⚘ 24: Liberación.

La mente de Chan divagaba entre el dolor en su espalda y lo que vendría después.

La puerta fue tocada sin cesar, más bien parecía como si trataran de tirarla. El rostro de Chan estaba de un pálido amarillento, la sangre abandonó su cara, sus labios lucían rotos, temblorosos, una capa de sudor le humedecía la piel.

—Aguanta un poco más —susurró la voz de Jeongin detrás de él. Asintió, manteniéndose sentado en la misma posición tratando de mantener la espalda erguida.

Los ruidos de la puerta se acentuaban, pero él ni siquiera se movía del lugar en dónde se hallaba, aunque viera las gotas de sangre que caían a sus costados, manchando el suelo.

—Es necesario o no funcionará —se repetía Jeongin para sí mismo, en medio del llanto que intentaba suprimir.

Tenía que funcionar, tenía que hacerlo.

Cada una de las piezas del vidrio roto que conformaron el espejo con el que Chan hizo el ritual, estaban esparcidas alrededor de su cuerpo. Todas poseían una capa de polvo debajo la capa de sangre, sin huellas de ningún tipo. Como si se hubieran enterrado solas en la piel de Chan. Los cortes eran mucho más profundos de lo que él realmente sentía. Apretaba la mandíbula, cerraba sus ojos y la respiración se le volvía pesada, cansada, agotándose con cada nuevo aliento.

Chan se dejó ir, cayendo al suelo sintiendo el frío esparcirse por todo su cuerpo. El sudor había dejado de emanar, sus heridas se sentían frías, un extraño alivio que le hizo sonreír.

Él sabía que estaba muriendo, pero por alguna razón no se sentía mal por ello, esa razón era Jeongin; estaba esperando por él. Podía sentirlo en el corazón, en su mente, en el alma.

Estuvo a punto de cerrar los ojos cuando un gran estruendo seguido de un golpe seco le hizo saber que la puerta fue abierta. Ni siquiera se inmutó.

Unas manos le rodearon el cuerpo antes de darle la vuelta para acunarlo en su regazo. Su visión borrosa le dificultó saber la identidad de su acompañante, tras unos segundos distinguió las facciones de su hermano mayor; llorando y gritando desesperadamente, Chan solo oía palabras sin sentido, pero él pedía ayuda. Le acarició la mejilla, el menor sintió lo cálido del toque y le agradó. Trató de hacer lo mismo, sus débiles párpados se cerraron por unos segundos, para cuando los abrió notó las manchas de sangre que dejó en el rostro de su hermano.

Escuchaba sus lamentos, sus sollozos y no pudo evitar sentirse culpable. Sus ojos vidriosos veían el rostro de su hermano tras bruma, no sentía dolor, solo un frío que le calaba los huesos.

Quería decirle que estaba bien, que era lo que quería. No era capaz de articular las palabras.

Pudo murmurar frases de su mensaje en mente, las suficientes para calmar la culpa martillante en su pecho. Las palabras se extinguieron y dejó caer la cabeza hacia atrás, siendo incapaz de mantener algún tipo de control sobre el cuerpo que abandonaba.

Changbin sostenía el cuerpo de su hermano en los brazos, desde que entró supo que no tendría salvación por la cantidad de sangre esparcida en el suelo. La chica que antes había estado jugando con su gato al pie de las escaleras, estaba parada en el umbral de la puerta llamando a emergencias con la voz quebradiza y un semblante tan pálido que debió ser sujetada por otro vecino cuando se sintió desfallecer como consecuencia de la escena.

Jeongin mantenía una expresión imperturbable mirando la escena. Cerró los ojos lleno de culpa, un alivio que poco a poco le llenaba el cuerpo.

—Lo lamento —susurró, aun sabiendo que Changbin no podría escucharlo—. Tú bien sabes que él tampoco era feliz aquí.

Un frío le recorrió la espalda cuando un par de manos cubrieron sus ojos. Se sobresaltó, dándose la vuelta de inmediato, encontrándose con el rostro sonriente de Chan.

Sus ojos mostraban un brillo que Jeongin no había visto desde que ambos vivieron en la misma época.

—¿Nos vamos? —le preguntó Chan, llevando la mano hacia la mejilla de Jeongin.

Ambos se miraron entre sí por varios minutos. Chan se acercó con lentitud al rostro ajeno, hasta que sus labios presionaron contra los de Jeongin, quien no tardó en entreabrir los suyos dándole comienzo a una suave y delicada danza entre los pares. Por primera vez en mucho tiempo, ambos sintieron una plenitud y una tranquilidad que no creyeron haber conocido antes.

La oscuridad abandonó a Jeongin, Chan sintió desvanecer la depresión que cargó por años.

Tomados de las manos atravesaron una puerta de luz que apareció frente a ellos, dejando atrás el mundo que les dio dolor y sufrimiento.

El collar rojo que yacía en el suelo junto a la ropa de Chan, ardió en combustión espontánea.

(...)

El caso de Bang Chan fue conocido por toda la ciudad.

Cuando emergencias llegó al departamento solo se halló con un joven desangrado en los brazos de su hermano mayor, al principio habían pensado que se trataba de un suicidio, pero la teoría se derrumbó apenas visualizaron las heridas en su espalda; no era algo que podía hacer por sí mismo.

Un símbolo en específico; La Vesica de Piscis, uno de los símbolos de Jesucristo, dos círculos interconectados entre sí. El mensaje es la conexión entre los dos mundos, terrenal y espiritual, conectados todo el tiempo.

Para las almas gemelas ver la Vesica de Piscis, es la unión de sus energías, la fusión de cuerpos y almas para formar la llamada "Tercera Energía" que resulta de la Fusión y de la vuelta a la unidad de un alma entera.

Poco tiempo después, en un cateo del departamento, encontraron la montura del espejo, velas y un crucifijo, lo que los llevó a creer que se trató de ritual al que Chan fue sometido.

La teoría se derrumbó al no hallar rastro de nadie más en el departamento. Las piezas usadas para cortar la piel de la víctima no presentaban ningún tipo de huella, lo que trajo más confusión al caso que no parecía ir a ningún lado.

Changbin fue sospechoso, pero su coartada era irrefutable, había registros de él al entregar el auto rentado, la llamada de Minho que lo hizo volver al departamento y la testigo llamó a emergencias.

El siguiente en ser investigado fue Minho quién también tenía coartada y nadie lo había visto cerca del departamento de Chan desde mucho tiempo atrás. Creyeron que conocía lo que sucedería a la víctima y la culpa le hizo llamar al hermano mayor pero no fueron más que conjeturas que carecían de pruebas, por lo que Minho también fue liberado.

No tenían ninguna explicación de los sucesos extraños que allí habían ocurrido. La víctima carecía de un grupo amplio de amigos y de relaciones amorosas, no se trataba de un crimen común. Los amigos y familia aseguraron que no tenía enemigos. La policía tampoco pudo encontrar algún tipo de beneficio por el que habían cometido el crimen; él era un chico común y corriente, incluso aburrido.

Al poco tiempo en caso se desestimó por falta de pruebas, no tomó por sorpresa a los pocos que sentían la repentina partida de Chan.

Murmuraban que se debió a un ritual satánico, pero nadie podía probarlo. Era lo que se escuchaba en sitios cercanos, tomando en cuenta que la historias de lo sucedido en ese departamento variaba según a quién se le preguntaba.

Los restos de Chan pasaron por un corto funeral, luego sepultados en una ceremonia pequeña.

Antes de salir de la ciudad, Changbin revisó el departamento de Chan donde encontró las viejas pinturas que encontraron aquella vez. Una rabia inexplicable le recorrió y estuvo a punto de romperlas en pedazos, pero recordó las palabras de su hermano antes de morir en sus brazos.

«Todo... está bien... seré feliz...».

Un nudo se formó en su garganta dejándose caer sobre sus rodillas, llorando a cántaros. Recordó las veces en la que Chan había sido despreciado por sus padres, como ni siquiera notó dolor real en ellos.

—Supongo que tenías razón —murmuró.

Por otro lado, estaba Minho, quien no dejó de sentirse culpable hasta hablar con Changbin, quien le explicó toda la situación que vivió con Chan, sucesos que desafiaban la lógica.

Ambos consideraron destruir las pinturas, pero después de considerarlo mejor, concluyeron que sería un insulto a su memoria, así que las entregaron a un museo. No dieron la explicación de cómo las encontraron, pero después de un riguroso examen se comprobó la autenticidad y fueron puestas en exhibición.

Changbin volvió a casa con su esposa unos pocos días después. Minho se sometió a varios meses de terapia tratando de alejar el dolor que sentía, al mantener que él causó lo sucedido.

El departamento de Chan fue puesto en venta, pero jamás lo adquirieron, cualquier interesado desistía de la idea al escuchar la historia de lo sucedido. Los vecinos intimidados por la presunta fuerza maligna que allí habitaba, colocaban crucifijos en la puerta, flores y otras ofrendas o protecciones.

Algunos repararon que las flores que allí colocaban jamás se marchitaban.

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