⚘ The Beginning

Nunca es bueno apostar con Félix, siempre parecía tener un tercer ojo que le permitía ver el futuro. Bien la suerte y el destino lo amaban demasiado.

Chan realmente pensó que podía ganar, de otra manera nunca hubiese aceptado la apuesta. Mucho menos con la penitencia qué debía cumplir quién perdiera, sugerida por Minho.

«Ese mocoso extraño» pensó Chan, Minho era ese tipo de chico al cual le atraían los sucesos más allá del plano terrenal, que bien era lo bastante cobarde o lo muy sensato para no probarlas por sí solo, aunque a Chan no le sorprendería si en algún momento algo realmente extraño llegara a pasarle ¡no vivía sin leer historias paranormales a las tres de la madrugada!

El pálido entendía que podía ser divertido, pero no dejaba de preguntarse ¿cómo dormía bien por las noches? Si bien Chan no estaba aterrado por el mundo paranormal o el más-allá; si tenía cierta repulsión por ello, creía en su existencia por lo que no quería involucrarse con algo desconocido, allí dónde no lo habían llamado.

Hasta que perdió la apuesta con Félix.

—¿Realmente lo harás? —preguntó Félix. Se atrevió a pensar que Chan se negaría a llevar a cabo el ritual que Minho designó, pero al parecer, Min estaba dispuesto a hacerlo.

—Di mi palabra, no tengo otra opción —declaró, con su típico tono monocorde y una sonrisa de medio lado, con aquel aire de autosuficiencia.

Si bien Chan daba un aspecto calmado ante sus amigos y parecía que solo tuviese que ver una película para niños; en el interior estaba asustado y sus manos estaban frías. Tenía un mal presentimiento aflorando en su pecho.

Esperaba que solo se tratara de un simple juego absurdo que alguien desequilibrado había inventado y subido a internet, que luego paró en manos de Minho a raíz de alguna fuente desconocida, poco confiable. En su mente y en todo su sentido común, prefería mantenerse lejos de lo que no comprendía y no conocía. No quería reunirse con algún espíritu que terminara poseyéndolo como solía verse en películas de terror. Ya suficiente tenía con la universidad y su trabajo como para tener qué preocuparse por algo más.

—Yo qué tú, guardaría agua bendita en el refrigerador —el tono burlón de Hyunjin fue percatado por todos, al tiempo que daba suaves y repetitivas palmadas en el hombro de Chan, quién apenas se movió de su lugar. Estaba tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar.

—Apréndete la oración de Miguel arcángel, por ahí dicen que funciona —agregó Seungmin con gracia y siguiendo los pasos de Hyunjin para salir de la casa de Chan.

El partido de fútbol había terminado, con una derrota de '2 - 0' al equipo que Chan apostó. Mientras que el equipo de Félix se llevó dos por delante, Chan aún no podía creerlo.

—No lo olvides, solo funciona si juegas exactamente a las doce y solo sesenta y seis minutos. Nada más que eso. Asegúrate de despedirte, no te distraigas y por vida de cristo; no salgas de círculo de sal —le recordó Minho enumerando cada una de las cosas que dijo con los dedos. Chan solo giró los ojos, como si le estuviesen diciendo la cosa más estúpida del mundo.

—Sí, sí, como digas, rufus —Chan estaba tratando de hacerse el valiente. Sentía un nudo en la boca del estómago.

Algo dentro de él le gritaba que fingiera haberlo realizado, es decir, montar todo el escenario, pero jamás invocar a nada, pero otra ridícula voz contrarrestaba «¿De verdad serás tan cobarde, Bang Chan? ¡Es un tonto juego para bobos!»

Ese día antes de volver casa, pasó por una tienda espiritista para comprar lo qué le haría falta para llevar a cabo el ritual.

Quizás estaba más pálido de lo normal, pero tenía que admitir que algo de todo eso no dejaba de atraerlo. Le llamaba, le tentaba, les pedía a gritos concretar la sesión.

—Seis velas, por favor, tres blancas y tres rojas, también un crucifijo —pidió a la señora del recibidor sin poder quitar la mirada de todos aquellos objetos extraños qué había en ese lugar.

Frascos con líquidos de diferentes colores qué dejaban un mal sabor de boca sin haberlos probado, lo que tenían en el interior era aún peor; parecían partes o animales completos, tenían un aspecto viscoso, hinchado, asqueroso. Sintió que podía vomitar con solo verlos de cerca, se imaginaba que con solo abrir el frasco un aroma a putrefacción inundaría el ambiente.

El resto del lugar no era muy bonito que se diga, el aspecto lúgubre no le permitía relajarse. Todo parecía estar envuelto en tinieblas y una nueva sensación que oprimía sus hombros le envolvía. Así como el poco amigable aroma que tenía aquella tienda, el incienso de vainilla combinado con el olor de diferentes tipos de hierbas. Los vellos se le erizaron y su corazón dio un vuelco cuándo sintió una mano en su hombro.

—¡Joder! —exclamó dando la vuelta en un brusco movimiento, se encontró con una anciana que bien podría tratarse de su abuela.

Su mano huesuda, muy fría. Chan sintió que una energía extraña manaba de la mujer y un escalofríos le recorrió la espina dorsal.

—Aquí está, muchacho —dijo ella cuándo consiguió la atención del joven quién suspiró y se llevó una mano al corazón con su respiración un poco acelerada.

Aquella tienda no estaba haciéndole nada bien.

La mujer no dejó de mirarlo a los ojos, como tratando de descifrar que se escondía en ellos. Chan sufrió súbitas náuseas y un horrible aroma inundó sus fosas nasales. No supo decir si provenía de aquella mujer con aspecto descuidado, cara demacrada y cabello enmarañado o si tenía origen el alguno de los incontables frascos con contenidos de dudosa procedencia e inclusive de aquellas ramas extrañas en frascos con turbios líquidos.

Chan apartó la mirada de aquella mujer, sintiéndose extraordinariamente incómodo. Como si tuviese algo que esconder, miró una vez más al mostrador y cierto objeto llamó su atención; era un collar muy hermoso.

Parecía ser de plata o bien un material similar, poseía una piedra grande, tenía una forma un tanto grotesca, pues no había sido refinado adecuadamente, pero era del mismo tono rojo de la sangre, a Chan le dio la sensación de que algo dentro de él se removía, se estiraba, despertaba.

—Él acecha, él acecha —escuchó a su espalda, en un tono bajo, casi espectral.

Al darse la vuelta vio como aquella señora susurraba con la mirada fija a la nada, pero muy concentrada. Ya se hallaba a unos metros de él, justo detrás del mostrador.

Chan tragó saliva y sacó de su bolsillo el monto necesario por los artículos que deseaba adquirir. Dejó los billetes sobre el mostrador, cerca de la mano de la anciana, pero ella no movió su mano. Solo dejó de mover sus labios.

Chan estaba abrumado, se dispuso a salir de aquella tienda. No quería regresar allí jamás pero justo cuando tocó la perilla, una peculiar calidez nació en su pecho, expandiéndose con rapidez por el resto de su cuerpo.

Casi de manera inconsciente, una vez más aquel collar acaparó su atención, descansaba sobre un aterciopelado pedazo de tela azul oscuro casi negro; provocando qué el color rojo de la joya destacara aún más.

Chan tuvo la sensación de que algo dentro de ella se movía, pero eso... Era ilógico, improbable, lo ignoró.

—Disculpe, pero... ¿Cuánto cuesta? —preguntó con amabilidad, si bien se sentía extraño ahí y esa señora era bastante extraña; no dejaría que eso dañase sus modales con una persona mayor.

—¡NO! ¡NO! ¡NO! —gritó la mujer vez tras vez, haciendo que Chan retrocediera un par de pasos, conmocionado.

Ella gritaba con los ojos bien abiertos, golpeando el mostrador una y otra vez con sus delgadas manos hechas un par de firmes puños, por un momento el chico sintió miedo de que rompiera cristal, clavándose los pedazos en la carne y piel.

—¡Abuela! —gritó una segunda voz, provocando que la voz áspera y desesperada de la anciana se apaciguara. Con el corazón en la garganta, Chan vio a una chica qué salía desde el otro lado de una cortina negra. En lo que parecía ser una habitación que conectaba con la tienda.

Chan se fijó en ella, aún con el corazón en la mano por el susto que se había llevado. Compartía rasgos con aquella mujer, por ejemplo, sus ojos grandes y forma similar. No se veía demacrada, su cabello no estaba enmarañado y no la rodeaba la misma aura extraña que a su abuela.

—Te ruego que la disculpes —dijo con un tono amable, colocando ambas manos en los hombros de la anciana—. Mi abuela ya muestra signos de demencia senil, puede perder los estribos de vez en cuando.

Chan respiró hondo para calmar su acelerado corazón, apretó con fuerza la bolsa de compras que tenía en la mano viendo cómo la joven dirigía a la mujer mayor hacia la parte trasera de la tienda, dándole caricias en la espalda y murmurando palabras como «shh, ya calma.»

Al cabo de unos cortos minutos la chica volvió y con el mismo aire amable preguntó a Chan que era lo que deseaba.

Él se preguntó a sí mismo por qué rayos seguía allí.

—E-ese collar, por favor.

Chan vio la expresión de la chica; sorprendida, incrédula, pensó que le pediría repetir sus palabras. Pasó por su cabeza que el collar era demasiado caro para que alguien pudiese comprarlo y a eso se debía su reacción, pero, se sorprendió al saber que tenía un precio bastante bajo.

Lo primero que pensó fue que era una pieza de joyería barata usada como utilería o para alguna obra escolar. Nada genuino podía poseer un valor tan bajo.

El collar, si bien no era feo, era bastante extraño. ¿Por qué él lo quería? No tenía idea, pero tenía deseos de llevárselo.

—Muchas gracias, por su compra.

Chan no pasó un minuto de más en esa tienda, salió tan rápido como pudo y caminó hasta su casa que no se encontraba demasiado lejos. Suspiró y sacó aquel collar de la bolsa, jugó con él entre sus dedos.

Era muy bonito, la verdad.
O al menos... Eso le parecía a él.

Lo guardó nuevamente en la bolsa para continuar su camino sin distracciones, ya se estaba haciendo muy tarde como para retrasarse en las frías calles.

Cuando llegó a casa, dejó la bolsa de compras sobre la mesa del comedor y en un cuaderno viejo comenzó a escribir las instrucciones que Minho le facilitó enviado vía Whatsapp:

"El Diablo en el espejo".

El ritual consiste en un juego de preguntas con el señor de las tinieblas, o bien un ente desdichado y en pena cercano que conteste primero la llamada, acudirá a tu llamado mediante y todo comenzará.

Se necesita:

Seis velas: tres blancas, tres rojas.

Un crucifijo.

Sal.

Un espejo de cuerpo completo.

Procedimiento:

- Se debe hallar la esquina de una habitación, dónde no esté cerca ninguna ventana o puerta.

- La habitación no debe contar con ninguna ventana; en caso que la tenga, debe estar total y completamente cubierta. Se recomienda asegurarla.

- El espejo debe estar colocado en o contra la pared.

- Empleando la sal anteriormente mencionada, se trazará un círculo alrededor de espejo, tomando en cuenta cubrir el espacio dónde se hallará la persona que llevará a cabo el contacto.

- Tres velas serán ubicadas a cada lado del espejo, sin salirse del círculo de sal.

- Todas las luces deben estar apagadas y ni un objeto tecnológico en la habitación. Una vez con la luz de las velas encendidas el sujeto se verá al espejo.

- Llevando el crucifijo en la mano derecha procederá a invertirlo, a continuación, se debe recitar:

«Me desprendo de la santísima trinidad y cada una de las cosas que representa para comenzar contigo a un juego de preguntas y repuestas».

Aclaraciones, precauciones y prohibiciones.
Lea con atención.

- Estarás abriendo la puerta a un ente desconocido que ya no camina por la tierra, no sabes su verdadera identidad ni las intenciones que posee. Puede mostrarse ante ti con cualquier forma posible, buscando manipular, engañar, persuadir.

- El juego se basa en preguntas y respuestas; si el ente que aceptó jugar te hace una pregunta y respondes correctamente; ganas el derecho de hacer una pregunta y tener una respuesta honesta. Si respondes incorrectamente, él podrá contestar a tu pregunta con la verdad o falsedad.

- No te dejes engañar, no importa su aspecto; ya no es humano.

- Nunca quites la mirada del espejo una vez el juego ha comenzado o le permitirás abandonar el recinto de cristal, lo que quiere decir estará contigo en la misma habitación.

- El círculo de sal es una protección, no salgas de él hasta que el juego haya terminado.

- Ninguna de las velas puede apagarse o estará más cerca de ti, en caso que lo haga, enciéndela lo más rápido que se pueda.

- No puede haber ningún objeto tecnológico en la habitación o no funcionará.

- El juego solo puede llevarse a cabo a las 12:00 A.M en punto y solo podrá desarrollarse por 66 minutos. De extenderse más, nada garantiza tu seguridad.

- Si en algún momento llega a abandonar el espejo, hazlo regresar antes que las velas se apaguen o el tiempo llegue a su fin.

- No lo olvides, puede que trate de engañarte. Sé listo, no caigas en su trampa. Ni Dios podrá ayudarte pues has renunciado a él para contactar con este ente.

- Una vez terminado el juego asegúrate de cerrar la puerta que has abierto: «Ahora qué el juego ha terminado, confió mi alma a San Miguel arcángel, protector y salvador de todas las almas. No tienes juicio ni derecho a la mía, vete por dónde has venido, ente profano.»

- Desaparecerá del espejo y volverás a ver tu reflejo. Solo entonces, el juego habrá terminado.

Recuerda: Si no lo despides correctamente, todo lo que has invocado. Se quedará contigo y no tendrás la ayuda de Dios para devolverlo a donde ahora pertenece.

Chan suspiró. ¿Realmente lo haría? Se convenció a si mismo que realmente no funcionaría, que solo lo estaba haciendo para cumplir su palabra.

Sin embargo, actuaba por reflejo y casi por instinto, incluso antes de creérselo; se hallaba armando el escenario siguiendo cada una de las instrucciones.

En cuestión de minutos estaba en una absoluta oscuridad, con una caja de fósforos en sus manos trémulas, fue encendiendo cada vela para dar inicio a la primera de muchas cosas extrañas y sin explicación lógica que lo llevarían directo a un callejón sin salida. 

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