* 9 *
En la mañana desperté temprano y me alisté para ir a recibir a mi pequeña princesa al aeropuerto. Le mandé un mensaje a Miriana que decía: «En camino, no te preocupes, el bello durmiente ha despertado a tiempo», ella contestó el mensaje con una carita sonriente.
Llegué al aeropuerto y me paré frente a la puerta de desembarque, tenía en mis brazos un enorme oso de peluche color rosado que traía en sus brazos un corazón rojo que decía «Te extraño». La vi salir con su maleta rosada, ella corrió hacia mí y yo la abracé, la levanté y la hice girar en círculos. Mi pequeña niña se estaba convirtiendo en una bella mujercita y cuanto más crecía más se parecía a su madre en sus gestos, en su forma de hablar, en sus ojos y en su sonrisa. Y aunque Miriana siempre decía que Sofy tenía mí sonrisa, yo todo lo que veía en ella era siempre a Miriana.
—¿Y cuáles son los planes? —me preguntó—. Voy a avisar a mamá que ya estoy contigo, sabes cómo se pone.
—Deja, yo le aviso —dije con la excusa de volver a escribirle a Miriana, Sofy me miró extrañada y yo solo le sonreí—. Luego iremos a almorzar a lo de la abuela ya que todos quieren verte y por la tarde, ¿qué te parece helado y cine?
—¡Suena fantástico! —exclamó animada y puse mi brazo para que ella lo tomara. Salimos del aeropuerto sonriendo, yo llevaba su valija y ella el enorme oso que le había regalado.
Llegamos hasta el auto y entró a sentarse mientras yo guardaba su valija. Me senté en el asiento del conductor y antes de arrancar tomé mi celular para enviarle un mensaje a Miriana.
«La princesa Sofía ya se encuentra conmigo, todo estará bien, la cuidaré». Ella contestó el mensaje con un simple: «Gracias por avisar y que se diviertan».
—Ya estamos —le sonreí a Sofía—. Vamos a lo de la abuela.
Manejé hasta lo de mis padres mientras hablábamos un poco sobre el viaje y sobre las actividades que tendríamos en los próximos días. Llegamos a lo de mamá y Sofía se entretuvo saludando a todos y hablando con mis padres. Almorzamos allí, deliciosa comida casera de mi madre y luego nos quedamos un rato más conversando.
—Creo que debemos irnos ahora así llegamos a tiempo para la película —comenté levantándome y empezando a despedirme, ella hizo lo mismo.
Mientras manejábamos al shopping le pregunté a Sofy sobre su maratón de la serie.
—¿Y ya llegaste al final? —le pregunté.
—Vamos por la mitad más o menos. Debo decir que me has desilusionado, ¿cómo puedes estar mintiéndole así a la pobre Analía? —Sofy me miraba sobre exagerando indignación, como si de verdad sintiera lo que estaba diciendo yo empecé a reír.
—Definitivamente deberías actuar también, has sacado mi talento —dije y ella se largó a reír—. ¿Y qué sientes de ver a tu guapísimo padre en la televisión? —Ella volvió a reír.
—Realmente siento un orgullo enorme de verlos a los dos actuando... ¿Sabes que me gustaría?
—¿Qué? —pregunté.
—Volver en el tiempo y ver la serie cuando la pasaban, vivir todo eso que vivieron ustedes, pero ya siendo tu hija. Algo así como ese dibujo animado en el cual el hijo vuelve del futuro para ayudar a su padre, bueno en mi caso sería volver del futuro solo para ver a mis padres y verlos vivir ese momento.
—Eso suena divertido, pero si llegaras a esa época y me dijeras que eres mi hija y de Miriana, creo que me daría una especie de ataque de pánico, o algo así. —Ambos reímos.
—Cierto, olvidé que mamá me había dicho que no pasaba nada entre ustedes en aquella época... ¿Empezaron después? —preguntó.
—Sí, un poco después de terminar de grabar...
—Pero ella dijo que cuando grababan a ella le pasaban cosas contigo. —La hora de las preguntas había empezado.
—Si, a mí también me pasaban cosas con ella, pero era complicado.
—¿Por qué?
—Porque estábamos en pareja con otras personas que también eran del ambiente.
—Ahh... —Quedó un rato en silencio.
—¿Qué más dijo tu madre? —Me animé a preguntarle.
—Nada, solo eso —se encogió de hombros—. Suele mirar la serie con nosotras y yo la veo cuando se queda colgada mirándote. —Mi hija era astuta.
—¿Has traído los DVD para verlos conmigo? —pregunté.
—En realidad he traído los de los último capítulos, esos quiero verlos contigo para que puedas responder a mis preguntas, pero es un secreto porque si mis amigos saben que adelanté escenas se enojarán.
—Okey, será un secreto pero dime una cosa; ¿porque soy yo el que debe responder las preguntas? ¿Por qué no le dejas la parte complicada a tu madre? —sonreí.
—Ella no responde, cuando las preguntas son difíciles solo cambia de tema —ambos reímos.
—En eso tienes razón...
Llegamos al cine y nos dispusimos a comprar las entradas, también compramos palomitas y un refresco gigante para compartirlo. Vimos una película de acción y nos divertimos muchísimo. Saliendo de allí le pregunté qué quería cenar y me dijo que quería comer hamburguesas, así que fuimos a Burguer King. Estábamos allí sentados y comentando la película cuando unas chicas se acercaron a pedirme unas fotos y unos autógrafos. Sofía se ofreció a tomar la foto.
—¿Cómo van los amigos? —pregunté una vez que las fans se alejaron.
—Bien, todos entusiasmados con la serie —sonrió—. Azzu trajo a la casa a una prima fanática de mamá a conocerla y almorzó con nosotros, era súper fanática en aquella época, no solo de mamá sino también de la pareja de ustedes. Pero no sabía que había sido de sus vidas así que ignoraba que se habían casado, ella preguntó por Mateo y Guillermina... Por cierto, ¿quiénes son? —Me aclaré la garganta.
—Mateo era el novio de tu mamá, y Guillermina era mi novia.
—¿Quiénes eran? —preguntó curiosa.
—Eran del equipo de trabajo. Guillermina era una de las actrices, la que hacía de Alma, ella era mi novia.
—Ah —dijo ella llevándose sus papas fritas a la boca sin dejar de mirarme—. ¿La amaste?
—Sí, Sofy, fue muy especial para mí, pero nada se compara con lo que sentía por tu mamá... por eso terminé con ella para quedarme con Miriana.
—¿Sentías o sientes? —dijo guiñándome un ojo.
—No te pases de lista princesita —Ella empezó a reír.
—Si no quieres decírmelo no me lo digas, pero yo lo percibo igual —se encogió de hombros.
—¿Cómo está tu amiguito? —cambié de tema.
—Bien, bueno no tan bien —su mirada se tornó triste.
—¿Por qué?
—Porque su mamá tiene nuevo novio, y a él no le gusta mucho la idea... Bueno, es lógico, yo lo entiendo —bajó su mirada.
—El que su padre o su madre tengan nueva pareja no influirá en el cariño que le tengan a él —dije tratando de ayudarla.
—No va por ahí, ya sabemos que nuestros padres no nos dejarán de querer y toda esa cháchara que siempre nos dicen, sólo se siente feo. Se siente como que un intruso entra a tu familia, como que debes empezar a compartir con alguien que no conoces... aunque no quieras hacerlo. Es complicado...
—Entiendo, pero tienes que aceptar y ayudar a Dante a comprender que sus padres merecen rehacer sus vidas, merecen también encontrar alguien con quien ser felices.
—Yo no entiendo por qué la gente se separa —dijo ella con tristeza y algo parecido a la impotencia.
—Sofy, la relaciones de los adultos son complicadas.
—El amor no debería ser complicado, si amas a alguien quieres estar con esa persona y si esa persona te ama también quiere estar contigo y no debería haber nada que se interponga a eso. Las personas deberían luchar por el amor. Y si una mamá y un papá se casaron y formaron una familia es porque se amaban, y no deberían dejar que ese amor se apague... más aun cuando hay hijos de por medio. —Mi hija sonaba lastimada y sentí tristeza por el daño que le habíamos causado.
—Tienes razón, los hijos son los que más sufren, cierto, pero no es tan sencillo para los adultos vivir sólo del amor. También hay problemas, quizás de dinero, o engaños, mentiras, otras personas u otros factores que a veces hacen que la relación se descomponga, que se enfríe y se deteriore, que se apague.
—¿Qué fue lo que hizo que te separaras de mamá? —preguntó—. Ya soy grande, lo puedo entender... ¿Acaso ella te engañó? ¿O tú a ella? ¿Hubo mentiras? ¿Que fue tan grave?
—Para serte sincero, es complicado, tu mamá no pudo superar la perdida de Agostino y entró en depresión.
—Eso lo sé, pero tú estuviste a su lado siempre.
—Lo sé, pero no fue suficiente.
—¿Por qué?
—Porque la depresión es una enfermedad Sofy, una enfermedad que te hace perder el sentido de la realidad, te impide ver todo lo que tienes de bueno en la vida y solo te enfocas en lo malo, en lo triste; te metes ahí como en un pozo ciego del cual no puedes salir, y giras y giras alrededor de eso. Ella siente que algo dentro de ella cambió, se perdió, no se siente bien consigo misma y así no puede sentirse bien con nadie.
—¿Crees que ella no es feliz?
—No lo sé, no digo que no lo sea del todo, pero si digo que no puede salir de ese círculo de autocompasión, donde ella está siempre mal por algo, donde se siente mal por no haber hecho lo que pudo hacer, se siente culpable... En palabras sencillas no se perdona.
—¿Pero tú la has culpado alguna vez? —preguntó con sus ojitos tristes.
—Nunca. Pero las cosas pasan por algo, nunca al azar. Ella no tiene la culpa, las cosas fueron como deberían ser, pero ella debió aprender de los errores y levantarse mientras que hizo lo contrario, hundirse en la culpa y el error.
—¿Y cómo podríamos ayudarla? —cuestionó con preocupación en los ojos.
—No lo sé Sofy, supongo que tu amándola y teniéndole paciencia. Yo ya no puedo hacer mucho desde que ella me echó de su vida.
—Tú la amas —me aseguró.
—¿Es una pregunta?
—No, es una afirmación, yo sé que tú la amas —sonrió.
—¿Cómo lo sabes? —sonreí al preguntarle. Amaba las charlas con mi hija, las teníamos desde siempre, pero ahora que era más grande eran mejores.
—Porque te preocupas por ella, por la forma en que la miras las pocas veces que están juntos, porque es ella la que siempre te pelea y tú tratas de evitar las discusiones, solo cuando ya se pone muy pesada le discutes...
—Puede ser... —sonreí—. ¿Nos vamos? —Sus palabras de algún modo me incomodaban.
—Vamos.
Manejé hasta casa en silencio mientras Sofía iba mensajeando no se con quien en su celular. Cuando llegamos la acompañé a su cuarto y le dije que se cambiara para dormir. Yo fui a hacer lo mismo y más tarde volví junto a ella que ya estaba acostada. Tenía los auriculares puestos y un paquete encima de su estómago.
—Sabía que vendrías a darme las buenas noches —dijo sonriendo, sacándose los auriculares y haciendo un lugar en su cama para que yo me sentara—. Te traje este regalo. —Me entregó el paquete.
—Un regalo ¿por qué? —le pregunté.
—Porque te amo y porque te extraño, quería hacerte sentir especial —sonreí, era un dulce mi hija.
Abrí el paquete y me quedé en silencio al ver lo que contenía.
—¡Sofy! —La abracé—. ¿Sabes cuánto quería esto?, lo estaba esperando hace meses y justo pensaba ir a comprarlo esta semana.
—Ese era mi miedo, que ya lo hubieras comprado —dijo sonriendo.
—No, es que me cuesta un poco salir e ir a las tiendas, me da un poco de pereza —añadí mientras miraba mis regalos.
—Eso dijo mamá, que ella solía hacer ese trabajo. —La miré sonriendo—. ¿Cómo supiste?... —Ella puso una expresión de obviedad en su rostro y lo entendí—. Fue tu mamá... —sonreí con dulzura al imaginar que ella aun sabía lo que yo quería, que aun pensaba en mí, que se tomó un tiempo para elegir algo que sabía que amaría.
—Cuando uno ama a alguien, sabe lo que a esa persona le hace feliz —dijo mi hija y yo fruncí el ceño y la miré extrañado.
—¿De dónde sacaste eso? —le pregunté.
—De la novela que vemos con Jose... pero ahora de repente tomó sentido. —Ambos reímos y nos abrazamos. Le di un beso en la frente y me dispuse a salir de la habitación—. ¡Papá! —me llamó.
—¿Sí?
—¿Crees que mamá tenga a alguien más? —No entendí por qué preguntaba eso.
—¿Por qué lo dices? —le pregunté.
—Porque está de buen humor, anda más sonriente, discute menos contigo... Y la otra noche fui a darle un beso de buenas noches y reía sola en la cama mientras mensajeaba con alguien.
—¿Eso cuando fue? —le pregunté mientras sentía mi corazón acelerarse de solo pensar que ella pudiera estar con alguien más.
—Anteanoche —dijo sin dudarlo y yo supe que hablaba de mí, o eso quise creer, sonreí satisfecho.
—No creo que mamá tenga a nadie más que a ti —agregué tratando de calmarla—. Pero debemos pensar que eventualmente habrá alguien. —Sentí el dolor que me producía esa idea—. Debemos prepararnos —continué—, porque tu madre es bella, es única, cualquiera se podría enamorar de ella.
—Supongo que sí —habló Sofy con tristeza—. Nunca estaré preparada para verlos con otras personas papá —dijo con sinceridad y yo la abracé.
—No te preocupes Sofy, todo va a estar bien —le di un beso en la frente aunque ni yo sabía si eso era cierto.
Fui hasta mi habitación y tomé el celular, miré mi foto de pantalla, allí estábamos los tres. Yo tenía a Sofy en brazos y Miri me envolvía a mí con sus brazos mientras me daba un beso en la mejilla. Sonreí...
«Gracias por los regalos —le escribí—, era justo lo que quería».
«Lo sé, supe que te encantarían». —Me dijo y yo intuí que se reía al escribir, podía deducir sus gestos, su forma de respirar, su forma de sonreír, su manera de sentirse orgullosa de sí misma cuando hacía algo que sabía que me gustaría.
«Lo que más me gusta del regalo es saber que para elegirlo pensaste en mí». —Afirmé sintiendo mi corazón estallar de los nervios ante la ansiedad de la posible respuesta.
«Para serte sincera, pienso mucho en ti, no solo cuando decido comprarte un regalo». —Definitivamente ella estaba sonriendo.
«¿Qué piensas?».
«Cosas».
«¿Cosas como que?». —Pregunté.
«Cosas como si ya has decidido firmar ese divorcio». —Me dijo sacándome de mi ensoñación.
«¿Quieres que lo haga?». —Le pregunté con temor.
«¿Tengo alguna opción?».
«Siempre hay opciones —respondí—, pero no contestes con preguntas. Dime si quieres que lo firme y lo firmaré ahora y te lo envío mañana mismo».
«No estaré mañana en casa, estoy en Sevilla ¿lo recuerdas?». —Sonreí.
«Estas más cerca mío ahora».
«Técnicamente estoy por unos kilómetros más lejos». —Sé que sonrió ante su astucia.
«Pero estás en el mismo país, eso me hace sentir que estas más cerca, que respiramos el mismo aire».
«Las distancias solo son medidas». —No supe bien que me quiso decir.
«Las distancias las ponemos nosotros». —Le respondí.
«Llevamos mucho sin vernos». —Me dijo como si estuviera pensando en voz alta.
«Cuatro meses y catorce días».
«¿Llevas la cuenta?».
«Un día sin verte es como un día sin sol todo se pone gris y nublado». —Le contesté.
«Cursi». —Dijo ella pero yo sabía que le gustaba.
«Romántico». —Le respondí.
«Por ahí uno de estos días sale el sol». —Me contestó.
«Qué más quisiera yo».
«¿Qué tal con Sofy?». —Cambió de tema ante el rumbo de la charla.
«Divertido pero cargado de preguntas».
«Ella es así, curiosa. Supongo que está creciendo y tiene dudas, lo mejor es respondérselas lo mejor posible».
«Eso es lo que trato de hacer. Es tan inteligente».
«Tanto como yo». —Sonreí, ella estaba bromeando conmigo.
«No, tanto como yo».
«Tanto como tú». —Dijo en una especie de halago.
«No, tanto como tú». —Acepté.
«¿Te has preguntado porque no discutimos más?».
«No, más bien lo disfruto — le respondí —. ¿Tú te lo has preguntado?».
«Si... pero no hallo respuesta alguna. Quizás hemos madurado».
«Quizás sí, pero es aburrida la vida si somos muy maduros».
«¿Quieres discutir?». —Me preguntó.
«No, más bien estaba pensando en otra clase de inmadurez».
«¿Cómo cuál?».
«No lo sé... mmm... ¿Volar hasta ti quizás?».
«No lo hagas». —La respuesta me llegó tajante.
«¿No me quieres ver?».
«No lo sé».
«Tienes miedo». —Afirmé.
«¿Miedo de que?». —Preguntó.
«De que te tiemblen las piernas al verme, de que el corazón se te acelere...». —Contesté con una sonrisa de autosuficiencia.
«No tengo miedo de eso...».
«¿Entonces de que tienes miedo?».
«No lo sé, no quiero discutir... Odio cuando lo hacemos, odio que nos lastimemos».
«Ya nos hemos lastimado demasiado, pero ni todo el dolor que nos hagamos puede apagar lo que sentimos y lo sabes Miriana...». —Me arriesgué, en realidad no sabía lo que ella sentía.
«No es así Nico... Te cansarías de mi».
«Nunca».
«Ya no soy la que conoces, ya no soy la que amaste, el tiempo ha pasado».
«Si te volviera a conocer en otra vida te amaría de nuevo, ¿por qué no hacerlo entonces en esta misma?... Todo lo que venga de ti lo puedo amar».
«Otra vez cursi». —Dijo para aliviar la tensión que le producían mis palabras.
«Otra vez huyendo. El día que dejes de huir de ti misma, ese día me encontrarás esperándote».
«Nico, ¿crees en verdad que solo el amor puede superar tanto dolor? el dolor de un pérdida, el dolor de la culpa, el dolor del tiempo pasado y perdido, el dolor del daño infringido a la otra persona».
«Miriana el amor es lo único que puede superar al dolor... Es el único bálsamo capaz de curar esas heridas y cualquier otra. Pero el amor de verdad, el amor verdadero».
«¿Cómo se reconoce el amor de verdad?».
«Solo se siente, es un amor profundo, es un amor paciente, no se cansa ni es egoísta...».
«¿Cómo puedes amar así?, ¿Cómo puedes amar de esa forma a quien solo ha causado daño a tu vida?».
«El amor perdona, el amor olvida». —Agregué.
«Es un amor demasiado grande, nadie estaría a la altura de recibir eso».
"El amor no cobra facturas ni necesita preparación universitaria. Uno solo lo siente, uno solo lo da, el otro puede recibirlo y quizás retribuirlo, pero si no lo hace no pasa nada, el amor no deja de sentirse por eso, se aprende a vivir con eso».
«Te mereces una persona capaz de amar así». —Ese comentario me dolió.
«Cualquier persona es capaz de amar así».
«Algunas han perdido la capacidad de amar».
«Mentira, esas son mentiras, algunas han perdido la capacidad de luchar, esa sería la verdad. El miedo ha inundado su corazón y por eso se sienten incapaces, pero eso no quiere decir que lo sean. Deben dejarse amar y soltar todo el amor que pueden sentir».
«No lo sé...».
«Luego de leer este mensaje, cierra los ojos, imagina que estoy a tu lado y que recuestas tu cabeza en mi pecho, aspira y respira mi aroma y yo acariciaré tu cabello y me hundiré en el sabor a tu shampoo de avellanas y miel. Esta noche dormiremos juntos ¿te parece? Las distancias solo son medidas. Buenas noches mi princesa».
«No duermas antes que yo y acaricia mi espalda hasta que quede dormida, luego dame un beso en la frente y cierra tus ojos también, yo dormiré en el aroma de tu jabón de manzanas verdes. Las distancias las ponemos nosotros. Buenas noches príncipe de mis cuentos de hadas».
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