6

Automático

Lucian casi no me habla desde lo ocurrido el sábado. Hoy es viernes, ya ha pasado casi una semana y yo sigo atrapada en la misma maraña de confusión que me dejó su actitud.

Cam nos invitó a una fiesta y, después de mucho insistir, Juli me convenció. Sé que soy una nerd, no me culpen. No soy fan de las multitudes ruidosas, la música a todo volumen ni de estar rodeada de desconocidos. Soy una abuelita.

—¡V, vas a estar preciosa esta noche! —Juli me sonríe con esa energía que siempre la caracteriza.

Estamos en la cafetería del colegio, sentadas en una de las mesas disponibles. Mi mirada se desvía hacia Lucian, que está a lo lejos, conversando con algunos chicos. Cam parece notar mi distracción.

—Escuché que él no irá a la fiesta —me dice Cam, con una sonrisa traviesa que no me hace sentir mejor.

—No me importa si él va o no —le respondo, pero en el fondo, me doy cuenta de que miento. Mi voz se quiebra apenas lo digo, como si la verdad no pudiese permanecer oculta por mucho más tiempo.

...

La fiesta está a punto de comenzar, y aún me siento incómoda con la idea. Pensé que vería a Lucian allí y tal vez, solo tal vez, eso aliviaría esta especie de nudo que tengo en el estómago. Pero ¿quién soy para esperar algo de él? Después de todo, ya pasaron seis días desde que me ignoró. Tal vez me estoy haciendo demasiadas ilusiones.

Llegamos finalmente a la fiesta. Cam, Juli y yo entramos como si fuéramos un ejército de tres, pero yo me siento como una infiltrada. Mientras Cam ilumina el lugar con su sonrisa y se mueve de un grupo a otro, yo me siento invisible, observando desde las sombras.

Mi atuendo, un simple jean y una blusa corta, parece tan fuera de lugar entre las chicas que están en sus mejores galas, como si estuvieran posando para una revista de moda. Y yo aquí, intentando encajar. Juli se da cuenta de mi incomodidad.

—No te preocupes, lo estás haciendo bien —me dice con una sonrisa que no me tranquiliza en lo más mínimo.

Cam se mueve como pez en el agua, riendo y bromeando con todos, mientras yo me siento un poco más invisible cada vez. La música está tan fuerte que casi me duele la cabeza, y el bullicio me hace sentir aún más aislada. 

Pero luego algo curioso sucede. Me encuentro observando el juego de "verdad o reto", que se desarrolla en la sala, y, por primera vez en la noche, una sonrisa se asoma en mi rostro. Es algo absurdo, pero es divertido ver a todos los chicos tomar retos tontos y decir la verdad de maneras que jamás pensaría. La gente que me rodea ya ha bebido un poco, y las risas se vuelven más ruidosas y sin filtro.

—¡Beso, beso, beso! —Todos lo dicen al unísono, como si estuvieran en una película adolescente.

Nosotros observamos, curiosos, a una pareja del grupo que, en el giro de unos segundos, se besa ante los ojos de todos. Y, en ese instante, me doy cuenta de lo que significa estar aquí. Tal vez la fiesta no sea tan mala. Tal vez esta noche no sea tan mala.

He bebido demasiado refresco, y de repente siento la necesidad de ir al baño. Me levanto con la esperanza de que me aleje un poco de la multitud, pero Juli me sigue el paso, como siempre.

—Voy al baño —le susurro, y ella asiente, como si ya supiera lo que pasa.

Subimos al segundo piso, siguiendo la indicación de una chica que nos muestra el camino. El baño está al final del pasillo, y cuando salgo, me siento un poco más ligera, aunque las palabras de Lucian siguen retumbando en mi cabeza.

—Oye, vamos a conocer la casa —me dice Juli, con su típica energía.

—Está bien, preciosa, hoy tienes el control —le sonrío, aunque dentro de mí solo hay una mezcla de incertidumbre y necesidad de escapar.

Descubrimos un pasillo que da a un balcón, donde la vista nocturna es impresionante. La luna llena brilla con fuerza, iluminando la casa desde lo alto. Pero a medida que me acerco al balcón, una escena inesperada me congela.

Allí están, en la oscuridad, una pareja besándose. La luz de la luna se refleja en ellos, pero la figura masculina me resulta demasiado familiar.

Lucian.

El dolor que siento no es solo físico. Es un golpe directo al corazón. La chica con la que está besándose es rubia, hermosa, todo lo que yo no soy. Mi pecho se contrae, como si alguien hubiera apretado una mano alrededor de mi corazón. 

Quiero desaparecer, irme, huir de todo esto, pero no puedo. Él me ve, y me congelo al instante. Hay algo en su mirada, un atisbo de culpabilidad, que me hace desear nunca haberlo visto.

Juli toma mi mano rápidamente, pero ni siquiera noto su gesto de consuelo. Salgo corriendo de allí sin mirar atrás. Mis pasos son rápidos, casi frenéticos. Todo lo que quiero es irme de esa casa, de esa fiesta, de esa situación. El aire me falta, y siento que mi respiración se corta.

—¡Hey! —escucho la voz de Cam, que me hace detenerme. Juli le explica algo, pero no la escucho. Todo está en cámara lenta. Todo me da vueltas.

Al final, Cam está a mi lado, aunque no sé cómo ha llegado hasta allí. Juli se detiene frente a mí.

—¿Estás llorando? —me pregunta, sorprendida.

Sin darme cuenta, toco mi rostro. Mis lágrimas caen silenciosas. No sé en qué momento, pero el dolor se ha desbordado, y estoy siendo ridícula.

En ese instante, Lucian aparece junto a nosotros, como una sombra que no quiero ver.

—¿Puedo hablar contigo, Victoria? —dice con voz baja, casi como si temiera que alguien lo escuchara.

—No te acerques a ella —dice Juli con firmeza, y por un segundo, me siento agradecida.

—Tranquila, Juli —respondo, con una calma que no siento. —Estoy bien.

Me alejo de mis amigos y sigo a Lucian fuera de la casa. El aire nocturno me hace sentir un poco mejor, pero mi mente está nublada. Solo somos nosotros dos, y, por primera vez, no sé qué hacer ni qué decir.

—No es lo que parece —dice, casi en susurros, como si su voz pudiese desaparecer en el viento.

—Tranquilo, no me debes explicaciones —le respondo, tratando de mantener la calma.

—No, si te la debo —me toma la mano, pero yo la retiro sin pensarlo.

—No debes hacer esto, Lucian. No debes fingir que te gustó. Ya quedó claro. —Mi voz es firme. Ya no tengo miedo. Estoy decidida.

—Lo siento, Victoria —dice con un suspiro.

—Está bien, tú y yo no somos nada —y con esas palabras, le doy la espalda. Me alejo, sin mirar atrás, sabiendo que la decisión está tomada.

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