Capítulo 3: Ojos oscuros.


Las trompetas se escuchaban en el interior del palacio, lejano y distante, como la Marcha Miniatura de Tchaikovsky. La nieve crujía tras las botas del vampiro, las voces del coro del Zar resuenan fuertemente mientras Nicolau mira directamente a los ojos de Benet. Tan oscuros como la noche y tan profundos como un abismo tenebroso. Al observarlo mejor notaba que a medida que se acercaba podía notar la colosal altura del italiano. Sin mentir, su majestad podía decir que su estatura llegaba al pectoral bajo de Benet y eso es decir mucho ya que no se atrevía a querer tenerlo de frente en verdad. Eso y que ningún otro plebeyo se le puede acercar además de su corte, un total de menos de diez pasos de distancia.

— ¡No dé un paso más! — Exigió el príncipe demandante y el vampiro obedientemente detuvo su andar en seco. Permaneció con sus manos atrás en señal de respeto y le dio una pequeña reverencia solo moviendo su torso.

Bastante respetuoso y sin temblar o desviarse un centímetro de su reverencia mientras volvía a estar firmemente parado frente suyo.

— No puede acercárseme a más de diez pasos, a menos que sea parte de mi corte. Por favor comprenda — Pidió amablemente el príncipe, aunque en verdad se le oía receloso. — No deseo que se le aplique un castigo — Después el muchacho se alejó a unos pasos para permitir el avanzar hasta su lado lejano al vampiro y poder darle la vista del lago a su lado.

— ¿Se me puede aplicar un castigo con tan solo acercarme a usted? — Pregunto amablemente Benet, cuya voz era ronca y profunda, varonil y enervante que te acaricia los tímpanos en un suave susurro digno de un felino animal — Que pena su majestad — Aquella voz le provoca un pequeño temblor a la espina dorsal de Nicolau. Sensual. Con un tono juguetón que puede ponerte de rodillas temblando ante su envergadura.

Es como si cada palabra que saliera de sus delgados labios tuviera la habilidad de calar en lo profundo de sus tímpanos que logre desmayarlo y hacerlo caer entre sus brazos. Tal vez Nicolau solo se está haciendo falsas conjeturas pero ni por asomo D' la rosa parecía un simple cantante de Ópera.

— Si... — Dijo en voz un poco más baja, ya que la presencia de aquel hombre viril lo estaba haciendo sudar de nervios — Ciento cincuenta azotes por acercarse a mí y doscientos por acercarse a mi padre — Era una amenaza clara para Benet pero eso parecía no importarle.

— Auchi... — Dijo Benet, mofándose del castigo, Nicolau se sintió morir ante ese tono burlesco, era un ronroneo a su cuerpo, le hace flaquear, le enerva. ¿Cuántas palabras ha dicho y ya lo tiene comiendo de la palma de su mano? Con esa voz quien no. — Su majestad, no es por contradecirlo pero ciento cincuenta azotes por acercarme a usted me parecen un tanto extremo — Comento el vampiro. — En Italia tengo por cortesía acercarme hasta quedar a dos pasos de cualquier hombre y a lo mucho cinco a las damas — Después se acercó a la orilla de la piedra caliza que da a la baranda del río Moscova.

— La etiqueta aquí es diferente — Intentaba hablar Nicolau sin tener que tartamudear de nervios — Ni siquiera debería estarme hablando. Las cosas han de ser así aquí en Moscú — Dijo su majestad para después cubrirse mejor sus hombros los cuales ya estaban temblando por el frio, tomo su chal de terciopelo y se lo echó en los hombros. También para que Benet no viera que temblaba, hacia más frio que hace unos momentos. Como si un bloque de hielo hubiera sido colocado a su lado sin verlo. Culpa del cuerpo de nuestro vampiro.

— Entiendo su majestad, discúlpeme por mi atrevimiento. Pero no quita el hecho de que quiero hablar con usted — Su voz ahora quería insistir, cual niño pequeño que quería se le hiciera caso, ese tono que usabas para persuadir — ¿Le pido permiso? — Pregunto Benet.

Y ese pensamiento le provoco unos nervios, no se creía la insistencia que estaba teniendo aquel hombre y eso le irritaba y a la vez le gustaba. ¿Qué no ve que está al borde del desmayo? —De... de acuerdo... Pe... pero sea breve ya que si mis sirvientes me ven se escandalizarían — Dijo el príncipe y se sentó en la baranda congelada. Aunque la idea de tener un escándalo con aquel apuesto y moreno italiano, no se oía tan mal. ¿Pero en qué tipo de escándalo quería verse envuelto el príncipe con nuestro vampiro?

— Quería agradecerle — Dijo Benet mientras también se sentaba en la baranda mirando a su majestad con detalle, le parecía un poco infantil el hecho de que el príncipe no manejaba tan bien sus emociones. Podía saber todos los peculiares pensamientos que tenía aquel chico sobre él. Benet a la edad del chico ya tenía un perfecto control de sus emociones ante todos a su alrededor.

El príncipe le miro un poco confundido, el vampiro prosiguió en su gratitud — Si se pregunta el porque es por darme la oportunidad de venir aquí, el simple hecho de que pude presentarme para usted el día de hoy, ya que mañana partiré de regreso a Italia — Y después se puso de pie sacudiéndose un poco la nieve en sus pantalones, pero el albino le siguió con la mirada.

No, un momento.

Nicolau no quiere dejar de conocer al extravagante y cortes italiano, la conversación con él había sido la más caballerosa y amable que alguna persona en general había tenido el placer de conocer. Eso le agradaba. Claro, le da un poco de pena hablar con alguien tan galán y l podía nervioso aquella enervante voz, pero no quiere que se vaya en tan poco tiempo. Ni siquiera habían comenzado hablar de otros asuntos y por sobre todo. Era más un gusto que nada oír a un italiano de voz gutural y ronca hablar en ruso, le daba un asentó y pronunciación un tanto sensual. Y le está cautivando. No quiere perderse eso.

— ¡No!.. ejem, digo... No, verá usted. — Quería explicar el príncipe — Su presentación en el coro me parece muy buena Benet — Dijo el príncipe y nuestro vampiro sabía perfectamente por donde iban los hilos de lo que le quería decir — Usted se ganó el derecho de poder quedarse en el coro de manera permanente se lo puedo decir con seguridad. Si... si quiere quedarse claro — Comento el príncipe no queriendo admitir que en verdad le estaba ofreciendo quedarse ahí todo el tiempo que quiera. Benet no dejo que el muchacho viera su risa triunfal así que permaneció serio en todo momento.

— Se lo agradezco enormemente su majestad, en verdad me encantaría conocer la hermosa Rusia que usted gobernara — Y prosiguió a mirar la nieve caer en aquella noche, cuyos cuerpos eran alumbrados por las antorchas del palacio en la entrada.

— En verdad no me molestaría que usted formara parte de mi corte siendo parte de mi coro — Dijo el príncipe y eso le parecía una total ironía a Benet.

— Entonces... su majestad — Se acercó a paso seguro hasta llegar más cerca con el albino — ¿Eso me hace parte de su corte y ahora puedo acercarme a usted? — Pregunto mientras miraba como el cabello albino del príncipe revolotea con el leve viento que empieza a sentirse, espera. Un aroma a sangre caliente llego a la nariz del vampiro. Benet sentía más rápido el viento en ese momento.

— Empieza a correr mucho el aire ¿No? — Pregunto el príncipe cubriéndose mejor ya que el viento comenzó a soplar más fuerte.

— Creo que deberíamos volver adentro, una tormenta está entrando nuevamente — Dijo Benet para después acercarse a su majestad. Pero a sus oídos llego el sonido de la carga de una escopeta. Rápidamente reconociendo ese sonido y escucharlo a su lado se apresuró y atrevidamente tomo la muñeca del príncipe.

Este gesto alarmo a Nicolau pero de repente se escuchó el estruendo de un disparo.

Nicolau volteo a todos lados y encontró que había un hombre disparándole con una escopeta desde la lejanía, a unos veinte metros desde el río disparándole sobre la baranda. Atentando contra la vida del príncipe. Pero eso no paso, Benet se interpuso entre el ataque dejando que la bala le diera en la espalda. Una brutal salpicadura de sangre tiño la nieve blanca, y Nicolau gritó de horror.

Los sirvientes oyeron el grito y la guardia real de los Romanov fue corriendo para ayudar a su majestad.

De la barandilla salieron más escopetas todas apuntando en una sola dirección. La cabeza de Nicolau.

Benet no se doblego por el disparo, a diferencia de los humanos el vampiro podía aguantar la tormenta de balas que le amenazara en unos segundos. A una velocidad bestialmente rápida Benet tomo al príncipe y lo cargo para cubrirlo entre sus fuertes brazos. Algo era seguro ninguna bala tocaría al príncipe con la tremenda armadura que era la piel del vampiro. Sería su escudo, no permitirá su muerte. Comenzó a correr en dirección a la muralla del Kremlin, más de cien metros recorridos en menos de un solo minuto de parte de la rapidez del vampiro.

La guardia real llego para abrir fuego y comenzar la contienda contra los atacantes que vaciaron su carga disparándole a Benet. Balas cruzan por su cuerpo, vienen y van mientras procura que ninguna lastima al príncipe entre sus brazos. Un largo sendero de sangre descendía por todo donde corrió el vampiro. Haciendo un sendero de rojo carmesí. No moriría por algo como aquellos disparos, fácilmente una vez aguanto una bala de cañón en su abdomen.

El príncipe abrazaba firmemente el cuello de su salvador mientras ingresaban rápidamente a la muralla poniéndose a resguardo atrás de la caballería armada, quienes disparaban con escopetas por igual. Nicolau alzó su mirada encontrándose con la de Benet, una mirada llena de miedo con sus ojos cristalinos. Pero la mirada severa de su salvador logro calmarlo, hacerle sentir seguro entre su fuertes brazos.

Benet no quería que su primer encuentro con su majestad fuera el último.

Aunque... ahora que se ponía a pensarlo, mientras esta sangrando y nadie está notando ese detalle con la adrenalina, el miedo y los disparos que esta reinando en ese momento.

Tal vez Benet fue a Rusia a salvar a su majestad.

Porque el recordar cómo había visto en su visión a su majestad en frente del lago, había evitado el destino fatal del príncipe, el príncipe debió morir en ese instante.

Le salvo la vida a alguien cuyo destino ya había sido decidido y cambio lo que debía pasar de una u otra manera. —Carajo...— Pensó para sí mismo el vampiro — Cambie el destino de toda una nación — Si el príncipe hubiera muerto, entonces hubieran atacado al Zar que se iría a la guerra para vengar la muerte de su hijo.

Benet no se creía el tremendo cambio que logró, pero antes de seguir pensando en ello. Volvió a sentir sintió los brazos prenderse a su cuello sin alejarse. El príncipe estaba abrazando el cuello de Benet con firmeza, sintiéndose a salvo.

El hambre rugió en el estómago de Benet al tener cerca al príncipe, podía fácilmente oler la sangre correr por las venas del muchacho, el hambre se hacía más fuerte ya que su cuerpo pedía a gritos recuperarse de la tormenta de balas que lo ataco. Quería apartar a su majestad para que no sufriera un posible ataque de su parte, pero un soldado miembro de la guardia les gritó.

— ¡No suelte a su majestad! ¡Tienen que ir corriendo hacia el palacio principal para resguardar al príncipe! ¡Vamos corre! —

Y el soldado se ofreció para ir respaldando el ataque desde la muralla hasta las puertas del palacio, durante este trayecto las heridas del vampiro estaban cauterizando lentamente ya que las heridas expulsaban los restos de la pólvora hacia fuera y cerraban lentamente sus heridas. La sangre dejo de manchar la nieve por donde corría con el príncipe en brazos, ingreso al palacio y el guardia cerró la puerta atrás de ellos tomando por sorpresa a todos los invitados de la cena.

El Zar se levantó de su lugar para ir a ver a su hijo, quien se soltó del agarre del cuello de Benet al ver que a la multitud. Pero todos fueron alejados de las ventanas y puertas al ver que un disparo rompió un cristal y todos entraban en pánico. Fueron alejados de la puerta principal por un soldado que les gritaba a los sirvientes que estaban bajo ataque y la contienda continuo. Benet fue arrastrado de la mano por el príncipe hacia el interior del palacio ingresando a la sala principal y saliendo del comedor.

Pero el miedo corría por la piel del príncipe y lo único que corre por su cabeza es poner a salvo a Benet, no dándose cuenta que su principal amenaza en ese momento era su salvador. Se quedaron solos pocos momentos y el príncipe notaba la sangre manchada en el abrigo del Opereta. Quería llorar al ver como Benet se cubría la sangre en sus ropas.

Le habían disparado a Benet pero no estaba muerto todavía.

"¿Has oído hablar de los prefacios?

No, pero tal parece que no te importaran.

¿Por qué lo dices?

Cambiaste el destino sin importarte lo que podría ocasionar.

Lo hice por amor y lo volvería hacer mil veces más."


Fin del capítulo 3.

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