Capítulo XLIV: Demasiados recuerdos dañinos
Tomaron el camino principal para llegar lo antes posible a Beremberg. Lysandro se sentía incómodo, tenía la impresión de que sus compañeros los miraban con suspicacia. Giró el rostro un poco y le habló a Karel.
—Ivar sospecha.
—¿Ivar? ¿Sospecha qué cosa?
El joven escudero carraspeó, avergonzado. ¿Por qué tenía que preguntar?, ¿no podía entender simplemente a qué se refería?
—Qué tú y yo tenemos algo —masculló entre dientes. Lo escuchó reír y sintió deseos de darse la vuelta y ahorcarlo—. ¡Es en serio, Karel! Tienes que ser discreto. No es apropiado que el príncipe de Vergsvert viaje con un soldado pudiendo hacerlo solo.
Karel suspiró.
—No quiero separarme de ti. Verte viajar junto a otro me dará celos y envidia.
—¡Pues acostúmbrate! No estaré contigo siempre. No podemos exponernos. ¿Recuerdas?, deseas ser rey.
—¿También debo acostumbrarme a que te llamen "niño bonito"?
Lysandro sintió sus mejillas tornarse calientes y no supo si por vergüenza o por rabia contra Jakob o contra Karel. Tal vez era por todo.
—¿Te pondrás celoso?
Karel no contestó, sino hasta pasado un buen rato.
—Luego de que paremos a descansar y retomemos la marcha, viajaré solo. —A pesar de lo que decía, sintió el brazo del príncipe enrollarse con más fuerza alrededor de su torso y pegarlo contra su cuerpo—. Pero hasta que eso pase, déjame disfrutar de tenerte así, niño bonito.
Se estremeció al sentir su calor y el aliento en el oído. Se maldijo a sí mismo por cederle espacio a sus sentimientos, pero ya no podía dar marcha atrás, solo le quedaba aprender a manejar la situación.
Durante el trayecto intentó hablar lo menos posible con Karel, contestaba a sus preguntas con monosílabos. Quizás era paranoia, pero sentía los ojos de Ivar clavados en ellos.
A medida que avanzaban, el camino real se tornaba más transitado. Muchas personas viajaban ya sea a pie o sobre caballos y carretas. Todas con enseres y animales domésticos.
—¿Por qué hay tantos viajeros? —preguntó Lysandro.
—Buscan salir de Vesalia ahora que Vergsvert ha ganado. Es un éxodo.
—¿Y dejarán sus viviendas así como así? —Al muchacho le pareció triste aquello, que por una guerra que no les concernía tuvieran que modificar sus vidas.
—No saben qué esperar de nosotros. Seguramente muchos temerán ser esclavizados y prefieren abandonar el reino antes de que eso ocurra.
Lysandro pensó que si la amenaza de la esclavitud se cerniera de nuevo sobre él, también huiría.
Continuaron la cabalgata hasta que llegó el ocaso, entonces pararon cerca de un claro. Mientras Ivar y los otros amarraban los caballos, Lysandro miró a su alrededor y recordó la arboleda cerca del estanque y lo feliz que fue allí.
—¿Extrañas a Fuska? —le preguntó el príncipe en voz baja, observándolo como si le leyera la mente.
Lysandro asintió. El gaupa se fue en el mismo instante en el que sus compañeros aparecieron y por más que él supiera que Fuska era un animal salvaje y que no podía llevarlo consigo, le dolía la separación.
—Cuando menos lo esperes volverá —lo consoló Karel.
Ivar y los otros regresaron. De inmediato se distribuyeron las labores y se asignaron turnos de guardia para esa noche. Lysandro se ofreció a buscar maderos para encender una fogata. Karel intentó acompañarlo, pero desistió debido a la mirada amonestadora que él le dirigió.
—No es necesario que me acompañéis, Alteza. —El escudero marcó la distancia entre ellos—. Descansad.
—Yo iré contigo. —Ivar se levantó y caminó hasta situarse a su lado.
Lysandro maldijo en sus adentros, eso era peor. Se imaginaba lo que vendría a continuación. Sin embargo, no se opuso, sino que caminó junto al capitán para internarse en el bosque, dejando a Karel y a los otros atrás.
Todavía no oscurecía del todo, aunque comenzaba a sentirse el frío de la noche. Ivar se mantenía en silencio y Lysandro se preguntó por cuánto tiempo estaría así antes de que le soltara algún insulto. Quería preguntarle por Jensen, pero no se atrevía.
—Así que sobreviviste al río. —Finalmente, ahí estaba la temida conversación.
El joven solo asintió.
—Fue mi padre quien envió a buscar al príncipe cuando se enteró de que se arrojó al agua detrás de ti. Él sabía que estaba vivo, que ambos lo estaban.
Lysandro tomó varias ramas secas del suelo. Así que Karel tenía razón, Viggo no mandó a buscarlo, fue Jensen.
—También yo lo sabía en mi corazón, que tú no podías haber muerto.
La declaración lo sorprendió. Lysandro se quedó estático, escuchando de espaldas al capitán.
—Yo me ofrecí a venir, pero más que encontrar al príncipe quería hallarte a ti.
El escudero volteó sobre el hombro y miró a Ivar. Los ojos castaños estaban fijos en él, con una expresión extraña, una que no le gustó, que le hizo tragar y dar un paso para alejarse.
—Porque hay algo que me atormenta desde hace unos días —continuó Ivar en un siseo, avanzando hacia él—. Te odio con todo mi ser y lo sabes. Sin embargo, tú me salvaste. Dos veces.
El capitán lo miraba con los ojos fijos e inexpresivos, casi sin parpadear; tenía los labios resecos y avanzaba hacia él un poco rígido. Lysandro no entendía a donde quería llegar con lo que le decía, pero lo ponía inquieto su forma de mirarle, así que continuó caminando hacia atrás, despacio, sin perderlo de vista, hasta que su espalda dio contra un árbol. Ivar se abalanzó sobre él y lo acorraló, apoyando las manos en el tronco, a los lados de sus hombros.
—Dime, ¿por qué me salvaste si sabes que te odio?, ¿si no he hecho otra cosa que hacerte la vida imposible desde el instante en que te conocí?
El rostro de Ivar estaba tan cerca del suyo que el aliento chocaba contra sus labios. Tenía la necesidad de alejarse y más al notar un brillo de locura en los ojos del otro.
—E, eres mi capitán —tartamudeó—, el hijo de, de mi maestro, cumplía mi deber.
Ivar acercó la mano a su cara y le acarició la mejilla, le tomó un mechón de cabello negro y se lo llevó detrás de la oreja.
—¿No me odias?
Lysandro tragó. No podía ser posible lo que estaba sucediendo, era una pesadilla. Tenía que alejarse de él.
—No.
El capitán tomó los costados de su cara y finalmente forzó el beso.
El escudero, perplejo, dejó caer la yesca. Pasado un breve instante reaccionó y comenzó a resistirse hasta que logró empujarlo y apartarse de él.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Se horrorizó.
El capitán se quedó estupefacto en el sitio, sin contestar. Sus pupilas iban de una esquina de sus ojos a la otra, como si no pudiera creer lo que acababa de hacer. Lysandro aprovechó su confusión, recogió la yesca y se alejó a toda prisa. En el camino se encontró al hechicero que había ido en su búsqueda.
— Vine por ti. ¿Por qué tardas tanto? ¿Dónde está el capitán? —Karel lo detallaba mientras él le rehuía los ojos—. ¿Qué sucede?
—Nada, vamos.
El príncipe lo sujetó del brazo y lo giró para que lo mirara.
—¡Estás temblando! ¿Ivar te dijo algo? ¿Te hizo algo?
—No pasa nada, vamos—. Lysandro se soltó y se dio la vuelta en dirección al pequeño campamento.
Karel continuó de pie, mirando hacia atrás, parecía indeciso en sí ir con él o buscar a Ivar. Finalmente, se decidió y siguió sus pasos.
Lysandro no podía creer lo que acababa de ocurrir. Con manos temblorosas se dedicó a preparar la fogata. ¿Cómo era posible que Ivar lo hubiera besado? ¿Acaso se había vuelto loco? Prefería mil veces que el capitán continuara odiándolo, insultándolo y maltratándolo, con eso podía lidiar, con otro Fingbogi no. Tampoco podía decirle nada al hechicero, golpearía a Ivar igual que lo hizo con el coronel. Debía ocuparse él mismo de sus asuntos, no quería depender de nadie, mucho menos involucrar al príncipe y que este pudiera salir perjudicado. Empezó a girar el madero para encender el fuego y este resbaló de sus manos.
—Yo lo haré —Jakob se lo quitó y se dedicó a prender la chispa.
Lysandro fue a sentarse. Sentía la mirada de Karel sobre sí, pero no quería corresponderle, estaba seguro de que si lo hacía sus ojos lo delatarían.
—Iré a buscar a Ivar, ha tardado mucho —dijo el príncipe poniéndose de pie.
Lysandro subió el rostro y lo miró angustiado.
—Iré con Su Alteza —se ofreció Thorland.
—¡No! ¡Esperad aquí!
—Karel... —lo llamó Lysandro—. Alteza...
—¡Dije: esperad aquí!
Frunció el ceño, pero no se atrevió a impedirlo, así que solo observó como Karel se perdía dentro del bosque en busca de Ivar. Se llevó las manos al rostro. ¿Por qué tenían que pasarle esas cosas a él? ¡Maldito estúpido hechicero entrometido! Y maldito él, que continuaba sin saber lidiar con ese tipo de situaciones.
Jakob, luego de encender la fogata, se sentó a su lado.
—Ivar es un imbécil, pero eso ya tú lo sabes, ¿verdad? Viendo cómo te encuentras, supongo que esta vez se pasó de la línea.
—Ese es mi problema, el de nadie más.
Una pequeña punzada de culpa se alojó en su pecho. Sabía que no debía contestarle de esa manera a Jakob, pero antes de poder disculparse, el soldado habló de nuevo.
—¿Sabes?, yo le tengo miedo a los bichos, si veo uno me paralizo aunque sea pequeño y en el fondo sepa que no me hará nada grave. Yo, sencillamente, no reacciono. En esos momentos siempre agradezco cuando alguien lo aleja de mí.
Lysandro volteó y lo miró, sorprendido, con los labios ligeramente entreabiertos. ¿Qué carajos trataba de decirle Jakob?
—Seguramente él piensa igual que yo.
—¿Qué estás diciendo? —le preguntó Lysandro, bajando la voz para que Thorland no los escuchara.
—El príncipe.
Lysandro cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz, comenzaba a tener migraña. En un siseo le contestó a su amigo:
—El príncipe fue a buscar a Ivar porque se está tardando en regresar.
—Él te está protegiendo. Sabe que algo pasó entre ustedes, se dio cuenta de que para ti Ivar es lo que para mí son los bichos.
—¿Por qué supones que soy tan importante como para que Su Alteza desee protegerme? ¿O qué te hace pensar qué necesito protección? A lo mejor sí reñimos y dejé malherido a Ivar.
Jakob sonrió y negó con la cabeza.
—Con respecto a Ivar, nunca lo has enfrentado, ¿por qué lo harías ahora? Y con respecto a Su Alteza, no soy tan tonto. Yo los vi —declaró Jakob en un susurro prácticamente inaudible y a Lysandro casi se le detiene el corazón—. Aquella vez en Aldara, cuando el príncipe estaba borracho y tú te quedaste con él, yo regresé a buscarte y los vi. Me di cuenta de ustedes desde entonces.
—¡Maldita sea! — exclamóLysandro en voz baja y se llevó las manos al rostro.
—No te preocupes —susurró Jakob—, ese sí que no es mi problema. Si me meto es porque me recuerdas a mi hermano, él era como tú.
—¿Cómo yo? —preguntó con amargura—. ¿Un desviado?
Jakob lo miró con algo de tristeza antes de contestar.
—No. Alguien que amaba de una manera diferente. —Lysandro subió el rostro y se atrevió a mirarlo. Los ojos castaños estaban fijos en el suelo—. No tienes por qué avergonzarte y deberías agradecerle que aparte los bichos de tu alrededor. Mi hermano no tuvo a nadie que lo hiciera.
El escudero tragó. Desde que llegó al tercer regimiento, Jakob había sido amable con él, más de lo que debería considerando sus maneras agrias. En cambio, Lysandro jamás se había interesado en saber nada del muchacho, mucho menos agradecerle su buena disposición para con él.
—Discúlpame por llamar a tu hermano desviado, sabes que soy un imbécil, pero ¿por qué dices que él no tuvo a nadie? ¿Le, le pasó algo?
—Murió. Uno de esos bichos lo picó muy fuerte.
Exhaló abrumado por la declaración. Lysandro se sintió mal. Se recriminó por ser un maldito insensible, incapaz de ver más allá de sí mismo, de interesarse en nadie. Quiso darse en la cabeza con una piedra.
—Lo siento mucho. Discúlpame. De verdad, yo no...
—No te preocupes —le dijo Jakob recuperando la habitual sonrisa—, de eso hace ya bastante tiempo. Tal vez por eso es que me caes bien, me recuerdas a él, también era un amargado.
Lysandro no pudo contestar, pues en ese instante el príncipe e Ivar se acercaron, este último lucía un gran cardenal en la frente y un moretón en el pómulo.
Nadie habló, Karel fue a sentarse alrededor de la fogata. Lysandro no sabía cómo reaccionar, si agradecido porque Karel lo defendiera o furioso, justamente por eso y más consigo mismo por no ser capaz de lidiar él solo con el problema.
El capitán no les dirigió la mirada a ninguno, fue directo a los caballos, sacó de una de las alforjas sus mantas y se echó a dormir. El resto compartió carne seca, pan y un poco de vino, todo en silencio. Después de un rato imitaron a Ivar, excepto él, a quien le tocaba vigilar.
Avanzada la noche, cuando sus compañeros roncaban, sintió a alguien sentarse a su lado. El príncipe no dijo nada, simplemente permaneció allí, contemplando el bosque oscuro frente a ellos. Lysandro suspiró, tal vez era mejor hacerle caso a Jakob y dejar a un lado el orgullo.
—Gracias.
—Creí que estabas molesto conmigo.
—No sé si lo estoy —le contestó con sinceridad—. O si debería estarlo.
La brisa otoñal sopló con fuerza y les agitó el cabello. Karel giró y le arregló un mechón detrás de la oreja antes de contestarle.
—Supones que le hice algo, ¿no es cierto? Pero no fue así. —Ante la declaración del príncipe, Lysandro lo miró, sorprendido—. Cuando llegué le daba puñetazos a un árbol y creo que le estrelló la frente porque ya sangraba.
—¿Él solo se golpeó?
—Así es, no fue necesario que le hiciera nada. ¿Qué pasó entre ustedes?
Lysandro bajó la mirada, no entendía por qué Ivar actuaba de esa manera tan extraña.
—Me besó —le confesó en un susurro avergonzado.
—¿Qué? —El príncipe se sorprendió—. ¡Ahora sí me provoca asesinarlo! ¡Ese infeliz! Creí que te había insultado o algo así y que después se había arrepentido.
—Tal vez sí se arrepintió si se golpeó a sí mismo. No quiere ser como nosotros. —La última frase la dijo en un murmullo quedo.
Karel lo tomó del mentón y lo giró para verlo a los ojos.
—¿Y cómo somos nosotros?
Decir la palabra le costaba, tanto por vergüenza como porque sabía que el príncipe se lo tomaría a mal.
—¿Cómo somos, Lysandro?
—Lo sabes. —Intentó apartar el rostro, pero Karel no lo permitió.
—Lo que sé es que somos un par de personas que se aman, nada más.
Lysandro vio la seguridad en sus ojos, escuchó la firmeza de su voz y deseó poder ser así, creer de una manera tan tajante como lo hacía Karel que lo que sentían no era algo errado.
—Juro que algún día me casaré contigo.
El joven resopló en medio de una sonrisa incrédula.
—¡Qué cosas absurdas dices!
El príncipe rio y le besó la punta de la nariz.
—Cuando sea rey decretaré que las personas puedan casarse con quien deseen sin importar su género.
Lysandro amplió la sonrisa sin dar verdadero crédito a lo que decía.
—Tu reinado llegará muy pronto a su fin, entonces.
—¡Qué poco crees en mí! —se quejó el príncipe.
—No hay persona en el mundo en la que crea más que en ti.
Karel fijó en él los ojos verdes, anhelantes. El deseo flotó entre ambos, los acariciaba al igual que la suave brisa, los tentaba. Lysandro apartó la cara y se levantó antes de cometer una imprudencia.
—Iré a avivar el fuego de la fogata.
Ni siquiera dio dos pasos cuando sintió al príncipe detrás de sí.
—No es necesario —dijo en su oído, abrazó su cintura y se pegó a su espalda, tanto que podía sentir perfectamente su excitación incrustársele entre las nalgas—. Las llamas están muy vivas.
El aliento, acariciándole la oreja, le aceleró el corazón. Cerró los ojos, no quería voltearse, no quería sucumbir. La mano del hechicero le recorrió el abdomen por encima de la delgada camisa de lino y se posó en su cadera para afianzarlo contra su cuerpo. Entonces, Lysandro supo que no tendría la fuerza necesaria para resistirse, aun así lo intentó:
—Nos descubrirán —gimoteó Lysandro, pues Karel le había apartado a un lado el pelo y había comenzado a mordisquearle el cuello—. Harás que nos maten.
—¿Tanto importa?
El vello de todo el cuerpo se le erizó cuando Karel se prendó del lóbulo de su oreja y comenzó a chuparlo.
—Solo si tú mueres y yo no.
Lysandro se giró, sujetó los costados de su rostro y le alcanzó los labios. El deseo le exigía mucho más que el temor a ser descubiertos. Karel lo tomó de la mano y se alejaron del pequeño campamento, internándose en lo profundo del bosque.
—Nadie nos verá —le aseguró el príncipe.
Este hizo aparecer una barrera que los envolvió y ocultó de cualquier ojo indiscreto, luego volvió a sumergirse en su boca. Lysandro sentía el deseo apremiarle, más la urgencia y el temor de, a pesar de todo, ser descubiertos.
El príncipe le metió la mano dentro de la ropa, el apretón que le dio a su pene erecto, lo hizo gemir.
—Shh, no hagas ruido —le susurró Karel.
—Entonces no juegues y hazlo ya.
Karel se rio, sin embargo, lo giró dejándolo de espaldas a él y le apoyó el pecho contra un árbol que había quedado dentro de la barrera. Lysandro sintió como tomaba su cabello y lo llevaba hacia un lado, descubriéndole la nuca. Después, los labios húmedos y ardientes lo llenaron de besos desde allí y hasta su espalda, en medio de los hombros. Las piernas empezaron a temblarle cuando a los besos se sumó la mano suave del príncipe que lo masturbaba. El placer lo obligó a gemir en voz alta.
—Haz silencio.
—Karel... por favor.
El desgraciado del príncipe volvió a reír. ¿Acaso jugaba con él? ¿No se suponía que Karel era un inexperto? ¿En qué momento las cosas se volvieron de esa manera? Iba a replicar a la impertinente risa, pero calló al sentir la intromisión de un dedo y luego otro y un tercero. Pensó que, finalmente, entraría y no fue así. Karel lo tomó de la barbilla y le giró el rostro para poder besarlo en la boca desde atrás, donde estaba posicionado. Lysandro se desesperó, rompió el beso y volvió a protestar:
—Hazlo ya, alguno podría despertar y ver que...
No pudo terminar de hablar, la voz se le quedó atrapada en la garganta cuando el miembro del hechicero se deslizó dentro de él. A esa embestida le siguieron varias, todas veloces y potentes, que lo dejaban sin aliento.
—¿Así?, querías rápido.
En realidad, no tanto, terminaría adolorido y probablemente insatisfecho. Sin embargo, la situación apremiaba. Karel aferró con una mano su cadera para entrar más profundo. La mano del hechicero que permanecía libre se envolvió alrededor de su pene y volvió a masturbarlo, tan rápido como lo penetraba. Gimió alto debido a la inmediata ola de placer que se desató en su cuerpo en respuesta a las caricias. Tal vez, no quedaría insatisfecho.
—No grites, amor —le susurró el príncipe contra el oído.
Pero era difícil controlarse entre las continuas y fuertes embestidas y la mano que lo masajeaba de arriba abajo, muy pronto iba a venirse. Se metió el puño en la boca, cerró los ojos y apoyó la frente en el árbol. Karel le acarició la oreja con la lengua y después le succionó el cuello, lo que seguramente le dejaría un moretón.
De pronto recordó a Sluarg en el Dragón de fuego, también él lo tomó muchas veces de una forma similar: rápida y algo violenta. Lysandro abrió muy grande los ojos, sacudió la cabeza para apartar el inoportuno recuerdo y trató de concentrarse en el príncipe y el placer del momento.
Sentía el pene a punto de estallar. Se empujó hacia atrás y entonces el miembro de Karel tocó ese punto en su interior donde el mundo dejaba de existir. Se vació en la mano de su amante en oleadas rítmicas que lo dejaron flotando en un universo de absoluta paz. No estaba muy seguro, pero tenía la impresión de que otra vez había hecho ruido.
Cuando abrió los ojos se sintió pegajoso y cubierto, entre otras cosas, de sudor. A pesar del remanente placer del orgasmo, continuaba la desagradable sensación asociada a los recuerdos del prostíbulo. Le surgió la necesidad de estar solo, de limpiarse e irse de regreso al campamento.
Karel lo abrazó por detrás mientras le besaba el hombro. Lysandro se mordió el labio, apretó los ojos conteniendo el impulso de empujarlo, de alejarlo y vomitar.
—Te amo, siempre voy a amarte.
El escudero giró y miró sus ojos verdes, oscuros debido a la noche. Lo invadió la culpa por el rechazo involuntario que venía de lo profundo de su ser. Quería la plenitud en sus brazos, disfrutar de esa tierna sonrisa y ese te amo, pero en lugar de eso tenía frustración. Lo único que podía hacer era asentir y rehuir su mirada.
—Debemos regresar —dijo en un susurro apesadumbrado.
—¿Qué ocurre? —le preguntó Karel. A veces la perspicacia del príncipe aparecía en el momento menos oportuno—. ¿Hice algo que no te gustó? ¿Dije algo que no te agradó?
Temblando, Lysandro arrancó parte de la manga de su camisa de lino y empezó a limpiarse enérgicamente, hasta dejar la piel de los muslos enrojecida. Sin mirarlo le contestó con el tono más dulce del que fue capaz:
—Todo está bien, no te preocupes.
—¡Algo te pasa! Te estás haciendo daño. —Karel le sujetó la mano con la que se limpiaba y le levantó el rostro para que lo mirara a la cara—. ¡Dime qué hice mal, por favor!
Lysandro se mordió el labio mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla.
—No es tu culpa —le contestó sujetándole el rostro con manos trémulas—. Soy yo, son demasiados recuerdos dañinos e inoportunos.
Karel fue a abrazarlo, pero él no lo dejó.
—Por favor, no lo hagas. —Más lágrimas cayeron por su rostro—. Te prometo que no será así siempre. Te juro que me esforzaré para que no lo sea, pero en este momento no me toques.
Le partía el corazón ver como el rostro de Karel se quebraba por su renuencia, pero no quería que fuera peor, no quería que lo abrazara y no pudiera controlar las náuseas porque terminaría vomitando.
El pasado de nuevo lo asfixiaba, le hacía ascender a la garganta la amarga hiel de los recuerdos.
No iba a poder, por mas que se esforzara no lo lograría. El Dragón de fuego no se iría nunca de su vida. ¿De qué forma podría rehacerla? ¿Acaso no tenía derecho a ser feliz junto a Karel que le había demostrado que lo amaba?
Tenía que tratar. Por el príncipe y por él mismo tenía que dar lo mejor de sí.
Se limpió las lágrimas y se enderezó. Miró el trozo de camisa sucia en su mano, cubierta de sudor y restos de semen, y la arrojó a un lado con el estómago revuelto.
—Te alejarás de nuevo, ¿no es cierto? —La voz de Karel rompió el silencio, acrecentó, la culpa y la vergüenza—. Estamos como al inicio, como antes de la batalla y es por mi causa. No debí presionarte.
Lysandro contuvo las lágrimas y negó con la cabeza.
—No es así, no es por ti y no estamos como al principio porque ahora estoy seguro de que me amas y eso lo cambia todo.
Le dirigió una última mirada cargada de remordimiento al príncipe antes de girar y emprender el camino de regreso.
*** Hice la escaleta de los capitulos que faltan y creo que seran entre diez y quince para llegar al final, de ahora en adelante las cosas se pondran un poco peligrosas y bueno espero que Karel y Lys logren entenderse y estar juntos plenamente, pero ya saben que en cuanto a ellos todavia no hay nada seguro.
El capitulo esta dedicado a @cecisolterabb123 que se emociona todavía a esta altura.
Últimamente he tenido muchas dudas con respecto a la trama de la novela, me he bloqueado en algunas oportunidades y he sentido que a medida que pasa el tiempo tal vez ya no es tan attrapante, entonces ver que llegan lectores y leen de maratón me pone súper feliz, gacias de verdad a los que votan y mas aun a los que comentan, no se imaginan lo que una pocas palabras pueden hacer, la seguridad que pueden dar.
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