Capítulo XLVI: "Estáis vivo y de vuelta"

A la mañana siguiente el ambiente era taciturno. Karel se levantó tras haber pasado la noche prácticamente en vela, preguntándose que era lo que había hecho mal y por qué Lysandro de nuevo se alejaba. Tal vez fue que lo presionó demasiado o quizás empleó mucha rudeza durante el sexo y eso desencadenó los malos recuerdos. Como fuera y aunque Lysandro lo negara, él estaba seguro de que era su culpa.

Recogieron el campamento y se pusieron en marcha. Tal y como era el deseo de Lysandro y porque no quería aturdirlo con su cercanía, Karel se dispuso a viajar solo. Apretó los puños y los dientes al verlo montar el mismo caballo que el soldado que lo llamaba «niño bonito».

No podía hacer otra cosa, excepto acostumbrarse a la idea de que al volver no seguirían juntos. Había tenido la esperanza de continuar la relación a escondidas, pero luego de lo sucedido no podía estar seguro de qué querría Lysandro con él. A pesar de todo, ya había tomado una decisión con respecto al futuro, una que buscaba protegerlo y la llevaría a cabo, aunque eso significara ganarse su odio.

El capitán también parecía residente de otro mundo, hablaba solo para lo imprescindible y Karel lo agradecía. Si se atrevía siquiera a mirar a Lysandro no iba a contenerse. Dijera lo que dijera el escudero, no permitiría que nadie más lo hiriera.

Hicieron una única parada después de mediodía; comieron, descansaron y dieron de beber a los caballos. Una sexta después reanudaron el viaje. Durante todo el trayecto, Karel se contuvo de girar a cada momento y observar a Lysandro con el otro soldado, hasta que el deseo fue superior. El soldado llevaba las riendas y hablaba sin parar con una expresión de buen humor, pero Lysandro detrás de él se mantenía cabizbajo y daba la impresión de que no atendía a lo que el otro le decía.

Karel suspiró frustrado y azuzó el caballo imponiendo el galope, deseaba llegar lo antes posible a Beremberg y que el cambio de ambiente pudiera distraerlo del torbellino de emociones que lo atormentaban.

Antes del anochecer, la ciudad apareció frente a ellos. Decenas de viviendas iluminadas por faroles y en el centro el castillo de piedra blanca, rematado por altas torres erigidas hacia el cielo y que hasta hacía pocos días se hallaban bajo el gobierno del rey Severino. Ahora ese mismo castillo pasaría a manos de su padre.

Cada construcción que veía, no importaba si era en Vergsvert o fuera de él, la comparaba con Augsvert y ante el reino de los sorceres no podían sino salir perdiendo. Eran edificaciones que a fuerza de grandeza y solidez querían dar la sensación de magnificencia. Igual era ese castillo: Estandartes de colores vibrantes ondeando al viento y antorchas para que la luz llevara a cada ojo la grandeza de la construcción.

Aun así, sus dueños no fueron lo suficientemente fuertes para conservarlos.

Cuando atravesaron la ciudad, esta parecía una de esas aldeas que protagonizaban las leyendas terroríficas, donde los draugres hostigaban tanto a los humanos que los hacían huir y dejar sus casas abandonadas. Lo único era que en este caso los draugres eran ellos.

El traqueteo de los caballos sobre el empedrado del camino real rompía el silencio, algunas cabezas curiosas se asomaban tras las hojas de las ventanas, pero no se dejaban ver de ellos: los extranjeros invasores.

Karel suspiró mientras abría la marcha, hubiera dado todo por tener a Lysandro a su lado en ese momento. Giró la cabeza sobre su hombro y se encontró con los ojos negros que lo miraban. Como siempre, no alcanzaba a leer su expresión.

Atravesaron la muralla del castillo y en el patio de armas desmontaron. Thorland tomó los caballos y se dirigió a los establos, el resto permanecieron un poco más reunidos.

—Informaré a mi padre que habéis regresado, si lo deseáis podéis iros a las barracas —dijo Ivar dirigiéndose a Lysandro, luego giró hacia él—. Os escoltaré con el primer príncipe, Alteza.

Karel dirigió una última mirada al escudero, antes de atravesar las altas puertas dobles de madera labrada.

Cruzaron galerías de techos altos y abovedados, cuyas paredes de piedra blanca estaban iluminadas por antorchas y adornadas con diferentes retratos que Karel supuso serían reyes y héroes anteriores,

En medio de un gran salón, sentados a la mesa y bebiendo vino de uvas, se hallaban Viggo, su hermano Arlan y los generales, entre los cuales se contaba Jensen. Este último se puso de pie al verlo entrar.

—¡Alteza! ¡Saagah, el poderoso, ha escuchado mis ruegos y recibido con beneplácito mis ofrendas! ¡Estáis vivo y de vuelta!

Karel se acercó a la mesa y sujetó los brazos que el otro le ofrecía en un gesto de respetuoso cariño.

—¡Agradezco mucho que no me hubierais dado por muerto, general y que enviarais a vuestro hijo en mi auxilio!

—¡Es bien sabido que los sorceres de Augsvert son cosa mala! —dijo Arlan muy alegre, poniéndose de pie y abrazándolo efusivo— ¡Y como cosa mala, les cuesta morir! ¡Qué gusto tenerte de regreso, hermanito!

Viggo también se levantó y lo saludó, aunque más serio.

—Todos estábamos muy preocupados por ti. Debes estar cansado y hambriento.

Viggo batió las palmas y de inmediato una esclava que había permanecido en un rincón, se acercó solícita. El primer príncipe ordenó preparar una habitación del castillo, baño y comida para él.

—Pero, ¿qué fue lo que te pasó? —preguntó Arlan mientras ambos tomaban asiento a la mesa.

—Mi hijo Ivar dijo que caísteis al río en medio de una lucha con uno de los modificados —intervino Jensen.

—Así es. Lysandro y yo estuvimos en el bosque todo este tiempo. También sufrimos una emboscada por asaltadores de camino —contestó Karel mientras tomaba una copa con vino y miraba de soslayo a Viggo—. Imagino que con todo el lío de la guerra estarán desatados.

El primer príncipe bebió de su copa, parsimonioso, sin reaccionar de ningún modo al comentario.

—¿Estabais con Lysandro, mi escudero? —preguntó Jensen, muy sorprendido.

—Así es. Ha venido con nosotros. Ivar le ha ordenado ir a las barracas.

—Me alegra escuchar que Lysandro esté vivo —intervino Viggo—, es un buen soldado. Gracias a ustedes dos, los modificados en la batalla de Orseth no fueron un inconveniente. Aunque no se resolvió ese mismo día. El ejército de Severino se replegó y tuvimos que perseguirlos y obligarlos a continuar. En total estuvimos luchando por casi tres días.

—Pero finalmente venciste, Viggo. Escuché que padre vendrá.

—Ya debe estar en camino —contestó Arlan—, y no viene solo. Quiere hacer una gran entrada en Vesalia.

—¿A qué te refieres con que no viene solo?

—Pues que nuestras madres y parte de los cortesanos de Vergsvert vienen con él. —Luego se volvió hacia Viggo—. Debes preparar una gran celebración, hermano, digna del dios rey.

Al comentario siguió una carcajada que nadie secundó. Viggo lucía tenso y Karel estaba sorprendido, no esperaba que su padre trajera consigo a sus esposas y parte del gobierno.

—¿Qué pasará con el rey Severino y la princesa Umbriela? —preguntó Karel luego de un momento.

—El rey Severino, casi con toda seguridad, nuestro padre lo mandará a ejecutar, así como a sus generales y concejeros. Algunos de los nobles vasallos del antiguo rey se han rendido y jurado obedecer a nuestro padre. —El príncipe Arlan llevó la copa a la boca y bebió un gran trago antes de proseguir—. En cuanto a la princesa, ¿te casarás con ella, Viggo? Ya que fuiste el comandante de la exitosa campaña de Vesalia, me parece que lo lógico es que ella sea tu premio. Imagino que también pedirás gobernar todo esto, ¿verdad?

Los ojos oscuros de Viggo no dejaban traslucir ninguna emoción, lucía mucho más serio que de costumbre. Karel pensó que si su padre le permitía todo lo que Arlan había dicho, sería un gran triunfo para su hermano mayor. Vesalia era casi tan grande como Vergsvert, además poseía los bosques de Naregia, lo cual lo volvería muy poderoso.

—No me interesa la princesa.

—¡Ah!, pero casarse con ella es casi obligatorio si deseas legitimar el trono y asegurar la genuina obediencia de los nobles vesalenses.

—Mejor no trasquilar la oveja antes de invierno —le contestó Viggo—. Seguramente nuestro padre tendrá otros planes.

Karel estaba seguro de eso, ya había demostrado no querer entregar mucho de su poder a sus hijos. Ni por un momento aseguraría que el rey dejaría tanto en manos de Viggo y menos sabiendo que el primer príncipe ya tenía la simpatía de gran parte del ejército. Sin duda, Viggo parecía el enemigo más formidable a vencer si quería ganar el trono.

A menos que fuera él quien se casara con Umbriela. Tenía derecho a reclamarla, pues también había sido pieza clave en la victoria. No le agradaba usar a la princesa como moneda de cambio para lograr sus fines, pero si no era él, cualquiera de sus hermanos lo haría.

En medio de la plática trajeron comida y más vino. Karel estuvo charlando con los comensales por una otra sexta, hasta que el cansancio lo agotó y se retiró a los aposentos que el primer príncipe había dispuesto para él.

Capítulo cortito. Hemos regresado a la intriga y los planes. ¿Qué decisión creen que tomó Karel con respecto a Lysandro?

¿Habrá sido Viggo quien envió a esos hombres a capturar a Karel?

Y por último, Karel está decidido a tomar otra esposa. F por Lysandro, así sea solo política.

La dedicatoria del capítulo es para teresafranco750. Muchas gracias, hermosa, por todos tus bellos comentarios y por sugerir la preciosa canción como parte de la play list. Pronto la actualizaré y la colocaré en Spotify. Nos leemos el otro viernes.

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