Capítulo LV: "¡Viniste a rescatarme!"

Séptima lunación del año 105 de la Era de Lys. Reino de Vergsvert.

Dos días atrás había llegado a Laungerd un haukr de parte de Jensen. La nota decía que el general había encontrado un arma singular y muy antigua. Dados los conocimientos del príncipe Karel, le solicitaba a este su apreciación de la misma.

De no haberlo presenciado, Lysandro jamás hubiera adivinado el gran entusiasmo que Karel tenía por las espadas, las armas y las reliquias mágicas. Luego de recibir el mensaje, el príncipe aceptó de inmediato y en cuanto lo permitieron sus obligaciones, partieron rumbo a la casa del general.

La región de Illgarorg era aledaña a Feriberg, la ciudad en la que se ubicaba la finca de Jensen en la colina de Asdrífa. En consecuencia, el viaje no sería demasiado largo y habiendo salido de Laungerd poco después del amanecer, llegarían a destino antes de que el sol iniciara el descenso.

Desde el momento en el que lo vendieron, Lysandro pasó en Feriberg poco menos de la mitad de su vida. Volver a esas tierras le generaba sentimientos encontrados: aversión por el pasado vivido y al mismo tiempo satisfacción de haberlo dejado atrás. Regresaba, aunque fuera de paso, pero ya no como esclavo.

No obstante, haber residido por ocho años en Feriberg, no la conocía. Nunca durante ese tiempo dejó el Dragón de fuego hasta que escapó y entonces, fue directo al bosque y de ahí a formar parte del III Regimiento. Así que, entrar a la ciudad equivalía a ver sus calles y sus habitantes por primera vez.

Cabalgaban lado a lado, sobre hermosos animales. Karel le había regalado en secreto el magnífico potro zaino que montaba, tan oscuro que solo expuesto al sol y bajo una observación detallada se podía ver que no era negro, sino castaño. Por ello decidió nombrarlo Nocturno. El caballo del príncipe era una yegua magnífica, fuerte, musculosa, inteligente y obediente. Tenía el pelaje de un color rojizo oscuro, muy similar a la canela, con el pelo de las patas delanteras por debajo de las rodillas, blanco y una mancha del mismo color que descendía desde la frente y hasta el hocico. Karel le había dicho que se llamaba Luna, porque la mancha de su frente a ella le recordaba. Ambos eran caballos hermosos. Que Karel le hubiera regalado uno de ellos lo llenaba de felicidad, pues le recordaba el amor que su padre sentía por ese tipo de animales.

Al empezar a notar las primeras casas redujeron el galope, poco a poco se internaron en las calles empedradas. Lysandro giraba la cabeza de un lado a otro, observando las fachadas coloridas de las casas, hechas de barro y piedra, donde una que otra mujer se asomaba a través de las ventanas abiertas para gritarle algo a una de sus vecinas o a los niños que correteaba por delante de las viviendas. Lysandro sonrió. Por un momento rememoró el pasado en la pequeña finca de sus padres, cuando perseguía junto a Cordelia a las gallinas y los cerdos. Le habría gustado vivir aquella existencia simple, rodeado de su familia.

—¿Te gusta Feriberg? —preguntó Karel, sacándolo de sus pensamientos—. Confieso que me preocupaba que te sintieras incómodo al volver aquí, pero veo tu sonrisa y me parece que no es así.

—Es un poco incómodo. —A pesar de lo que decía, Lysandro mantuvo la sonrisa—, pero la estoy viendo por primera vez y me agrada. Yo nunca salí del Dragón de fuego mientras estuve allí.

Karel no dijo nada hasta un instante después.

—No había pensado en eso. Tampoco conoces bien Illgarorg. Tal vez podamos pasear mañana o pasado por la calle de las telas, ¿te gustaría?

Lysandro asintió sintiéndose feliz.

Continuaron la ruta hasta adentrarse en el centro de la ciudad. Pasaron por la plaza principal y allí el escudero contempló una magnífica representación ecuestre del rey. La formidable estatua de tamaño real estaba hecha con piedra fina, seguramente traída de las canteras. Tenía gemas engarzadas en los ojos y en la empuñadura de la espada, cuya hoja hecha de plata, brillaba.

Dos guardias custodiaban la estatua. A varios pasos de ella, en los alrededores de la plaza se aglomeraban los pordioseros. Entonces, Lysandro entendió la presencia de los soldados. Esos mendigos hambrientos no dudarían en arrebatarle los ojos de obsidiana a Su Majestad de piedra y cambiarlos por pan y varias onzas de queso, tal vez incluso alcanzaría para un abrigo y zapatos.

¿Cuántos esclavos perdieron la vida sacando la piedra de las inhumanas canteras? ¿Cuántos, durante su traslado o en la construcción del monumento?

De pronto, Karel se apartó de su lado y cabalgó hacia los mendigos. Descendió de Luna, del bolsillo interior de la chaqueta, sacó su talego y comenzó a repartir monedas a los harapientos que lo rodeaban. Al ver tal generosidad, más personas empezaron a acercarse demasiado, a intentar tocarlo y arrebatarle el monedero. Para Lysandro, la escena amenazaba con salirse de control.

Arreó el caballo y rápidamente se acercó al grupo. Nocturno relinchó y el escudero desenvainó a Heim, su espada.

—¡Dispersaos! —los amonestó Lysandro—. ¡Vamos, alejaos! ¡Soltadlo si no queréis ser apresados!

Los pordioseros, temerosos de la espada, rápidamente se apartaron, pero empuñando el pequeño botín de plata entre las manos sucias.

—¿Por qué hiciste eso, Karel? —reprendió Lysandro al príncipe, mientras este montaba de nuevo—. ¡Fue descuidado y peligroso! ¡Pudieron hacerte algo!

Karel, a pesar del regaño, sonrió ampliamente.

—¡Viniste a rescatarme! ¡Tendré que meterme en problemas más seguido!

—¡No es gracioso! —Lysandro refunfuñó mientras retomaban la marcha.

—No. ¡Es romántico! —Los ojos verdes lo miraron con calidez.

Lysandro volvió a resoplar.

—Lo siento —concedió Karel—, no pensé que te preocuparías. Es que no soporto ver tantas personas muriendo de hambre mientras en Eldverg los ignoran. Sé que solo les di unas pocas monedas y con eso no soluciono nada, pero no podía voltear la cara y pasar de ellos.

—Seguramente esas monedas significan bastante para ellos —le contestó Lysandro, dejando atrás el enfado que la imprudencia del príncipe le ocasionó—. Fue un hermoso gesto, peligroso, pero noble.

Poco tiempo después habían salido de la ciudad y recorrían un hermoso valle bordeado de colinas. En la distancia, recortada contra el cielo de la tarde, se observaba una construcción rupestre que le recordó a aquella donde vivió su primera infancia.

Fueron recibidos por un par de sirvientes y un mozo de cuadra que se hizo cargo de Nocturno y Luna. Al entrar, los estaba esperando Jensen.

—Alteza, agradezco mucho que hayáis acudido con tanta diligencia a mi llamado.

—Es un placer, general. Las armas y las espadas raras y antiguas son mi debilidad.

—Eso me dijo vuestra madre, Alteza. —Luego Jensen se dirigió a Lysandro—: Muchacho, ¿cómo has estado? Aunque no dudo que el príncipe te esté tratando bien.

Por un momento, Lysandro no supo cómo interpretar las palabras del general. ¿Esconderían algún otro significado?

—He estado bien, señor —Lysandro inclinó la cabeza—. Practico a diario y me esfuerzo en mejorar.

—Es bueno escucharlo.

Una criada acudió con bebidas que repartió entre los recién llegados, conversaron un poco más sobre trivialidades y luego Jensen los invitó a pasar al salón.

Aquel no podía ser el salón principal, no había nada que lo hiciera resaltar, más bien la decoración era parca y los muebles estaban enfocados en la funcionalidad: Una mesa de sólida madera, sin mantelería; sillas y sillones tapizados con pieles de animales; el escudo de armas de la familia del general colgaba en una de las paredes; candelabros; braseros; nada más.

Jensen empujó un armario y entonces una puerta secreta quedó al descubierto. Aquello a Lysandro no le gustó, frunció el ceño y colocó la mano en Heim, alerta.

—Su Alteza —dijo Jensen desde el umbral del cuarto secreto—, la espada está dentro. Creo que es valiosa y como tal la resguardo.

Karel sonrió; despreocupado, se acercó al cuarto secreto. De inmediato, Lysandro lo alcanzó y se antepuso a él antes de que pudiera entrar a la habitación. Jensen notó su inquietud y desvió los ojos a la mano que descansaba en la empuñadura de Heim.

—Parece que te entrené bien, Lysandro —dijo el general—, pero su Alteza no corre peligro.

El joven pensó que eso tendría que decidirlo él después de mirar lo que había en el interior de la habitación. Jensen entró dándoles la espalda. Lysandro volteó a mirar a Karel, el príncipe asintió y en su mano se encendió su poder.

El escudero desenvainó a Heim y entró antes que Karel. La habitación era pequeña, con sillas; una mesa en la cual se hallaban varios papeles y lo que parecía un mapa desplegado sobre ella. Pero lo que más sorprendió al joven, era que adentro estaba la madre de Karel y un hombre mayor que Lysandro nunca antes había visto.

—¡Madre, lars Hagebak! —exclamó Karel entrando detrás de él—. ¿Qué hacéis aquí?

—Os ruego me perdonéis, Alteza, por haberos engañado —rogó Jensen—, pero era menester no levantar sospechas.

Lysandro no envainó, por el contrario, se mantuvo alerta, cerca de Karel. La situación le parecía tanto extraña como potencialmente peligrosa.

—¿De qué se trata esto? —preguntó el príncipe con las cejas muy juntas.

Lara Bricinia se adelantó unos pasos.

—Es hora de planear tu ascenso al trono, hijo.

Karel abrió los ojos, sorprendido.

—¡Jensen! No pensé que...

—Alteza, he servido al reino toda mi vida. Primero al rey Thorfinn, peleando a su lado en todas las campañas que nos permitieron recuperar Osgarg. Cuando el rey se volvió un tirano a quien dejó de importarle el bienestar del reino con tal de conseguir sus intereses personales, yo apoyé a vuestro padre en la Rebelión de los generales para derrocarlo. —Al decir aquello, Jensen miró a Lysandro. Al escudero le pareció que había tristeza en sus ojos—. Pero ahora sé que cometí un error y no puedo vivir con el peso de la culpa.

—¿Y creéis que haciéndome rey vais a redimiros?

—Os conocí en la campaña contra Vesalia —contestó Jensen—, he visto vuestro proceder y manera de pensar, sé que seréis un buen rey.

—¿Por qué no Viggo, general? Mi hermano tiene más experiencia que yo.

—Vuestro hermano...

—Karel, por favor —interrumpió lara Bricinia—, si antes era menester que ganaras la corona, ahora es imprescindible, tu vida depende de ello. Umbriela está embarazada, pronto tu padre lo anunciará y cuando lo haga se desatará la guerra. ¿Crees que Viggo tendrá piedad de ti?

—Viggo ha estado recluido en Roca Negra desde que volvimos de Vesalia, no ha hecho nada.

—¡Mejor para nosotros! —dijo lars Hagebak—. Actuaremos antes de que él lo haga.

Karel se sentó en uno de los sillones, cruzó las piernas y comenzó a masajear su frente en actitud reflexiva.

—Alteza, tal vez no lo sepáis, pero cada día ocurre una revuelta en Eldervg —dijo Jensen—. Podemos aprovechar el descontento.

Karel no le contestó, en su lugar le habló a lars Hagebak:

—¿Qué desea Augsvert de mí? —El príncipe esbozó una pequeña sonrisa ladeada—. Estoy seguro de que vuestro interés en que yo asuma el trono de Vergsvert va mucho más allá del parentesco que nos une por ser el padre de mi esposa.

Lars Hagebak miró a Lara Bricinia. Fue esta quien habló:

—La colaboración de ambos reinos, hijo. Vergsvert nunca ha querido apoyar a Augsvert en su lucha contra los alferis, si tú llegas al trono...

—¡Sabía que sería algo como eso! ¡Vergsvert está en quiebra, madre! ¿Cómo podríamos apoyar a Augsvert?

—El ejército de Vergsvert es el más grande de Olhoinnalia, —lars Hagebak se había acercado al príncipe, sus ojos al hablar eran entusiastas—. Además, vuestra situación geográfica es ideal para una emboscada contra los alferis.

Karel volvió a masajear su frente mientras sonreía.

—Vos, general, deseáis redimiros de vuestros errores pasados, cualesquiera que ellos sean. Y vosotros, madre y suegro, deseáis que os pague el favor yendo a la guerra contra los alferis. En conclusión, ninguno de vosotros lo hacéis por Vergsvert o por mí. ¿Qué se supone que soy, vuestro títere?

—¡No lo entiendes, ¿verdad?! —exclamó lara Bricinia—. Nuestros informantes nos han dicho que Axel ha enviado mensajeros a Briön. Tal vez hace tratos con mercenarios. Es cierto que Viggo ha mostrado un bajo perfil, pero eso no es sinónimo de que no conspire. ¿Cuánto demorará él, Axel o Arlan en tomar Eldverg? Tarde o temprano alguno de ellos intentará matarte. ¡Debes actuar antes!

—¿Tú qué piensas, Lysandro? ¿Qué debo hacer?

Al escuchar que el príncipe lo mencionaba, el muchacho respingó, sorprendido.

—¿Pedís mi consejo, Alteza?

—Así es, eres el único imparcial en esta sala, el único que no tiene segundas intenciones. —Los ojos del príncipe brillaron—, y estoy seguro de tu inquebrantable lealtad hacia mí.

Lysandro estaba asombrado de que pusiera su opinión por encima de la de todos los presentes. Reflexionó haciendo su mejor esfuerzo para evaluar la situación y ofrecerle a Karel un buen consejo.

—¡Esto es ridículo! —Lara Bricinia agitó con la mano su falda azul, molesta—. ¿Qué puede saber este soldado de política?

—Madre, por favor.

—Alteza, yo. —Lysandro titubeó—, al igual que vuestra madre, pienso que el príncipe Viggo, planea algo y que debéis estar alerta. —De soslayo observó la sonrisa triunfal de la mujer—. Sin embargo, creo que sí el general y el III Regimiento os apoyaran, no sería necesario que os comprometais con Augsvert.

Karel sonrió ampliamente al escuchar su respuesta, el general también lo hizo. Lysandro confiaba en Jensen. Si el general y el regimiento a su cargo apoyaban a Karel, podrían hacerle frente a los mercenarios de Axel y al resto de sus hermanos.

En ese momento entendió que ese era el afán real del primer príncipe al pedirle que espiara a Jensen: sacarlo del panorama militar y así evitar que se le opusiera.

—¡Muchacho estúpido! —le gritó lars Hagebak— ¡No tienes idea de lo que sería para Karel tener de su lado al ejército negro de Augsvert!

—Si Augsvert no puede resolver sus propios problemas —contestó Lysandro—, su ejército no ha de ser tan eficiente.

Jensen se rio, luego calló al notar la iracunda mirada de los dos augsverianos.

—¡Los Alferis son una raza mágica, no es tan fácil vencerlos! —se justificó lara Bricinia.

—Los problemas de Augsvert son de Augsvert, no me conciernen, madre.

El rostro de lara Bricinia se contorsionó en una mueca horrible. Cuando habló lo hizo con odio.

—¡Eres igual a tu padre! ¡Maldito sea mi vientre y el momento en el cual te concebí! Augsvert lo es todo, ¿no lo entiendes? Viviste allí, lo que eres se lo debes al palacio Adamantino, ¿cómo puedes darle la espalda?

Los ojos de Karel se humedecieron, sin embargo, no lloró.

—¿Cómo puedo? Vergsvert es mi país, no Augsvert. Primero está mi país.

Lara Bricinia volvió a agitar la falda de seda de araña de su delicado vestido.

—Me he equivocado al criarte.

—Lars Hagebak —los labios de Karel temblaban—, lamento mucho que hayáis entregado a vuestra hija por nada.

El lars frunció el ceño, enojado. No dijo nada, solo caminó a paso firme hacia la puerta, seguido por lara Bricinia.

—Madre, lars —los llamó Karel antes de que ellos se marcharan—, quiero que sepáis que no me olvidaré de Augsvert y de todo lo que me ha dado, pero ahora no puedo comprometer a Vergsvert, por favor, entiendan.

Ninguno de los dos respondió.

Cuando su madre y su suegro se fueron, Karel cerró los ojos, agotado. Lysandro temió haber cometido un error al aconsejarlo, después de todo, por su culpa el príncipe había perdido el amor y el apoyo de su madre.

Jensen caminó hasta el príncipe y apoyó la mano en su hombro.

—Estoy con Su Alteza, mi espada os pertenece.

—Gracias, general. Cuando llegue el momento seréis recompensado.

—Alteza. —Volvió a hablar Jensen y su voz no fue la misma de siempre, había duda en ella—, no quisiera que malinterpretéis los motivos que tengo para hacer lo que hago. Como vos dijisteis, deseo redimirme.

El hombre se separó del príncipe y anduvo hasta un rincón del salón. Para asombro de Lysandro levantó una alfombra del suelo, bajo esta se hallaba una trampilla. El hombre la abrió y sacó un arcón de hierro y madera. Desde donde estaba, el escudero no podía ver qué guardaba dentro. Cuando Jensen se levantó después de colocar todo en su sitio, tenía en sus manos un pergamino doblado que le entregó al príncipe.

—Leedlo cuando estéis solo, Alteza. Espero que después de eso podáis confiar plenamente en mí.

Karel asintió y se guardó la carta en el bolsillo interior de la chaqueta negra.

Los dos hombres hablaron casi un cuarto de vela de Ormondú sobre la situación del reino: las revueltas que eran lideradas por la Sombra del cuervo, el extraño silencio de Viggo y Arlan y los movimientos de su tercer hermano Axel.

Jensen deseaba dar un golpe de estado en la octava lunación, durante la celebración que Oria hacía cada año en conmemoración de la aparición de los enviados de los dioses. Por esas fechas, durante siete días, el rey y toda la corte se trasladaba a Oria para participar de los actos religiosos. Eldverg quedaba desierto y el rey con poca protección; era el momento ideal para tomar el trono.

Sin embargo, Karel no tenía un reclamo válido y para lograr su ascensión tendría que asesinar a su padre, a sus hermanos y a todos los nobles que se le opusieran. Los dioses castigaban para siempre a aquellos que eran capaz de derramar su misma sangre, Oria jamás lo reconocería como rey si hacía algo así y efectuaba una masacre contra su propia familia.

Jensen no estaba del todo de acuerdo, sin embargo, aceptó esperar, desplegar espías por todo el reino y confiar en que la Sombra del cuervo continuara con las revueltas hasta que la situación se tornara insostenible. Entonces, Karel la sofocaría. Con los suficientes méritos reclamaría el trono alegando la inutilidad del rey para gobernar.

Karel tendría que aguardar a que sus hermanos actuaran y, uno a uno, someterlos, acusándolos de traición para luego exiliarlos. Lysandro pensó que era un plan peligroso, basado principalmente en la paciencia y el contraataque, pero sabía que Karel no se convertiría en un fratricida aun teniendo la certeza de que sus hermanos y su padre no dudarían en matarlo. Más que nunca, el escudero estaba dispuesto a protegerlo con su propia vida si fuera necesario.

***Hola preciosuras, el capítulo lo quiero dedicar a jakirasaga que la semana antepasada le hizo una hermosa reseña en facebook a esta novela y me dejó muchísimos comentarios y memes. ¡Gracias, negrita, por tanto! 

Por si no lo saben, Jakirasaga, tambien escribe boyslove. En su perfil tiene varias novelas terminadas  new adult y romance contemporáneo gay, actualmente está ecribiendo "No te esperaba" una novela donde un empresario en la cima del mundo recibe una pequeña bendición que no esperaba, je, je, je,  entonces, el papá primerizo, le pide ayuda a un pasante y bueno, lo demás son embrollos llenos de humor y romance. Pásense por su perfil, les aseguro que les va a gustar.

Sigan al siguiente capitulo, que para celebrar mi cumple con ustedes les traje doble actualización.


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