Capítulo 5: El Zar clama sangre.


Paso el tiempo y la lucha fuera del castillo concluyo con la victoria de la guardia real. El Zar Alejandro exigió que se dejara a un prisionero vivo para interrogarlo, en privado tuvo la dicha de saber quién había ordenado el ataque contra su hijo Nicolau. Fueron hombres contratados para matarlo a él y a quien sea que estuviera a su lado. Pero el prisionero se veía asustado por algo ajeno hacia él.

— El miedo corre por cualquiera de las venas de aquellos saben que son culpables —Amenazo el Zar Alejandro mientras rondaba alrededor del prisionero, quien fue amarrado y suspendido en el aire por cadenas en sus brazos — Morirás. Dalo por hecho —.

— ¡A mí no me importa morir, lo que me da miedo es la criatura que estaba con su hijo! ¡Esa cosa no era humano! ¡Por más que le disparaban no cayó muerto sangraba cual cascada de sangre! — Gritaba el prisionero mientras temblaba de miedo y tiritaba los dientes.

— ¡Excelencia! — Bramo el prisionero — ¡Se lo suplico no me suelte para alimentar a esa cosa! ¡Degolladme! ¡Matadme! ¡Pero no quiero averiguar qué clase de monstruo usted tiene a su disposición! —

Ante esas palabras el Zar supo que algo había que no estaba correcto. Su hijo según lo dicho por los guardias fue rescatado por aquel cantante italiano del cual sospechaba. Ahora este había quedado como héroe por salvar a su majestad, pero en realidad eso hacia lucir a su hijo incapaz de defenderse y visto como un futuro gobernante débil. ¿Un vampiro quizás?

— Ya me has dicho todo lo que quiero saber — Se volvió a mirar a uno de sus soldados — Quiero que lo maten rápido, no quiero oír sus gritos esta noche — Después de su orden el prisionero sonrió tranquilo.

Esperando su muerte con felicidad sabiendo que no sería de manera tan horrible.

Pero en un susurro, a solas con su sirviente el Zar le dijo — Quiero que lo viole un caballo antes de morir, que le arranquen las uñas una por una, que le quemen los parpados y después rómpanle una pierna para dejarlo morir en el invierno —

¿Cómo un hombre podía ser tan cruel y despiadado? Nada más y nada menos que el propio Zar. Pobre hombre miserable. Sus castigos fueron dulcemente cincelados por su antepasado, el mismísimo y conocido. Iván el terrible.

Alejandro era un estratega nato, un padre horrible y un tirano, pero a pesar de toda la careta que tiene que mostrar a cada hora del día, también tenía sentimientos que esconder. Siempre estuvo acostumbrado al insoportable afecto de su hijo.

Preocupándose por él, asistiéndole sus heridas cuando lo requería, pero darle muerte a su hijo es algo que le enfurece de manera bestial. Odiaba que su hijo se viera débil en comparación de su padre, ya que eso lo hacía más propenso a sufrir atentados a su persona.

¡Claro que quería a su hijo! Pero eso no significaba que el fuera el mejor padre para su él. Su naturaleza estaba hecha, en medio año cumplirá los dieciocho, pero a medida que pasaban los años. Alejandro cree que su hijo puede que no llegue a la corona, los intentos por matarlo son más seguidos que antes.

¿Arriesgarse a comenzar una guerra con tal de matar a su hijo? ¿Qué tan idiotas podían ser los Patriarcas vampiros?

Estaba furioso ¿Acaso ellos fueron los responsables? ¿O los hombres bestia tal vez? Muchos enemigos en la mente y pocas respuestas. Si su hijo llega a morir tendrá que adoptar para heredar la corona a su sobrino, pero ya viene siendo tiempo de presentarle a su hijo una mujer para que dé a luz al siguiente Romanov.

Esa noche habría que presentarle futuros prospectos de mujer a su hijo. Alejandro sabe que debe conseguirle una buena mujer cuanto antes para que llegue al casamiento inmediato.

Todos los invitados se fueron a salvo, pero se aseguró que Benet se quedara en la corte ofreciéndole trabajo en el coro de la familia imperial rusa. No dejo que se fuera por la insistencia de su hijo en que le había salvado la vida y se merecía quedarse en el palacio. Pero el verdadero motivo por el cual el Zar dejo que se quedara fue por otra razón, quería investigar al italiano.

Ya que esa suposición de parte del prisionero lo dejo inquieto, se reuniría en pocos segundos con aquel italiano dicen salvo la vida de su hijo. Que pareciera que las escopetas no le hubieran dispararon ni una vez. La sangre que se marcó en el camino hacia al palacio como se rumorea desapareció de la nada.

Cosa que no fue así, Benet se aseguró de limpiar hasta la última evidencia con que pudiera ser incriminado como una criatura inmortal.

En una audiencia en privado, el Zar quedo de frente ante el cantante italiano de las colinas de Prada. Ahora que l pensaba bien su majestad. ¿No Prada estaba en España y no en Italia?

Este vampiro se levantó y le reverencio.

— Me sorprende que un hombre demasiado lejos de la realeza sea poseedor de tan cuidada y marcada etiqueta. — Comenzó a explicar decir su majestad —Y sobre todo que tenga la apariencia de un guerrero. ¿Podría saber a qué se debe? Porque sé que pocos cantantes de Ópera se ven como usted — Le dijo su majestad para después sentarse delante del italiano.

— Vera su real majestad — Se explicó Benet— Yo poseía en Italia más de un barco que transportaba mercancías, tanto hacia Oriente como a España e incluidas las Rucias que gobierna. He ganado mi fuerza sirviendo como marinero, trabajando en el campo y viajando por supuesto — Y se sentó frente al Zar mientras los sirvientes cerraban las puertas.

— ¡Es extraño que alguien como usted no se encuentre en el ejército de su nación! Y yo lamento no poder hacerle formar parte del mío, es un enorme desperdicio de talento nato para pelear en el campo de batalla — Siguió su majestad a beber una botella que traía consigo.

— Un auténtico tirano — Piensa para sí mismo Benet. Tal vez el arte de leer rostros es uno de los talentos que también posee un vampiro. Pero no era el caso de Benet. En verdad puedes ser un vampiro y ser un ignorante para ver quién miente y quién no. Pero vaya que el Zar era un careta sin precedentes.

Benet fue por la noche a quemar el abrigo incriminatorio. Ese mismo día después de hablar con su majestad tuvo que viajar hasta doscientos kilómetros hacia donde se encuentran los establos reales para quemar su ropa cubierta de sangre. El príncipe intento verse a escondidas con Benet para no ser descubiertos, donde le saco un duplicado a las llaves de los pasadizos del palacio real para verse con el príncipe a escondidas.

No se creía la escena que contemplo mientras buscaba donde quemar su abrigo, miembros de la guardia real torturaban terriblemente a uno de los prisioneros. El vampiro reconoció al pobre miserable que era torturado, fue uno de los hombres que le disparo. Y sobre todo, no sabía que un equino podía matar tan tortuosamente a un humano. La situación era grave, el Zar quiere ver correr sangre por la vida de su hijo.

El frio de la noche no se sentía en la piel muerta del vampiro, pero vaya que la piel se le erizo al escuchar esos gritos sonoros de agonía. Podía decir que la muerte sería el único consuelo del pobre miserable que fue asesinado. No quiere ni pensar que tan horrible seria el castigo para algún traidor.

Regreso por la noche a la habitación del príncipe quien lo esperaba recostado en su cama, Benet miro unos momentos a su majestad, se estaba vistiendo para dormir, solo traía encima se pijama que transparentaba su delicada y tierna piel. Apetitosa que deseaba ser acariciada y mordida, o eso podía pensar Benet.

Tuvo que esperar en la oscuridad de la habitación hasta que los sirvientes se retiraron para dejar dormir a su majestad. Momentos después de que no había ningún aroma a sangre humana además del de Nicolau se aproximó hasta la cama del príncipe. El príncipe se enderezo para después preguntar.

— ¿No hubo problema para quemarlo? —

— Ninguno. Salvo el hecho de que el fuego me lastima un poco, pero pude soportarlo — Después el príncipe espero que el vampiro se retirase. Cosa que no sucedió y atrevidamente el vampiro se sentó en la cama de su majestad.

Se asustó bastante cuando hizo eso, pensando que seguramente le iba a lastimar. El vampiro permaneció en silencio unos momentos.

— ¿Me asesinara? — Preguntó el príncipe asustado.

— ¿Por qué lo haría? Usted me salvo de algo terrible si nos ponemos a pensarlo detenidamente — Después el vampiro vio el suspiro de calma que soltó su majestad. Pero luego lo vio analizar lo último dicho.

— ¿A qué se refiere? —

— Acabo de ser testigo de una de las torturas del Zar y me doy cuenta que un vampiro sería más benévolo —

Un silencio reino y Nicolau supo a qué se refería, su padre era un monstruo descorazonado sin piedad.

— Por lo menos usted tiene suerte de ser su hijo — Dijo el vampiro.

— Lamentablemente esa suerte tampoco aplica para mí, su crueldad aplica para todos por igual —

Cuando dijo eso su voz quería romperse y Benet no sabía el porqué. Pero se volvió a mirar a su majestad, y su rostro lentamente comenzó a mostrar furia y una mueca de odio se dibujó en sus labios. En la mejilla del príncipe descansaban varios golpes, le partió el labio inferior, le dejo un moretón en su ojo derecho, la nariz estaba irritada y había sangrado, su oreja tenia sangre. La cual estaba cicatrizando por un golpe al cuello que seguro se le hizo con una hebilla de cinturón y fue un cinturón pesado y duro. La piel delicada del chico se vio muy maltratada.

— ¡Hijo de perra! — Maldijo al ver tremenda paliza que descansaba en el rostro de su majestad — Es tu padre... — Dijo Benet, estaba furioso ante tal maltrato.

¿Cómo un padre puede tratar así a su propio hijo?

— Si se pregunta cómo un padre puede tratar así a su hijo, bueno aquí en la corte del Zar se maneja todo con puño de hierro. Aquí nadie se salva de nada, todos tienen un castigo y el mío es ser un idiota por dejarme expuesto para ser atacado —

El príncipe se quebró, sus pensamientos, sus decisiones, todo lo que finge ser sé ha desmoronado, no tenía a nadie con quien hablar de ello, sus sirvientes le dirían a su padre y vendrían más golpes de parte suya. Una risa amarga paso por sus labios mientras comenzaba a llorar. Estaba totalmente destrozado y el vampiro que estaba a su lado lograba hacerle sentir vergüenza por llorar como todo un debilucho.

— ¡Discúlpeme por decirle esta sarta de tonterías! ¡A usted no le importa un carajo lo que le pase a este débil!..., debería...Hacerle un favor...a todos y dejar...de... — Pero una mano se posó en su hombro con cariño, un abrazo de consuelo se sintió alrededor de él, los fuertes brazos de Benet consolaban al príncipe — Sé que doy pena...discúlpeme — Dijo el chico mientras se cubría el rostro con dolo.

— Se lo que se siente estar solo y no tener a nadie a quien decirle que uno está acabado y hundido en lo profundo del dolor, este monstruo puede entender cuando alguien ha tocado fondo —

— ¡Usted no conoce mi d—! —

— Que no conozco tu dolor...— Le interrumpió Benet — ¿Sabe?, yo no pedí ser una criatura de la noche. Alguien me asesino y despertar en medio de una cloaca cubierto de sangre rodeado de cadáveres, así como oír que alguien que tú tanto quieres te diga que eres la peor desgracia que le pudo pasar... — Ante lo que le dijo Benet se quedó de piedra.

— Espere, ¿Cómo sabe lo que me dijo mi padre? — Cuestiono el príncipe confundido.

— Leer la mente es una parte que compartimos los vampiros. Sé que hay pensamientos que desearía alguien los pudiera leer para saber que necesita, y sé que lo que desea, más que nada en este momento es un abrazo —

Las palabras de Benet calmaron al príncipe, no rechisto. Necesitaba desesperadamente consuelo y en ese momento solo se encuentra alguien totalmente ajeno a él. En realidad Nicolau pareciera estar menos intranquilo, al punto de una actitud totalmente diferente de las lágrimas que pareciera derramar hace unos momentos tras ser abrazado por el vampiro. Un doble reflejo se ve un sus ojos, pasajero en el cristal distante, como su una cabellera larga albina se viera de frente suyo y la silueta de Benet en el espejo se pudiera ver por leves momentos, Benet no se refleja en el espejo. No debería. ¿Entonces es una mala pasada de la mente del príncipe?

Apenas se conocen, no saben que ha hecho cada uno antes de conocerse, uno es el futuro Zar de los grandes rusos, el otro desconocido es una criatura inmortal que aunque han pasado los años todavía no sabe cómo aceptar ser un vampiro, sigue atrapado como un humano que cruelmente fue asesinado por unos horribles monstruos.

— No puedo creer que un vampiro no me haya matado todavía — Dijo Nicolau.

— No puedo creer que no haya matado a un príncipe cuya sangre huele como el más delicioso y dulce vino que he tenido la oportunidad de oler — Después una risa paso por los labios de los dos. La noche estaba para dormir y olvidar y todo en lo que podían contar es que abría un mañana, un nuevo día para comenzar. El albino tomo oportunidad para acariciar con la yema de sus dedos aquel cuerpo que lo tiene deseoso. Embriagándose de Benet y de su cuerpo una y otra vez.

Como si desearan que todo comenzara de cero una vez más....

— Nunca me presente debidamente ante usted — Dijo Nicolau y volteo a mirar directamente al vampiro que ahora tenía ojos de color carmesí en lugar de sus ojos negros. Este cambio solo se ve durante el día — Soy el príncipe Nicolau Romanov Primero, mucho gusto en conocerle — Dijo el príncipe.

— Mucho gusto su majestad. — Le saludo el vampiro — Soy Benet D' la rosa. Un simple y atractivo cantante de Prada, algunas veces mercader y otras tantas un buen amigo — Dijo modestamente el vampiro.

Una risa se soltó en un susurro lento de parte de los dos. Mientras esperaban no ser oídos por los sirvientes, si se enteran será un verdadero problema.

"Eres un depravado.

Dijo la voz, mientras el otro quería robarle un beso.

Lo pides, no me niegues, deséame, acéptame.

Y lo acepto, con todo y sus horribles y crudos defectos.

Ven a mi Amore Mio".

Fin del capítulo 5.


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