Capítulo 22

"A más ataques de asma mayor será el daño en el sistema nervioso de la paciente". Las palabras del Dr. Edwin Gómez no fueron las que un familiar quisiera escuchar, pero eran las que por la condición de Estefany, Iván y Juan debían escuchar.

Los padres nunca dejan de amar a sus hijos, por más conflictos que se presenten, por más grandes que sean sus progenitores y por todo lo que se debe afrontar al criar a un/a niño/a, familia es familia. Estefany actuaba como una niña para su padre y hermano mayor, Felipe igual estaba al tanto, pero nadie le dio el derecho de...

—Sigue durmiendo.

—Solo ella puede dormir con tanta sutileza luego de un ataque de asma.

—Es fuerte.

—Demasiado... Gracias por cuidar de ella, Felipe.

—Tengo que protegerla, aunque hay ocasiones en las que es casi imposible, no me deja y yo, quiero ayudarla.

—No he visto mujer con tanto carácter... —Juan se detuvo a seguir antes de apreciar más de cerca las flores en la mesita a la derecha de la habitación—. Eso lo heredó de Samantha... Te he dejado con ella como los adultos que son, y espero no arrepentirme de mi decisión. Hemos perdido mucho, sin ella yo no podría seguir, es el destello de mis ojos.

—No mentí cuando le dije que amo a su hija.

—No me equivoqué contigo.

—Gracias, Iván.

—¿Qué hacen aquí?

Ninguno comprendió cómo la despertaron si apenas entre ellos podían escuchar lo que el otro decía. Hasta el juego de muebles en que estaban sentados se encontraba distante de dónde ella descansaba en la espaciosa habitación de la clínica.

—¿Qué significa esto, Felipe?

—¿Podemos hablar? Te lo pido, Fany...

—Ya hablamos.

—Hija...

—Por favor, Estefany. Escúchalo.

—¿Por qué, Felipe? ¿Para qué les dijiste? Es mi vida, quiero que respetes mis decisiones.

—No permitiré que te alejes de ellos, son tu familia.

—Se supone que tú serás mi familia.

—Si alguien tiene la culpa en esto somos nosotros no él.

—No he dicho que Felipe tiene la culpa, Iván.

—Ustedes hablaran y llegarán a un acuerdo. Fin de la discusión.

—¡Felipe!

—Lo hago porque te amo —concluyó Felipe antes de salir de la habitación con Iván.

Estefany le dio mucha importancia al disgusto que sintió al quedarse sola con su padre. Felipe prácticamente la obligó a verlos en contra de lo que ambos sabían.

—¿Qué debo hacer para que me dejes hacer lo que me hace feliz?

—Lamento ser la causa de tu infelicidad.

Culpa, ¿qué más podía sentir Estefany...?

—Siempre supe que tenías un espíritu libre, al igual que tu madre. Al parecer y como a ella a ti también te perderé... Entiéndeme por favor, para uno como padre es difícil ver a los hijos apartarse; el banco central siempre será tu casa.

—No quiero vivir con un escritorio y reuniones limitándome, quiero salir de lo monótono y ser yo por mí misma.

—Ya lo eres.

—No, son cosas que nunca podré tener con mi padre como uno de mis jefes y eso es mi ultimátum en el banco, lo sabes.

—También sé que en mis años de trabajo nunca he conocido a alguien con tu capacidad. Te has ganado la admiración de muchos por tu empeño y dedicación, no porque seas mi hija.

—¿Admiración?

—Eres la mejor en lo que haces, mucho mejor que yo cuando tenía el puesto que ocupaste. Te necesitamos... Yo necesito saber de mi pequeña guerrera.

—¿Hasta cuándo seré una niña para ti?

—Hasta siempre, no importa lo grande que seas o la preparación que tengas, eres mi niña.

—Mis ideales no son quedarme en el banco. Quiero crecer, abrir nuevos horizontes, salir...

—Samantha quería lo mismo.

—Yo, quiero que ella se sienta orgullosa de mí, quiero cumplir sus sueños aunque no esté conmigo.

—Mi pequeño ángel, ella está contigo en cada paso que das.

—La extraño.

—Yo también, pero jamás me arrepentiría de ti. Sabía que sufriría el día que perdiera a Samantha, y así fue, sufrí, pero me dio la dicha más grande de ser el padre de una increíble mujer y profesional como tú.

Ninguno volvió atrás, y lloraron más de lo que creían posible. Estefany se encogió de los hombros llevando sus rodillas hasta su pecho. Juan abrazó a su hija envolviéndola con la intención  de consolarla y consolarse a sí mismo.

—Nunca lo dudes, ella al igual que yo estamos orgullosos de la gran mujer que eres.

***

"La madre de Sebastián Montero, líder del grupo dominicano de baile Crew, murió."

"Ataque al corazón acaba con la vida de la madre de Crew."

La prensa acaparó todo lo concerniente al escándalo en el que el principal, y por ende el famoso grupo de baile estaba envuelto. Los periodistas fueron despiadados, atacaron con todo; algunas paparazzis sobrepasando la seguridad en el cementerio para tener fotos exclusivas que fueron vendidas a los grandes periódicos y revistas de la República...

Todos los eventos y conciertos en los cuales Crew tendría presentaciones fueron cancelados. El fin de año fue un pro y contra para la agrupación. Mucho trabajo cancelado e inversiones de miles de pesos por Sony Music a la basura. La aclamada empresa comprendió el dolor de la agrupación y les permitió más días más fuera del medio.

Gustavo, Joshua, Carlos, Kelvin y Sebastián eran celebridades en todo el sentido de la palabra, pero nunca dejaron de ser como hermanos; chicos afortunados que hacían lo que les apasionaba: bailar y poner en alto el nombre de su país en el extranjero con sus impecables coreografías. Eran enviados y cotizados por muchas empresas y marcas comerciales internacionales, cada uno estaba en el tope de la farándula sin dejar de ser ellos mismos.

Tú no quieres ser como yo, joven, famoso y perdido... Tengo el físico de un hombre, pero aún sigo siendo el niño que vio a su madre llorar  por un amor que nunca valió la pena, el matrimonio con mi padre.

¿Cuáles eran los beneficios y penurias de ser famoso, de estar en la mira del ojo público? Aún Sebastián no lo sabía, sin embargo actualmente sintió en carne propia las penurias que arrastran la existencia que por tantos años soñó con alcanzar.

—Lo lamento... Amigo, enserio lo lamento.

—Yo también lo lamento.

La decisión de cremación para el cadáver de Carla fue escrita por ella misma en una esquina de su testamento. Tal vez presintió ese funesto final o se estaba preparanda mentalmente para lo peor, dejar solo a su hijo. La idea de morir y luego estar en descomposición era horripilante a su parecer.

Durante el velatorio en la casa de su madre Sebastián mantuvo su vista fija en la pequeña urna rosa pastel con las cenizas de Carla mientras sus conocidos y familiares visitaban la casa para darle el pésame y el último adiós a Carla. Los vivos colores de felicidad y alegría propios de la navidad estaban en blanco y negro para Sebastián y la familia de Lucas, desastrosos sucesos marcaron las fechas festivas en sus vidas de la peor manera... Ninguna navidad o encuentro familiar volverían a ser lo mismo después de esas desgracias.

Samuel no se presentó en la vela, Noah sabía el porqué. Al igual que en la noche buena quiso confrontar al amante de Carla, pero ahora las cosas eran diferentes, no tenía sentido volver a mencionar el tema. Era pasado, todo lo que ellos tuvieron ahora no significaba nada sin ella. Por mucho tiempo Samuel creyó que el amor que tenía hacia Carla era la razón de su existir y felicidad, sin embargo hubo más de un error...

Un sueño que el propio ser humano destruyó por su codicia fue que estamos destinado a ser felices, luego de eso el mundo nunca fue feliz otra vez. Desde que se creó el universo todo era cosa del destino, iba a ser perfecto. Ni siquiera la primera pareja de la historia comprendió al amor igual que la realidad de una vida plena y nosotros, hoy en día, no estamos listos para aceptar los finales tristes.

—¿Por qué no me miras? Ambar, me preocupas.

Andrew pretendió sostener las manos de su prometida. Ambar, que estaba sentada a un lado de él en el velatorio, se alejó caminando hacia el patio trasero de la casa donde se desplomó en el césped.

—Ambar...

—Déjame, por favor. Quiero estar sola... No te acerques más.

—No voy a dejarte —soltó Andrew arrodillándose para quedar a la altura de Ambar—, jamás lo haría —añadió apartando las lágrimas de ella con sus manos—, te juro que haré que todo ese dolor desaparezca lo antes posible. —Lo que su prometido le dijo provocó que Ambar llorara con más convicción—. No te atormentes más, por fav...

—Detente, te lo suplico, Andrew... Carla, Jessica, Lucas, Sara... Tengo miedo. Todo a mi alrededor se está derrumbando y no puedo hacer nada al respecto, nunca pude y ahora...

—De ningún modo estás sola. Eres la persona más fuerte que he conocido y sé que así como te sientes ahora puedes cambiar todo con solo quererlo.

—Siento como si me estuviera desvaneciendo.

—Jamás permitiré eso, no lo pienses porque nunca pasará... Te llevaré a casa, ¿sí? Dormir y comer algo sería lo mejor, para ambos.

Ambar lucía pálida con su maquillaje corrido, su nariz roja y sus ojos decaídos. No tomaba agua y se negaba a comer lo más mínimo. Andrew podía apostar que ella perdió peso, aquel vestido negro no la favorecía para disimularlo. Andrew se aproximó más a ella hasta que su pecho tocó el rostro de Ambar acorrucándola entre sus brazos.

—Soy un dolor sin salida.

—Eres mucho más de lo que soñé tener... ¿Qué puedo hacer para detener ese llanto?

Andrew la miraba con tanta compresión que le quebraba el alma como si su corazón fuera a deshacerse en su pecho. Ambar observó el césped luego de percibir que sus ojos volverían a derramar lágrimas que no  podía controlar.

—¿Por qué eres así... conmigo? ¿Por qué si yo...?

—No puedo evitar querer protegerte.

No te merezco.

—Es demasiado. —Sus emociones de culpa colapsarían en cualquier momento, Ambar se consideraba a sí misma una absurda y deprimente persona.

—¿Para qué?

—Para nosotros.

—¿Cuál es la razón, por qué intentas dejarme?

—¿Qué...?

—Estás al tanto de que te amo, ¿verdad? De qué eres todo para mí... Es triste presenciar cómo me equivoque y aún te amé a pesar de ello.

Ambar miro a Andrew deseando dejar de existir, tan miserable, avergonzada y perdida. Ella cubrió su rostro con sus manos, no quería pensar, la potestad de su habla se quebró.

—¿No importa todo lo quiero decirte? —prosiguió Andrew—, sé que puede y no alcance sin importar lo que pienses... Soy un estúpido, fue mi culp...

—No digas eso.

—Debí estar más cerca de ti, de hacerlo nada se hubiera posado entre nosotros. Lo siento, lamento no ser suficiente, y ser tan ciego como para creer que podía hacerte realmente feliz.

—No —reclamó Ambar dejando ligeros golpes de impotencia en el pecho de su prometido—, yo no te merezco, no merezco nada. Yo, soy nada, no valgo hacerte sufrir, arrastrarte conmigo a... Lucas en absoluto...

—Deseo con todas mis fuerzas estar a tu lado, ¿tú quieres eso? Eres la única persona a la que amo. —Andrew con sus manos sobre las mejillas de Ambar hizo que sus ojos se conectaran por más tiempo—. Te amaré por el resto de mis días, así que por favor, no me apartes.

—Lo lamento con mi vida.

—Mataría por qué me dijeras que me amas ahora, aunque sea mentira. Que me digas que esto es una pesadilla y que estamos bien. Lo deseo tanto, quiero que volvamos a ser lo que éramos antes de llegar a este país.

Basto con que Andrew rozara sus labios con los de Ambar para que los ojos de ambos no derramaran lágrimas y dejaran a sus labios conectarse. Lo necesitaban tanto como un respiro del sufrimiento que les invadió el alma, antes deslumbraban y hace poco estaban tan lejos que dolía como los recuerdos dispersos en sus vagas memorias. Querían olvidar mas no podían hacerlo, sin sentir nada en realidad...

—Deseo tanto ser tuyo, nada más.

—Te estoy haciendo sufrir, ¿cómo es posi...?

—En este momento he recorrido una gran distancia como para arrepentirme. Te amo, solo quiero que lo sepas.

—Míranos, estamos destruidos por dentro.

—Aún podemos cambiar. Vayámonos, volvamos a Inglaterra. No dejare que nada ni nadie me aparte de ti, solo tú puedes hacerlo y si ese momento llega yo lo respectaré. Convirtámonos en un nosotros otra vez, Ambar.

—¿Eso quieres?

—Has sido tú desde el comienzo —confesó Andrew abrazando a Ambar tal cual temiera que desapareciera—, y al final otra vez eres tú...

—Lo lamento, lamento el dolor que te estoy causando.

—Quiero que juntos remediemos el dolor.

Por más puros y verdaderos que sean los sentimientos estos se pueden confundir, aún más si están sobrepoblados de tristeza.

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