II: El odio de un príncipe
En algún lugar del castillo Borealis...
Se veía a un bello doncel caminando de un lado a otro, sus cabellos verdes claro se movian al compas de la caminata que provocaba su preocupación, sus ojos eran como si fueran dos amatistas con un brillo especial que eran adornados por unos lentes muy finos, su piel tan pálida, fina, delicada como la porcelana misma y sus vestiduras hacían que otros donceles y doncellas lo invidiaran, esa persona era nada menos y nada mas que el esposo del rey Antares y madre de Camus.
Su acompañante era un hombre moreno de cabellos desordenados color azul como el océano, sus ojos eran dos zafiros, su cuerpo un verdadero adonis. Era el hombre que todo doncel y doncella de todos los reinos deseaban. Él era el rey del próspero y amado reino de Borealis, su nombre era kardia.
En el momento que se encontraba no era el mejor de todos, ya que trataba de tranquilizar a su amado esposo que no paraba de caminar de un lado a otro, tan solo verlo empezó a marearlo por seguirle con la mirada. Toda su corte se empezaba a desesperar al igual que el mismo rey.
La razón del porque su reina caminaba con tanta preocupación era simple, su amado hijo no llegaba y por lo que podían ver el amanecer desde las ventanas del castillo sabían que ya era tarde.
—Cariño por favor ve a dormir, nuestro hijo esta con Shura, nada malo le puede pasar.— Comentó Kardia, sosteniendo de los hombros a su amado doncel.
—Ya lo se, es solo que se fueron sin ninguna escolta, cualquier cosa les puede pasar... Mira ahora se están tardando.— Dijo el doncel más que angustiado.
—Hermano sabes que no era necesario mandar escoltas, el reino de Pólux, ya no tiene de gobernante a Aspros... No hay peligro por esas tierras.—Comento el hermano mayor del doncel, al menos para tratar de calmar su angustia.
—Tienes razón, pero mi hijo debió llegar antes del amanecer... Si algo le pasa a mi hijo, Shura sufrirá las consecuencias.—
—Dejemos de lado esa preocupación que tienes, tal vez se quedaron a dormir en las tierras de Aspros, sabes que el viaje no es muy seguro en las noches ya que la unica luz es la de la luna... Lo más probable es que lleguen para el atardecer.— Kardia también trato de animar a su esposo, mostrándole que no todo era tan malo como parecía.
—Lo siento Kardia, pero aun asi, no me quedo tranquilo! Esta es la primera vez que Camus salió sin guardia alguna... Se está tardando y el mismo dijo que no le gustaría llegar tarde el día de su boda.— Era tanta la desesperación de Dégel que se cubrió el rostro con ambas manos, tan solo pensar en que pudo pasarle a su hijo causaba una terrible ansiedad en él.
Los que estaban presentes en la sala del trono vieron preocupados a la reina, entre ellos el rey kardia y el hermano mayor de Dégel, a ambos le preocupaba la tardanza del príncipe, pero mas se angustiaban por su reina, ya que veían que en cualquier momento seria capaz de declarar una guerra con tal de tener a su hijo de regreso.
—Dégel sientate por favor, enviaré a mi hijo a buscar a Camus, imagino que ya estarán a la mitad del camino, así que prometo que los traeremos sanos y salvos.—
—Harias eso por mi?— Pregunto el joven un poco más tranquilo.
—Lo hago porque ya me estás poniendo los nervios de punta.— Mencionó en un tono cortante, pero con esas palabras el hermoso doncel tomo asiento en su trono más tranquilo.
Kardia también se sintió aliviado, por lo que acompaño en ese trono a su amado esposo, le tomo de la mano para mantener esa tranquilidad, mientras el Albafica pedía a uno de los guardias buscar a su hijo y que lo enviaran a la sala del trono.
En otro lado del palacio un hermoso joven de cabellos celestes, piel blanca y suave como porcelana, quien tenía ojitos como si se trataran de dos esmeraldas celestes que eran como dos pedazos de cielo, labios rosados y cuerpo con una cintura delgada y unas piernas largas, simplemente un hermosura. Esa belleza era idéntico a su padre Albafica, ambos dos angeles del cielo.
El joven que poseía tal belleza, se llamaba como la diosa del amor: Afrodita y su nombre lo describia claramente.
El bello joven era un doncel, pero eso no significaba que fuera alguien débil, era todo lo contrario, era el mas fuerte del ejercito del reino Borealis.
Afrodita paseaba por los jardines del castillo, cortando rosas con bastante elegancia, ya que no se lastimaba al cortarlas, eso era simbolo que era un doncel de alta alcurnia. Se decía que si una doncella o doncel se lastimaba con la espina de una rosa, nunca pertenecería a la nobleza. Esa ley solo era impuesta en el reino Borealis desde el primer gobierno.
Por lo que mediante el corte de rosas se determinaba la elegancia y puesto de alcurnia de cualquier príncipe o princesa que nacía en la realeza y nobleza.
Pronto un guardia mandado por Albafica Interrumpió la actividad de Afrodita, inmediatamente aquel soldado se arrodilló ante Afrodita al verlo y el joven príncipe le sonrió con dulzura, sonrojado al guardia.
—Príncipe Afrodita, los reyes solicitan su presencia en la sala de trono lo mas pronto posible.—
—¿Cuál es la razón?— Pregunto el joven, mientras olia el ramo de rosas que tenia entre sus manos, ya que no podía ignorar la suave fragancia de las rosas.
—No estoy muy informado alteza, pero le sugiero que vaya ahora... Al parecer la reina está muy preocupada.—
—Esta bien.— Afrodita suspiro pesadamente al saber que una posible tarea lo esperaba, ya imaginaba que era lo que los reyes querían. Afrodita podía ser un joven amable, lindo y cariñoso, pero su corazón estaba invadido por el odio hacia la actual corona y sus descendientes. Siempre pensó que su padre Albafica merecía el trono por ser mayor, sin embargo, el destino tenía un plan diferente para ellos.— Toma estas rosas, son para ti, llevalas a la persona que más quieres.
El príncipe entrego aquel ramo de rosas al guardia que le había enviado el mensaje de su padre. Este guardia tomo el ramo entre manos, recibiendolo con pena y un sonrojo notable, no alcanzo a agradecer al bello doncel por regalarle esas rosas, ya que Afrodita se había marchado hacia el castillo.
Al llegar a la sala principal entro con elegancia y se arrodilló ante los reyes.
—Levántate querido, necesitamos pedirte un favor.— Habló Dégel al ver a su querido sobrino llegar, el joven obedeció a su tío y se puso de pie ante los reyes.
—No es un favor, es más una orden, toma algunos soldados y ve al reino Pólux, mi hijo debía llegar a más tardar en la mañana, pero como puedes notar no se aparece, así que ve y buscalo.— Menciono Kardia con voz autoritaria, causando una molestia interna en Afrodita.
El realmente lo odiaba, Afrodita odiaba que su propia familia lo trataran como un simple sirviente, hasta la servidumbre del castillo lo veían como un príncipe, todos menos su familia. Pero no se podía hacer nada ni prestar, tenía que obedecer las ordenes o lo considerarían como traidor a la corona de los Borealis.
—Como ordene alteza, si gustan partiré ahora mismo.— Comentó el joven príncipe, haciendo una pequeña reverencia.
—Ve con cuidado Afrodita, solo asegúrate de que mi pequeño Camus y Shura regresen a salvo.— Agregó Dégel antes de la partida de su sobrino.
—No tardes, esperamos buenas noticias de tu parte antes del atardecer.— Concluyo Kardia.
—Si mi señor.—
Antes de salir dio una última reverencia ante los reyes, a pesar de ser familia la única relación que tenían era de rey-serviente, Afrodita no pasaría a ser parte de la realeza a pesar de haber nacido como príncipe.
Sin mas que pensar Afrodita se dirigió a los establos reales y tomo su majestuoso caballo blanco y lo alistó para ir al reino de Pólux.
Antes de ordenar a los soldados que lo acompañarían, el joven recibió la visita de su padre, o más bien madre, ya que Albafica era un doncel más del reino, para la poca fortuna de Afrodita jamás llegó a conocer a su verdadero padre, pero Albafica llego a ser su padre y madre al mismo tiempo y gracias a su cariño no necesito saber quién era realmente su padre.
—Si deseas, puedo acompañarte.— Comentó Albafica, acariciando al caballo de su hijo.
—No es necesario, de seguro encontrare a Camus a mitad del camino y estaremos aquí antes de lo que esperan mis tíos.—
—Lamento que te molesten con estas órdenes, pero sabes que mi hermano mataría a medio mundo por sus hijos, al igual que yo.— El mayor acarició delicadamente las mejillas blancas de su único hijo, lo amaba más que su vida y aveces sufría por ver que era sometido por las órdenes de los reyes.— No son malos, solo cumplen su deber como reyes, yo también sería así, si mis padres me hubieran elegido su heredero.
El príncipe aparto con brusquedad la mano de padre soltó y en esos momentos su rostro reflejo un sentimiento de fastidio. Afrodita odiaba tratar esos temas, porque solo le hacían sentir más inferior. Asi que retiro la mano de su progenitor y se subió a su caballo.
—Lo siento pero ya me debo ir, mientras más pronto los encuentre podré regresar a descansar...—
Sin mas el joven príncipe dio una señal al caballo para que se fuera a toda velocidad dejando a su padre con una sonrisa melancólica. Ya era común ver a Albafica triste cada vez que su hijo era enviado a una misión, pero el estar separado de su hijo no era la causa de su depresión, sino la causa principal era que con cada misión el odio de su hijo hacía los reyes eran cada vez más grande.
Mientras Albafica pensaba como aliviar el odio de su hijo, el príncipe ya había reunido a 10 hombres fuertes de todos los soldados para ser la escolta que lo acompañarían.
—La misión es simple caballeros, encontrar al príncipe Camus y su prometido, lo más probable es que estén a mitad del camino, así que para garantizar la seguridad de ambos soberanos los alcanzaremos, ¿Quedó claro?—
—Si señor.— Respondieron los soldados.
Antes de partir a la misión asignada, Afrodita se colocó una máscara de oro y su casco, a un paso rápido los diez hombres liderados por Afrodita cabalgaron en dirección del reino Pólux.
Nunca se imaginarían encontrar a mitad del camino dos caballos muertos, un carruaje destruido y la desaparición de los futuros soberanos, entre los únicos dos desaparecidos se encontraba el hombre que Afrodita amaba, pero era un amor prohibido, sobre todo porque Afrodita no era correspondido.
Continuará...
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