Capitulo XIII: "El rey será el último que quede de pie"
Onceava lunación del año 104 de la era de Lys. Illgarorg, reino de Vergsvert.
Había pasado todo el día sumergido entre montañas de pergaminos que describían las rutas comerciales y el manejo de las salinas. El muy joven reino de Vergsvert parecía tener gran fe en aquel negocio, sin embargo, Karel, a medida que más revisaba los libros que le había hecho traer a Hallvard, más se percataba de que las cuentas no cuadraban.
Las salinas no generaban ganancias y, aunque no había un gran déficit que pudiera considerarse alarmante, tampoco era un negocio lucrativo.
Según los registros, lunaciones atrás había comenzado la misteriosa pérdida de esclavos.
El encargado, Vilborg, los compraba y cada lunación perdía más de los que adquiría. En consecuencia, la granja funcionaba con menos de la mitad de los requeridos. Que no hubiese un gran déficit obedecía a que los esclavos que permanecían, en su mayoría, niños y ancianos, doblaban sus funciones.
Karel reflexionó sobre aquello. Cuando conoció a Vilborg le pareció un hombre elegante, incluso creyó que sería un noble, pero ese no era el caso, era un común y, sin embargo, vestía como si fuera de la realeza, nada acorde con el negocio, casi en bancarrota, que gerenciaba.
El príncipe acarició su mentón, quería investigar la pérdida de esclavos lo antes posible, tenía la impresión de que algo mucho más turbio que un hechicero oscuro estaba detrás de todo el misterio.
—Su Alteza —La esclava Jora interrumpió sus pensamientos—, el príncipe Arlan solicita verlo.
—¿Arlan? —dijo para sí mientras fruncía el ceño—, no lo esperaba. Hazlo pasar.
Jora salió luego de una reverencia y al poco rato entró Arlan, sonriendo de medio lado, como siempre.
—¡Ah, hermanito! Disculpa por no venir antes. —El príncipe tomó asiento delante de él en el escritorio—. ¡Odio Illgarorg! ¡Es tan lúgubre! El clima, los acantilados, el mar rugiendo como un monstruo a lo lejos. ¡Y ni hablar de este horrendo castillo! Parece que también lo hicieron con sal. ¡Ah!, lo detesto. Aunque parece que, al menos, estás en buena compañía. ¡Tus esclavas son preciosas!
Karel parpadeó en un intento por entender qué hacía su hermano allí.
—No te esperaba —dijo el anfitrión con simpleza mientras ordenaba los pergaminos.
—¡Oh! No pensé que debía anunciarme, después de todo soy tu hermano favorito. Venía a ofrecerte mi ayuda. ¿Sabías qué padre intentó enviarme acá?
No, Karel no lo sabía.
—Así es —continuó Arlan—. Obvio, me negué. Pero como conozco Vergsvert mejor que tú, pensé: «Pobre de mi hermanito, solo en esa tierra árida». ¿Ya te hablaron del hechicero oscuro que sacrifica esclavos? Veo que sí —señaló los diferentes folios en la mesa—. Te diré algo. Que los esclavos desaparezcan no es tan extraño. Recuerda que te encuentras en la costa. Lo más probable es que estén huyendo en alguna barcaza escondida en los acantilados, y todo lo referente a ese hechicero oscuro no sea más que una farsa para ocultar la huida.
Por supuesto que Karel había considerado esa posibilidad, pero de ser ese el caso, ¿no tendría el encargado que haberse mostrado mucho más nervioso cuando él lo interrogó? Después de todo, administraba una propiedad que pertenecía al rey. Su negligencia, si es que no era capaz de evitar que los esclavos escaparan, podría costarle la vida. Y, en cambio, el hombre se mostraba tranquilo y cubierto de lujo. No. Allí había algo más.
—Puede que tengas razón. —Fue la lacónica respuesta del anfitrión.—¿Y cómo están las cosas en el palacio después del anuncio que ha dado padre?
—Querrás decir de la locura de nuestro padre. —El príncipe Arlan se levantó. Su expresión risueña cambió a otra seria—. Debes cuidarte Karel. Nuestro amado rey, no sé si de manera intencional, nos lleva al borde de una lucha entre nosotros por el trono. Viggo desea ser rey. Mi hermano Axel lo desea todavía más. Ellos no dudarán en apartar de su camino a quien sea, y eso nos incluye.
—Yo no quiero ser rey, Arlan. No me interesa hacer méritos para que los sacerdotes de Oria me tengan en cuenta.
—¿Y eso qué importa? ¿Realmente piensas que el nuevo rey será el más digno? —Arlan se carcajeó—. No, hermano. El rey será el último que quede de pie.
—Tenemos lazos de sangre, ninguno de nosotros se atrevería...
Arlan enarcó las cejas y se inclinó hacia adelante para poner una de sus manazas en el hombre del más joven.
—Habla por ti, Karel. Esto no es Augsvert. Aquí no importan los preceptos de Lys, la dadora de magia. De hecho, nuestro padre se ha erigido a sí mismo en casi un dios. Pronto nos hará adorarlo postrados ante él. ¿Recuerdas cómo murió nuestro primer hermano?
Karel achicó los ojos. Ese asesinato había ocurrido hacía más de diez años, por aquel entonces él era un niño. Su padre acababa de acceder al trono luego de vencer en una cruenta guerra civil al rey Thorfinn II. Se había proclamado rey y, por lo tanto, su primogénito, Caradoc, se convirtió en Su Alteza Real, el príncipe heredero. Poco tiempo duró la paz porque, de inmediato, marcharon hacia los territorios del noroeste que abarcaba incluso donde ahora se encontraban.
Aquel día, Su Alteza Real había salido a explorar junto a Viggo y una pequeña escolta los terrenos recién conquistados. Antes, un destacamento ya había peinado la región declarándola segura. Sin embargo, de la nada hubo una emboscada donde Caradoc y varios soldados murieron. Entonces Viggo se convirtió en el príncipe heredero.
—Recuerdo a Fresia. —El tono de Arlan se volvió lúgubre—. Dijeron que el dolor por perder a su hijo la enloqueció. Ella no paraba de hablar de la flecha en el cuerpo de él. Sin que padre lo supiera, Fresia la hizo estudiar por un experto armero. Decía que había sido hecha en Vergsvert. Por supuesto, padre dijo que estaba loca y la encerró en una de las torres. ¡Pobre mujer! A veces sus gritos se escuchaban más allá de su confinamiento. Era también la madre de Viggo y él nunca hizo nada por sacarla de allí.
La historia le puso los vellos de punta a Karel. No conocía los detalles de la tragedia que llevó a Lady Fresia a enloquecer. Lo que insinuaba Arlan, de que tal vez Viggo estuviera involucrado en la muerte de su propio hermano, le costaba aceptarlo. Era cierto de que muchos de ellos se criaron separados, pero eran hermanos, unidos por lazos de sangre. Atentar contra eso era como abrazar la maldición de los dioses.
—No te confíes de Viggo, ni de Axel.
Karel miró a su hermano a los ojos. Jamás lo había visto tan serio.
—Y de ti, ¿también debo desconfiar?
Arlan sonrió.
—Yo tampoco deseo ser rey, hermano. Si pudiera elegir me retiraría a las montañas con un par de bellas esposas, pero no podemos escapar del destino que Surt ha tejido para nosotros, ¿cierto? —Arlan se inclinó y besó cada una de sus mejillas en señal de despedida—. Así que, cuídate las espaldas. No le des muchas vueltas a ese asunto de las salinas y disfruta la vida, pues en estos tiempos la vida de príncipes y reyes es muy corta.
El visitante caminó hacia la salida. A unos pasos de atravesar el umbral, se giró.
—Por cierto, ¿continúas frecuentando el Dragón de fuego? ¡Oh no! No, no lo tomes a mal. No quiero incomodarte, aunque no hay nada malo en que lo hagas. Toda la nobleza y los adinerados van allí. La Señora dará una fiesta en estos días, quizá podamos ir juntos.
El príncipe le guiñó un ojo y salió de la habitación.
Cuando Arlan se hubo marchado, Karel suspiró y se puso a reflexionar sobre la inesperada visita de su hermano y todo lo que le había dicho. Habría deseado regresar a Augsvert o marcharse a cualquier otro sitio. Más que nunca se sentía un extraño y ahora, para colmo, en peligro si lo que Arlan insinuaba era cierto. Lo que menos deseaba era luchar por el trono.
Tomó una decisión, se olvidaría de la sucesión y se dedicaría a asuntos más importantes, como descubrir el misterio de los esclavos desaparecidos en Illgarorg.
Desplegó una carta cartográfica sobre la mesa y la examinó con cuidado. Era difícil imaginar que una barcaza partiera desde los peligrosos acantilados aledaños a la salina. Difícil pero no imposible. Al día siguiente quería explorar la región, incluyendo las cuevas, y para eso tendría antes que encontrar un guía.
No quería decirle nada a su edil, no confiaba del todo en él y no quería que pudiera poner sobre aviso al encargado, si es que, como sospechaba, estaba involucrado en el asunto de la pérdida de esclavos.
Sin embargo, no conocía a nadie más que pudiera ayudarlo. ¿A quién podría acudir? Muy a su pesar tendría que solicitar la ayuda de Hallvard. Decidió que no le mencionaría lo que se proponía, solo le solicitaría un guía para conocer mejor la región y después él investigaría solo.
Los ayuda de cámara lo prepararon para salir. Había sido una acertada decisión cambiar las manos aviesas de Jora por la de los dos esclavos que ahora le asistían, mucho más respetuosos.
Ese día concluyó sus labores antes de lo acostumbrado. Desde que llegó no se había dado a la tarea de conocer la pequeña ciudad costera donde se asentaba, así que, aprovechando que iba bien de tiempo, tomó uno de los caballos en el establo y decidió recorrerla un poco.
Cuando llegó a la ciudad todavía el sol no se ocultaba y había ajetreo en las calles. La mayoría de las tiendas permanecían abiertas.
Se dirigió al centro por los alrededores del mercado principal. Este era pequeño y nada del otro mundo, con puestos que exhibían pescado, la mayoría con un olor nada atractivo, verduras, frutas y uno que otro con animales vivos. Solo un tarantín mostraba telas, joyas y adornos. El mercado estaba limitado casi por completo a la comida.
El príncipe frunció el ceño al contemplar varios grupos de niños sucios paseándose por los alrededores, veían con ojos brillantes las frutas y hasta el pescado medio podrido, mientras los vendedores los espantaban con palabras duras.
Continuó al paso hasta salir de las inmediaciones del mercadillo. En todas las calles se encontró mendigos y personas que mostraban sin ningún pudor las llagas de sus cuerpos, esperando limosnas. Karel se preguntó ¿limosnas de quién? No consiguió en su recorrido a nadie que pudiera ofrecerlas, solo personas más pobres que las otras.
Tal parecía que las salinas no eran lo único en IlIgarorg en bancarrota.
¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Qué opinan de Arlan y lo que ha contado de Viggo? ¿Será verdad? ¿Será Karel capaz de librarse de las intrigas que, al parecer, florecen en la corte de Vergsvert?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top