Capítulo XXIX: "¿Qué estoy haciendo?"

El joven escudero metió uno de los dos únicos pantalones que tenía en la bolsa, donde ya se encontraba el resto de las escasas pertenencias, y la cerró. Volvió a repasar en su mente las palabras que le dijo el general Jensen mientras le ayudaba a empacar:

«Lysandro, los príncipes... No te involucres con ninguno de ellos.»

En el momento sintió pánico de preguntar a qué se refería y más después de hablar con el príncipe Arlan y de negarse a la petición de Karel de verse. Ahora que estaba a solas, evocó las palabras de Jensen otra vez. ¿Era acaso que el general sospechaba algo?

Cerró los ojos y se masajeó la frente. Recordó los ojos verdosos de Karel, suplicantes, cuando le entregó la flor. Lo dejó plantado, pero no tenía otra opción. ¿Por qué se empeñaba en ignorar el peligro que corrían? ¿No se daba cuenta? ¿O es que así eran los príncipes, empeñados en obtener cuánto querían al costo que fuera?

Se sacó de entre el chaleco de cuero la cadena con el colgante que él le regaló. Observó la flor, plateada como su magia. Un suspiro se escapó de sus labios. Si no hubiera quemado el Dragón de fuego y el hechicero lo hubiese comprado, aun así, ¿se habría casado? Recordó la manera tan íntima en que se inclinaba hacia su esposa y hablaba con ella. Por absurdo que pudiera parecer, en el momento se imaginó en el lugar de la princesa, escuchándolo y dándole su opinión.

Sí, era estúpido anhelar algo así, primero porque era hombre y segundo... porque él era lo que era... nada.

Acarició el colgante en forma de flor. Cuando lo volteó vio unas letras que la primera vez en que se lo dio no estaban:

«Siempre tuyo, Karel.»

Jadeó.

¿Sería posible que el príncipe, realmente, lo amara?

No.

No podía ser. Era simple deseo, un capricho, el deslumbramiento que muchos habían sentido por él. Una obsesión como la de Fingbogi. Pero, él no era como el coronel. Aunque su amor no fuera real, estaba seguro de que el hechicero jamás lo lastimaría; sin embargo, por quién temía era por el propio Karel, por lo que ese anhelo de tenerlo lo llevara a cometer. Debía ser fuerte y mantenerse alejado hasta que el arrebato pasional del que era víctima el príncipe pasara.

No quedaba un solo soldado en la barraca, rebuscó en el fondo de la bolsa y sacó la flor plateada hecha de energía. La llevó a su oído y volvió a escuchar por enésima vez la voz del príncipe.

«Ven al atardecer al adarve»

Triste, volvió a guardarla. Se colgó la bolsa en la espalda, tomó la espada y salió de la amplia habitación.

El batallón de arqueros ya se hallaba formado en el patio de armas, aguardaban la orden para salir. Lysandro fue a las caballerizas, tomó su caballo y el del general, luego fue a la entrada del castillo y esperó por Jensen. Allí ya se encontraban los coroneles, incluyendo a Fingbogi, el príncipe Viggo y Arlan. Este último le dedicó una mirada compungida.

Cuando Brianna le confesó que estaba enamorada y que creía que era de un noble, jamás imaginó que tuviera razón y mucho menos que ese noble fuera el tercer príncipe de Vergsvert. No obstante, que fuera alguien tan importante, no quería decir que él estuviera obligado a revelarle el paradero de la muchacha. Primero porque Brianna tenía que autorizarlo y segundo porque no conocía a Arlan y, por lo tanto, no confiaba en él.

Apartó la mirada del príncipe y la fijó en Viggo. Era tan diferente de todos sus hermanos. Ya tenía el digno porte de un rey, no así la indiferencia. El primer príncipe estaba atento a sus soldados, se movía dentro de las tropas con familiaridad; más que ningún otro de los príncipes, él pertenecía al ejército.

Por primera vez se preguntó quién sería más idóneo para gobernar Vergsvert, si él o Karel. Conocía la nobleza y la bondad del hechicero, pero estaba consciente de que tenía la juventud en su contra, además de un corazón candoroso y el mundo no perdonaba a los inocentes. Se mordió el labio, volvió a desear estar a su lado, ya no por ocupar el lugar de Jonella como su pareja, sino para cuidarlo, tal como él le dijera en aquella broma, de todo mal.

Sonrió al recordar la conversación de la noche anterior, cuando le dijo que quería que fuera su escudero.

«¿Qué estoy haciendo? Si tan solo supiera qué es lo correcto.» Pensó para sí.

—¡Aquí estás, chico! —No se dio cuenta de que Jensen estaba frente a él— ¿Por qué sonríes? ¿Emocionado por lo que nos espera?

Lysandro sujetó la silla mientras el hombre subía al corcel.

—Será la primera vez que salga de Vergsvert, señor. Aunque tengo algo de temor, también estoy emocionado.

—Te entiendo. Recuerdo mi primera batalla, la emoción, la euforia y... ¡La victoria! Pero no todo será bueno y debes estar preparado para ver a muchos morir.

—Lysandro, ven a ayudarme. —La conversación fue interrumpida por Fingbogi.

El joven giró a ver a Jensen deseando que se negara, pero el general asintió y con un gesto de la mano le ordenó ir con el coronel.

El muchacho se acercó al caballo negro del hombre. Evitó mirarlo y se dedicó a atar las correas de la silla de montar.

—Cada día luces más hermoso —le dijo en voz baja, fingiendo que lo ayudaba a arreglar la silla— ¿Hasta cuando seguirás negándote? No dejo de recordar nuestra noche juntos. Puedo sacarte de esta guerra a ti y a tu hermana. ¿No te gustaría que ella viviera cómodamente? A veces el enemigo toma por sorpresa nuestros campamentos y en esas ocasiones a las primeras que se llevan es a las mujeres. Imagina lo que le harían.

Lysandro apretó los puños. Se juró que no volvería a transitar ese camino, nunca más estaría con alguien a quien no quisiera o cuando no lo deseara. Él solo se bastaba para cuidar de Brianna.

—Está listo, señor —le contestó cerrando la última correa.

Fingbogi subió al caballo, cuando lo hacía le dijo:

—Serás mío, tarde o temprano.

El muchacho tragó, inquieto; dio la vuelta sin contestar a la amenaza. Volvió con Jensen sintiendo la hiel en la garganta y un ligero temblor en las manos.

Luego de lo que tarda en consumirse una brizna de paja al fuego, se pusieron en marcha. Por estar ayudando a Fingbogi, Lysandro no se percató de la llegada de Karel. El hechicero cabalgaba al frente del batallón de arqueros, al lado del comandante de ese destacamento. Se veía más apuesto, ataviado con el uniforme del ejército y con el cabello oscuro recogido en una cola alta. El príncipe paseó los ojos ambarinos en un rápido recorrido por las tropas a sus espaldas y se detuvo un instante en él. La mirada le pareció triste; sin embargo, Karel giró al frente y continuó cabalgando con porte elegante... e indiferente.

Otra vez se cuestionó si la decisión que tomó sería la correcta, lo que menos deseaba era hacer sufrir al hombre que le había dado tantos momentos de felicidad.

Empezaba a oscurecer. Cabalgarían hasta encontrarse con el tercer regimiento, descansarían esa noche y al día siguiente entrarían en Vesalia. Karel y Arlan hicieron aparecer multitud de esferas luminosas que, suspendidas sobre las cabezas de la tropa, iluminaban y calentaban la fría noche costeña. Lysandro notó que sobre él había una de color plateado, más grande que el resto, y que parecía moverse junto con él, acompañándolo y llenándolo de calidez, el calor de Karel.

Miró su figura delante, de espaldas a él, tan lejos e inalcanzable.

No podía continuar con esa actitud tan romántica, tenía que concentrarse en la batalla por venir y olvidarse de sus sentimientos.

Casi una vela de Ormondú después, a unas pocas leguas de la frontera y muy entrada la noche, llegaron al campamento temporal que el tercer regimiento ya había desplegado.

Lysandro entró junto al resto y se hizo cargo de los caballos suyos y del general. Por el rabillo del ojo divisó a Karel, entrando acompañado de sus hermanos. Su indiferencia le hacía suponer que el príncipe por fin había aceptado que no debían verse más. Aunque era lo que deseaba, no pudo evitar entristecerse.

El joven escudero desmontó las pertenencias y avanzó hasta el centro del campamento, donde estarían las tiendas destinadas al mando. Recibió las indicaciones de su superior de lo que sería la jornada del día siguiente en la que entrarían a Vesalia, luego fue a la tienda destinada a su compañía y saludó a Jakob, a quien llevaba tres días sin ver. Su amigo le había apartado un catre a su lado, agradeció el gesto y se acostó.

No quería pensar, mucho menos reflexionar en su decisión de separarse del hechicero, ni en su mirada llena de tristeza, mucho menos en su indiferencia.

No, no quería, pero no podía evitarlo.

Dio vueltas y vueltas en el lecho hasta que, muy tarde, se quedó dormido. Esa madrugada tuvo sueños colmados de pesadillas. Todas terminaban con fuego en el que el hechicero se consumía mientras él, desesperado, no podía sino gritar.

Mucho antes del alba desistió de dormir.

Se vistió con su uniforme y salió dispuesto a preparar las cosas para Jensen y la batalla por venir. Luego iría a hablar con Brianna, necesitaba decirle sobre Arlan.

Encontró a la muchacha junto al resto de las mujeres que se encargaban de los alimentos, preparándose para iniciar la jornada. Apenas lo vio se abrazó a su cuello.

—Me dijeron que habían regresado. —La muchacha lo soltó y lo miró con una gran sonrisa—. Esperaba verte en el desayuno, pero que hayas venido antes es mucho mejor.

Ambos se sentaron en la mesa donde se preparaban los alimentos, Lysandro tomó un cuchillo para ayudarla con las verduras. Hablaron algunas trivialidades sobre el viaje hasta que él decidió abordar el tema que le interesaba.

—Brianna.

—¿Sí?

—¿Recuerdas aquella vez en el Dragón de fuego cuando nos dijiste a Cordelia y a mí que estabas enamorada?

—Sí, lo recuerdo. —Los ojos de la joven y su voz se tornaron melancólicas.

—¿Conoces el nombre de ese hombre?

La muchacha levantó el rostro y lo miró con desconcierto.

—¿Por qué de pronto preguntas sobre eso?

—¿Lo conoces o no?

Cuando dos gruesas lágrimas brotaron de sus ojos dorados, él supo que ella no lo conocía.

—¿Estás segura de que él te amaba?

—¡¿Por qué me preguntas eso, Lysandro?! ¡¿Por qué me recuerdas eso ahora?!

—En Illgarorg conocí al tercer príncipe de Vergsvert, el príncipe Arlan. Apenas me vio, me reconoció. Me preguntó por ti, me dijo que te amaba y que estuvo dispuesto a comprar tu contrato, pero por lo sucedido no logró hacerlo.

—¿El príncipe Arlan? ¿Y está aquí, en el campamento? Tendría que verlo para saber si es él.

—Está aquí. Le dije que no sabía que había sido de ti. —Ante sus palabras, la muchacha lo miró con terror—. Entiende, no sabía si tú querías verlo. Primero tenía que hablar contigo.

Brianna exhaló con fuerza y se levantó del asiento, consternada.

—¡Tengo que verlo!

Giró decidida a marcharse rumbo a las tiendas destinadas a los príncipes. Antes de que se marchara, Lysandro la sujetó de la muñeca.

—Si es él, ¿te irás?

Brianna parpadeó, pero no le contestó. En sus ojos podía ver la ilusión de que ese Arlan fuera su amor y si era, Lysandro estaba seguro, ella se iría. El joven la soltó, y de corazón deseó que al menos ella encontrara la felicidad.


Mas temprano escribí en mi tablero de notificaciones que deseaba darle un nombre a la ship de Lysandro/Karel. Algunas personas me dieron sugerencias, tanto en mi tablero, por mensaje y en el video que subí a tiktok. Les dejaré abajo los posibles nombres y ustedes luego me dicen cual les gusta. Por supuesto, pueden sugerir cualquier otro que se les ocurra. La semana que viene les digo cual fue el elegido jeje.

Lysarel

Lykarel

Karlys

Karelysan

Karelsandro

Nos leemos el próximo fin. Besitos!


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