La traición de Suty

—Voy a contarles una historia:   

La historia comienza con la mítica instauración del calendario solar de 365 días.

Nut, la Diosa del cielo, tenía una relación amorosa secreta con Geb, su hermano, el Dios de la tierra. Ra, el dios del sol, al enterarse de sus actos incestuosos, se enojó y le prohibió a Nut dar a luz durante los 360 días del año. Tot, otro de los hermanos de Nut, compadecido por ellos y para ayudarlos, decidió entonces jugar a los dados con la Diosa de la Luna para conseguir alguno de sus setenta y dos días de luz y agregarlos al calendario solar y tras haber ganado cinco días adicionales, los añadió a los 360 días creados por Ra.

Osiris nació entonces el primer día, el día 361 del año, Horsemsu el segundo, el día 362, Suty el tercer día, el día 363 rasgando el vientre materno, Isis el cuarto, el día 364 en las marismas del delta del río Nilo y Neftis el quinto y último día, el día 365 del año.

Suty era entonces la deidad de la fuerza bruta de lo tumultuoso, lo incontenible. El señor del caos, Dios de la sequía y del desierto.

Sucedió entonces que Suty, de su padre el Dios Geb, recibió el terreno desértico e infértil de Egipto, mientras que a su hermano Osiris le fue dada la parte Fértil y el río Nilo, además de que su padre le hizo el primer Faraón, entonces Suty lleno de envidia mató a su hermano Osiris, lo desmembró y tiro las partes de su cuerpo al río Nilo, su esposa y también hermana, la Diosa Isis, lo resucitó con ayuda de  Neftis.

Después de resucitar, Osiris se convirtió en el Dios del Inframundo, por haber sido el único en conquistar el camino al más allá y regresar de la muerte.

Suty fue desterrado del desierto y paso a llamarse Anubis, Dios de la muerte, señor de la Necrópolis y patrón de los embalsamadores y fue condenado a estar eternamente al servicio de Osiris.

Las leyendas cuentan que llegará el día en que los hijos de Geb y Nut reencarnen y la historia se repetirá una vez más, solo que está vez Anubis no va a matar a Osiris, está vez buscará venganza llevándose lo que Osiris más ama, su eterno amante, la Diosa Isis.

Justo cuando creyó escuchar un rugido, algo muy típico de las tormentas de arena en el desierto, recordó todas las noches en que su madre le contaba esa y otras de las leyendas de los Dioses antiguos, al parecer había llegado el momento en que esa historia se estaba repitiendo, no tuvo mayor tiempo para reflexionar sobre ello, cuando una gran cantidad de flechas y lanzas volaron en su dirección.

¡Plash!

Jungkook balanceó su espada y golpeó todas las flechas que caían contra él una vez y otra y otra hasta que se cansó y tal vez el veneno todavía estaba allí, porque comenzó a marearse tanto que tuvo que detenerse un minuto para poder respirar.

Era evidente que no podía luchar más.

—Acepta la derrota con gracia, hermano. Los altos funcionarios que estaban de tu lado ya no están en este mundo. Todos se han ido con Osiris ahora.

Osiris, el gran Dios del inframundo, la tercera punta que une la leyenda, cuyo reencarnado aún no aparecia y que de hacerlo significaría que él iba a morir.

Fue cruel que Junghyung matara a los funcionarios, sin importarle que ellos eran políticos, académicos y personal militar muy importantes para el futuro de su nación.

—Sí, tienes razón. Pero si me matas aquí, no van a poder momificarme y tampoco van a darme una tumba decente para que pueda descansar junto a mi madre y si haces eso, entonces ni siquiera voy a poder ver a ese Osiris del que tanto te gusta hablar.

—Jajaja, tan religioso como siempre. No te preocupes. Cuando acabe contigo, momificaré adecuadamente tu cadáver, querido hermano.

Jungkook estaba seguro de que no había forma de que los Dioses eligieran a una persona tan cobarde como él para hacerlo su Faraón.

—Ah... Eres, un maldito. ¡Yo seré el Faraón! Tú eres solo un rebelde. ¡Nunca dejaré que te conviertas en el gobernante de Egipto! ¡Haré lo que sea necesario para detenerte! —Respirando con dificultad, Jungkook dijo esto, se dio la vuelta y corrió hacia el río.

—¡No lo dejen ir! ¡Vayan por mi hermano! —Cuando Junghyung gritó, escuchó flechas en su dirección y gritos de guerra.

Pero no podía morir. No en un lugar como este al menos. Sin embargo, más allá del río Nilo, había un humedal llamado "Pantano de la Muerte" y una gran cantidad de cocodrilos y peces carnívoros que lo estaban esperando justo allí para comérselo.

Nadie jamás había sobrevivido a estar dentro del humedal sin que su cuerpo se convirtiera en un montón de pedazos de carne, piel y huesos destrozados.

—Diosa, Amada Madre Isis escúchame. Si me reconoces como Faraón, por favor protégeme.

Él tenía que convertirse en Faraón, no Junghyung. ¡Definitivamente no ese maldito!

Entonces sintió un poder misterioso en lo profundo de su cuerpo que renovó sus fuerzas e hizo que siguiera hacía adelante. Incluso una dosis letal de flechas envenenadas no lo mató así que, si era el gobernante elegido por la Diosa, entonces debería poder cruzar con seguridad y llegar al otro lado del humedal.

Fue solo un "salto de fe", pero una fuerte convicción brotó de su pecho hasta que consiguió dirigirse a los humedales.

—¡Estúpido! Los caimanes te van a comer si vas allí. —Dijo alguno de los hombres de su hermano.

—Deja que se muera. Si los caimanes se lo comen, entonces ya no tenemos que preocuparnos por atraparlo. Es hasta mas conveniente para nosotros. —Eso lo dijo Junghyung y al escuchar esa voz burlona, Jungkook saltó audazmente al pantano provocando un  fuerte sonido en el agua al extender los brazos para intentar nadar.

—Parece que realmente es un idiota.

—Estaba más desesperado de lo que pensé.

Pero al contrario de lo que pensaban Junghyung y sus hombres, esa noche no había cocodrilos en el humedal. En realidad, estaba muy tranquilo y sin ningún peligro.

Jungkook se abrió paso a través del "Pantano de la Muerte" moviendo las piernas y los brazos al mismo tiempo para no quedarse enredado entre las plantas.

Al otro lado del pantano había un puesto comercial y un hermoso oasis en medio del desierto.

Entonces, si el ejército romano, quienes seguro leyeron la carta personal enviada por Jungkook, se convertían en sus aliados y aceptaban su petición de casarse con el cónsul Galba, deberían venir desde esta dirección y encontrarse con él en un momento dado. Además, algo dentro de él gritaba que si iba por allí, entonces podría conocer a ese hombre. A ese tal Taehyung, el reencarnado del Dios Osiris, que apareció en su sueño como si le hubiese dado permiso de hacerlo.

Desesperado, Jungkook continúo su camino.

El flujo de agua no era tan rápido y tampoco estaba profundo, sin embargo, su conciencia se volvió borrosa muy pronto y hasta descubrió que ya no podía mover los pies.

¿El veneno seguía fluyendo por sus venas aunque lo drenó?

—Ah...

Sintiendo ese frío que gradualmente entumecía sus extremidades, Jungkook cayó de rodillas sin poder hacer nada para poder evitarlo y, para este momento todo su cuerpo estaba tan paralizado por la acción del veneno que ya no podía sentir nada.

“(No puedo darme el lujo de perder. ¡No puedo permitir que mi hermano se convierta en un Faraón! Tengo que proteger el país, tengo que lograrlo)”

Derrotar a Junghyung, realizar el funeral, convertirse en Faraón, elegir pareja y tener un hijo Omega, ese era el plan y si él caía, entonces el país entero lo haría también.

“(No te caigas en un lugar como este... No pierdas, no pierdas, no pierdas. Sigue despierto. Despierta. Despierta Jungkook.)”

Trató desesperadamente de animarse a sí mismo, pero eso no parecía poder evitar que su conciencia se desvaneciera y justo en el momento en que pensaba que todo había terminado para él, de repente escuchó la voz de alguien hablar a lo lejos.

—¿Estás bien? —Esa voz le hablaba en un tono bajo y suave. Se sentía tan... Familiar...

Esa voz... ¿Era...?

El corazón comenzó a latirle rápido y violentamente.

De ninguna manera ¡De ninguna maldita manera!

Cuando levantó la vista, había un hombre parado allí. Justo en frente suyo.

Alguien hermoso, brillantemente iluminado por la luz de la luna. Un personaje con un rostro tan perfecto que le hacía parecer la personificación del sol, pero que era delicado como una brisa en la mañana. Entonces, el hombre cayó de rodillas y trató de abrazar a Jungkook como para verificar que todavía estuviera respirando.

—Resiste, dulce Omega. —Le dijo.

—¿Quién eres?

—Yo... Ah, vengo de Roma. Soy un mensajero.

Entonces descubrió que el hombre estaba conteniendo la respiración y se veía terriblemente sorprendido.

—¿Eres Jungkook?

Pero aunque no dijo nada, suavizó su expresión de inmediato. ¡Fue justo como si estuviera aliviado de haberlo encontrado allí!

Este sujeto era Osiris reencarnado, el gladiador romano Taehyung. El que se había levantado de la esclavitud con el poder de su espada y quien fue coronado como el héroe nacional, el que todos veían como el poderoso y temible gladiador, incluso aunque tenía unos ojos infinitamente amables.

Aquel que vio en sus sueños y a quien mandó la Diosa para poder llevarlo a cumplir su trágico destino y si iba a ser así de todos modos, al menos le alegraba que Taehyung fuera así de guapo y encantador.

Pero mientras pensaba en esto, Jungkook se desmayó.

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—Tzzzzz...

El sonido del crepitar de la leña, parecía llegarle de la nada. Jungkook se despertó débilmente preguntándose en dónde estaba y al ver todo oscuro, también se preguntó si acaso aún seguía siendo de noche.

Se encontraba en una especie de campamento, recostado en una cama, ubicada en el centro de una pequeña habitación circular con un estandarte romano.

Se encontraba recostado y se dio cuenta de que podía oír perfectamente el sonido del viento y un fuego que parecía estar ardiendo desde el otro lado de la habitación. El viento soplaba con fuerza y cada vez que lo hacía, las llamas se balanceaban y se dibujaba la sombra de una persona que comenzaba a crecer y a encogerse.

¿Quién era ese hombre y por qué estaba allí con él?

“(Creo recordar... Que salté al pantano de la muerte.)”

Mientras pensaba en eso, pudo recordar todo. Realmente había saltado al lago y en realidad si estuvo a punto de ser asesinado por su hermano gemelo.

Recordó que estaba rezando en el funeral del Faraón, para que pudiera renacer a salvo en el otro mundo. Era la última noche de la primera mitad del período y entonces, mientras veía las estatuas de sus Dioses, su gemelo lo atacó, arco en mano y apuntó una de sus flechas hacia él.

Recordó que aunque apenas escapó con vida del templo, fue rodeado por el ejército de su hermano en la orilla del río Nilo, le dispararon flechas envenenadas y por eso tuvo que huir hasta el pantano de la muerte, en donde perdió el conocimiento.

“(Los altos funcionarios, los sacerdotes, eruditos, soldados... Dijo que había acabado con la vida de todas las personas importantes del gobierno que estaban de mi lado.)”

Si eso era cierto, ¿Qué pasaría con la nación ahora? El debilitamiento de su poder en el gobierno, era inevitable. Sin embargo, si esto también se trataba de una prueba dada por los Dioses, entonces no le quedaba más remedio que tratar de superarla.

El hecho de que estuviera vivo era una señal de que los Dioses en el cielo, lo reconocían como el próximo Faraón.

—Ah...

En primer lugar, pensó que tenía que enterrar a todos los altos funcionarios muertos, averiguar si había otras personas en las que pudiera confiar y reconstruir el país. Pero se preguntaba si realmente era algo que pudiera hacer por su cuenta y mucho antes que hacer eso,  debía encargarse de que Junghyung y el ejército de Libia fueran derrotados a como diera lugar.

Motivado por esto, trató de levantarse de la cama. Pero ya que no podía poner ninguna fuerza en su cuerpo, parecía como si lo único que pudiera hacer en ese momento fuera quejarse.

—¿Te sientes mejor? —En ese momento, escuchó el resonar de una voz baja a través de la tienda.

Reconociéndola como la voz de Taehyung, el corazón de Jungkook comenzó a latir con mucha fuerza una vez más.

—Tranquilo. Has estado inconsciente durante días. No podrás levantarte de inmediato. —Hasta el interior de la habitación, entró un hombre alto, con ropa blanca y una túnica que le llegaba hasta las rodillas.

El borde de su cabello rubio, que se extendía sobre su cuello, parecía flotar con el viento, bajo la luz de las velas y el sonido de sus pasos junto con el roce de su ropa parecieron traer consigo un leve murmullo.

Al final, cuando se acercó lo suficiente, la luz de los candelabros iluminó claramente la hermosa apariencia de Taehyung hasta revelar que ciertamente era muy guapo y se veía mucho más elegante en ese momento, que a la luz de la luna o de lo que se veía en sus sueños.

—Una vez más, lo saludo. Soy Taehyung, un mensajero de Roma. Es un honor para mí, estar frente al nuevo Faraón,  príncipe Jungkook.

Sus ademanes y su comportamiento también eran muy elegantes. Sin responder, Jungkook se quedó mirando al hombre por unos segundos.

—¿No confías en mí?

Como si tratara de tranquilizar a Jungkook, de repente bajó la mirada, clavó la espada que estaba en su cintura, en el suelo, hizo una profunda reverencia y abrió las manos en su dirección. Estaba tratando de decirle que no llevaba armas y estaba a salvó con él.

Era un hombre listo y parecía tener un poco menos de 30 años.

—El Faraón del Reino de Egipto. El Gran Omega...

El Reino de Egipto se había establecido como una nación centrada en el poder de los Omegas durante generaciones. Entre los varones nacidos de un rey, solo los Omega podían ascender al trono y cuando ellos entraban en su segundo período de crecimiento, eran atacados por un "celo" intenso que, aunque duraba solo unos pocos días y era una vez al mes, les ayudaba a concebir al hijo de un Alfa.

En este país, los Omega comunes no podían encontrar pareja tan rápido, tampoco había buenas hierbas para suprimir el celo o un Alfa que les ayudara a sentir alivio y si no controlaban el celo, en otras palabras, si no conseguían marido pronto, como dictaba la ley, no aguantaban el calor y terminaban muriendo con mucho dolor.

Pero a los Omega de la realeza, se les consideraba seres sagrados y se les veneraba como a los Dioses y aquellos que tenían derecho a suceder al trono recibían Alfas de países vecinos como compañeros de apareamiento y se les ofrecían también muchos beneficios con tal de que dieran a luz a niños Omega, que hicieran que el país siguiera con vida. Hasta que se decidieran por un compañero, incluso tenían la posibilidad de tener acceso a un supresor hecho de un brebaje de hierbas especiales para mantener el celo al mínimo. Jungkook tuvo mucha suerte de haber nacido allí y de ser hijo de sus padres.

—Dime algo, por favor. Estoy aquí para ayudarte, príncipe. —Jungkook miró fijamente al hombre que se encontraba arrodillado en frente suyo.

Podía decir de un solo vistazo que este tipo era un Alfa. En el Reino de Egipto, solo había Betas por lo que rara vez veía Alfas aparte de su padre. Sin embargo, seguía siendo abrumador que fuera claramente diferente de los hombres que estaban bajo su mando.

—Sé que eres el hombre que me ayudó a salir del humedal. —Dijo Jungkook.

Taehyung sonrió con alivio.
—¿Te acordaste?

—Sí. Y sé que eres Taehyung Augustus Kimius, un héroe que surgió de la esclavitud a las filas de los gladiadores y que fue nombrado embajador en Roma. Sé que te mandó aquí el cónsul Galba.

Un cónsul era la máxima autoridad en Roma. A diferencia del Reino de Egipto, en Roma no había emperador, ni rey, sino que eran una nación que se regía por un cónsul que servía como dictador.

—Así es.

—Escuché que eres su sobrino adoptivo.

—Sí. Después de recibir el título de héroe, fuí adoptado por su hermana y su esposo.

Entonces, ya que lo había mandado a él, un miembro de su familia, significaba que el cónsul tenía la intención de aceptar su invitación a la ceremonia de coronación. Galba si quería ser su compañero.

—Ya veo...

Taehyung asintió.

—Entonces aquí tienes una promesa de paz.

Suspirando, Taehyung entrecerró los ojos, fijó su mirada en Jungkook y luego se arrodilló nuevamente en la alfombra, junto a su espada. —Te juro mi lealtad. Trabajaré por la paz de tu país y te protegeré de todo peligro, príncipe Jungkook, futuro Faraón del reino de Egipto. —En el momento en que sus labios tocaron la suave piel de su mano, una imagen cruzó por su mente.

Jungkook tuvo una visión del futuro; en ella veía una gran ciudad sumida en llamas brillantes, gente que huía para salvar su vida y a este hombre a punto de ser devorado por un león. También vió una jaula, un gran número de ciudadanos de su país en un motín, vió una gran mansión, él estaba huyendo de la mano de Taehyung y luego... Vio un barco en el mar y a la luz del sol. El mar estaba iluminado por la luz de poniente y teñido de dorado. Finalmente vió como caía la noche y la luna comenzó a inundar el templo que estaba hundido bajo el agua y él estaba allí, con un cachorro escondido entre sus brazos.

Jungkook parpadeó.

...

¿Qué diablos fue eso? ¿Era una premonición o una revelación?

Varias imágenes pasaron por la mente de Jungkook, una tras otra como en una tormenta furiosa. Pero en el momento en que sus labios se separaron para hablar, las imágenes desaparecieron repentinamente de su cabeza.

—Acabo de...

—¿Qué?

—No, no es nada.

Aquellas imágenes solo podían significar una cosa, que este hombre y él tenían una tormenta que enfrentar, por delante. Estaban conectados en algo más profundo de lo que podían imaginar.

Tal vez, él era el destinado de su alma.

—Entonces te haré un juramento también. —Jungkook se puso de pie en silencio.

No había sentido ninguna fuerza durante todo este tiempo pero, en el momento en que este hombre lo tocó, sintió algo así como una fuerte señal de vida fluyendo en su cuerpo.
—Juro que para la felicidad de este mundo, y para que la gente del Reino de Egipto y de la República Romana vivan en paz, me convertiré en Faraón, me uniré al cónsul Galba y entonces, también uniremos nuestros reinos para que haya paz.

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