Capítulo 7: ¿Alemán o Prusiano? ¿Rey, príncipe o emperador?

Los cascos trotaron en incesantes sonidos mientras el Zar en su despacho privado esperaba la información recabada, de la carreta baja una figura. Un vampiro que se ha infiltrado en cortes a lo largo de varios imperios. Al llegar a la habitación del Zar, agacha la cabeza en señal de respeto y el espía era desvestido del abrigo para después ponerle sobre su escritorio una carta. Una carta manchada en un seco manto de sangre, pero que no impide su necesaria lectura.

Nicolau indico que se largara de su vista. Porque no estaba dispuesto a ser interrumpido mientras leía, el vampiro le hace caso y se retira, y ahí en la soledad absoluta de la habitación, tomo la carta abierta, todos los sirvientes se apartaron lo más que pudieran, porque era obvio que lo que sea que estuviera escrito en aquel mísero papel le robaría el alma y le provocaría la más grande de las cóleras. Todo lo que tuviera que ver con su amante siempre le robaba el aliento, le quitaba la paz y lo devolvía al campo de batalla por su asqueroso y enfermó amorío en su nombre, voz cantarina que le recordaba dulces ensueños.

Besos amorosos y dolorosos.

Tomo un poco de coraje en la soledad, puso su mano sobre el papel manchado en sangre, soltó aire y doblo el papel para contemplar lo que hubiesen escrito.

Paso unos momentos analizando cada línea, cada letra, cada párrafo y su horror ante aquello no hacía más que incrementar a medida que conocía una devastadora y cruel verdad, no más que abrumar su mente, engendrar dudas y angustia, le hizo soltar quejidos entre confusión o asombro. Se pasó la mano libre por su rostro, cabello y labios, deseando parar de leer.

Y saber que leyó el nombre de Benet le dejo seca la garganta, le robo su paz, su sueño, sus aspiraciones, la alegría de la vida.

Todo...en una simple carta que desvelo la triste, cruda y desdeñosa realidad.

Y que le hizo odiar profundamente al bastardo que ahora era el dueño del corazón de su amado. Ahora podía odiar un nombre y tenía un rostro.

"Rogue Von Preußen Hedricht"

Arrojo el papel al suelo, dolido, llorando y quedamente se abrazó a sí mismo. Cuando su esposa, Sofía, quien mirase la escena de su esposo sufriendo en silencio le contemplo. Se levantó entre preocupada y fingido orgullo, porque no tenía idea si de ofrecer consuelo u ofrecer burla.

Porque sabía que lo que sea que su esposo leyó le quebró el alma, le destrozo por completo, le tenía devastado, pero a su vez verle patético y vulnerable era perfecto, podía seguir molestándole, por insultarla y mancillarla, pero sería mentir que Sofía no sentía lastima por su esposo. Se acercó para ver dicha carta. Cuando la leyó se quedó tan sorprendida como de piedra. Abrió sus labios rojos, cubriéndose con su mano mientras conocía el mayor y más grande secreto que pudo testiguar en su vida.

Y si... era por Benet.

No solo era el comienzo de algo terrible, una furia como ninguna, el final de sus días de forzada y mítica paz, el principio del horror. Sofía intento hablar, decir algo. Lo que sea, pero no podía, simplemente no podía, se quedó muda.

Se acercó para tomar del hombro a su esposo. Quien sorpresivamente la tomo entre sus brazos y lloro en su hombro.

La zarina no cabía de sí, el necesitado y dolido corazón del Zar no podía nada más que contraerse entre sollozos. Ahora ya solo le queda lamentarse, sufrir mientras su esposa le ofrece consuelo en un mar de lamentos lejanos.

Afuera de la habitación, Dmitriy, quien había leído la carta a hurtadillas sin ser visto, sabía perfectamente que algo mucho peor venía, la ira o el olvido eran las únicas opciones que le quedaban al Zar.

No había duda alguna ya. Rogue era el dueño de Benet ahora.

.

.

Mentalmente hay algo que siempre hace Benet cada que está a solas con su amado. Y es nunca provocarlo, no insultándolo, si no provocarlo con sus encantos. Siempre procura vestir apropiadamente, ningún muslo o brazo al descubierto.

Hedricht lo que tiene de mal humorado y bruto en el amor, lo tiene en el placer y sexo también.

Benet no solo no se pudo levantar durante una semana de la cama, el alemán tuvo que hacer alarde de cada pizca de fuerza y sanidad de voluntad propia para no tirársele encima en aquel estado tan vulnerable. Y tuvo que llamar a un brujo médico para que tratase la cantidad de heridas, mordidas, rasguños, golpes que ahora adornaban como marcas de pertenencia su cuerpo. Incluso el medico debía admitir que el miedo que le infligía la careta del vampiro alemán no le ayudaba para nada, y hay del pobre brujo si no lograba aliviar los increíbles dolores que él mismo provoco en su pareja.

D'La Rosa ha disfrutado y sufrido en piel, alma, exquisita carne el placer de sobrevivir a una sesión de amor duro de parte de Rogue.

No cabe duda de que su pareja no muestra ni ápice de arrepentimiento por lastimar al italiano, nada, ni una sola muestra de preocupación, ni una sola muestra de duda por tomarle fuertemente entre sus brazos y proclamarlo suyo.

Todo suyo.

Y aunque no lo parezca, a Benet le gusta esto.

Ha sido un dominio total en su dulce cuerpo, le hizo gritar, llorar, gemir en casi todas las cientos de lenguas paganas que hubiese cantado en los teatros alguna vez en toda su existencia. La normalidad con la que desforra su hambre y apetito, salvaje, bruto, animal... y muy sensual.

El vampiro de rapaz le marco con tantos rasguños que abrieron su piel, dejando que el carmín saliera en gotillas de sangre, golpes y moratones que se ven visibles desde hace días. Las heridas y rasguños que se ejercen en su piel canela pura, suave y bronceada natural.

Cada roce involuntario que Benet tuviera con Rogue. Abrazarlo por la espalda, darle un beso en la frente y los labios, un delicado apoyo de su pierna en su muslo, tomar su mano, accidentalmente tocarlo con un solo roce de sus dedos.

En todos esos casos. Benet pasaría el resto del día o amanecería con tremendo dolor en su cuerpo que no le dejaría moverse. No solo brutalizaba donde le penetraba, sino que ahora cada zona visible de Benet padece cientos de chupetones, besos, marcas con mano dura sobre sus pomposas posaderas, sobre su espalda hubiese tantas líneas divisorias, recordatorio de su brutal y cínico amor.

Y aunque a los ojos y oídos humanos esto sonase como una barbarie, con tintes de un asqueroso abuso. Era el paraíso a los sentires del italiano. Quería genuinamente a Rogue, aprendió a entenderlo y este a él, por tanto se ha ganado que Benet le cante en privado permanentemente a su amado.

Debía admitir que lo único con lo que sufre D'La Rosa, es la ausencia de poder cantar en las sesiones privadas que antes daba como maestro y tutor. Le iba de perlas, hasta que un alumno aristócrata miembro del parlamento ingles comenzó a pretender a Benet. Por alguna desconocida razón llamada Rogue, el inglés en cuestión desapareció en misteriosas circunstancias. Haciendo que Benet dejara de dar clases inmediatamente. Por este mismo tiempo al italiano le comenzaron a llegar nuevas ofertas de giras a lo largo de varios continentes, incluida una presentación a todo el continente Americano.

Pero... una parada de esa gira era el teatro de Moscú y el Imperio Ruso como tal. Obviamente Rogue se negó rotundamente a que todo su esfuerzo y trabajo se fuera por el drenaje. Moriría antes de permitir que volviera a suelo Ruso.

Hasta que un día Rogue volvió con manchas en todo su cuerpo, cubierto en un extraño y concentrado aroma. En puesta de negro color. Benet confundido por los zapatos chapoteando en una extraña y viscosa mezcla. Le pregunto cuando lo vio llegar, pensaba que seguro era lodo lo que tenía el vampiro.

—Rogue, mi amado, sé que no me concierne preguntar qué haces en tu tiempo libre... ¿Pero...porque estas cubierto en ese extraño lodo?— Noto que por fuera de su mansión se oía mucho bullicio también—¿Trajiste gente acaso? —Se acercó para quitarle la camisa blanca que ahora estaba manchada.

El rubio guardaba silencio mientras suspiraba y sonreía.

—Encontré petróleo, mis tierras, mi petróleo, en estos momentos nos están valuando— Y el italiano le miro con una sonrisa divertida—Oficialmente tienes ahora un novio millonario y posiblemente futuro conde— En un divertido movimiento de cejas comenzaron a reír.

—¡Que suerte tienen los idiotas como tú!

La mudanza no tardo nada, unos meses después Hedricht se despedía de Gorkis junto con Benet. Planeaba mudarse de vuelta a su tierra natal. Mejor conocido por aquel entonces como el Imperio alemán.

Gorkis abrazaba a Benet agarrándose al cuello y llorando su partida.

—¡Escríbeme granuja! ¡Y no te olvides que en Irlanda tienes una casa!— Después se acercó a Rogue para darle un abrazo.

—No, odio los abrazos— Sin hacerle caso de todos modos le robo un abrazo al terco Hedricht, este solo se dejó abrazar mientras sonreía.

—No olviden visitarme eh. Les tengo ojo encima—

.

.

Se establecieron sobre una gruta y Rogue hubiese mandado a construir un castillo. Una nota bajo de las manos de un sirviente suyo a la mesa a donde se estuviesen asentando momentáneamente. Listo para recibir la aprobación de dicha construcción.

Cuando un repentino azote a sus aposentos resonó en todo el lugar, alertando a los sirvientes humanos que rápidamente se alejaron de la oficina privada del conde Hedricht.

Benet se acercó para ver como los humanos se iban asustados, un sirviente le llamo pavoroso.

—¡No vaya! ¡El conde se encuentra iracundo! ¡Acaba de matar al sirviente que le trajo una carta de su familia! — Y cuando la mente de Benet hizo click, entonces comprendió lo que significaba.

La familia que le dio la espalda a su amado.

Dejo al sirviente irse y sin miedo fue a ver a Rogue, escuchando los estruendos de su ira acumulada, destrozando los muebles, arrancando las páginas de libros, gruñendo fieramente. Y le escucha masticar, sabe perfectamente que se estaba dando tremendo festín con las vísceras del sirviente que mato.

Abrió la puerta y su predicción no estaba errada. Del humano ahora solo quedaba una masa amorfa y destazada tirada en partes alrededor, hecha de sangre, tripas y huesos.

Rogue arranca trozos enteros, sin morderlos propiamente, solo buscaba acabar con su furia. Tragando con una gracia digna de un perro hambriento.

Su pareja solo puede ver la carta tirada en el suelo con la humedad de la sangre manchándola. Tomo la carta y la leyó en voz alta. Con puño y letra alemana.

"Querido hijo.

Hemos sido notificados de tu ascenso propio en la escala social al encontrar tremenda fortuna en tus manos, permitiendo así tu restauración en un alto nombre social, tu madre y yo hablamos con tus congéneres y tomamos una decisión que lograra satisfacer algo más que nuestro reconciliado cariño hacia ti. Recibimos una agradable noticia por parte de nuestros consuegros.

La familia Mondragón D'La Rosa. Casta fina y pura del linaje de vampiros romanos del que procede tu actual pareja Benet Mondragón D'La Rosa, nos ha informado que a raíz del altercado que ha sufrido desdichadamente el opereta en cuestión por parte del Zar de las Rucias, no le afecto al como tal, por contrario, nos ha dejado mostrar solidaridad, ha levantado un enemigo común entre nosotros como nobles, más no olvidado por el reinado. Tomando esta acción como un altercado por parte de la nobleza rusa contra la nación italiana. Se nos ha informado que su nombre y posición social ahora se ha restituido genuinamente, gracias a tu ascenso en posición.

Ahora en el parlamento, tus venerables abuelos nos han dado la iniciativa, se nos permite decir que por parte de nosotros. Los Uradel, Vincent y Emerald Von Preußen Hedricht, tus padres. Junto con Darío y Serina Mondragón D'La Rosa, padres adoptivos de tu concubino. Y residentes en Italia con alta posición en el parlamento.

Celebramos con ustedes la amistad de dos grandes y magníficos imperios. El glorioso Imperio Alemán y el Reino de Italia.

Aceptamos cordialmente una alianza entre ambos reinados contrayendo nupcias con el príncipe D'La Rosa. En cuya condición social se les permite residir en el Imperio en nuestra propia morada.

Esperamos su próxima reunión con nosotros para celebrar el matrimonio en la aristocracia de los vampiros. Hasta entonces.

-Atentamente Vincent Von Preußen Hedricht, Legitimo rey en la sociedad Vampírica Alemana."

Cuando terminó de leer no podía creer lo que acababa de recibir. Lagrimas comenzaron a resbalar de sus mejillas. La desdicha en la que estaban metidos ahora, no solo le asusta.

—¡No!— Grito encolerizado, había intentado que su pasado como príncipe se mantuviera oculto durante todos esos años, durante todo ese tiempo, hasta la adopción de su tío legítimo. Había luchado porque eso no contribuyera a su vida personal, por eso había estado viajando por todo el mundo conocido mejor como un cantante sin que saliera a flote su verdadera faceta.

Con esa maldita carta no solo los ha dejado descubiertos, sino que ahora hacia quedar como enemigos a la burguesía de Rusia. No era simple petición, les están ordenando contraer nupcias. Eso era lo que Rogue había tratado de suprimir en los recuerdos de Benet, por lo menos no menciono el nombre de Nicolau o todo el plan oculto del príncipe alemán hubiese quedado destruido.

Cuando Rogue dejo de gritar simplemente se arrojó al suelo.

—¡Rogue Hedricht! ¡No sabía que eras prusiano! ¡¿No que hijo de dukes?! — Le reprendió, mientras dejaba caer la carta al suelo manchado de sangre. Era obvio, tal parece que se conocen a cada segundo en esos momentos.

—¡Hijo de dukes, de un rey! ¡Es lo mismo! — Ya ni siquiera quería molestarse, estaba seguro que lo que acababan de leer no se iba a solucionar fácilmente.

—¡Eres un mentiroso! ¡¿Por qué no me lo dijiste?! — Le reclamaba el príncipe italiano.

—¡Ah! ¡¿Y tú?! ¡Porque yo no recuerdo que me mencionaras que eras hijo de la familia casta de Italia! — Y cuando sus gritos se hubieran detenido. Simplemente quedaron en silencio.

Benet se le unió en el suelo mientras estaban refunfuñando.

—No aceptare esto... —Le declaro en alto. El príncipe prusiano no quedo atrás en su vacilación. Ambos estaban cabreados. Los dos estaban de acuerdo en una cosa. Nadie les dice que hacer, ni cómo actuar.

Piensan fríamente sus opciones en el suelo, sentados a cada lado, pensar con la cabeza fría no era mucho su virtud pero deben hacerlo, la ira les nubla el juicio demasiadas veces, calmarse en su única vía en aquel momento.

—Piénsalo bien. Ya te dije que la inquisición nos está rompiendo el culo. Si, ahora tengo dinero lo cual es un punto a nuestro favor inmenso. Pero... si nos mostramos como príncipes ante todos, ya no tenemos que huir de nadie... estaremos a salvo. Piensa en ello... — Le tomo del brazo.

—¡Me niego! ¡Llevo siglos huyendo de mi deber! Escucha, no admito que no sería una enorme y monumental ventaja estar unidos como pareja... Y no me molesta para nada seguir a tu lado, eso es más que obvio. Pero no soy apto para ejercer, soy imbécil en ese aspecto, yo no te sirvo como esposo. ¡Soy cantante! ¡Actor de teatro! ¡¿En qué demonios te puedo ayudar?! ¡¿A contar tragedias con los emperadores o reyes?! Eso no sirve de nada, cantar y actuar sería todo lo que puedo hacer y es TODO lo que quiero hacer. Rogue yo te quiero... pero no puedo ser aquel que te de la mano en caso de una guerra. Tú necesitas a un esposo fuerte o una mujer dura e inteligente. Algo que no te puedo ofrecer...— Le intentaba explicar. Pero el corazón de Hedricht le está haciendo malas pasadas, nubla el juicio que debe obedecer.

—Pero te amo...Puedes hacer el esfuerzo de seguirme, yo estaré a tu lado en todo momento, te cuidare, te guiare. ¡Te protegeré y tu aprenderás a hacer lo mismo!—

—Y yo a ti, pero el amor no sirve para gobernar... Necesitas a alguien que te ayude a gobernar y piense con la cabeza y no con el corazón, es muy obvio que pensar con tranquilidad no es mío. ¿Comprendes?

Rogue le dio una mirada como ninguna, no era la natural mirada de deseo o furia que le daba, no quería irse de su lado, y una lagrima resbalo de su mejilla. No lo iba a dejar.

Hedricht no ha pasado todos esos años encubriendo su paradero matando a los sirvientes del Zar por nada. Quiere a D'La Rosa y que este le quiera abandonar le duele. Los ojos que enervan y atraen, que desean se cumpla su más codiciado deseo, estar juntos.

Obtiene su efecto deseado, eso... podía solucionarse. Ante la mirada que le pedirá amarlo y desear estar a su lado, no era la voz que podía seducir, era la mirada que podía persuadir.

—Aunque...tienes razón—Embozo una suave sonrisa y acaricio el rostro de su amado— Yo puedo intentar estar a la par que tu...Pero entonces tendríamos que esperar a tu guardia para que nos saquen de este lugar. Si nos descubre la inquisición...nos obligaran a separarnos—

No había tal inquisición, eran los sicarios del Zar que venían buscando a Benet, debía actuar rápido o Nicolau no dudaría un segundo en aprensarlos.

—No mi amor, sobre mi cadáver se atreverán a llevarte de mi lado... yo no soy ese imbécil que no te cuido...—Llamo en el susurro de la muerte, el susurro de la guerra.

.

.

—¡Te has vuelto loco! —Grito Alejandro Primero. —Eres un imbécil, un tarado ¡¿Te das cuenta de las estupideces que dices?! ¡Pelear por el culo de un hombre Nicolau! ¡Ya no estamos hablando de un hombre al que le puedes hacer lo que te venga en gana! ¡Lo admito sí! ¡Fue estúpido por mi parte no darme cuenta el linaje que poseía tu amado Benet! ¡Pero eso ha cambiado! ¡Si le pones un dedo encima al príncipe entraremos en guerra! ¡No puedes hacer eso! —Intento hacer razonar a su hijo.

—No te estoy pidiendo tu aprobación, me traerán a Benet. ¡Lo quieras o no! —Cuando se iba de la habitación el padre halo de su túnica.

—¡No! ¡Tú no harás eso! ¡Me niego! —Intento darle un puñetazo en la cara al chico. Hasta que este desenfundo la pistola en su correaje y apunto a la cabeza del padre.

El disparo resonó en todo el palacio, haciendo que Dmitriy fuera corriendo para socorrer al Zar. Encontrándose con el cadáver inerte del hombre del padre.

Nicolau arrojo la pistola al suelo, con un enojo como ninguno en su mirada.

—Estoy harto de obedecer, tú le diste fin a mi propio hijo porque no estaba en tus planes. Yo te puedo dar fin por no estar en los míos ¿No? Tenías razón padre, soy escoria, un parasito. ¿Entonces porque no usarlo a mí favor? —Fijo sus ojos en el Átaman, dibujo una sonrisa en sus labios rojos. —Quita este cadáver de mi vista, no permitiré que me vuelvan a molestar otra vez, date prisa... —

Nicolau, vivo retrato ante la muerte de su padre, ahora está metido en serios problemas. Ante la muerte, el Zar frunce el ceño. ¿Miedo a morir acaso? No, él había muerto, desde el día en que Benet le olvido

.

.

Continuara...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top