* 2 *
Cuando llegué, escuché a las niñas riendo desde la habitación de Sofy, fui hasta la mía y me saqué los zapatos, algo que nunca cambiaría en mí eran las ganas de andar descalza o con zapatillas. ¡Odiaba tener que usar esos tacones!, pero era parte del vestuario para entrevistas y conferencias de prensa.
Tomé el celular y llamé a Nico. No sé por qué me ponía nerviosa cada vez que debía hacerlo, me empezaban a sudar las manos y tenía miedo que atendiera, o que no lo hiciera...
—Miri... —saludó del otro lado y sentí que sonreía al hacerlo. Siempre, y aunque me costara admitirlo, escuchar su voz producía que los latidos de mi corazón se aceleraran.
—Nico... —sonreí también—. Te estaba llamando porque Sofy y yo viajaremos a España la semana que viene, más específicamente el domingo. Debo filmar un video clip en Sevilla y le pregunté si querría quedarse contigo esa semana.
—¡Me parece genial! —Nicolás nunca tenía problemas de quedarse con Sofía, era un excelente padre no había nada que objetar al respecto y aunque a veces cuando discutíamos solía echarle en cara cosas sobre su paternidad, era solo para pelearle, porque mejor padre que él no existía en el mundo; era cuidadoso, cariñoso y protector. Desde que Sofía era bebé, la cuidaba, le cambiaba los pañales y se quedaba con ella cada vez que yo necesitaba trabajar. Prefería cuidarla él a que la dejáramos con niñeras, era un padre excelente—. Me alegras con esta noticia, empezaré a planear una semana divertida con mi bella princesita. —Sonreí tristemente cuando escuché esa palabra de su boca, él solía llamarme así también, decía que ambas éramos sus princesas... pero supongo que ahora tiene solo una.
—Bueno, me encanta que te agrade la idea, Nico. Sofy está muy entusiasmada también. Me comunico luego para informarte los datos del vuelo para que la vayas a buscar al aeropuerto.
—Está bien, Miriana —añadió con dulzura—. ¿Tú estás bien?
—Sí, muy bien. —No sé si eso era del todo cierto, hace mucho tiempo que no sé lo que es estar bien—. Hablamos luego...
—Adiós —cortamos.
Me senté en mi cama y abrí el cajón de la mesa de luz donde guardaba una foto de los dos caminando por la playa. Eso había sido en el año dos mil, cuando empezamos a salir oficialmente, o mejor dicho, cuando hicimos pública la relación. Sonreí al recordar ese día. Era un fin de semana largo y habíamos viajado a Cancún, siempre me gustó ese paradisíaco lugar. Estábamos los dos solos aquella vez y nos habíamos quedado en un hotel que daba directo al mar.
Esa noche, en especial, habíamos decidido dejar de ocultarnos. Ya había pasado demasiado tiempo —prácticamente un año— desde que él había terminado con Guillermina y yo con Mateo. Las cosas entre nosotros habían empezado a principios del año mil novecientos noventa y nueve, cuando estábamos terminando de grabar El Estudio y por unos capítulos nos tocó ser pareja en la ficción.
Esos besos que nos dábamos nos transportaban a un mundo que iba más allá de las pantallas de la televisión y nos terminamos por confundir. De todas formas, tanto él como yo, hicimos oídos sordos a esos sentimientos, pues llevábamos mucho tiempo en pareja con nuestros respectivos novios. Cuando la serie terminó y las grabaciones cesaron, la distancia se nos hizo eterna. Ya no habían más abrazos que ensayar ni besos que grabar, ya no teníamos excusas para estar juntos aunque sea en la ficción y la necesidad que teníamos el uno del otro fue creciendo inmensamente y a tiempo record.
Yo volví a Italia y él quedó en México, con Guillermina. Ambos habíamos conocido a nuestras parejas en ese país que nos cobijaba en ese momento. Se suponía que luego de las fiestas Mateo viajaría a Italia para vivir conmigo, pero al final desistí de aquello. No podía hacerle dejar todo si ya no estaba segura de lo que sentía por él, y entonces volví a México para terminar aquella relación, o al menos, para pedirle un tiempo.
—No lo puedo creer, Miriana —dijo sin entender y con mucho dolor en el rostro—. ¿De verdad me estás pidiendo un tiempo? Estamos juntos hace más de tres años y teníamos la vida planeada. He dejado todo para ir contigo a tu Italia, ¿y tú vuelves para decirme esto? —Me rompía el alma herir a una persona que, pese a las circunstancias, había sido tan importante en mi vida.
—Lo siento, pero prefiero ser sincera. Hace un tiempo que las cosas no son como antes y yo no estoy segura mis sentimientos. Es mejor que te lo diga ahora, que aún estás a tiempo de continuar con tu vida a que sigamos de esta forma, cuando no puedo corresponderte.
—¡Pero tú eres todo para mí! —apeló en vano, suplicando con un hilo de voz. Sus ojos estaban cristalizados y las lágrimas amenazaban con salir.
—Lo lamento —respondí cabizbaja—. Lo que menos deseo en el mundo es hacerte daño y por eso te lo estoy diciendo así. —Sin cederle oportunidad de réplica salí de su departamento y me dirigí al hotel.
Ya no tenía hogar en México; me alojaba en un hotel cercano al edificio que compartí hasta hace unos meses con todos mis compañeros extranjeros, aquello había sido un proyecto internacional. Nicolás seguía viviendo allí, con y por Guillermina.
Aquella noche, mientras pensaba en que acababa de terminar una relación de casi dos años, alguien llamó a mi habitación. No tenía idea de quién podría ser pues nadie sabía que yo estaba de nuevo por allí.
—Nicolás... —le saludé sorprendida—. ¿Qué haces...
—¿Has terminado con Mateo? —interrumpió entrando sin que yo le diera paso—. ¿Para eso has vuelto de Italia?
—Sí, Nico —respondí con tristeza—. ¿Pero cómo lo sabes?
—Porque él llamó a Sol para contarle y ella me lo contó a mí. —Sol era una de mis mejores amigas, también española como Nico y vivía en el mismo edificio que él. Aún no había regresado a Europa porque se había enamorado de un chico y se habían puesto de novios.
—¿Y cómo supiste que estaba aquí? —le pregunté.
—Recordé que me habías comentado que te gustaba mucho este hotel cada vez que pasábamos enfrente, cuando íbamos a grabar. Imaginé que vendrías aquí, solo llegué y pregunté por ti —dijo él sentándose en el sillón que había en una especie de sala de estar al lado de la habitación. Era una habitación amplia.
—¿Y a qué vienes? —le pregunté. Entre él y yo nunca había pasado nada fuera de los estudios de grabación, nunca mencionamos lo que sentíamos, pero lo intuíamos cuando grabábamos. Esas miradas iban más allá de las cámaras, esos besos eran más que pura ficción. Mi corazón se alteraba cuando lo tenía cerca y las manos me sudaban. En aquellos miles de abrazos la piel se me estremecía y sé que él podía sentirlo.
—Necesito saber por qué cortaste con él —habló firme y mirándome fijamente a los ojos.
—Es cosa mía, Nico, no sé por qué debería interesarte. —Traté de no darle importancia y no mirarlo a los ojos, entre nosotros había una conexión fuerte e inexplicable; si lo hacía, él lo sabría. No se movió y tampoco me sacó la vista de encima mientras yo iba a servirme un vaso con agua, todo por hacer pasar el momento.
—Quiero que me cuentes, ¿por qué cortaste con él? —repitió lentamente su pregunta y se acomodó en su sitio—. No me iré de aquí hasta saberlo.
—Terminé con él porque estoy confundida, viajé a Italia y no pude dejar de pensar en... —Hice un silencio no pudiendo sincerarme del todo. Luego continué—. En que él iba a dejar todo para ir a vivir allá conmigo, a empezar de cero, y no estaba segura de que fuera buena idea hacerle sacrificar su vida por alguien que quizás ya no lo amaba como antes, y que luego de unos meses fuera a terminar de todas formas... Igualmente, solo le pedí un tiempo, un tiempo para a aclarar mis dudas.
Yo estaba parada, caminaba de un lado al otro, nerviosa, mientras se lo contaba. Él se levantó y se acercó a mí lentamente. Yo me quedé atrapada entre su cuerpo y la pared. Me quitó el vaso de la mano y lo puso en la mesa del centro. Entonces me miró a los ojos logrando que mis piernas temblaran.
—¿En «quién» no podías dejar de pensar? —preguntó casi en un susurro, enfatizando la palabra quién, mientras se acercaba mucho a mí—. Dímelo —exigió.
—Ya te dije todo, Nicolás. —Intenté no bajar la mirada, pero su aliento tan cerca del mío alteraba todos mis sentidos.
—No me mientas. Te conozco, Miriana, puedo leer tus ojos, puedo sentir tu respiración y puedo percibir tus nervios.
—¿Ah sí? ¿Y qué lees? —pregunté alterada y ansiosa.
—Que no puedes mantener la mirada porque temes que descubra tu secreto, siento que tu respiración se agita porque estoy muy cerca de ti y que tu piel se eriza cuando hago esto —dijo pasando el dorso de sus dedos por mi rostro.
—No puedo sacarte de mi mente, Nico —admití susurrante más para mí que para él y cerré los ojos suspirando—. Y por más que no estemos juntos no puedo dañar a una persona que fue tan importante en mi vida como lo fue Mateo, no quiero seguir mintiendo.
Nicolás se acercó más a mí y me besó; sus labios y los míos se volvieron a fundir como en aquella última escena. Lo volví a sentir, pero en un beso nuevo, en un beso largo, en donde no era Alejandro —su personaje en la serie— quien besaba a Laura —mi personaje—; era Nicolás que me besaba a mí, en un beso que no estaba rodeado de cámaras, de luces, ni de personas gritando «corten» cuando nosotros aun no queríamos cortar nada. Un beso en el cual su lengua le pidió permiso a mis labios para introducirse en mi boca en busca de la mía por primera vez, y así liarse con ella en una danza de amor exquisita. Luego de un rato, se separó suavemente de mí, como no queriendo hacerlo.
—Voy a cortar con ella —explicó decidido y me dolió escuchar eso. Sabía lo que sufriría mi amiga, sabía cuánto lo amaba.
—No tienes que hacerlo, no deberíamos arriesgarnos —dije con miedo. En realidad si quería que lo hiciera.
—Lo haré, estaba pensando en hacerlo de todas formas, y ahora tú me has infundido del coraje que me faltaba.
—Quizás nos estemos equivocando, Nico —susurré con temor sin dejar de mirarlo.
—En tus ojos puedo ver que eres el camino correcto para mí—confesó él y yo sonreí.
—¿De verdad lo crees? —le pregunté y él sólo asintió. Volvió a darme un beso en los labios, esta vez corto y rápido. Tomó su chaqueta y antes de salir me habló.
—No te vayas a ningún lado hasta que yo venga por ti —sonreí.
No pasó mucho tiempo, solo un par de días y él estuvo de regreso. Traía los ojos rojos, noté que había llorado. Lo abracé, sabía que venía de romper con ella.
—Odio lastimar a la gente que quiero —dijo recostándose en mi pecho.
—Lo sé, me pasa igual. —Asentí comprensiva y nos sumimos en un silencio lleno de incertidumbre.
—No hagamos público esto aún —me pidió—. Será demasiado doloroso para ellos.
—Lo sé, estoy de acuerdo —asentí acariciando sus cabellos, a pesar de todo aquello se sentía bien.
—Ella está destrozada...
—Me imagino... —Pensé en ella y en lo mal que estaría. No, no podía sentirme bien.
—¿Tú crees que podremos ser felices aun cuando los hemos lastimado tanto? —preguntó buscando la respuesta en mis ojos.
—No lo sé —respondí con sinceridad, buscar la felicidad a costa de los demás no era mi estilo—. ¿Tan seguro estas de lo que sientes por mí que has tirado todo por la borda en un par de días? —quise saber.
—Estoy seguro de lo que siento por ti desde la primera vez que Alejandro besó a Laura. —Sonrió con ternura y acarició mi rostro—. Siempre fue Nico quien besaba a Miriana tras el disfraz de Laura, y tú lo sabes, princesa. —Fue la primera vez que me llamó así y me estremecí.
—Lo sé —susurré acurrucándome en su hombro—. Lo podía sentir, así como supongo que tú sentías que me pasaba igual.
—Esto es algo hermoso, Miriana, algo que se siente grande y eterno —me sonrió—. Esa clase de amores que no acaban jamás, quiero luchar por esto siempre.
—¿De verdad lo piensas? ¿No estaremos siendo egoístas y dejándonos llevar por una pasión?
—¿Una pasión? —preguntó subiendo un poco la voz—. Aún no hubo pasión entre nosotros, Miriana, sólo miradas, abrazos y besos castos rodeados de miles de personas. Aun así lo que siento al mirarte y al tenerte cerca es algo que no se puede explicar, algo que trasciende lo natural, es algo que me inunda, que me puede... Quiero estar contigo, ahora y siempre... no tengo dudas.
»El despedirme de Laura en el último día de grabación fue algo muy doloroso para mí, porque sólo a través de ella podía estar contigo y pensé que luego de aquello ya no estaríamos juntos. El despedirme de ti antes de que regresaras a Italia, fue saber que debía cerrar esta historia para siempre, una historia que ni siquiera había podido ser... Pero el saber que volviste y que habías cortado con él, fue la certeza de que te pasaba lo mismo que a mí. Por eso me arriesgué, por eso vine, y acá estamos, vamos a escribir juntos esta historia de amor.
Lo abracé, me abrazó y nos quedamos allí fundidos en ese abrazo por lo que pareció una eternidad. Decidimos mantener la relación en secreto, para eso viajamos a Europa y vivimos allí por casi un año. Yo en Italia y él en España, pero nos veíamos todos los fines de semana.
Un año después fuimos de vacaciones a Cancún, y en ese viaje decidimos dejar de ocultarnos, dejar que nos tomaran fotos, hacer formal nuestro noviazgo. Yo ya había empezado hacía tiempo mi carrera de solista y él continuaba con su carrera de actor y a veces también componía. Nos vieron juntos en Cancún y las fotos no tardaron en aparecer en las revistas y en la televisión, con las típicas preguntas que insinuaban si había o no algo más que amistad entre nosotros.
Una revista me pidió la entrevista exclusiva y decidimos dársela.
—¿Estás saliendo con alguien? —me preguntó el entrevistador.
—Sí, estoy de novia —afirmé.
—¿Hace mucho tiempo? —preguntó.
—No, solo un par de meses. —En eso habíamos quedado.
—¿Es ese alguien un antiguo compañero de trabajo? —me preguntó.
—Sí, exactamente —sonreí—. Estoy de novia con Nicolás Alcázar.
La risa estrepitosa de las niñas me trajo de nuevo a mi vida actual, volví a mirar aquella foto tomada en la playa de Cancún. Ambos ocupando el primer plano de la foto y la maravillosa playa detrás, yo miraba a la cámara pero Nico besaba mi mejilla y sus ojos estaban cerrados. Acaricié esa parte de mi rostro donde tantos años atrás él había plantado aquel beso y sonreí. Una vez más la risa de las niñas me devolvió al presente y decidí ir a ver qué tanto las divertía.
Entré a la habitación y no pude creer lo que veían. Estaban viendo El Estudio, yo solo sonreí.
—Mamá que raro hablabas —dijo Sofía mientras detenía el DVD.
—Estaba recién aprendiendo el español —me defendí.
—Ya nos hiciste reír un montón, tía —comentó Giuli.
—Si las escuché —sonreí—. ¿A qué se debe que están viendo esto? —cuestioné.
—Es que la prima de Azzu llegó desde España y resultó ser una ultra fanática tuya desde la época de la serie —explicó Sofy—. De hecho le pidió que le firmaras su disco. —Azzu fue a sacar el disco de su mochila—. Entonces las chicas me preguntaron de qué iba El Estudio, y como yo no sé, porque nunca lo vi, me pidieron para verla, pero no pensé que nos divertiríamos tanto —sonrió Sofy—. ¡La tía Sol es muy buena actriz! —agregó emocionada mi pequeña.
—Sí, lo es, siempre lo ha sido.
—Y qué bonita es la chica que hace de villana —comentó Giuli y yo asentí.
—Son sesenta capítulos, ¿la van a terminar? —pregunté al ver por cual capitulo iban.
—Seguro que en un par de días la terminamos, esto es adictivo —agregó Azzu entusiasmada.
—¿Y el tío Nico cuando aparece? —preguntó Giuli.
—Cerca del capítulo veinte, si mal no recuerdo —mencioné sonriendo.
—¡Ya queremos llegar allí! —gritó Sofy emocionada—. Quiero ver a mi papá de galán —sonrió.
—Él era el típico chico malo al principio —recordé con una sonrisa.
—¿De verdad? —preguntó Azzu—. No me lo imagino de villano. Tía, ¿me firmas éste disco? es para mi prima Sonia.
—¡Claro Azzu! —tomé el disco en las manos—. Por Dios, es Corazones. —Sentí que habían pasado siglos de aquello—. ¿Aún hay gente que lo escucha? —pregunté.
—Sí, Sonia —sonrió Azzu mientras me pasaba el bolígrafo para firmárselo—. Bueno, Jose les traerá la pizza en un rato —dije levantándome para salir.
—Tía, ¿no quieres ver algunos capítulos con nosotras? —preguntó Giuli.
—Está bien, iré a cambiarme y vengo. —Tenía pensado pasar toda esa semana con Sofy ya que la próxima estaría ausente, y sería bueno compartir con mi hija algo que fue tan importante en mi vida.
Me puse mi pijama y volví a la habitación de Sofy, esa noche era una niña más. Recordé las pijamadas en casa con Sol y Tamara, claro que éramos más grandes que mi hija y sus amigas, pero igual, hacíamos básicamente lo mismo, ver películas, reír, divertirnos.
Cuando entré de nuevo, ellas ya estaban comiendo las pizzas y reían de una escena de Sol.
Qué joven era cuando eso, y me creía tan dueña del mundo... todavía me esperaban tantas cosas por vivir. No me gustaba mucho verme actuar, sin embargo, ésta era una ocasión especial. Estaba compartiendo esto con mi hija, que tenía la edad de las niñas que en esa época nos esperaban para que les firmemos un autógrafo. Y ahora siendo madre me preguntaba cómo hubiera sido si fuera mi hija la que se acercara a pedirme un autógrafo.
Miré a Sofía tan concentrada en la serie junto a sus amigas, vi esos ojos verdes como los míos sonrientes y orgullosos de ver a su madre en la pantalla. Su cabello era castaño y no era lacio como el mío sino rebelde como el de Nico y ella lo odiaba, siempre andaba con la planchita en mano tratando de calmar sus alborotados rizos y preguntándose por qué no pudo haber heredado mi pelo. Yo solo sonreía, feliz de que se pareciera tanto a Nico, porque verla me recordaba que ella era lo mejor que había hecho en mi vida, y era nuestra. Su sonrisa era igualita a la de su padre, esa sonrisa que derrite, en la cual puedes perderte para siempre... ¿Por qué estaba pensando así de Nico?... siempre pensaba así de él en realidad.
Volví a la serie, esa chica jovencita llena de colores y una sonrisa gigante, era yo... Qué distinta me veía luego de que tantos años me hayan pasado encima, que distinta me veía cuando miles de problemas se habían llevado la frescura y espontaneidad de aquella sonrisa. ¿Dónde estaba yo? ¿Dónde estaba esa Miriana que había llegado a México casi sin hablar el idioma, solo tras un sueño y dispuesta a luchar? Mis fans solían decirme que les había enseñado que nada era imposible, ¿realmente podría enseñar algo así ahora? Dejé que la vida opacara mi brillo, que mis miedos mataran mis sueños, que mis lágrimas borraran mi alegría.
—¿Por qué te vestías así mamá? —me preguntó Sofía sacándome de mis pensamientos.
—No lo sé hija, supongo que era la moda de la época.
Se hizo tarde y cuando terminó el capítulo que estábamos viendo les dije a las niñas que lo ideal sería que fueran a dormir.
—Tía ¿te puedo preguntar algo? —cuestionó tímidamente Azzurra.
—Si Azzu, ¿qué pasó?
—Bueno, viendo esta serie puedo entender esa adoración que te tiene mi prima Sonia, y pienso que ella sería muy feliz si pudiera conocerte —sonreí ante la timidez con que la niña me estaba hablando—. ¿No sería mucho pedir que ella pudiera venir un día de esta semana y conocerte?
—¡Claro que no Azzu! Hace mucho que no tengo fans de esa época de mi vida alrededor mío —le comenté—. ¿Qué te parece si mañana la invitas a almorzar?
—¡Gracias tía! —asintió efusivamente la niña—. Si no le da un paro cuando se lo diga estará feliz de venir.
—Buenas noches chicas. —Me despedí besando a las tres en la frente.
—Buenas noches tía —respondieron las chicas.
Sofía me abrazó y me susurró un «gracias por compartir con nosotras». Últimamente pasaba tan poco tiempo con ella, sabía que esto la había puesto muy feliz, y más conocer parte de mí que ella no conoce. Por lo general los hijos ni pensamos que nuestros padres tuvieron una vida antes que nosotros naciéramos, y Sofía la estaba descubriendo ahora, estaba conociendo a la persona que una vez fui. Pronto vería a su papá también, y si seguían entusiasmadas con la serie, llegarían a los últimos capítulos... y estoy segura que un mundo de preguntas caería sobre mí, solo sonreí de imaginarlo.
Fui a mi habitación, cerré mis ojos y me dispuse a dormir.
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