Capítulo XLII: "Gracias"
Cuando Karel por fin logró dormirse, las pesadillas enturbiaron el descanso. Despertó varias veces con el temor cerrándole la garganta, en ocasiones por haber soñado que Lysandro era otra vez un esclavo a disposición de todos en el Dragón de fuego y otras porque lo perdía definitivamente en alguna sangrienta batalla. Tragó sintiendo la garganta seca, se apartó del rostro los cabellos húmedos por el sudor y giró la cabeza para verlo a su lado, dormido, pero a salvo.
Avanzada la noche fue Lysandro quien despertó en medio de gritos y agitación. Karel abrió los ojos, desorientado, con el corazón latiéndole en la boca por la zozobra del violento despertar. Tardó poco en darse cuenta de lo que sucedía.
El suave resplandor del domo le permitió ver los ojos desenfocados del joven y las lágrimas que corrían por su cara. Con cuidado, lo abrazó para calmarlo.
—Es una pesadilla, no pasa nada.
La respiración agitada se estrelló contra su cuello.
—¿Dónde estoy? ¿Es el Dragón de fuego? —La voz atormentada de Lysandro rasgó la noche como un cúmulo de cristales rotos.
—Fue una pesadilla. No estamos en el Dragón de fuego.
—Karel, ¿eres tú? —le susurró al oído, aferrándose a su espalda—. Abrázame, no me sueltes, por favor.
—No te voy a soltar. Nunca.
Permanecieron uno en brazos del otro hasta que, poco a poco, Lysandro fue relajándose. El príncipe volvió a acostarlo y ninguno de los dos habló otra vez. De soslayo podía ver como su rostro permanecía inexpresivo, con los ojos negros abiertos y algunas lágrimas silenciosas brotando de ellos.
Lo estrechó contra su costado. Acariciándole el cabello, no se dio cuenta en qué momento se quedaron dormidos.
La mañana llegó con su claridad radiante. El primero en despertar fue Karel. Había sido una noche difícil, llena de despertares angustiosos e insomnio, no quiso moverse para no despertar a Lysandro, quien continuaba dormido, acomodado sobre su pecho.
No tenía idea de cómo debía comportarse o de qué podría decirle en caso de que su compañero continuara agobiado por la tristeza. Cerró los ojos y suspiró apesadumbrado al recordar cómo le había suplicado con tanta necesidad que lo abrazara, que no lo soltara.
Se movió un poco y fue suficiente para que Lysandro abriera los ojos. Karel permaneció en silencio, aguardando cuál sería su reacción. Después de lo que tarda en consumirse una brizna de paja al fuego, el escudero se apartó de él.
—Lo siento —se excusó todavía adormilado—, seguramente, no te dejé dormir.
—No te preocupes, dormí estupendamente —le mintió el príncipe—. ¿Y tú?
Karel observó la expresión taciturna, los ojos hinchados y enrojecidos debido al mal dormir y al llanto del día anterior.
—Estoy bien. —Asintió el joven con voz neutra. Luego, pidió en un susurro—: Me gustaría nadar un rato.
—De acuerdo.
El domo desapareció en respuesta a sus dedos y los deslumbrantes rayos del sol les hicieron entrecerrar los ojos. El rumor del viento se mezclaba con el zumbido de algunas abejas y el trinar de las aves. A unas cuantas varas se hallaba el estanque, tranquilo y reposado cómo aparentaba estar Lysandro.
El joven se levantó y caminó en dirección a la masa de agua, Karel lo hizo detrás de él. Cuando llegó a la orilla, mientras el otro empezaba a quitarse la camisa, el príncipe habló:
—Iré a buscar algo para desayunar.
El escudero volteó y lo miró.
—Entonces, iré contigo.
Un poco desconcertado por su decisión, Karel asintió y ambos caminaron en dirección a la arboleda.
Lysandro lucía sereno, pero también melancólico y cabizbajo. La mañana era cálida y brillante, sin embargo, él parecía no notarla, sus ojos tristes miraban el suelo cubierto de raíces y hojas caídas que presentían el otoño.
Cuando llegaron al sitio, además de arbustos con bayas se alzaban al cielo algunas palmeras. El príncipe sonrió al ver las copas repletas de dátiles. A su mente acudió un recuerdo y una idea que tal vez le traería un poco de alegría a su compañero.
Caminó hacia las palmeras, y agitó los dedos en dirección a lo alto. Una pequeña ráfaga brotó de ellos, la cual estremeció los racimos de frutos ambarinos. De inmediato, estos cayeron al suelo y Karel los recogió. Al darse la vuelta con las manos llenas, no encontró a Lysandro. Supuso que tal vez había ido al otro extremo, donde crecían las bayas.
Después de lo que tardan en consumirse dos briznas de paja al fuego, el joven no regresaba y el sorcere comenzaba a impacientarse. Dejó los dátiles en un pequeño montoncito a los pies de la palmera y fue en busca de su joven compañero.
Anduvo por donde creyó, pudo haberse ido; llegó al sitio en el que crecían los arbustos de bayas y no lo vio. Un mal presentimiento le apretó la boca del estómago, se recriminó por dejarlo solo en ese estado de profunda tristeza y más luego de confesarle la tarde anterior su intento de suicidio.
Caminó rápido, apartando con las manos las ramas que se interponían en su camino, hasta que el desespero lo hizo llamarlo en voz alta:
—Lysandro, ¿dónde estás?
Nadie le contestó.
Se alejó del lago en dirección al bosque, intentando mantener la mente despejada, sin hacerle caso a los pensamientos ominosos que le decían que algo malo pasaba. Volvió a llamarlo.
Las pesadillas de la noche anterior cobraban la forma de una aterradora realidad. No se perdonaría nunca si algo le pasaba debido a su negligencia.
—¡Lysandro, Lysandro!
—¡Karel, estoy aquí!
Al escuchar su voz, sintió como la sangre volvía a circularle en el cuerpo. Exhaló aliviado, a paso rápido se encaminó en su dirección.
Hizo a un lado las ramas y se encontró con algo que jamás hubiera esperado ver. Lysandro se hallaba acuclillado frente a un felino de poco más de media vara de altura, de color verde hoja y manchas pardas en el lomo. El joven le acariciaba la cabeza afectuosamente, al sentir la presencia del príncipe, giró en su dirección con una sonrisa radiante en los labios.
—¡Mira, Karel! ¡Es el gaupa, el que rescaté de Viggo! Me da la impresión de que nos ha estado siguiendo. Ha dejado esto a mis pies:
El muchacho frunció un poco los labios y las cejas cuando tomó por la cola una serpiente muerta y se lo mostró.
Karel rio en voz baja y caminó hacia él:
—Creo que es su forma de agradecerte, tanto por el rescate como por la comida en el río.
El animal gruñó en dirección al príncipe cuando esté se acercó a Lysandro.
—Me parece que no le agrado. —se quejó un poco aprehensivo, sin atreverse a avanzar otro paso.
Lysandro, en cambio, sonrió más y palmeó, cariñoso, la cabeza del felino. Este, en cuanto sintió la caricia, escondió los enormes colmillos y ronroneó.
—Solo necesita tiempo para conocerte bien.
El príncipe sonrió dudando de que un animal salvaje como ese pudiera llegar a aceptarlo.
—Es raro que un gaupa se aleje tanto de su territorio, y más que lo haga en pos de humanos, debe estar muy agradecido contigo. Son animales tremendamente solitarios y esquivos, pero también sensibles.
—Creo que es muy hermoso e inteligente. Dijiste que es una criatura mágica, ¿qué hace?
—Nadie sabe muy bien, pero dicen las leyendas que pueden comunicarse con los dioses. Su sangre es muy apreciada para realizar pociones que otorgan fuerza y longevidad.
Lysandro frunció el ceño con enfado mientras acariciaba al animal.
—¡Con razón son tan esquivos! ¿Quién querría que lo exprimieran para hacer inmortal a algún loco?
Karel asintió dándole la razón. Luego, agregó con una sonrisa divertida:
—Supongo que desayunaremos serpiente asada hoy.
Lysandro arrugó la nariz, se levantó y caminó hasta él mostrándole un puñado de frutos rojos que tenía envueltos en su camisa:
—¡Hay suficientes bayas!
El hechicero rio en voz alta y tomó la mano del escudero. Juntos volvieron a las adyacencias del estanque, con el felino siguiéndolos a una corta distancia.
La mañana avanzaba, cálida. A través de las aguas cristalinas era posible ver peces nadando en grupo. Algunas aves rosa pálido y gris de patas muy largas se agolpaban entre un conglomerado de rocas y descendían los picos largos entre ellas, pescando.
Lysandro se sentó sobre una piedra y el gaupa se echó a sus pies. El joven se dedicó a seleccionar las bayas en mejor estado, dividiéndolas en dos montoncitos. De vez en cuando arrojaba algunas al felino que, entusiasmado, las pillaba al vuelo.
Karel lo observó y se mordió el labio, era una imagen hermosa. La piel de Lysandro, que antes había sido tan clara como el alabastro, debido a la vida que llevaba en el ejército tenía un ligero color tostado y en ese momento, gracias a los rayos del sol, resplandecía dorada. Se acercó a él con los dátiles en las manos. De inmediato, el gaupa gruñó al sentirlo.
—¡Tranquilo! —Lysandro acompañó la orden con una caricia en la cabeza y le arrojó una baya gorda. El animal gruñó un poco cuando el escudero se levantó y caminó hasta Karel.
—Me gustaría que probaras esto —dijo el sorcere ofreciéndole un dátil.
El joven llevó hacia atrás el cabello que le caía sobre la cara y lo miró intrigado.
—¿Qué es? —estiró la mano y recibió del príncipe un fruto dorado, pequeño, redondo y carnoso.
—Pruébalo.
Lysandro lo miró dubitativo.
—¿Me envenenarás? —le preguntó con una ceja enarcada y en tono divertido.
Karel sonrió mientras lo detallaba. Le pareció un descaro que preguntara algo así cuando el veneno, desde el mismo instante en que lo conoció, se lo instiló Lysandro en las venas a él.
El escudero llevó el fruto a la boca y lo mordió, un poco del jugo se escurrió por su comisura. A medida que lo saboreaba, su expresión cambiaba desde el desconcierto al deleite. Cuando terminó de masticar se relamió los labios.
—Es dulce y... ¡Exquisito!
Karel amplió la sonrisa, complacido.
—Así es, recordé que te gustaban las cosas dulces.
—¡Nunca había probado una fruta como esta! —El joven se zambulló otra. Con la boca llena, preguntó—: ¿Cómo se llama?
—Hlaeja sveinn.
Lysandro terminó de masticar, tragó y luego esbozó una sonrisa de satisfacción.
—¿Qué significa?
Karel limpió con el pulgar las gotas de jugo que todavía quedaban en su comisura, luego lo miró a los ojos y contestó:
—Sonrisa de dios.
El joven se sonrojó intensamente, se mordió el labio inferior y apartó la mirada, claramente, turbado. Hacía mucho que el hechicero no probaba la sonrisa de dios y se le antojó saborearla de los labios húmedos y sonrosados frente a él, pero antes de cometer un error que pudiera hacer enojar a Lysandro, prefirió apartarse.
—Que bueno que te gusta, dejé más por allá. —Señaló un pequeño cúmulo a unos pasos de donde se encontraban—. Iré a... darme un baño.
Karel se levantó, se quitó la camisa y caminó hasta una roca alta en una de las orillas del lago. Desde allí se lanzó en picado al estanque. El agua templada refrescó su cuerpo y aquietó la fiebre que se había apoderado de él. Se sentía como un maldito pervertido.
Nadó más rápido, hasta sentir que se quedaba sin aliento, sacó la cabeza, tomó aire y de nuevo se sumergió. Era consciente de que buscar un acercamiento romántico sería insensible de su parte. Lysandro estaba triste y deprimido, no era el momento, solo la aparición del gaupa le había traído algo de alegría y consuelo. ¿Cómo podía estar pensando en sostenerlo en sus brazos y besarlo hasta que se le derritieran los labios?
Agarró aire y volvió a sumergirse profundamente. Quería que su corazón latiera rápido, pero por el ejercicio y no por el deseo. Iba a ser muy difícil mantenerse al margen. Cuando le faltó la respiración, salió a la superficie.
Se detuvo, agotado, tomó una gran bocanada de aire y lo primero que vio al abrir los ojos fue a Lysandro. Continuaba sentado en la piedra con el cabello negro cayendo sobre los hombros. Las bayas estaban a un lado, olvidadas, mientras él devoraba los dátiles. El joven levantó el rostro y le sonrió agitando la mano en su dirección. Sí, iba a ser muy difícil.
—Creí que querías bañarte —le dijo Karel cuando salió del lago. Tenía que hablarle a varios pies de distancia debido a los gruñidos del nuevo y celoso amigo del escudero.
—Esa sonrisa de dios es muy sabrosa, te dejé estas.
El príncipe negó.
—No me gustan tanto, prefiero la acidez de las bayas.
Lysandro lo miró con suspicacia.
—¡Estás mintiendo! Lo haces para que yo me coma todos los dátiles.
—No, en serio, me empalagan los dulces. Cómelos tú. Luego puedo buscar más.
El escudero frunció el ceño.
—¿Luego? Deberíamos irnos antes del atardecer.
Karel empezó a hacer una fogata.
—Sí, con respecto a eso... He estado pensando que no deberíamos volver tan pronto. —En realidad, Karel había reflexionado bastante sobre lo que debía hacer. Pensaba que un tiempo alejado del regimiento y sus obligaciones podían hacerle bien al escudero, así que deseaba retrasar lo más que pudiera el retorno a Vergsvert—. La batalla está muy reciente, podríamos toparnos con vesalenses.
Lysandro entornó los ojos y lo miró fijo.
—En realidad, ¿eso es lo que piensas? —Curvó los labios en una sonrisa de medio lado. Karel se sonrojó y rehuyó sus ojos—. ¿Qué podemos toparnos con vesalenses?
—No sabemos quién ganó la batalla —le explicó sin encararlo—. Si fue Vesalia, todavía deben tener tropas desplegadas en esta región.
—De acuerdo, vos mandáis, Alteza. —Hizo una reverencia y sonrió, parecía cada vez de mejor humor—. Este esclavo obedece y se irá a nadar. Os dejo en compañía de Fuska.
Karel frunció el ceño.
—¿Fuska?
—Decidí llamarlo así. —Lysandro bajó la mirada con inusitada timidez—. Mi madre le decía de ese modo a Cordelia cuando era un bebé.
—Tesoro. Es un hermoso nombre.
Lysandro esbozó para el animal una sonrisa llena de dulzura. Se levantó, se quitó la camisa de lino y se dirigió al estanque. En lo que se alejó, el gaupa se enderezó y lo siguió con la mirada.
Karel suspiró y le habló al felino:
—Fuska, así que tú también, ¿eh? Yo soy un sorcere y tú una criatura mágica; sin embargo, es él quien nos tiene bajo su hechizo. —Como si le respondiera, el animal emitió un ronroneo fuerte y grave—, pero no te equivoques, no creas que me intimidan tus colmillos, yo lo vi primero.
Los dos días que siguieron estuvieron llenos de una sosegada rutina.
Se levantaban por la mañana y recogían bayas y dátiles para desayunar, después iban al estanque y nadaban hasta que el hambre les hacía rugir las tripas. Por la tarde pescaban con una lanza improvisada, peces que luego asaban en la fogata. Compartían la comida con Fuska, que parecía decidido a no apartarse de Lysandro ni dejar que Karel se acercara mucho a él.
Al caer la noche se sentaban alrededor del fuego y conversaban de cualquier cosa hasta que el sueño los reclamaba. Ese era el momento en el que Karel vencía a Fuska, pues este se quedaba fuera del domo.
Ahí dentro experimentaba una agónica felicidad. Lysandro se acomodaba pegado a su costado y apoyaba la cabeza en su pecho. Mientras Karel le acariciaba el cabello, él solía contarle anécdotas de su infancia con sus padres o le hablaba de la hermosura de los jarrones que Cordelia moldeaba en el Dragón de fuego. A veces el muchacho no platicaba, sino que le hacía preguntas de su vida en Augsvert y se dedicaba a escucharlo.
La última noche, en particular, se hallaban acostados sobre la esterilla plateada, mirando a través del domo las estrellas, un poco distorsionadas debido a la naturaleza de la cúpula mágica que los cubría. Ambos permanecían en silencio hasta que Karel decidió realizar una pregunta.
—¿Cómo imaginas tu futuro?, ¿continuarás en el ejército al regresar a Vergsvert?
Lysandro no contestó de inmediato, cuando lo hizo su voz sonó un poco más dura.
—Tengo asuntos pendientes allí, después de que los resuelva no sé a donde me lleven mis pasos.
—¿Asuntos pendientes? —preguntó Karel desconcertado por las intrigantes palabras—. ¿Quieres ascender?
De nuevo, Lysandro tardó en contestar y fue con una pregunta evasiva:
—¿Y tú? ¿Cómo te imaginas en el futuro?
El príncipe respondió sin vacilar.
—Lucharé por la corona y cuando la obtenga haré un mejor lugar de Vergsvert.
—Creí que no querías ser rey.
El escudero levantó un poco la cabeza para mirarlo. El precioso rostro quedó muy cerca del suyo, tanto que el aliento chocaba con su mejilla. Karel miró los ojos negros, grandes y alargados, que brillaban como si se hubiesen vuelto metal fundido y sintió deseos de deshacerse en ese metal. Tragó saliva y apartó la mirada para fijarla en el domo sobre sus cabezas.
—No quiero ser rey, pero en estos últimos días he comprendido que debo serlo. Cuando yo gobierne Vergsvert, no habrá más esclavos; nadie sufrirá lo que has sufrido. Reharé las le...
Lysandro no lo dejó terminar. El príncipe sintió la mano, cálida, girarle el rostro, los labios posarse sobre su boca. El corazón se le aceleró, sin embargo, en medio de todo el anhelo que agitaba su interior, se obligó a contenerse.
Lysandro rompió el beso y lo escudriñó dubitativo:
—¿Todavía me deseas?
Karel parpadeó temblando de pies a cabeza.
—Como un loco.
Lysandro lo observaba, parecía que sus ojos intentaban mirar más allá, descubrir lo que ocultaba su alma.
—Entonces, ¿por qué no me tomas?
—Por qué no estoy seguro de que me aceptes. Lysandro, no quiero que sientas que estás obligado a hacer algo por agradecimiento o por complacerme. Tampoco quiero que pienses que lo único que quiero de ti es tu cuerpo. No es necesario que tengamos intimidad si no lo deseas. Podemos ser amigos.
El joven sonrió de lado con un dejo de tristeza.
—Yo no quiero que seamos solo amigos.
Karel frunció el ceño, confundido.
—Antes dijiste que lo nuestro no podía ser.
—Antes tenía miedo. —Lysandro le acarició la mejilla.
—¿Ya no lo tienes? —A Karel se le hacía difícil controlar el temblor de su voz.
—Tengo más miedo que nunca. Miedo a que deje de gustarte un día, miedo a no poder demostrarte todo lo que siento.
—No creo que llegue el día en el que deje de quererte. —Cuando una lágrima rodó por su mejilla, el escudero la apartó con su dedo, acto seguido se inclinó sobre él y lo besó profundamente, como nunca antes lo había hecho.
El hambre que el príncipe intentaba mantener a raya creció desmedida.
—¿Qué sientes, Lysandro? —le preguntó Karel luego de separarse brevemente. El escudero lo miró con ojos vidriosos, lo abrazó más fuerte y se pegó a su cuerpo.
El príncipe le succionó el voluptuoso labio inferior y luego lo mordió con delicadeza. Lo encontró dulce, mucho más debido a los dátiles que había comido antes de acostarse. Giró al joven en la esterilla dejándolo debajo. Apoyó las manos a ambos lados de su cuerpo y lo observó: Lysandro lo miraba con una sonrisa, tenía las mejillas encendidas en rosa y los ojos anhelantes, pero en ellos había algo más, cierto brillo resoluto que antes no estaba.
A Karel la situación se le hacía irreal, un sueño del cual despertaría en cualquier momento.
—¡Quiero vivir para hacerte feliz! —le dijo el príncipe en un arrebato de pasión.
Lysandro ensanchó la sonrisa.
—Y yo quiero vivir para llenar tu soledad.
El joven se incorporó, lo atrajo hacia sí y volvió a fundirse en un beso que quería dejarlo sin aliento.
Llamas abrasadoras se encendieron en su cuerpo mientras se entrelazaban las lenguas, su mente se obnubiló gracias a las sensaciones que el beso despertaba y la incredulidad de lo que sucedía. Cuando el escudero le quitó la camisa y se aferró a su espalda, no le quedó dudas, estaba pasando de verdad.
Lysandro abandonó su boca y se dirigió al cuello, allí se dedicó a alternar besos con lamidas húmedas. Karel gimió abandonado al delicioso placer que le estaba dando el escudero, tembló al sentir el aliento ardiente aproximarse a su oído.
—Desde nuestra última vez en Illgarorg estoy muriendo por vivir este momento.
La mente de Karel terminó de trastornarse al escuchar la voz ronca, susurrarle semejantes palabras. Volvió a abrazarlo para hundirse en su boca. Le quitó la camisa lleno de ansiedad, sus manos estaban desesperadas por tocarlo, recordar el sedoso tacto de la piel que se estremecía debajo de su cuerpo cada vez que él lo besaba, lo lamía, lo mordisqueaba, deseoso de sentirlo plenamente.
El joven echó la cabeza hacia atrás y le ofreció el cuello que no tardó en devorar también. Lysandro siempre era cariñoso durante el sexo, pero en ese momento lo sentía entregado como nunca antes, era sublime su calor, la piel sudorosa contra la suya, ver el hermoso rostro sonrojado debido al deseo, escucharlo suspirar y gemir y que fuera gracias a él. No podía esperar más para adentrarse en su cuerpo.
Le arrebató el pantalón y se quitó el propio. No esperó para empezar a dilatarlo con los dedos mientras el otro se mordía los labios. Cuando lo sintió lo suficientemente flojo, lo embadurnó de saliva e introdujo la punta humedecida por líquido preseminal y poco a poco comenzó a empujar dentro. El joven escudero frunció el ceño y él se inclinó para besarlo en los labios. Durante todo el tiempo que duró la penetración no se separó de su boca, quería beberse sus quejidos, sus suspiros.
Cuando estuvo todo adentro, empezó a embestir, lento primero y luego más rápido, a cada una de las sacudidas las acompañaba un jadeo. Su sangre hervía, la piel de Lysandro lo quemaba.
De pronto este se abrazó a su cuello y le susurró al oído:
—Quiero estar dentro de ti.
La petición lo sorprendió. Karel detuvo las embestidas. Cuando miró los ojos entornados, oscuros y brillantes, la boca esbozando una sonrisa de medio lado, el morbo lo dominó, se le antojó probar. Cambiaron de posición, Karel quedó debajo y el escudero comenzó a regarle el cuello con besos que después prodigó en su pecho y su abdomen. De pronto, el hechicero sintió la intrusión en su cuerpo: un dedo que se movía en círculos.
Así que eso era lo que se sentía.
A ese dedo siguió otro y luego un tercero, para ese punto la incomodidad había cedido espacio a la impaciencia y la curiosidad.
Lysandro se posicionó entre sus piernas y lo miró a los ojos con una ligera sonrisa torcida antes de susurrarle al oído:
—Relájate.
Karel tembló en expectación, tomó aire y sintió la punta del pene, caliente y goteante, deslizarse en su entrada, humedeciéndolo, a lo cual siguió la lenta y tortuosa penetración. El príncipe apretó los ojos y escaparon unas lagrimillas cuando el miembro duro se abrió paso dentro, con algo de incomodidad y dolor.
Lysandro, con la respiración entrecortada, le acarició la mejilla, le apartó el cabello castaño y húmedo que tenía pegado a la frente y lo llevó detrás de su oreja.
—Mi hermoso príncipe hechicero.
Después lo beso profundo, recorriéndolo con la lengua que hervía como una caldera, mientras se daba a la labor de continuar entrando en su interior. La mente de Karel había dejado de pensar hacía bastante rato. Sentir sobre él al hombre que amaba, besándolo de esa manera tan apasionada, no pudo contenerse y se le escapó un gemido.
—Estar dentro de ti es incomparable —le susurró Lysandro al oído y empezó a embestirlo.
Las gotas corrían entre sus pieles, el ambiente se tornó sofocante; sudaban, suspiraban, gemían. El pene de Lysandro daba con precisión en un punto único donde su mente alucinaba. Echó la cabeza hacia atrás y su amante le mordió la manzana de Adán, luego le recorrió la oreja con la lengua caliente y húmeda, le jaló el lóbulo con suavidad y Karel ya no pudo aguantar más, se vino entre maldiciones cariñosas. Lysandro todavía bombeó un poco antes de correrse también.
Ambos tenían el cabello empapado y respiraban con dificultad, intentaban encontrar sosiego entre tantas sensaciones placenteras. Cuando el orgasmo hubo pasado lo suficiente, Lysandro habló:
—Gracias.
Karel se sorprendió. Estaban acostados de espaldas uno junto al otro mirando las estrellas, distorsionadas a causa del domo.
—¿Por qué?
—Es la primera vez que lo hago de este modo y llego hasta el final. Gracias por permitirme descubrir que puedo hacerlo y sentir placer.
Karel giró a verlo, Lysandro tenía los ojos entornados, parecía mirar las estrellas sobre ellos, se sorprendió al escucharlo cantar la estrofa de una canción conocida:
—Pero no podrá redimirme el poderoso. Solo tú lo logras, dueño de mi corazón ardoroso.
Los ojos oscuros se cerraron y ya no siguió cantando.
*** Hola dulzuras, ojalá la espera haya valido la pena. ¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué piensan de Lysandro activo?
Sé que ha muchos de los que nos gusta el boyslove, les choca un poco ver parejas versátiles, sin embargo, mas allá de los roles, pues para Lys era necesario reafirmarse.
En fin, pido disculpas por la demora, estuve enferma y luego, compromisos familiares me impidieron ser puntual. He dedicado capitulos a CButtercup JimenaJimena6 y a ValeriaDD14 gracias por leer y por sus comentarios.
La canción de la cabecera es Buterfly de BTS por si no les sale
Voy a hacer un poquito de Spam. Noranemhed y yo el año pasado escribimos una novela histórica ambientada en la Francia de la Revolución francesa. Es boyslove y pues, ya deben conocerme, me gusta el drama, los personajes torturados, la gente que sufre, así que ahí encontrarán todo eso. La estamos resubiendo a ritmo de 3 capitulos por día faltan unos 3 días para que esté completa.
Entonces si quieren leer una novela al estilo de Los Miserables, pero gay, pásense por el perfil elCafedelNogal que comparto con Nora y dos amigas más, allí encuentran Sueños de rebelión, les aseguro que les va a gustar.
Bueno, un besote, no los aburro más, gracias por seguir aquí.
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