Capítulo 26
Todo lo inconsciente en la existencia humana es eso que ninguna persona quiere ver o comprender. Quizás los sentimientos de Lucas hacia Ambar se alojaron, sin previo aviso, en la parte inconsciente de la mente de ella y por esto no los comprendió a tiempo.
—Ambar...
—¿Podemos hablar?
Aunque dejaba demasiado por estar allí a Ambar no le importó. Ver a su amigo de años recostado, sin aún poder moverse plenamente por sí mismo, le marchitó el alma. En cuestión de segundos sus ojos estaban al borde del llanto, Lucas procuró ponerse de pie para acercarse, intento al que Ambar le estableció un fin abrazándolo.
—¿Crees que soy ridículo? ¿Cómo no me dices nada a mí después de aceptar volver a Inglaterra con Andrew, tonta?
Pese a lo que él le dijo Ambar asimiló cada palabra entendiéndole completamente, pero eso no detuvo su llanto.
—Viniste para que hablemos, ¿no? Si sigues llorando no podremos hacerlo, por favor cálmate, no iré a ningún lado... Cómo seguro te diste cuenta no puedo caminar, me veo como zanahoria andante de esta manera.—Sus intenciones de hacerla reír funcionaron a la perfección.
—Sonriendo luces mejor.
—Lo siento por estar cegada todo este tiempo respecto a ti. Te juro que jamás me imagine que yo podría gust...
—Ni yo. Créeme que nunca lo considere posible, pero cuando te vi con ese anillo en el dedo anular de tu mano izquierda... —confesó Lucas apartándose de ella—, no pude asimilar que te perdería cuando ni siquiera diferenciaba mis emociones.
—Perdóname.
—Estaba viendo lo que quería ver, y no lo que debía pensar cuando te veía.
—¿Desde cuándo sentías eso? ¿Por qué nunca me lo dijiste?
—Te quise como a una hermana por mucho tiempo, mucho más del que considere necesario cuando ese aprecio se convirtió en algo más... Y es que tienes una luz interior exorbitante, pero me di cuenta muy tarde de que no iluminabas únicamente mi vida.
—Debiste decírmelo cuando lo sentiste por primera vez, quiz...
—¿Quizás qué?
—Supongo que todo sería diferente.
—Tal vez lo sería si antes hubiera tenido el valor de pararme frente a ti.
—Lo lamento, Lucas, de verdad lamento que te afligieras de esa manera por mí. No merecías eso, nadie merece sentirse menospreciado por algo que no vale la pena.
—Para mí lo valía, por eso reconozco que quien debería disculparse aquí soy yo, no tú, es mi culpa; lo acepto.
—No te refieras a ti de esa manera.
—Alucine creyendo que sentías lo mismo que yo. Insistí y sé que no solo a ti te lastime con ello; fui demasiado egoísta.
—Fuimos los únicos que no quisieron dejarlo ir.
—Honestamente, caí por ti.
El semblante de Ambar hablaba por ella, no diferenciaba entre sentirse conmovida, aliviada o decepcionada, la singularidad de su pena estaba fuera de sí, al igual que muchas cosas en su vida.
—Jamás quise dejarte caer.
—Te prometo que cambiaré esta errónea mentalidad, solo necesito tiempo...
—¿Enserio sentiste que teníamos alguna oportunidad?
—¿Pensaste en ello?
—Sí.
—Es lo único que necesitaba saber.
—No fuiste la única persona que se sintió afligida.
—Nunca me fie de lo contrario, Ambar... Estuve al tanto de muchas cosas en mi vida, lo sabes, he sido muy meticuloso desde que tengo memoria, pero respecto a ti me deje llevar por un arranque del corazón. Me arrepiento de ello como no tienes idea, te lastime pensando mal las cosas.
—No hables como si tuvieras toda la culpa porque de ningún modo lo es.
—Ya no tengo miedo de lo que sienta después de que te vayas, me resigne.
—¿Esperabas que me fuera?
—No, a pesar de que sé que es lo que tienes que hacer te voy extrañar mucho. Te pido que no me digas el día ni la hora, ¿podrías hacerlo?
—Estás siendo muy duro con tus palabras, Lucas.
—Solo eso te pido, por favor.
—Será como tú quieras. Ten pendiente que no estoy de acuerdo, pero quiero entenderte y ponerme en tu lugar.
—En su momento lo entenderás. Mientras tanto, ¿podríamos seguir siendo amigos?
—Eso espero.
—Cómo es de esperarse pienso que es posible.
—Tenemos que hacerlo posible.
—Lo único que tenemos es tiempo, y es mejor que nada. Tienes mi palabra de que no me alejare.
—Tú igual tienes la mía.
Existía un grado de familiaridad tan ameno entre ellos que incluso la forma en la que Ambar ingresó a la casa de Lucas lo demostró. Sin embargo, esa cercanía y afecto estuvieron al borde del colapso irremediable. Ellos eran los únicos que podían comprenderse tal cual fueran la misma persona. El espacio que Lucas ocupaba en la vida de Ambar era un lugar que Andrew nunca podría reemplazar; aunque saltaba a la vista que ellos se amaban ella estimaba a su mejor amigo más que a cualquier otra persona en el mundo... Y para ambos valía la pena luchar por la amistad que forjaron durante años.
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