Capítulo L: Debemos prepararnos, Majestad
Al día siguiente de la boda, el general Jensen le comunicó a Lysandro que había escogido un nuevo escudero y que él debía ponerse al servicio de Su Alteza, el príncipe Karel. De nuevo, Jensen le pidió que estuviera atento y cuidara de él.
Atravesó las galerías interiores del castillo sintiéndose un poco mareado, una mezcla de emociones lo dominaban: expectación y alegría por poder estar de ahora en adelante con Karel, pero también miedo e incertidumbre. Una nueva vida lo esperaba y todavía no tenía muy claro si su decisión de ir con el hechicero era la correcta.
Llegó ante la recámara del príncipe, tomó aire para serenarse y dio tres golpes a la puerta. La princesa Jonella fue quien abrió.
La joven no estaba apropiadamente vestida, los rizos dorados se derramaban en sus hombros de manera desordenada; todavía usaba el camisón y encima de este una sobre bata de seda con bordados de flores de lys, era evidente que recién se levantaba. Lysandro inclinó la cabeza.
—Mi señora, por orden del general Jensen vengo a ponerme a las órdenes de Su Alteza, el cuarto príncipe.
—El príncipe no se encuentra, está con el rey. Volverá pronto —Ella señaló uno de los rincones de la antecámara—, esperadlo allí.
Lysandro asintió y entró cuando ella se apartó del umbral. La princesa no estaba sola, dos doncellas la ayudaba a elegir el vestido y los accesorios que usaría. Con disimulo, el escudero miró a través de la puerta abierta que daba a la recámara, al lecho donde las sábanas continuaban revueltas. Un sentimiento que antes le era desconocido se apoderó de él, el mismo que le revolvía el estómago cada vez que veía a Jonella y Karel juntos: los celos.
—¿Jensen os ha mandado a que escoltéis al príncipe mientras vuelve a Vergsvert?
El joven apartó los ojos de la cama y los dirigió al suelo.
—Así es, mi Señora. Me ha pedido que sea parte de la guardia personal de Su Alteza.
Señalándole a una de las doncellas el vestido elegido, ella le contestó:
—Es una decisión acertada por parte del general, Karel no tiene ningún guardia personal. ¿Conocéis Illgarorg, soldado?
Que ella mencionara su nombre con tanta familiaridad, lo perturbó. Dolorosamente, le recordaba lo cerca que Jonella estaba de él, era su esposa, la que dormía a su lado. ¿También recibía sus besos, sus abrazos y caricias, las mismas que no hace mucho le dio a él?
—Soldado, os he hecho una pregunta. —La mujer lo miraba impaciente al tardarse él en contestarle.
—Disculpad, mi Señora. Estuve en Illgarorg con el general cuando partimos desde allá hacia acá.
La princesa y sus doncellas se dirigieron a la recámara, desde allí ella continuó hablándole.
—¿Con el general? ¿Erais parte de su guardia personal? ¿Cómo os llamáis?
—Era su escudero, mi señora. Mi nombre es Lysandro Thorlak.
Desde donde estaba, Lysandro escuchaba el murmullo de las sedas y el tintineo de las joyas, asumió que ella se vestía con la ayuda de sus doncellas. La princesa no volvió a hablar. Un instante después, la puerta del aposento se abrió y Karel entró por ella.
—Viggo y Axel están muy molestos —dijo el príncipe sin saludar y sin reparar en Lysandro, que permanecía casi oculto en uno de los rincones de la antecámara, cerca del balcón—. No lo dicen abiertamente, pero sus expresiones hablan por ellos. Partiremos hacia Vergsvert mañana por la mañana.
—Era de esperarse que tanto Viggo como Axel se molestaran. —contestó la princesa saliendo a reunirse con su esposo. Lucía espléndida con un vestido rosa pálido de seda que caía suavemente y se ajustaba con discreción sobre las curvas de su cuerpo. Ella le sonrió con coquetería mientras hacía la reverencia—. Tu padre juega con fuego, provoca a Viggo. Solo habrá que sentarse y esperar por su respuesta.
—Piensas igual que mi madre. —Karel sonrió y le acarició uno de los rizos—. Ella está convencida de que Viggo tratará de matar a Umbriela.
—¿Te disgustaría que lo hiciera?
—Claro que me disgustaría. —Karel la soltó y se alejó de ella unos pasos—. Mi padre la trata como a un objeto y ha hecho de ella un blanco para todo aquel que desee la corona.
—Eso te incluye a ti también. —La voz de Jonella tenía tintes de rencor—. Querías casarte con ella. ¿Es de ella de quien estás enamorado?
Karel se llevó hacia atrás con impaciencia los mechones que escapaban de la media cola.
—Jonella, por favor, no se trata si estoy o no enamorado de ella, es cuestión de humanidad. ¿Cómo supones que será el trato de mi padre hacia ella? ¿O como piensas que la iba a tratar Viggo si es la hermana de su leal consejera y parecen odiarse a muerte?
—No veo porque te importa tanto Umbriela.
Karel se dio la vuelta y fue cuando se dio cuenta de la presencia de Lysandro en la habitación. Su rostro palideció un poco, la manzana de Adán se movió de arriba abajo en su cuello.
—Su suerte pudo ser peor, en este momento podría no tener la cabeza pegada a su cuello —continuó Jonella la conversación sin darse cuenta de la cara de sorpresa de su esposo, hasta que ella también se dio la vuelta y lo miró.
—Lo ha enviado Jensen. Dice que es tu nueva escolta.
—Ah, sí —dijo Karel sin apartar la vista de él—. Desde ahora formará parte de mi guardia personal. Te dejaré para que termines de arreglarte. —Luego se dirigió a Lysandro—: Y tú, ven conmigo.
Lysandro hizo una reverencia frente a la princesa y salió detrás de Karel.
—Perdona. —El príncipe lo miró por encima de su hombro mientras caminaba—, no me di cuenta de que estabas allí.
—¿A dónde vamos?
—A cualquier lugar que esté lejos de Jonella.
—Vine a ponerme a tus servicios, haré lo que digas.
Karel resopló y negó un par de veces con la cabeza, sin embargo, no dijo nada. Continuaron avanzando a través de las galerías hasta llegar al jardín interior, donde varios sirvientes limpiaban los restos de la boda, caminaron entre ellos, Karel adelante y Lysandro siguiendo sus pasos hasta detenerse en el rincón más aislado del vergel. Cuando el príncipe se detuvo, él también lo hizo dejando entre ellos unos cuantos pasos de distancia; no obstante, Karel se dio la vuelta y los acortó todos hasta que ya no hubo separación. Levantó la mano y le acarició la mejilla.
—Quisiera... —Sus ojos brillaban como si fuesen oro derretido, podía ver en ellos todo el anhelo que sentía, pero en lugar de rendirse a él, el príncipe parpadeó y se alejó, volviendo a marcar la distancia. —Nunca he tenido un escudero, ni un guardia personal.
—Cuando estaba con Jensen iba con él por la mañana y él me asignaba tareas o pedía que lo acompañara a algunas de sus reuniones.
Karel sonrió complacido.
—Me gusta eso de que me acompañes adonde yo vaya.
El rumor de pasos los hizo volverse. Jakob se dirigía hacia ellos caminando a paso rápido. Él le sonrió rápidamente a Lysandro e hizo una reverencia frente al príncipe antes de hablar:
—Su Alteza, el general Jensen ha enviado a buscaros. Está reunido con Su Majestad. Vuestro hermano, el primer príncipe, se ha marchado de vuelta a Vergsvert.
—Iremos de inmediato, comunicadselo a Su Majestad.
El salón donde se encontraba el rey era una hermosa y amplia estancia, la cual se habría a través de dos arcos de medio punto sostenidos por columnas labradas de piedra blanca hacia el jardín interior donde se celebró la boda. Las cortinas verde brillante todavía no habían sido sustituidas por unas bermellón, el color de la dinastía vergsveriana rreinante. El hecho de que estuvieran replegadas llenaba la estancia de la luz del día y la fragancia de las flores.
En la mesa de madera se hallaba sentado a la cabecera el rey Daven y rodeándolo, a cada lado, dos hombres mayores a quienes Lysandro veía por primera vez. Luego estaban los príncipes Axel y Arlan y los generales Jensen y Olaf.
—Majestad. —Karel entró e hizo una reverencia en dirección al rey y luego solo inclinó levemente la cabeza como señal de respeto al resto de los presentes—, hermanos, Señorías.
El cuarto príncipe tomó asiento a la mesa mientras Lysandro permanecía discretamente retirado hacia una de las paredes laterales. El rey, con la cabeza gacha y apoyada en su diestra, parecía muy consternado.
—¿Cómo es posible que Viggo haga esto? ¡Partir a Versgvert en medio de la celebración y sin mi permiso!
—El príncipe es consciente de la importancia que tiene el matrimonio con la princesa Umbriela. —El hombre que intervino era uno de los dos a quienes Lysandro no conocía. Su rostro era severo y el cabello negro lo tenía salpicado de profusas canas—. Haberse marchado antes de que finalizara la celebración es una afrenta.
—Su Señoría Percival, estoy seguro de que la intención del príncipe no ha sido herir la susceptibilidad de Su Majestad. —El general Olaf, con voz reposada, trataba de calmar la situación—. La premura del matrimonio nos ha tomado a todos por sorpresa.
—Su Alteza, el primer príncipe, desde que se anunció la elección del nuevo heredero, se ha vuelto hermético. —El otro hombre que Lysandro no conocía era el que hablaba en voz baja y pausada. A diferencia del anterior, este mostraba un porte algo frágil, era delgado y con extremidades nervudas—. Ha dejado de contestar varios mensajes reales, y su actitud se ha tornado, cuanto menos, provocadora.
—El príncipe Viggo es el comandante del primer regimiento, Majestad. —Los ojos oscuros del general Jensen centelleaban al hablar—, por mucho que lo hayáis relevado de su cargo, aún mantiene gran influencia en sus hombres. Debemos prepararnos, Majestad.
El rey cerró los ojos, agotado y frotó su frente. Al abrirlos mostró una expresión resuelta.
—Enviad haukres al general Fingbogi en el segundo regimiento y al general Cormark en el primero, alertadlos de lo que sucede. ¿Creéis que debemos regresar a Vergsvert?
—Con todo respeto, Majestad. —dijo Percival—, creo prudente arrestar al príncipe al entrar en Vergsvert.
—Mi hermano podría estar planeando tomar el trono ahora que estáis ausente, padre —remató Axel.
—¡Vaya! —exclamó Arlan—. ¿En qué momento retirarse de una fiesta se convirtió en un acto de traición? Si yo me marchara en este instante, ¿también me apresaríais? ¿Cortaríais mi cabeza? No nos extralimitemos, no soy fanático de mi hermano, pero recordad que estáis hablando de uno de los príncipes, Señorías.
—Estoy de acuerdo con Su Alteza, Majestad —intervino el general Olaf—. El príncipe Viggo no ha dado ningún signo de sublevación, pienso mas prudente aguardar que acciones llevará a cabo y no presionarlo. Ya es bastante traumático ser apartado del trono por un nonato.
El rey giró la cabeza hacia el interlocutor.
—¿Estáis cuestionando mi decisión, general?
—De ninguna manera, Majestad. Solo señalo que debe ser duro para él lo que está pasando. Unas lunaciones atrás todos lo dábamos por vuestro sucesor y ahora...
—Lo que ocurre ha sido por mandato divino, general —La voz del rey se había convertido en peligro—.¿Cuestionáis a nuestros dioses, acaso? ¿O es mi decisión la que ponéis en entre dicho?
—Padre, por favor —intervino Karel—, estamos muy nerviosos todavía por las recientes batallas y aunque vuestra unión con la princesa Umbriela ha traído felicidad y esperamos que también paz, nos toma a todos por sorpresa. Os ruego, consideréis el inoportuno actuar de mi hermano no como una afrenta, sino como un acto de desequilibrio momentáneo. Enviad haukres y alertad de la situación, pero no toméis decisiones apresuradas que pudieran interpretarse erróneamente.
—Su Alteza ha hablado con sabiduría. —El general Olaf alabó a Karel. Era evidente que era el único partidario del príncipe Viggo, aparte de Arlan, en aquel salón—. Apresar al príncipe podría tener consecuencias nefastas, Majestad y más si todavía no sabemos cuáles son sus intenciones.
El rey resopló y apoyó el mentón en sus manos entrelazadas, después de lo que tardan dos briznas de paja en el fuego, tomó una decisión:
—Muy bien, enviad los mensajes a los regimientos y a los puntos de control fronterizos. Que notifiquen de inmediato cuando el príncipe entre en Vergsvert. Avisad también a Eldverg. Nosotros regresaremos a Vergsvert de inmediato.
El improvisado consejo se disolvió y todos los hombres se levantaron con la gravedad de lo discutido marcado en sus rostros. Solo el rey continuaba sentado con la frente apoyada en la diestra.
Lysandro observaba como Karel no parecía decidido a marcharse. Cuando ya todos los reunidos habían salido, el cuarto príncipe se inclinó hacia el monarca.
—Padre, deseo hablar con vos.
—¿Continuaréis abogando por Viggo? —El rey se giró y le dio la cara a su hijo—. Ojalá todos fueran tan obedientes como tú. Arlan no hace más que tomarse las cosas en broma y con sus burlas siempre intenta dejarme en ridículo. Axel... no sé qué pensar de Axel. Viggo siempre fue mi mano derecha, el hijo en quien más confiaba, ¿Cómo es posible que ahora deba cuidarme de mi propia sangre?
—¿Por qué no nombráis heredero a Viggo, padre? Todo esto se solucionaría si lo hicierais.
—¿Eso supones? ¿Qué soy yo quien ha desatado el caos? No. Estar tan cerca de Viggo solo me ha mostrado lo mucho que mi hijo desea ser rey y lo desea lo más pronto posible, él aún no está listo y tal vez nunca lo esté.
Lysandro se preguntó si la afirmación del rey sería cierta y en ese caso, ¿qué había visto en Viggo para decir con tanta propiedad que el primer príncipe nunca estaría listo para reinar? ¿Acaso temía que Viggo fuera capaz de destronarlo? Tenía miedo de Viggo y antes de que el primer príncipe actuara, el rey había decidido quitarle cada vez más apoyo y poder.
***Hola, espero que se encuentren genial. No puedo creer que ya casi son 50k de lecturas! En mi vida jamás llegué a imaginar tener tantas lecturas, muchas gracias a todos los que siguen sufriendo conmigo, con Lys y Karel.
Nos acercamos a la recta final, las cosas cada vez se volveran mas peligrosas.
capitulo dedicados a RedCalendula CARRILLOCJ Libraenapuros Azuma_79 Richard_A_E_Malenche todos lectores geniales que han dejado comentarios y votos en todos lo capitulos, lo gradezco mucho y mas cuando me expreesan lo que piensan o les hace sentir la novela, no importa que no sean comentarios agradables.
Nos leemos el otro viernes.
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