Extra de San Valentín: El perfume
Lysandro solía asearse por la noche. Luego de las remodelaciones que Karel había hecho en la casa, la hora del baño se había vuelto mucho más agradable.
No tenía idea de cómo lo había logrado el hechicero, pero ya no era necesario cargar agua para llenar la tina. Esta llegaba a través de ductos desde el pozo fuera de la casa y se vaciaba en la bañera. Después, el agua era calentada por los braseros dispuestos para eso.
Lysandro se quitó la ropa y se sumergió en el agua tibia, frotó su cuerpo y cabellos con el jabón perfumado. No demoró mucho tiempo más que el necesario hasta sentirse limpio. Tomó la toalla y se secó.
Varios tarros con cremas y aceites corporales que él mismo había fabricado estaban sobre el pequeño tocador, así como un peine de nácar, ligas para el pelo y los perfumes que Karel le obsequió cuando viajaron a Nurumarg. Lysandro se esparció una de las cremas por el cuerpo, luego peinó su cabello y lo dejó suelto para que se secara.
Sonrió con picardía al mirarse al espejo, tomó el pequeño frasco con el perfume y se aplicó un poco en el cuello.
A través de la ventana se coló una corriente de aire frío. La luna brillaba afuera y adentro solo se escuchaba el leve ruido que él mismo hacía al acicalarse.
Agarró el pantalón negro de seda, se lo colocó y salió de la habitación, dejando tras de sí el vapor tibio y perfumado del baño.
Karel leía uno de sus libros favoritos sobre armas mágicas. El candil de bronce junto al lecho era la única luz que permanecía encendida, de tal forma que la recámara se hallaba en una semi penumbra.
La flama dorada se reflejaba en los ojos del príncipe, concentrados en la lectura, le iluminaba un solo lado de la cara morena y le arrancaba reflejos ambarinos a los rizos castaños.
Estaba en el capítulo que hablaba sobre Skógarari, cuando la puerta del baño se abrió y toda la habitación se impregnó de un aroma exquisito y seductor. El hechicero aspiró profundo y giró en el momento en el que Lysandro se sentaba al otro lado de la cama. Traía el cabello negro mojado, derramándosele en los hombros desnudos. Algunas gotas que caían desde el cabello se deslizaban por su torso y dibujaban caminos sinuosos y provocadores. La piel blanca relucía ligeramente húmeda. Verlo así volvió a encender el deseo en él. Al acercarse y besarle el hombro sintió la fragancia con mayor intensidad.
—Si te pones ese perfume no tendré más alternativa que hacerte el amor de nuevo.
No era una advertencia, era la afirmación de lo que iba a suceder. Comenzó dejando besos en el hombro, avanzó hasta llegar a la boca y una vez allí no dudó en saborear los apetitosos labios, fríos por el baño reciente, al igual que la piel que acariciaba, pero dulces y húmedos, adictivos. Cuando el beso terminó, Lysandro le echó los brazos al cuello y le dijo con voz ronca:
—Esa es la idea.
El hechicero sonrió contra su boca al escuchar la respuesta, lo sujetó de la cintura y lo empujó contra el colchón. Se apoyó con el brazo libre sobre este y lo besó profundo, dejándose llevar por el deseo que el aroma del perfume y la piel de Lysandro desataban en él.
Abandonó la boca y se dedicó al blanco y cremoso cuello, donde el aroma era más fuerte. Karel lo acarició con la nariz dejando la huella del cálido hálito a su paso, en respuesta Lysandro se estremeció, arqueó la espalda y dejó escapar un gemido alto. Cada vez que obtenía respuestas como esas a cosas tan pequeñas como su aliento o una leve caricia, Karel se encendía más.
—Me enloqueces, Lys. Eres divino.
Pasó la lengua por la piel impregnada en la encantadora fragancia, besó, mordisqueó y succionó hasta escucharlo gemir cada vez más fuerte. Entonces bajó por su cuerpo, dejando un reguero de besos y mordiscos en el pecho mientras las manos recorrían los costados de su torso. Los dedos de Lysandro se enredaron en su cabello, sentía como le jalaba las hebras en respuesta a sus besos. La piel, que antes había estado fría y húmeda debido al baño, ahora lucía encendida y tibia.
Siguió bajando hasta llegar al vientre. Sujetó los lados de la cadera estrecha y jaló hacia abajo el pantalón con los dientes. El pene erecto quedó expuesto, en la punta varias gotas brillaban simulando perlas, Karel las barrió con la lengua y degustó el sabor ligeramente salado del hombre que adoraba. Las caderas en sus manos temblaron, Lysandro flexionó las piernas y se incorporó un poco en la cama para mirarlo.
—¡Ah, Karel!
El príncipe, a gatas entre sus piernas, levantó el torso y lo vio apoyado en los codos. Tenía el rostro teñido de carmesí, los ojos brillantes y los labios ligeramente entreabiertos.
—Sé lo que quieres, mi amor —respondió el hechicero.
Karel sonrió con malicia antes de abrir la boca y tragarse todo el largo. Lysandro echó la cabeza hacia atrás y gimió fuerte cuando él comenzó a succionar la punta y a mover la cabeza de arriba abajo, envolviendo todo el pene con la lengua.
Desde donde estaba, el príncipe escuchaba la respiración dura y los gemidos ahogados, veía los dedos a cada lado, apretar la sábana, sentía como temblaban las piernas. Un instante después, Lysandro le agarró el pelo.
—Detente —jadeó casi sin aliento—. Todavía no quiero terminar.
Karel, obediente, paró y gateó hasta extenderse sobre su cuerpo, para, de nuevo, unirse a su boca.
El sabor de Lysandro era adictivo, no podía pasar un solo día sin probar los labios rosados, sin sentir contra la suya, la piel de seda.
Los besos se prolongaban, se dilataban como lo harían las llamas azotadas por el viento en una hoguera. A uno le seguía otro y otro, no se cansaba de que su lengua bailara con la de Lysandro.
Hasta que él lo agarró por los hombros y les dio vuelta a ambos, dejando al príncipe abajo. Lysandro sonrió y lo miró con los ojos entornados. Karel sabía lo que buscaba y no se opondría. Sin dejar de observarlo, Lysandro se inclinó, alargó el brazo y agarró el frasquito con el aceite en la mesa junto a la cama. Se embadurnó los dedos con la sustancia oleosa y sonrió.
Llevaban juntos después del reencuentro unas cuatro lunaciones, en ese tiempo casi todos los días habían hecho el amor y para Karel ningún encuentro era igual a otro. Cada uno tenía su propio encanto, su novedad, su carga energética. ¿Cómo pudo vivir tantos años lejos de él, dedicado en cuerpo y alma a Vergsvert, muriendo un poco cada día, anhelándolo siempre?
Se mordió el labio y cerró los ojos cuando Lysandro pasó los dedos resbalosos por el centro de su pecho y se entretuvo con sus pezones, acariciándolos con las yemas, retorciéndolos suavemente entre ellas. Descendió la cabeza sobre el vientre y dejó un par de besos mientras deslizaba los dedos empapados en su interior, preparándolo.
Karel comenzó a respirar con dificultad, un instante después, Lysandro se deslizó dentro de él, poco a poco, esperando para que el cuerpo del hechicero lo aceptara y se acomodara a su tamaño, sin prisas, pues tenían todo el tiempo de sus vidas.
Empezó a embestirlo profundo y con calma, con una mano apoyada a cada lado de su cuerpo.
—¡Ah, qué rico estás!
Lysandro se inclinó sobre él y le dio un beso lánguido, tal como si quisiera acariciar con la lengua los contornos de su alma, apenas lo suficiente para no asustarla, pero que sintiera que estaba allí, apoderándose de ella, reclamándola para siempre de su pertenencia.
La cadencia lenta y desquiciante del baile erótico en el cual Lysandro marcaba el ritmo, lo estaba llevando a la locura, Karel necesitaba aliviarse. Rodeó con la mano su propio pene con la esperanza de acelerar el proceso.
—No hagáis eso, Alteza.
Lysandro le retiró la mano y se la llevó por encima de la cabeza. En la mesa, junto a la cama, además del aceite, había ligas y cintas para el cabello. Karel no lo perdía de vista, observaba la pequeña sonrisa, las mejillas enrojecidas, las gotas de sudor que le corrían por la frente y le humedecían el pelo. Lysandro tomó una de las cintas y lo miró a los ojos ampliando la sonrisa, le agarró ambas manos y se las ató por encima de la cabeza y a los barrotes de la cama.
—Ahora, ya no podéis tocaros, Alteza. —Lo besó en los labios—. Vuestro placer es mío.
A Karel se le desbocaron los latidos, escucharlo hablar de esa forma, que sus ojos lo miraran cómo si fuera su dueño era demasiado sexy. Las embestidas se reanudaron, desesperantemente lentas, profundas para peor. Certero, Lysandro golpeaba en ese punto y cuando Karel quería más duro y más rápido, él se alejaba, dejándolo insatisfecho. Estaba a punto de llorar de pura frustración.
—Amor, por favor —le suplicó.
Los ojos, brillantes como un espejo de obsidiana, le sonrieron. Lysandro salió de dentro de él.
—No —gimoteó Karel.
—Me estoy vengando de ti.
—¿Qué? —le preguntó horrorizado, sin poderse levantar, con ambas manos amarradas a los barrotes de la cama, por encima de su cabeza.
Lysandro rio un poco.
—Nurumarg —le respondió y volvió a besarlo muy profundo, como si la vida se le fuera en ese beso—. Me hiciste sufrir en esa posada, es mi turno ahora, Alteza.
—Amor...
Lysandro tomó la botella con el aceite y aplicó un poco en sus dedos. Sin dejar de mirarlo se los introdujo a sí mismo, respirando por la nariz y dejando escapar el aire por la boca. Luego se subió a horcajadas sobre él y se dejó caer. Karel jadeó al sentirse dentro de él, con la carne caliente y palpitante apretándole.
Las palmas de Lysandro ardían mientras se apoyaba en su pecho, comenzó a cabalgarlo igual de lento que antes. Subía y después se dejaba caer gimiendo cada vez en el proceso.
Verlo así, jadeando, enrojecido, con la cabeza inclinada hacia atrás, perdido en su propio placer y sin poder tocarlo, lo estaba enloqueciendo.
—Lys, Lys.
Lysandro se olvidó de la deliberada calma y comenzó a moverse más rápido, le enterró los dedos en los pectorales al borde del orgasmo. Karel necesitaba tocarlo.
El savje se encendió en sus manos, la cinta que lo ataba se volvió cenizas, se incorporó en la cama y lo abrazó. Lysandro abrió los ojos, sorprendido.
—Karel, no...
—Shh.
El príncipe lo sujetó de la cintura y lo besó en los labios que quemaban. Sus dedos se enterraron en la carne blanca, presionó para que se enterrara más profundo y más rápido, dando rienda suelta a toda su desesperada necesidad. Lysandro gimió debido a la sorpresa.
Los gemidos altos llenaron la habitación al igual que los suspiros y el golpeteo de las pieles. Los dedos del príncipe dejarían marcas en esa cintura estrecha. Movió las caderas hacia arriba, al tiempo que presionaba a Lysandro para abajo. Su boca capturó el pezón erguido y tenso, lo jaló suvamente con los dientes y en ese instante Lysandro se vino sobre él. Sintió la calidez del espeso líquido blanco bañarle el abdomen mientras él mismo se derramaba dentro de él.
Las exclamaciones de placer de ambos subieron de intensidad, el olor del perfume se mezcló con el del sexo. Lysandro, entre exhalaciones duras, relajó las manos que tenía aferradas en sus hombros, Karel le acarició las caderas y le sonrió complacido.
Lysandro se inclinó hasta apoyar la frente contra la suya, la respiración rápida y entrecortada le bañó el rostro. Karel le acarició el cabello bañado en sudor, luego le dio un beso corto en la boca.
—¿Cómo que te querías vengar? —preguntó el príncipe casi sin aliento.
—No salió muy bien —le respondió entre risas.
—¿No salió muy bien? —le preguntó Karel, sorprendido—. ¡Me estaba volviendo loco sin poder tocarte!
—Igual que yo en Nurumarg.
—Vale —respondió Karel con una sonrisa—, sin amarres ni restricciones, entonces.
El otro le sonrió de vuelta y lo besó en los labios.
—Vamos a dormir, Alteza.
Lysandro levantó las caderas y el pene semiduro salió de su interior. Giró a un lado y se derrumbó en la cama.
Karel se levantó y fue hasta el baño. Allí se aseó, luego buscó una palangana con un poco de agua tibia y una toalla. Al regresar, Lysandro yacía boca arriba con los ojos cerrados, la respiración, profunda y lenta, daba cuenta de que se había dormido. El príncipe se dedicó a limpiarlo con la toalla humedecida en el agua tibia. Cuando terminó dejó todo sobre la mesa, se acostó a su lado y cubrió a ambos con la manta.
Lysandro se movió hasta apoyar la cabeza sobre su pecho.
—Creí que dormías —le dijo el príncipe apartándole algunas hebras de la cara.
—Ahora si podré hacerlo, contigo a mi lado.
***** Yera2729 Espero que te haya gustado. Lys y Karel en la época actual iba a ser "Gritos en el silencio", mi nueva novela, pero a última hora decidí cambiar los personajes, por eso Matt se parece a Karel jajaja.
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