero no era momento para dar explicaciones porque él no las tendría, no las tenía ni siquiera para ella misma. Lo inconsciente es lo que no se quiere ver, no lo que no se puede ver; el afecto que Ambar siempre tuvo por Lucas, ¿era inconsciente o un tabú?
Noah y Sebastián, en consecuencia de la invitación que Andrew les hizo para que desayunaran con él y su prometida añadieron dos sillas más a la mesa. Platicaron fructíferamente de temas triviales. Ambar disimuló lo mejor que pudo su incomodidad. Andrew por su parte parecía muy a gusto con los chicos, él hacía un esfuerzo para ser cercano y agradable con los amigos y familiares de Ambar. Lo único que Andrew deseaba era encajar en el mundo de su prometida; era dichoso con el simple hecho de que estar allí con ella.
—Entonces tu familia es cercana a la de Lucas.
—Su madre es mi madrina, me quiere como a un hijo; yo igual la aprecio mucho, es una gran mujer.
—¿Cómo les ha ido en el trabajo? —indagó Ambar cambiando de tema.
—Bien. Las clases son algo agotadoras, pero me gusta, trabajar medio tiempo aquí me distrae mucho.
—Crew, ¿qué decirte? Practicamos todas las semanas, apenas tengo tiempo para ejercer el derecho, hago todo lo posible.
—¿Todavía o estás al frente de un caso?
—No, estudie derecho penalista, pero lo ejerzo desde una bufete de abogados sin notarme mucho. No sería bueno para ellos ni para mí.
—Es difícil, ¿no? Llevar una vida de abogado y bailarín.
—Lo es, pero hago lo que amo y eso compensa todo.
—Es lo importante.
—Y a ustedes, ¿cómo les va en los empleos?
—Andrew trabaja con un equipo de ortopedistas en un hospital en el nordeste de Inglaterra.
—Es un poco retirado de donde vivo, sin embargo es un buen empleo. Allá me necesitaban y no dude en ayudar.
—Mi trabajo como reportera en The Times ocupa casi todo mi tiempo.
—Se pasa los días escribiendo.
—No es tanto así.
—Sí lo es, casi trae su laptop para acá.
Andrew...
—Ya lo ha hecho, no es nuevo.
—Es mi trabajo, debo estar al pendiente.
—Pero no conmigo a tu lado.
—Pero n... —Andrew la besó rápidamente.
—Tenemos que disfrutar las vacaciones. No todos los días podemos pasar tiempo juntos.
—El caballero tiene razón.
—Piensas mucho en el trabajo.
—Debo hacerlo.
—No siempre, eres joven, no debes amargarte así.
—Trato de mejorar eso...
Ambar enserio pensaba demasiado en su empleo, y no era para menos, desde que puso sus pies sobre tierra inglesa su vida se transformó en oportunidades únicas e irrepetibles: su beca, conocer a Andrew, su trabajo, las amistades que mantenía en Londres, no eran muchos, pero eran los mejores; justo a tiempo su vida dio un giro de 360 grados. Estar lejos la ayudó a pensar con claridad, creció mucho como persona y profesionalmente, no obstante jamás dejo de creer que hubiera sido imposible seguir si se quedaba en su patria sufriendo la muerte de Sara, algo que Noah todavía no aceptaba...
Cuando Sebastián se despidió a las 11:30 de la mañana y Noah siguió sus pasos Ambar y Andrew los acompañaron al parqueo. El descuido de dejar su móvil sobre la mesa devolvió a Andrew al restaurante dándole la oportunidad a Noah de enfrentar a su amiga de años.
—Pensé que no se casarían, ¿qué es esto, Ambar? ¿A qué estás jugando?
—No estoy jugando.
—Evadiendo a Lucas no conseguirás nada... —Ella se quedó en silencio evadiendo la mirada de decepción de Noah—. ¿No piensas siquiera decirle lo qué harás?
—No tengo porque darle explicaciones, ni él porque molestarse; no soy una niña.
—Le gustas, ¿cómo es que no lo ves?
—Noah...
—Teme perderte y tú jugando a la esposa con Andrew.
—¿Cómo es posible que aho...?
—Yo cumplí con decírtelo, piensa bien las cosas.
—¿Sebastián sabe de esto?
—No... Tienen que hablar. No soy quién para decirte que o no hacer, pero como amigo quiero lo mejor para ustedes. No te cases con Andrew sin que se aclare esto, no le hagas esto a Lucas.
Ambar quedó en blanco sin saber que pensar o que creer, fue atropellada por una verdad que intentaba sacar de su mente, una realidad que le aterraba, pero esos pensamientos la dejaron cuando Andrew volvió.
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