7. (Sí) no, es un cambio sexy


STEPHENIE


Hace días he estado pensando y meditando todo lo que me ha pasado. Han surgido muchas interrogantes a las que no consigo respuesta. A pesar de mi desconcierto debo cambiar muchas cosas.

Superar a Brian que luego de todo no valió la pena, es difícil. También noté que en nuestra relación no había amor y ese futuro en la universidad era incierto, solo estaba con él porque era mi primer novio, el que me dejó sin dignidad que ahora tengo que encontrar.

Fue tan humillante en la casa Coleman ver como se enteraban que me había engañado. Me sentí degradada y avergonzada.

Annalise me acompañó en todo el post Brian yendo a casa todos los días por dos semanas, tampoco que fuera algo nuevo ya que siempre estamos en la casa de la otra con frecuencia. Ella de algún modo no estaba enamorada de Patrick, aunque no deja de decir que es un imbécil por hacerle lo que le hizo. No la siento en despecho, tampoco es que haya hablado de eso al respecto.

Qué impotencia y ganas de vengarme, ya no podía ser la Fanny de la que se burlaban siempre los chicos, no.

Algo estúpido no será, le demostraré a todos los hombres que se me acerquen que Stephenie Dugs no se deprimió porque Brian la dejó, y lo más importante no sufrió porque le pusieron los cuernos.

A continuación haré algo que será el comienzo de la nueva Stephenie y no la nerd Fanny, porque la nerd aplazó una beca para este otoño en una de las mejores universidades de la ciudad por un chico, pero ya no rechazará nada importante solo por un novio.

No me quedaré estancada por un chico.

La vi desde afuera a través de los vidrios de la cafetería, tecleaba algo en su celular mirándose natural como es lo usual en ella. Me detuve detrás de la mesa, al notarme no hizo ningún gesto que resaltara alguna emoción, lo cual no le di importancia y me senté.

—Fanny, Fanny, sabes usar las oportunidades —me dijo, con una clara burla en sus palabras.

—Así es. Ahora más que nunca lo necesito. Cuenta con mi discreción de ese día, ni Annalise sabe.

La mire a los ojos asegurándole que le guardaría el secreto.

—No tiene por que saberlo. Nadie.

Me devolvió la mirada más intimidante y amenazante que me habían echado.

¿Debería de preguntarle por qué nadie debe saberlo si todos saben que Ana es una rabo suelto que va con frecuencia a fiestas y bares?

—¿Por qué? No es como si nadie supiera que vas a fiestas donde te emborrachas y tienes encuentros con chicos.

—Y a antros y hoteles, que no se te olvide. Nadie tiene que saberlo, primero porque ese día en mi casa había muchas personas y no les avisé que saldría, en su lugar supondría que iba a hacer algo indebido, o no sé... no sé qué es lo que pasa por sus mentes.

—Bien, supongo que hay algo más.

—Es más simple de lo que crees y no voy a explicártelo. Dime qué necesitas.

—Ayúdame a cambiar mi imagen.

Alzó una ceja de forma persuasiva analizando lo que acaba de decirle

—Esperaba que llegara este día, a que te decidieras a cambiarte esa falda NPO.

—¿NPO?

Arrugué la frente.

—Nocivos para ojos querida. —Los míos se agrandaron ante ese insulto—. Mis manos e inteligencia son correctas para eso.

—Por eso recurro a tú.

Sí, Annabelle es perfecta para esto. De eso estoy segura, la ropa que se pone es tan... ¿Cómo diría?... cool y se ajusta a su cuerpo de rubia oxigenada. Y le agregaría en su caso, inteligente.

—Y todo es porque tu ex te dejó —concluyó.

—En parte. —Sonrió disfrutándolo, tal vez recordando algo y se me vino a la mente que algo parecido a lo mío le pasó a ella—. Le demostraré lo que se está perdiendo por mi cambio.

—Si se acostaron tuvo que ver algo, no lo creo ciego. —Mis mejillas se pusieron calientes—. Pero digamos que es un retrasado y no lo vio en esas ocasiones.

—¿Eh? yo solo quiero que se arrepienta.

—Te estoy entendiendo, pero ese el análisis evidente.

—Y que nadie me haga lo mismo, ¿cómo empezaríamos?

—Tu cambio de imagen tendrá muchos efectos secundarios y chicos estarán detrás de ti.

—Pero... —me callé, no había pensado eso. Solo que no vuelvan a jugar conmigo.

—¿Pero qué? Haré un gran milagro contigo que tendrás muchos detrás de ti. —Entorné mis ojos ofendida, ¿milagro?—. Te acostumbraras a que te coqueteen. Antes, un paso importante para que seas una total diva y manejes el coqueteo al grano.

—¿Cuál paso?

—Actitud, gafa loca.

—Creo que necesito una explicación —le digo al salir del café, ese mismo que ella había abandonado obligándome a seguirla pero antes de pagar una cuenta de comida que ni siquiera consumí.

—¿Por qué quieres cambiar?

Se da la vuelta para mirarme como si quisiera confirmar que esto es cierto, con el suficiente peso para asegurarse que yo estoy segura. Dudo.

—Para que no me hagan lo mismo que Brian.

Aseguré, para que ella se asegurara que sí estaba confiada de esto.

—No, lo haces por él. Para demostrarle que eres más fuerte y que sí eres bonita.

El impacto de sus palabras hacen que reconsidere las verdaderas razones de este cambio, sin embargo, no creo lo que dice y lo desecho de mi cabeza.

— No es por Brian, es por mí.

—Es por él, no mientas. ¿Por qué no lo hiciste antes? Es decir, ¿Por qué no demostraste que eras fuerte y podías cambiar tu imagen? Ropa bonita y capas de maquillaje no cambian nada.

—No me di cuenta que tenía que cambiar para mostrarme fuerte. No creo que sea una buena solución, pero si una ayuda —digo, como deducción mirando mis zapatos.

—Cambiar de imagen no implica cambiar de actitud.

Se cruza de brazos.

—Todos mostramos debilidad con las lágrimas.

No creo que estemos hablando de lo mismo, trato de justificar esta decisión y a la vez decir cómo me siento.

—Una mala forma que no debe existir. —Me encogí de hombros, ¿cómo podía detener la decepción si era la única forma en que lo hago?—. Tú tienes que cambiar tu actitud, para eso tienes que poner derecha tu espalda, mentón alto, vista al frente. —Hice lo indicado—. Cuando camines hazlo con suavidad, un pie delante y el otro detrás.

—Así lo hacen todas las personas.

Giré mi cuello para verla porque estaba a mi lado.

—Antes de que me interrumpieras iba a decirte que cuando camines: como todas las personas lo hacen, un pie delante y el otro detrás, hazlo con mucha suavidad. Marcando cada pisada, extendiendo las piernas en su totalidad, marcando las caderas. Eres alta, te ayuda a verte más estilizada. —Caminé así unos cuantos metros—. No estamos practicando saltos de atletas, puedes mirar a los lados.

Intenté hacerlo de la forma más parecida en que ella me estaba mostrando. En las siguientes tres calles ella me corrigió, regañó, y yo no podía hacerlo como una modelo.

—Necesitas practicar muchísimo. Ahora iremos a una parte donde haya muchos chicos. Camina —ordenó.

—Lo estoy haciendo desde hace rato.

—Quiero decir normal Fanny. Para ti. —Rodó los ojos—. Un milagro necesitas.

Seguimos caminando y nos encontramos en una especie de mercadito cerca del centro de la ciudad habitado por tiendas de frutas, reparación de electrodomésticos, ropa, perfumes, entre otras cosas. La gente iba y venía con más afluencia a comparación de las calles un poco menos transitadas por personas que habíamos pasando desde la cafetería.

—Te quedas aquí. Solo tienes que hacerlo parecido a como yo lo hago.

Comenzó a caminar por ese pasillo como me enseñó hace unos minutos y miraba de vez en cuando a los lados mientras la mayoría se le quedaban mirando. Ella los observaba como si no estuviese afectada, al regresar me invitó a hacerlo. En el mismo pasillo y me esmeré en ejecutarlo con la mayor similitud, pero sentí que no lo hacía igual. Y nadie me miro.

—Diré que la práctica hace al maestro —dijo, cuando regresé hacia ella que tenía los brazos cruzados—. Hay que hacerlo de otra manera—. Miro hacia todos lados—. Ya sé. Le coquetearas a un chico—. Negué con la cabeza—. Tienes que probarte.

—Eso quiere decir que actuaré como una zorra.

—Zorra es que pidas dinero, solo busques sexo o destruyas una relación. Lo que harás es ser social y coqueta, vamos y mírame.

Por Stephan.

Prefería decir Stephan, el masculino de mi propio nombre, que insultar a nuestro señor con el Jesús.

Entramos la frutería y algunos se le quedaron mirando, ella ojeó el lugar sin tener presente los espectadores. Se centró en un chico y antes de dirigirse a él con la mirada me dijo que la siguiera.

—Hola —le dijo Annabelle.

—Bienvenida, ¿en qué puedo servirte?

—Saber si el durazno hace bajar de peso. Tenemos una amiga un poco obesa y queremos llevarle unos cuantos.

Pasó su cabello hacia atrás dándole una sonrisa extendida, el chico estaba casi babeándose por ella.

—Por su puesto, y es alta en fibra lo que proporciona una sensación de saciedad. Es ideal para una dieta saludable.

—Era mi duda. Ah, no, otra cosa ¿aquí hacen servicio a domicilio?

Se acercó un poco más a él que estaba embelesado mirándole los pechos.

—Claro.

—Es que en unos días cumple mi hermana y quiero obsequiarle un decorado de frutas. Pero será muy grande —remarcó esta última palabra—, y eso quiere decir que serán muchos kilos y no quiero que se ensucie mi auto. Necesito que las lleven a mi casa.

Qué descarada, y usa a su hermana.

Un momento, Annalise cumple el otro sábado ¿será verdad?

—Claro, nosotros llevamos las frutas a domicilio. Tienes que hacer el pedido. —Él se le acercó también. Ugh, me siento de más—. Llamando o por caja, preciosa.

Ella le sonrió coqueta.

—Gracias...—Leyó en la camiseta de él—: Marcos.

—De nada preciosa.

—Que bien atienden aquí, vendré más seguido.

—Solo te he atendido yo, ¿lo hago bien?

—Demasiado bien, Marcos, hasta me dieron ganas de comer una fruta, pero que no sea diurética.

Él le sonrió echándole otra mirada de arriba a abajo.

—Exacto, porque estás perfecta.

Ahora sí creo que tengo que irme.

—¿Tú crees?

—Claro que sí, preciosa. —Se dirigió a la caja y tomó una tarjeta, escribió algo sin dejar de mirar a Annabelle y sonreírle mientras ella hacía lo mismo—. Aquí está el número, espero contestar yo. —Tomó una manzana de la cesta y se lo dio—. Toma, para que pruebes la calidad del fruto que vendemos.

—Gracias, pero son dos, para mi amiga y para mí.

Stephan.

El chico le dio otra a ella, ni siquiera a mí. Annabelle me los dio y se despidió de él diciendo su nombre de la forma más zorra-risueña posible.

—Hacemos descuento, espero tu llamada.

Yo caminé hacia la puerta. Ella rio y golpeteó la tarjeta con sus uñas.

—¿Copiaste acción? —me preguntó al salir.

—Un dictado era mejor.

Arrugué la cara al tal punto que dolió.

—No ibas a entenderlo ¿ves? Manzanas gratis y su número. —Puso la tarjeta al alcance de mi vista donde estaban los números de la frutería y el del vendedor—. Aunque no te conformes con poco.

—¡Que rápido! —dije, con desdén.

—Ahora quiero comer fresas.

Por Stephan, no sabía que esto era así. Además nos llevamos frutas gratis, no pedimos sexo. Pero es como pedirlo.

—Recuerda que la actitud es lo primero, si la tienes, la ropa será solo un accesorio. —Alzó sus cejas—. No te acompañaré porque robaré la atención.

A ella no se le podía olvidar los ataques de ego. Era una chica que con solo verla daba impresión de zorra, y eso era lo que llevaba la atención de los chicos. No podía ser nunca como ella.

—¿Qué puedo decirle?

—Lo mismo que yo Fanny, por favor. —Se tomó la frente con su mano negando con su cabeza—.Ya que estas sola en tu casa y no puedes dejarla sola.

—¿Qué? ¡No! —Me fue empujando hasta el otro local.

—Así tendrás una libra de fresas gratis. Hazlo porque si no te escogeré yo misma al chico.

De pronto estaba dentro de otra frutería, todos me miraron por el sonido del carrillón al abrirse la puerta y en ese momento quedé congelada. No dejé que la vergüenza me dominara.

Me desplacé decidida. Eso es a lo que vine, a mostrarme segura.

Algunos chicos lindos no parecían empleados. Seguí explorando mientras miraba las frutas de manera disimulada para saber quien sí y quien no trabaja allí. Detecté una gorra con un logo a un rubio poco musculoso que parecía amable así que me acerqué.

—Hola —mi voz salió rasposa. ¿Por qué en este momento?

—Hola. ¿Qué deseas comprar?

—Fresas.

—En la mesa de allá.

Indicó con su dedo detrás de mí y siguió acomodando unas papayas. ¿Qué hago? me está ignorando. Mire a Annabelle del lado fuera, esta no me prestaba atención por tenerla en su celular.

—A domicilio.

—En caja.

Algo tiene que ocurrirme por mi inteligente cabeza

Uhm, ya sé.

—Lo que pasa es que estaré solita en la casa. —Alzó su cabeza. Es horrible hablar con voz aguda y de gata en celo—. Y no puedo dejarla sola. Las fresas las necesito para mañana y no puedo venir a comprarlas, entonces, quiero que me expliques como se solicita a domicilio.

Tomé un mechón de mi cabello y lo llevé detrás de mí oreja y le sonreí.

—Entiendo —dijo, como si no le interesara de igual modo.

—Siempre estoy sola y no puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo. En estos momentos mi amiga cuida de ella y quiero las fresas para mañana para comerlas frescas.

—Está bien. Acompáñame.

—¿Hacia dónde? —pregunté coqueta, él me sonrió. Eso quiere decir que lo estoy haciendo bien.

—A caja, a solicitar el pedido de fresas ¿o no?

—Claro, de fresas, ahora estoy apresurada. Si quieres, puedes darme un número para llamar y al llegar a mi casa, hacerlo.

—Está bien. —Se sacó del bolsillo de su jean una tarjeta y me la entregó—. Este número es del local. Puedes llamar dentro del horario de atención.

—Me parece mejor si te llamo a ti.

Me miró de arriba hasta abajo. No me imaginé estar actuando como la fácil que va a comprar frutas.

—Espero atenderte.

Me ofreció más una sonrisa de empleado a cliente.

—Quiero probar las fresas.

—Claro, ya te prepararé una bolsa.

Se despidió de mi amable y yo salí de ahí con una sensación agridulce, no respondió a mi coqueteo. A pesar de ello no fue grosero. Annabelle me quito la bolsa de mi mano.

—Nada mal gafa loca. Estas aprendiendo.

—No me dio su número.

Se echó a reír.

—Dudó y por eso no te lo dio. ¿Tan mala fuiste?

Le dije lo que había ocurrido y se echó a reír como si fuera lo más gracioso del mundo, sacando teorías y que solo fue amable, pero que no le guste porque le di miedo.

Agradecí en mi interior cuando dijo que había sido mucho tiempo dejando a Andrew solo y que debía irse a trabajar. Aparqué mi auto al lado del de ella frente a su casa.

Annalise salió y nos sorprendimos que estuviera allí.

—Las dos me explicaran dos cosas ya —dijo mi amiga, poniéndose frente a nosotras.

—Oh, oh —musitó la chica a mi lado. Yo estaba aterrada, ¿por qué nos venimos juntas?

—Primero tú, hermana. ¿Cómo es eso que daré una fiesta y no sé nada?

—Era una sorpresa ¿Quién te dijo?

Ah, era eso. ¿Fiesta sorpresa?

—El Instagram me lo dijo. Claro que uso. Sigo a más de doscientas personas.

—Yo no sabía nada —dije, excusándome de que Annalise crea que yo también lo sabía.

—No tienes Instagram —me dice Annabelle a la defensiva.

—Claro que sí —digo.

—¿Ya lo abriste?

—No.

—Ábrelo y te enteras de la noticia. No reclames. Annalise mi idea era... ¿Cómo te viniste? —preguntó, de repente.

—Mamá me trajo.

—Annalise, mi idea era hacerte una fiesta e irte a buscar ese mismo día y darte la sorpresa para que papá no se enterara.

—¡Eso está bien! ¡Gracias Annabelle!

De un momento a otro se terminó de acercar para abrazarla.

—De nada —su voz se escuchó apretada.

—¿Cómo la organizas?

—Mis grandiosas compañeras de la U. Ellas han organizado todo.

—¡Qué bien!

—Ahora sí, segunda cosa, ¿por qué vienen juntas? ¿Se reunieron sin mí?

—Díselo tú, gafa loca.

Ella me va a odiar por no contárselo antes.

—Decidí pedirle ayuda a tu hermana. Para cambiar de imagen.

Annalise me miro incrédula.

—No te pases.

—Es cierto Annalise.

Su cara cambió a una sonrisa y me abrazó.

—¡Gracias a Stephan! ¡¿Por qué?! ¡Respóndanme por qué mi amiga cambia de idea! —Paró en seco y Annabelle carraspeó—. ¡¿Por el maldito de Brian?! ¿¡Por ese maldito!? ¡¿Estás loca!?

Me señaló con el dedo con la boca fruncida en un claro enojo.

—Técnicamente, sí —dijo Annabelle, respondiendo la última pregunta de Annalise.

—¡No estoy loca! —me defendí.

—¡¿Desquiciada?! —exclamó Annalise.

—¿Por qué actúas como una loca? —pregunté.

—¿Y a ti de estúpida? ¿Ahora vienes a darte cuenta que necesitas cambiar de imagen para que nadie te haga daño de nuevo? Es la solución más estúpida que hay ¿para qué Brian vea lo que se pierde?

—Annalise tiene razón —dijo Annabelle, mientras se comía una fresa.

—¿De qué otra manera? Dime.

Quería que me diera otra alternativa y así no cambiaría nada.

—Gafa loca tiene razón.

Miré mal a Annabelle, ya me estaba irritando más de lo normal que me dijera así.

—¿Estás segura? —me preguntó, con seriedad.

—Claro, tu hermana me ayuda.

—Dios, Ana ¿no la llevaste a un prostíbulo? ¿Verdad?

—No, pero casi lo hacía para que tuviera una idea. Le enseñé actitud.

—Tú a mí no.

Se cruzó de brazos medio molesta.

—No la necesitas.

—Voy a hacerme una idea de todo esto. Le sacaré los pros y contras para no gritarme más. Entremos. —Caminó hacia la puerta y la seguimos, se giró de pronto—. ¿Y por qué compraron fresas? —preguntó con el ceño fruncido.

—Intentaba prostituirla —respondió Annabelle, a modo de broma.

Iba a responder algo elocuente hasta que Andrew se apareció abrazando a Annalise y gritando su nombre.

—No sé si te acuerdas pero ya hiciste esto hace menos de una hora —le dijo ella.

—Te extrañaba —respondió él.

—Yo también, no te imaginas.

—Me aprietas.

—Lo sé.

—No sé si se dan cuenta, pero obstruyen el paso —comentó Annabelle.

Ellos se movieron mientras continuaban abrazados, entonces Andrew dejó a Annalise y abrazó a Annabelle justo cuando íbamos a pasar.

—¡Ana! ¡Me hacías falta!

—También a mí, suéltame que me dejaras sin respiración.

—Ah, no. No quiero que mueras.

Se alejó para que pudieran entrar las chicas y justo cuando iba a pasar yo, me notó.

—Stephenie —me dijo, como queriendo decir "estas aquí".

—Andrew —le dije con simpleza.

—Es raro verte.

—Para mí todavía verte rojo también.

Sonrió con falsedad y se dio la vuelta, entré y cerré la puerta.

—¿Rob te contó? —le preguntó Annabelle a él.

En seguida me acordé de Robert, el sexy amigo de Ana. Él si es un chico lindo. La primera vez que lo vi quedé muda, sin movimientos, no paraba de mirarlo.

—Sí, me llamó para decirme que tiene una posible solución para que mi cara vuelva a la normalidad, algo así entendí y que estaba con su primo... —ellos se fueron hacia la cocina.

—¿Robert tiene un primo? —le pregunté a mi amiga.

—Como todas las personas —contestó, algo distante.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué no me preguntaste a mi si quería que te ayudara a cambiar?

No había una excusa válida que no la hiciera sentir mal. Pero existían múltiples razones por la que no le pedí ayuda.

En todo libro donde hay cambios de gente nerd siempre es ayudado por alguien popular que viste a la moda. Y a ser sincera Annalise no cumplía esos aspectos, claro que en socializar y en vestir no tanto, aunque vistiera mejor que yo. De algún modo quería cumplir esa tonta fantasía de lectora. ¿Estaba mal de mi parte? al final mal ni culpable.

También pensé en que no me ayudaría cuando se diera cuenta que era para vengarme de Brian.

Y la otra razón era para ganarme el respeto de Annabelle, siempre se había burlado de mis gafas y sí que había puesto alguna que otra mala cara por mi ropa. No quería que me hiciera o parecerme como ella, pero Annabelle sí me ayudaría sin tener o no un objetivo o por un favor de mi silencio. En cambio Annalise no. Además, quería hacerle entender a Annabelle que yo no era manipulable para callarme lo que vi ese día, quería que supiera que yo no era tonta y podía jugar su mismo juego.

¿Era egoísta que dejara que otra persona que sí sabía del tema me ayudara?

—Tu hermana es buena en eso —le contesté, encogiendo los hombros.

—¿Y por qué yo no te puedo ayudar? Vamos Fanny, no te la llevas con Annabelle.

—Pensé que no me ayudarías porque es para vengarme de Brian.

—Claro, te lo reclamaría. —Se sentó en el sofá de la sala—. Pero te ayudaría.

Vaya.

—Te vi... Es que Annabelle siempre me lo propuso.

—Mentira. Annabelle jamás te ayudaría si tú no lo pides antes.

—Y ya se lo pedí.

—Estás cambiando, puedes escoger si vas a hacer cosas malas o cosas buenas. No te perjudiques la vida por ese imbécil.

—Annalise, tú no lo entiendes.

—¿No entiendo qué? —Se puso de pie y se acercó—. Justificaste amor para irte a una universidad con Brian. Ahora venganza para cambiar de apariencia.

—Yo no sentí amor por él.

—Y te ibas igual.

Muerdo el labio discerniendo que igual no me ayudaría a cambiar si se lo pidiera. No para vengarme de Brian.

—Ahora no voy a permitir que nadie me haga daño.

—Y está bien, te apoyo.

—Tú no lo entiendes porque eres bonita y no tienes que cambiar.

Arrugó su boca tanto como pudo, era un hecho del que ella no estaba consciente.

—Eso no significa nada. Patrick no se detuvo en decir que yo era la del video porque soy bonita. Siempre me di mi puesto como chica.

—Brian me trataba bien —repliqué.

—¿Ves? Mejor que como me la llevaba con Patrick.

—Él no te puso el cuerno.

—¿¡Tú que sabes!? ¡Tal vez sí!

—No te enteraste, Patrick te consideró por ser bonita. A mi Brian no, mira a Nicole, es hermosa.

—Pensé que estabas cómoda y segura de ti misma con lo que te vestías. ¿O no es cierto?

—No lo ibas a entender.

—Lo que no entiendo es por qué no confiaste en mí.

Su mirada estaba dolida y decepcionada de mí. Corté el contacto visual y cuando ya no había algo más de qué hablar caminé a la puerta.

—¿Mi hermana es bella y por eso le pediste ayuda?

Me giré a su pregunta.

—No, no.

—¿Por qué Annabelle?

Se acercó a mí.

—Porque no me haría preguntas que no quería contestar.

—Al menos no dijiste porque era más bonita que yo.

Su mirada a la nada me hizo sentir culpable, ya me había contado que se sentía como la sombra de su hermana en muchos aspectos. Y mi falta de respuesta le hizo entender que era por eso. Aún más cuando preferí no desmentirla o afirmar al huir.

Hecho que sabía que creería porque me fui de esa manera.

Cuando tenía al menos nueve años quise lucir como mi mamá, maquillaje sutil con labios color intenso, ropa ceñida y tacones. Así que me vestí con la ropa de mi hermana que me quedaba algo grande, tomé el labial más rojo de mi madre junto a sus zapatos brillantes y al dar cuatro pasos exactos me caí y me rompí el diente.

Más nunca quise verme femenina o como la convención de la belleza que la moda lo aseguraba. Natasha nunca intentó impresionar a nadie, es que ella se veía hermosa con lo que le quedara, en cambio yo, a mí nada se me miraba bien. Por eso usaba faldas largas y camisas anchas para que las prendas no me definieran o resaltara nada de mi cuerpo, sabía que no era yo o que mi cuerpo tenía culpa de algo.

Era la ropa que no se ajustaba a mi altura y complexión.

Conseguir novio vistiendo así me hizo dar cuenta que seguía siendo yo la menos culpable, sino la ropa. Le eché por años la culpa para no asumir que yo solo debía buscar asesorarme. Annalise nunca me juzgó y creía que eran mis gustos, nunca me molestó por eso, ella buscaba prendas parecidas para mí y siempre con una sonrisa les decía que estaba lindo.

Me entristecía que pensara que eso si me gustaba.

Y de comenzar a odiar las faldas, les tomé gusto por la comodidad. Me hizo feliz por un tiempo hasta que me engañaron.

La infidelidad me ha tocado todas las inseguridades que ni advertí que estaba en mí.

Y pensar que me vieran como la misma me hacía ver débil. Y qué mejor que cambiar de imagen para que ya tuvieran otra percepción, una fuerte de mí.


***


Al día siguiente, entre la Fanny de esos momentos y la de cuatro meses atrás, existían tres diferencias. Dolida por un chico, actitud innovada y ropa, zapatos de la última moda y no la tipo hindú.

Sin estas tres cosas serían la de siempre.

Una nerd con gafas y ropa ancha amante a libros y ebooks con apetito regulado. Esto no ha cambiado nada. Todo este arreglo es para demostrarles a Brian y a cualquiera que se me acerque que no soy una estúpida y que tres palabras coquetas que me digan no hacen la diferencia.

Tengo las puntas del pelo cortada gracias a Annabelle. Fuimos a las tiendas a comprar ropa que se adecuara a mi tipo de cuerpo y los pantalones ahora son mis aliados junto a mini y maxi faldas, me asesoraron en maquillaje y limpieza del rostro. No me siento pesada, sino liviana, extraña y motivada.

—Debo admitir que estas un poco más cerca a de ser sexy Fanny —dice Annalise—, aunque no me parece que sea esta la idea para olvidar a ese insignificante.

—Creo que montaré un salón que se llame Santa Annabelle: milagros a montón —dijo ella contemplando la obra recién acabada—. Ahora sí, sal a la calle y demuéstrale a todos la nueva Fanny. Último consejo: usa Instagram. ¿Qué más puedo decirte? Acaba con ese imbécil. Yo quise hacer lo mismo, aprovecha esta oportunidad. Algo así me paso y quiero matarlo todavía.

Se interrumpió al recibir una llamada, contestó con un: hola Rob, y entró al baño dejando la puerta de su habitación abierta.

—Me enteraré para que la llama su sexy amigo —dijo Annalise, con cara de chismosa y entró al baño.

Una nueva foto de perfil para mis redes sociales no está de más, me fui a la sala a sacarme selfies.

Escucho la puerta de afuera abrirse y distingo a Andrew por su tono de piel rojo con una polera y capucha gris mirando al suelo, ¿se atrevió a salir así? Me rio sin hacer ningún tipo de sonido, entonces al alzar la mirada me ve y se detiene.

—¿Eres unas de las amigas de Ana que ayudará en la fiesta de mi hermana Annalise? —pregunta.

—Amiga, amiga de Ana no y ahora que preguntas ayudaré en la fiesta de Annalise.

Sus ojos se abren de par en par al escucharme.

—¿Fanny?

—Dime Andrew —inquiero pasando por alto su sorprendimiento.

—¿Stephenie Dugs? ¿La amiga de mi hermana Annalise?

—Sí. —Camino tres pasos, en el proceso me mira de arriba hacia abajo, sonrío irónica con coquetería—. La misma de ayer, un año, dos, tres —remarqué esta última palabra—. Cambié mi ropa hindú por la americana.

—Me dejas sorprendido. Te ves ¡Wow!

—Gracias. —Pasé mi cabello hacia atrás y le sonreí, caminó un poco más hacia mí hasta que chocaron nuestros zapatos. Me sorprendí y disimulé—. ¿Qué quieres? Pregunto, ya que no tenemos distancia.

—No tener distancia es mucho menos que esto. Me gusta cómo te ves.

—Para eso no tienes que acercarte, no te pases.

—No temas. Soy el Andrew de ayer, uno, dos, tres años —remarcó el último número.

—No, te recuerdo que antes no tenías fama porque no eras un chico fácil. Ni ahora.

—¿Chico fácil —Se echó reír—.Tienes buena memoria, pero tú ¿por qué cambiaste?

—No es difícil de adivinar —dije, cerca de su oído.

Me alejé, nos miramos unos segundos y me dirigí hacia las escaleras, muy tarde porque él ya estaba cerca de mi oído.

—Yo no sé adivinar —su voz intentó ser sensual.

—No te va a interesar. —Me giré—. Y no puedo decir que te miras bien, tu color carmesí lo impide.

Ahora si caminé tranquila hasta la habitación de Annabelle.

Y que bien que todavía no uso tacones. Y ni he salido a la calle. 





...

Por aquí de nuevo, ¿qué les pareció esta decisión de Fanny?

Bueno, yo considero que si quiso hacerlo está bien, pero que no tuviera la confianza en Annalise, ya está mal. Así que...

Espero que les haya gustado, me los dejan saber en comentarios.

El siguiente capítulo narra Andrew, y el otro que sigue lo programaré para el día siguiente.

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