Capítulo 28
Unos días después.
Tanto el café como el restaurante, eran ya un éxito en su primera semana de apertura. Gregory acostumbraba a tomar su desayuno allí. El ambiente de jóvenes, profesores e intelectuales, lo animaba mucho. Aquella mañana lo estaba más aún pues sobre su mesa reposaba la reseña de María en la última edición de La Fronde.
“Las palabras “beso de amor” son evocadoras para toda persona que haya tenido la fortuna de experimentarlo. Es así que, apelando a los recuerdos más conmovedores, a las ilusiones más esquivas o las esperanzas más recónditas de los parisinos, ha abierto sus puertas el restaurante “Le Baiser d´amour” con un éxito más que merecido.
En un templo exquisito, elegante, con una belleza arquitectónica envidiable, se alza a un paso de los Jardines de Luxemburgo. Su propietario, el señor Gregory Hay, ha sido cuidadoso con cada detalle, brindando al visitante más que una experiencia estrictamente culinaria, sino más bien una muestra de amor y vida. La decoración, a cargo de los notables artistas ingleses los señores Brandon Percy y Thomas Wentworth, es acertadísima. Las obras fruto de sus diestros pinceles engalanan las paredes del recinto, aportando elegancia y buen gusto a una atmósfera de por sí mágica. Debe destacarse en este sentido, la pintura “El verdadero amor”, pieza central de esta muestra que, en perfecta correspondencia con el nombre del local, capta la atención de los visitantes por su belleza y el sentimiento que, con claridad, está representado.
La noche de la inauguración constituyó un tributo a la vida intelectual de París, concentrándose entre la concurrencia importantes escritores de la talla del distinguido señor Émile Zola y otras figuras del mundo de las letras como periodistas de este diario, encabezadas por la señora Durand; y también la excelentísima duquesa de Portland, quien se halla de visita en el país.
Una cena magnífica, con platos exquisitos y un ambiente más que atrayente, fueron los ingredientes del éxito de este restaurante en la noche de su apertura. Auguramos que “Le Baiser d´amour” se convierta en un sitio de habitual reunión de intelectuales, artistas y todo aquel que desee deleitarse no solo con una buena cena sino también, con el embriagador recuerdo de un beso de amor”.
Gregory terminó de leer más que conmovido. ¡Las palabras de María cada vez calaban más hondo en su corazón! Si él había querido hacerle un tributo a su amor a través de su restaurante, ella también se lo había hecho con su reseña, rebosante de ternura y afecto en cada una de sus líneas. ¡Qué afortunado se sentía de tenerla en su vida! ¡Si al menos el compromiso pudiese formalizarse! Aquello, en medio de su felicidad, lo mortificaba. Si bien Johannes había sido generoso no privándole de la compañía de María, la intransigencia de Prudence todavía le dolía en el alma.
Deseoso de ver a María, no lo pensó más y tomó su coche rumbo al Bosque de Bolonia. Unos minutos después, al llegar, se sintió un poco decepcionado cuando fue recibido por Anne y su hermano, quienes le dijeron que la joven había ido a casa de su tío. Gregory se sentó con ellos en el salón principal para conversar un poco, deseando que María regresara muy pronto.
―¿Han visto la reseña de María?
―Sí ―respondió Anne sonriente―, la leímos juntos durante el desayuno. Ella se marchó feliz a casa de su tío. ¡No es para menos! ¡Qué palabras tan lindas y merecidas! Espero que estés satisfecho.
―Más que satisfecho, estoy feliz, orgulloso y enamorado ―confesó.
Edward se rio de él. ¡Era tan distinto a aquel Gregory al que estaban acostumbrados!
―Estoy muy contento por ustedes, Greg.
―Gracias, Edward, lo sé. No creas que no estoy agradecido por todo el apoyo que nos has brindado. También Anne.
―No podía ser de otra manera, Gregory ―respondió Edward―, sé que estás siendo sincero en tus sentimientos, y hace mucho tiempo que deseaba que algo así sucediera contigo. Lo más justo es que te apoyemos a alcanzar tus sueños.
―Aunque me alivia tener la aprobación de Johannes para visitar a María, mi mayor deseo es comprometerme con ella. Hasta que no estemos casados no podré sentirme tranquilo. Siento que nuestra felicidad depende de muchas personas y, aunque he procurado ser paciente, en ocasiones me siento disgustado por las circunstancias en las que estamos viviendo nuestro amor. Ella no lo merece ni yo tampoco.
―Ten algo más de paciencia, Greg ―le pidió Anne―. A veces las cosas no son como uno desea, lo cual no obsta para que, en efecto, puedan cumplir en algún momento su deseo de casarse.
―¿Has recibido carta de Prudence? ―preguntó Gregory con voz calmada, aunque en su tono evidenciaba cuánto lo afectaba aquel asunto.
―Sí, pero no menciona nada de lo que a ustedes respecta ―confesó Edward con sinceridad―. Ha obviado por completo el tema y conozco lo suficiente a van Lehmann como para imaginar que ya le haya informado de la situación y que el desconocimiento no sea la razón por la cual elude hablar de ello.
Gregory frunció el ceño. ¡Aquello era lo que se temía! Prudence conocía de la aprobación de su marido, pero ignoraba lo más posible el asunto.
―No me sorprende ―dijo al fin―. Es evidente que no está de acuerdo. ¡Qué tonto fui al pensar que la opinión de su marido cambiaría en algo su criterio!
―Por favor, no te decepciones ―le imploró Edward― y dale algo de tiempo. Estoy convencido de que Prudence recapacitará. ¡Los quiere tanto a ambos que es imposible que no lo haga!
―Ustedes siempre se han entendido mejor. Yo creí, en cambio, que aunque se tratase de mí ella intentaría ponerse en mi lugar…
―Prudence no hace distingos entre nosotros, Gregory. Es cierto que yo soy más cercano a ella en edad y puede que mi temperamento haya ayudado a que en el pasado nos hayamos hecho bastantes confesiones, pero eso no significa que te ame menos a ti. Somos cuatro hermanos muy unidos y eso continuará siendo así.
Gregory no quiso replicar, para él la actitud de su hermana era más que desalentadora y ofensiva, pero no tenía más remedio que llenarse de paciencia y esperar a que resultara lo mejor para los dos.
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María tenía muchos deseos de ver a Gregory, pero no pudo desatender la nota de Claudine, así que no dudó en salir de casa para encontrarla. Su prima estaba bastante triste, y ni siquiera la perspectiva de su próxima fiesta la animaba un poco. Todo se debía a que Maurice no había dado noticias, por más que ella enviara a Paul con recados para él la respuesta seguía siendo la misma: silencio.
Claudine se abrazó a ella cuando la vio, tenía lágrimas en sus ojos tras haber perdido la última esperanza de que él la contactara. María se sorprendió tanto de ver su estado, que de inmediato sintió lástima de ella. ¡No pensó nunca que Claudine estuviese tan involucrada con él en unos pocos días!
―Creo que estoy enamorada ―le confesó entre sollozos―, y pensaba que él me correspondía. ¡Fue Maurice quien primero habló de sentimientos entre nosotros! ¡No comprendo por qué ni siquiera me ha escrito una nota!
―Lo siento, cariño, jamás creí que hubiesen llegado a ese punto…
―Fue amor a primera vista. Yo no creí que sucediera, pero lo fue.
―Me resisto a pensar que Maurice te haya ilusionado de esa manera y luego se arrepintiera así. Si te dijo que te amaba estoy segura de que fue sincero. Lo único que no comprendo es la actitud que está teniendo…
―Yo tampoco ―confesó Claudine llorando en su hombro―. Todo fue a raíz de aquella conversación que sostuvo con papá… Sin embargo, él sigue sin hablarme del tema, y yo no tengo valor para preguntarle. Para papá es más que evidente que nuestra historia terminó y ni siquiera me da oportunidad de conversar con él sobre ello.
―De cualquier manera, es extraño que Maurice, a pesar de la negativa del tío Jacques, se haya desvanecido. ¡Esa actitud tampoco la tendría un hombre enamorado! ¡Estoy convencida de ello! ―exclamó.
―Es por eso que me temo que Maurice ha dejado de quererme o al menos no tiene el valor para enfrentar a mi padre de nuevo, lo cual es extraño porque aquella vez discutieron acaloradamente.
―Intentaré hablar con él, te lo prometo. Ya incluso se lo pedí a su tía, pero no he tenido éxito. Sin embargo, te aseguro que no cejaré en mi empeño de pedirle una explicación.
―Muchas gracias, María. ¡Eres la mejor hermana que pude haber deseado!
Las jóvenes se volvieron a abrazar. Al menos había dejado a Claudine más tranquila. El resto de la conversación lo aprovecharon en hablar del restaurante. Su prima tenía muchas preguntas por hacerle, luego de haber leído la reseña. María no pudo evitar contarle cómo sucedieron las cosas y que al fin estaba feliz junto al hombre que amaba. Aunque el compromiso aún no existía, tenía la esperanza de que en algún momento pudiese concertarse.
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Al mediodía, su tío Jacques llegó a la casa. María volvió a notarlo un poco desencajado, pero no quiso decir nada para no alarmar a Claudine. Tal vez no tuviese demasiada importancia y fuera resultado de sus desvelos en la oficina del banco. Jacques se alegró mucho de verla, y la hizo pasar a su despacho para conversar con ella. María, aunque casi se marchaba, no rehusó la entrevista. Al entrar a él, se preguntó si el diario de su madre continuaría en el mismo sitio: su caja fuerte. Moría de curiosidad por saber el motivo que le había hecho retener aquel cuaderno.
La joven se sorprendió mucho cuando encima del escritorio del caballero halló la emisión de La Fronde de aquella misma mañana. Su tío, al parecer, lo estaba leyendo. Él mismo se lo confirmó cuando le habló bien de su reseña, enterado ya de su seudónimo periodístico.
―Tengo curiosidad por ese sitio ―le dijo después―, sobre todo porque al leer tu artículo comprendí que el dueño era el señor Hay quien, según lo dicho por tu padre, te pretende.
María se ruborizó un poco.
―Así es. Acompañé a los Hay y a la duquesa a la inauguración. Fue una sorpresa descubrir que era Gregory el propietario. Yo no estaba enterada de sus planes, pero eso no impidió que disfrutara de la velada y luego escribiese la nota. Debo agradecerle, tío Jacques, de que no se haya opuesto a que él me corteje.
―No debes agradecerme, María. La familia Hay es muy buena, y no tengo objeción alguna ante las pretensiones de ese caballero. Sé que tu madre Prudence se opone, pero confío en que pronto entre en razones. No veo motivos de peso para oponerse a los deseos de ambos, y he aprendido que, en ciertos casos, hay que permitir que los jóvenes sean felices.
―Muchas gracias, tío Jacques. Sin embargo, ahora que usted habla en esos términos me preguntaba si… ―La voz le tembló un poco―. No me juzgue irrespetuosa por hablar de este tema con usted, pero he encontrado a mi prima un tanto abatida, y sé que se trata de una desilusión amorosa de la cual usted está enterado.
Jacques no pareció molestarse por el asunto que estaba abordando, tan solo suspiró.
―Yo también estoy preocupado por ella, María, pero es mejor dejar las cosas como están. Ese muchacho es un farsante.
―¿Por qué dice eso, tío?
―Porque alega ser una persona que no es, y si se ha acercado a tu prima es por su dinero. Busca a toda costa estar en esta familia, de una manera u otra.
―Sigo sin comprender… ―dijo María.
―Es algo del pasado, hija, pero no tienes que preocuparte por ello… Yo lo desenmascaré cuando nos reunimos aquel día y luego he podido comprobar que tenía razón pues nunca más osó regresar a hablarme del mismo tema. Por favor, confía en mí. Por fortuna tampoco ha vuelto a acercarse a Claudine, así que es mejor dar por concluido este asunto aquí.
María sabía que no debía preguntar más, aunque tenía muchas dudas sobre lo dicho por su tío. Algún misterio del pasado lo unía a su familia, y era probable que Bertine estuviese al tanto de eso. Su tío, como quien le lee la mente, le hizo una pregunta:
―Supe por tu padre que viviste en casa de ese joven. ¿Por qué fuiste a parar a ese sitio?
―Bertine me recomendó que fuese… La señora Colbert es amiga suya, y me dijo que allí estaría bien. Debo reconocer que me acogieron muy bien. Maurice me parece una buena persona, aunque he de decir que a veces siento aprehensión cuando pienso en ellos, sobre todo en la señora Colbert… No sé cómo explicarlo, pero a pesar de su amabilidad, su moral y comportamiento dejaba mucho que desear. ―No pudo evitar recordar al desagradable de Henri.
―Tu intuición es acertada, María, no se puede esperar nada bueno de ellos… Y ahora, con lo que me has dicho, sé que no puedo confiar en Bertine tampoco. No puedo despedirla sin un motivo, y además lleva toda la vida en esta casa, pero no me fío de ella.
―Yo también tuve esa impresión, tío, aunque luego se intentó justificar ante mí. ¿Sabe que cuando me fui de casa, Gregory vino buscándome?
―Sí, lo supe. Y cuando nos conocimos en el teatro me lo dijo también.
―Pues bien, cuando vino a verle fue Bertine quien lo recibió, y no quiso decirle mi paradero, a pesar de saber perfectamente cual era.
Jacques asintió.
―Otro motivo para desconfiar entonces. Me alegra mucho que me lo hayas dicho, María. Por favor, sigue mi consejo y no te acerques más a ellos.
―De acuerdo, tío.
―¿Has revisado la papelería de tu madre? ―preguntó con curiosidad.
―Poco aún, lo reconozco. Pero he leído algunos cuentos. Todavía me queda bastante por leer. Los compromisos con La Fronde me han mantenido ocupada, pero le garantizo que continuaré en mi labor. Me hace mucho bien estar cerca de mi madre de esta manera. ¿Podré llevarme el diario? ―indagó.
―No ―respondió él―. El diario continúa muy bien guardado en mi caja fuerte. Lo he leído, pero prefiero entregártelo cuando estés casada. Hay cuestiones demasiado… ―se ruborizó―. Es mejor que lo leas en otro momento de tu vida, no ahora que eres tan joven y soltera. Lamentablemente tu madre conoció desde muy temprano sinsabores y decepciones que no desearía que llegaran a tu corazón ahora.
―Está bien, tío. Confío en su criterio ―respondió ella, aunque no podía negar que estaba un poco decepcionada―. Con su permiso, me retiro ya. El conductor de los Hay me está esperando fuera.
―De acuerdo, María, gracias por venir. Recuerda que esta es tu casa y puedes visitarnos cuando lo desees. Por otra parte, me gustaría mucho que pronto retornaras. ¡Claudine estará más feliz si la acompañas! Yo también. Y dentro de tres días será su fiesta de cumpleaños. Cuento con tu presencia, hija.
La joven asintió y luego de darle un beso en la frente al tío Jacques, salió del despacho. En unos de los corredores se topó con Bertine, quien la miró con una expresión indescifrable. ¿Querría decirle algo? María recordó lo que su tío le advirtió, así que tras decir adiós apuró el paso y salió al exterior donde se despidió de Claudine en el jardín.
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Gregory estaba a punto de marcharse, con el desencanto de no haber podido verla, cuando María arribó a la casa. Ella se sorprendió mucho de encontrarlo y no dudó en arrojarse a sus brazos. Se hallaban en el jardín trasero, solos y deseosos de disfrutar de aquel invaluable momento. Él le dio un beso, afiebrado, estremecedor y luego la miró a los ojos.
―¡Pensé que no te vería, pequeña mía!
―Fui a casa de mi tío, pero de saber que vendrías yo… ―Se interrumpió para darle un beso.
―Era imperioso verte hoy, luego de tan hermosas letras… No puedo estar más feliz con el amor que se deja traslucir en tus palabras, María. Una nota magnífica, brillantemente escrita, pero era, sobre todo, una nota de amor. ¡Tontos aquellos que piensen que se trataba de un restaurante! En tus palabras se hablaba de nosotros…
Ella se emocionó mucho al escucharle, no podía tener dudas del amor que él le profesaba. ¡Había deseado tanto ese sentimiento en él!
―No podía ser de otra manera, mi Greg. Mi nota intentó corresponder todo el amor que demostraste tenerme con la inauguración de tu restaurante. Si esa devoción quedó plasmada en mis palabras, pues me sentiré satisfecha. Era lo mínimo que podía hacer por aquel sitio maravilloso.
Greg la tomó del brazo y la hizo caminar a su lado. No deseaba que entrara tan pronto, ya que no se había saciado aún de sus caricias y besos.
―¿Cómo están tu tío y prima? ―le preguntó.
―A mi tío lo hallo un poco desmejorado de salud, pero espero que no sea nada serio. Claudine, en cambio, está muy triste.
―¿Por qué? ¿Ha pasado algo con Maurice?
―Sí, realmente algo bastante raro ―le respondió ella y acto seguido se dispuso a contarle todo lo que Gregory desconocía.
Él se quedó sumamente extrañado con lo que María le decía: aquel enfrentamiento con su tío; la inexplicable desaparición, y la última conversación que la joven sostuvo con el señor Laurent.
―Hay una idea que me ronda la cabeza ―apuntó María―, pero es tan descabellada que…
―¿Qué?
―Te prometo que te lo contaré en cuanto aclare mi pensamiento. Debo reflexionar un poco sobre esto. Lo que me queda claro es que mi tío tiene motivos para sospechar de Maurice. Aunque siempre lo creí un joven íntegro, debo admitir que tenía mis reservas para con su tía.
―Aquel amante suyo deja mucho que desear…
―Sí, y la manera en la que intentó justificarlo también. Quizás sea una ingratitud de mi parte, ya que siempre fue en extremo amable conmigo, pero no puedo comprender que una persona de bien se rodee de tan malas compañías.
―Tal vez solo esté enamorada y no quiera aceptar sus defectos.
―Quizás sea eso ―reconoció―, pero mi tío ha sido muy firme en sus palabras. También tenemos motivos para desconfiar de Bertine, el ama de llaves…
Aquella sospecha no le pareció extraña, ya que ellos mismos habían hablado de ello en una ocasión, cuando Bertine le negó su paradero a Gregory.
―Pienso que debes hacer caso a tu tío y mantenerte distante de ellos, hasta que sepamos la verdad.
―Lo sé, pero le había prometido a Claudine que buscaría la manera de hablar con Maurice. Sé que cuando lo vea tendrá que decirme lo que en verdad está sucediendo.
Gregory la tomó por los hombros, en extremo alarmado.
―Por favor, María, no hagas eso. ¡Estoy preocupado por ti! Si él no quiere verte sus motivos tendrá. Te pido que no cometas una locura, como volver a ese lugar donde vivías. No quiero que te encuentres con ese hombre… ¡Es peligroso!
―Lo sé, tienes razón. No volveré, te lo prometo ―le dijo ella para tranquilizarle.
―No soportaría que nada te sucediera, María.
―Nada va a sucederme, Greg.
Él la estrechó fuerte contra su cuerpo y le dio un largo beso en los labios para que no olvidara cuánto se preocupaba por ella. Quería protegerla de todos, incluyendo de los Colbert a los que no creía buenas personas. Estaba casi convencido de que Maurice algo ocultaba y no creía que Laurent, pese a su carácter, estuviese siendo injusto ni alarmista en lo que le había dicho a María. Tal vez en un futuro pudiese salir a la luz la verdad, pues sabía que la incertidumbre afectaba a María y él deseaba que la joven pudiese sentirse en paz.
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