3. No y (sí) a la nueva amiga
ANDREW
Los amigos de Patricio me caen más gordo que una diarrea por comer crema de auyama.
No tengo que rememorar como mi estomago dolió aquellas veces.
Es por eso que antes de la ceremonia de graduación decidí irme del grupo y tratar de distinguir a algunos compañeros con los que estudié en primaria, o encontrarme a la misma Katherine que había prometido ir, y parecía darse bomba arreglándose. Recordé algunas caras que a mí no me recordaron.
Nunca traté de encajar. Yo encajaba. Antes de irme no me importaba ser popular, y no lo fui, no eran temas de importancia. Y tenía dos amigos muy chéveres; uno se cambió de escuela y el otro no era constante su estancia porque sus padres tenían trabajos ocupados.
En ese pequeño espacio de tiempo que pregunté si alguno lograba recordarme o dar el nombre de mi hermana que era novia del capitán de fútbol americano como referencia, a nadie le importó.
Ellos se perdían a esta belleza.
Una pequeña capa de inquietud me embargó cuando Katherine me envió una foto con la fractura del hueso de la mano de algún familiar disculpándose por no venir.
La parte divertida fue cuando Patricio besó a Annalise y se ganó mi respeto y el de todos los presentes (por más que me diera una pequeña pizca de celos protectores hacia mi hermana) y ver a mi padre molesto.
Luego de la entrega de diplomas, mientras Annalise seguía peleándose con Patricio y mi madre trataba de tranquilizar a su esposo. Di una vuelta buscando otro rostro conocido. Iba a regresarme cuando una rubia vestida con el traje de protocolo; camisa blanca y pantalón negro de vestir, se puso delante de mí.
—Creo que eres Andrew Marty, y por eso me acerqué —dijo, con una sonrisa mediana y tomándose ambas manos.
Le di una repasada rápida, sonreí porque Diosito me había enviado a un ángel que en definitiva me resultaba familiar. Le di un beso en la mejilla que ella tomó con sorpresa.
—Amiga, a todos nos llegó la pubertad y te juro por Dios que te me haces conocida. Dime solo tu nombre.
—Maira West, ¿pareja de aritmética de último semestre de octavo grado?
—Claro, claro. La de los pastelitos de canela. Eras un amor. —Tomé su mano con firmeza mirándola a los ojos, ella se sonrojó. Podría agradecerle por siempre y ponerle un altar por haberme distraído de los números—. ¿Sigues horneando?
—Mi madre los hacía y no me quedan iguales.
—Necesitas meterte a un curso, quiero unos iguales. En serio.
Ella soltó una risa y me contagió. Como novia o ligue no fue mi primera opción, era demasiado linda que perdería el efecto si se llegaba a dar. Además de que Katherine ya me había encendido con fotos y mensajes sugerentes. Y no era ser fiel, era poder disfrutar de cada chica en momentos de exclusividad.
—He tratado, lo he hecho.
—Cariño, estoy seguro que yo pagaría esas clases.
—Qué amable. Y no lo necesito, de verdad, me refiero al dinero.
Me metí las manos al bolsillo del pantalón.
—La oferta sigue en pie, y dime, ¿cómo está tu mamá? Recuerdo que me enviaba tres pastelitos, dos para comerme y uno para mi mamá. —La risa que tenía plasmada se borró al contraer los labios en su estado natural. Yo bajé las manos con el cuerpo frío. Mierda. Pregunté algo que no debía preguntar—. No me digas que ya no hace pastelitos de canela. La perdonaré con la condición de que me hornee al menos de chocolate.
Echó una risita que me devolvió la calma de mis huesos.
—Murió al salvarme la vida de un auto, en vacaciones de primero de instituto.
Coño de la madre.
El tono no le ha salido con un dolor profundo, lo ha dicho con normalidad, y al mismo tiempo con un gran pesar.
—Maira, lo siento muchísimo.
—Lo agradezco, ya no me afecta hablarlo.
—Eras una niña. Necesito darte un abrazo, ¿me dejas?
No dejo que responda ante su mirada de duda y la abrazo como abrazaría a mis hermanas. Eso me pasa por irme y no cursar mi primer año de instituto, de otra forma habría estado para ella. Maira con sus pastelitos alegraba mis mañanas de martes, jueves y viernes, sobre todo luego de mi evento canónico.
Y también me pasa por borrar mis antiguas redes y desentenderme de todo el mundo aquí. Ella me necesitaba, nos volvimos buenos compañeros y creo que amigos. No es chévere sentirme impotente por no estar aquí.
Duramos unos segundos así hasta que ella me pide que me aleje.
—Gracias, Andrew.
—Bueno, a ti te dejaré que me llames así. Pero cuando tenga dieciocho lo cambiaré a Andrés.
—¿A dónde fuiste?
—Al lugar más bello de la bolita mundo.
***
El caso es el siguiente, no me han dejado entrar porque mi apariencia de chico de casi diecisiete años no me ayuda para acceder al club de una fiesta de jóvenes mayores. Annabelle se ha burlado toda la última hora con mensajes y no sé todavía como no me ha enviado un taxi para llevarme a casa, porque aguafiestas si es, la muy desgraciada. Annalise está empepada por Patricio por más que el numerito de terminarle y mandarlo a la mierda la convenza a sí misma que lo odia.
Y, ah, la estúpida de Stephenie se creyó que yo pediría su ayuda para que me dejaran entrar. Ni porque Joshua me lleve, de nuevo, al Salto Ángel pensaría eso.
Así que la charla con Maira ha servido para tenerme entretenido por chat diciéndome que no me pierdo de nada importante mientras ella recoge y organiza las cosas en la escuela. Hasta que me pide que voltee hacia la calle. La veo que me saluda con la mano, sonrío y cruzo hasta llegar a ella.
—No me digas que vas a entrar —le digo observando que tiene una chaqueta de bluyín claro para el frío.
—Nos dieron entradas los muy gentiles graduandos, no asistiré. Tampoco soy mayor, ¿o no te acuerdas que estudiamos juntos por tener la misma edad?
—Lo olvidé, ¿podrías recordármelo yendo a cenar?
—Está bien, ¿a dónde podemos ir?
—Cariño, olvidé todo. A donde quieras ir y que sea algo sabroso. Extraño la comida venezolana.
—¿Te conformas con gofres? Es lo más cerca y rico que hay por aquí.
—Me conformo con eso porque eres tú, ya esto es una bendición.
Como total confianzudo puse la mano encima de su hombro mientras me conducía y platicaba sobre nuestros ex compañeros que en su mayoría seguían en el instituto y otros se había cambiado. Ella había hecho dos amigos que podrían caerme bien.
Por un momento no me olió bien la cosa porque no eran populares, pero no sería tan tonto como para que no me diera oportunidades de hacer vida social. Maira era espectacular y no tenía novio, ¿qué gafo no quisiera andar con ella?
En el local de desayunos nos pusimos cómodos mientras esperábamos la cena. Era grato, no existían vidrieras transparentes sino marrones que no permitía que desde afuera se observara lo de adentro, sillones verdes acolchados con música country y una barra también verde. Se podría decir que estaba lleno, pero no había tanto ruido que no nos permitiera escucharnos.
—Te volviste popular y la gente te amaba, no lo pensaría de ti. Estabas menos pendiente en hacer amigos aquí.
—Popular en toda la extensión de la palabra, no. Allá las cosas eran un poco más calmadas en cuanto a la popularidad, cualquier podría ser reconocido y querido, no había tanto rollo en eso. Todos nos integrábamos con todos por más que algunos no nos agradáramos.
—Suena complicado.
—Allá nadie se esforzaba en encajar porque no había necesidad. Nos llevábamos bien. Solo que yo era "El gringo", y tenían curiosidad por este país. Y se reían al principio de cómo pronunciaba todo, decía toro. —Sus ojos se movieron ante el desconcierto—. No es una burla intencionada, allá de todo sacan un chiste y no es malo.
—Son diferentes.
—Más empáticos y panas.
Recorrimos un poco la zona que estaba cercana a mi casa y a la escuela, donde me enseñó y señaló lugares para no perderme, paradas de buses y estaciones de trenes fue lo que me quedó en la memoria.
—Como guía turística tienes veinte puntos. ¿Por qué decidiste venir a rescatarme? —le dije.
—Porque pareces que eres nuevo en la ciudad, además que tenía que saber porque te fuiste sin avisarme, la última vez que nos vimos fue en nuestra graduación.
—Siempre había existido esa opción con mis tíos, yo quería irme desde siempre. Estuve en una buena escuela, estoy preparado para los exámenes que me pongan cuando comience el curso.
—Puedo ayudarte.
—Me dieron el programa de contenido, envíame tus notas, porfis.
—Con mucho gusto.
Me detuve un momento frente a un local urbano para leer un mensaje de Annabelle preguntándome donde estaba porque me extrañaba tanto. Escuché un pitazo a un lado de mí y giré porque era su claxon.
—¿Vas a llevarme a casa hermanita? —pregunté al verla aparcada en la acera.
—Debería de llevarte. Pareces ocupado, ¿no?
—¿Tan pronto acabas la fiesta? Qué aburrida te has vuelto.
—Ya tengo mi propia fiesta.
—¿Me llevarás?
—No.
—Te presento a Maira, es mi amiga de la escuela. Maira, ella es mi bella hermana, Annabelle.
Annabelle le echó una mirada con apenas una sonrisa mientras la otra la saludó, o había cambiado su grado de crítica o no le importaba con quien yo anduviera.
—Tengo que irme. Diles a nuestros padres que te dejé frente a casa, a las once de la noche.
—¿Me das media hora para llegar? Qué considerada.
—¿En verdad quieres que te lleve?
—En realidad, no.
—Te hará bien caminar para que te pongas en forma porque pareces un palillo.
—De fósforo, por favor, ranita —dije con pedantería mi apodo favorito para ella.
—No hagas desastres y no abuses de mi confianza. Ve directo a casa. Adiós.
Arrancó y más atrás una camioneta que había salido de no sé dónde la siguió. Ahí estaba la razón por la cual se iba temprano. Y la chantajearía con eso.
—¿Te llevo a casa o me apoyas en desacatar esta orden? —pregunté girándome por completo a ella, que me miraba con atención.
—Tu hermana es fascinante.
—Era fea de niña. —Arrugué la nariz.
—No me refiero a como luce. Es independiente, se ve que sabe lo que dice, es más que una típica chica universitaria.
—La muy fea salió inteligente.
—Y Annalise es más que Patrick Coleman.
—Por supuesto, sé que no se quedaría nunca en esa familia loca.
Se rió con culpa y yo lo hice para acompañarla. Maira era el prototipo de rubia promedio con raíces castañas, alta para su edad, ojos casi azules, labios finos y un rostro de facciones pronunciadas. Era bellísima, lo más importante es que era buena gente y no sé porque me había olvidado de ella. De la nada me llegó un mensaje de Annalise preguntando por mi paradero, tecleando una respuesta sentí su mirada fija.
—No me diste una respuesta —le dije al mirarla—. ¿O te gusta obedecer a tu familia?
Una expresión de contrariedad se coló en su rostro, las cejas juntas y su labio acariciando el otro, era nerviosismo. No me dejó preguntarle otra cosa en el momento que me besó.
Suave, efímero, dulce. Su cara un impacto.
—¿No crees que es muy pronto para esto? No me molesta que-
N terminé la frase porque llegó otro; con más presión y necesidad de hacerlo bien. Se separó para exhalar, la miré a los ojos, no me sentí con mariposas en el estomago, era como un descubrimiento sobre ella, se sentía de pinga. Tomé su barbilla y con la mayor delicadeza la besé y guié.
Interrumpimos el paso a muchas personas. No me importó en absoluto mientras nuestros besos me hacían sentir algo más que un deseo por llegar al acto específico. Creo que nunca me sentí querido como ella me estaba demostrando.
La tomé de la mano cuando me molestaron los demás, el camino directo a casa para tener más privacidad. No dijo nada hasta que llegamos frente a la casa.
—No quería hacerlo.
—Lo hiciste. —Le di mi mejor sonrisa—. ¿Mejor pedir perdón o pedir permiso? No te creas, no te dejaré que me pidas perdón.
—Pero...
—Nada de eso. ¿Siempre te gusté, verdad?
Movió su cabeza en negativa con algo de terror en su cara.
—¿Entonces, qué? ¿Te gusto como me veo ahora?
Su respuesta fue otro beso. Para no tener experiencia, besaba bien porque me hacía sentir en un estado de efervescencia.
Pasar a enseñarle la habitación fue un poco atrevido de mi parte, pero nos mantuvimos decorosos, ya que no quería a mi padre pegar el último grito al cielo si nos descubría. Conversamos mucho sobre lo que ella hacía en su vida diaria, la escuela, su familia, escuché con atención como describía cada uno de sus aspectos. Maira era el ser más bondadoso y tierno que había conocido desde que había regresado, y la quería conmigo siendo mi amiga o lo que sea que nos llevara al dejarlo fluir.
Se hacía tarde cuando nos despedíamos con un gran beso, la puerta se abrió y Annalise quedó boquiabierta antes de decir:
—¿Andrew? ¡Andrew, te va a matar papá!
—Oh mi Dios, qué vergüenza —dijo, Maira a lo bajini buscando su chaqueta.
Salió como una bala de la habitación.
—¡¿Quieres que papá te envíe a un campamento militar?! —me preguntó susurrando.
—Ella no es como Patricia, hay niveles, ratoncita —dije, y me fui tras Maira tratando de no hacer escándalo con los zapatos.
La atrapé por la cadera en lo que abría la puerta.
—No te vayas.
—Ya fue mucho exponernos así. Hablaremos luego de todo esto —dijo, saliendo.
—Promesa, hadita —dije, siguiéndola.
—¿Por quién? ¿Por mi bolso de Tinker Bell en la escuela? —Sonreí con un sí y un no en los labios—. Tomaré un taxi.
—Y esperaré contigo aquí.
Me dio un agradecimiento distante en la espera del taxi, intenté ser chistoso, pero ella se quedó quieta y algo invasiva.
Esperaba que al menos al vernos de nuevo fuera tan fantástico como lo habíamos disfrutado.
...
Quien haya leído MSANMQ ya sabe de que va lo que sucedió aquí con Andrew y Maira, recuerden que en un capítulo de la segunda parte cuando Annalise va a visitar a Lion, ella habla con Maira con respecto a Andrew.
Un dato menos importante es que no me gusta narrar una escena y luego ponerla de nuevo en la perspectiva de otro personaje, lo digo por la escena que tuvo Fanny con Andrew en el anterior capítulo, son preferencias de cada autor que respeto.
Por ahora eso es todo.
Demuéstrame que te gustó con un voto o comentario.
Sky :D
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