Si es sufrido es amor

Capítulo 17

"¿Es un titán?"

"Sí, nunca había visto uno"

"Se dice que este lleva más de cien años acá"

"¿No fueron mil años?"

"¡Ahora entiendo porque el reino Diamante siempre ha sido el reino más seguro! ¡Tenemos a esas cosa!"

"¿Pero si escapa no podría matarnos a todos?"

"Si ha podido escapar, ya lo hubiera hecho ¿no?"

Todos aquellos eran los comentarios que Tsukine podía escuchar. Entre el tumulto de gente de aquel enorme coliseo, empujó y removió gente enfrente para pasar a través de ellos hasta llegar a la baranda y observar mejor a la criatura. Necesitaba determinar si lo que veían sus ojos era real.

—¡Oye! —gritó un niño a su costado el cual empujó sin querer.

—Lo siento, hay mucha gente —respondió con monotonía, sin dejar de mirar a la criatura.

El niño enojado, le pisó el pie.

—¡Estúpido! —Le gritó, para quitarse de encima llorando, llamando a su mamá.

Tsukine puse los ojos en blanco por el dolor del pisotón y sintió que el aire se le iba.

—Él, sin duda, será un buen pisador —agregó, aguantando el dolor.

Entonces, por encima de la criatura, en un pequeño balcón real, encontró a los reyes. Estaban vestido de color azul cielo, su tez era morena, y su cabellera castaña pero con un matiz dorado. Y sus ojos eran celeste, como una dulce agua cristalina. Por encima de ellos, el techo al estar abierto, caía una nieve que, con el viento, parecía estar danzando los copos de nieve sobre todos los presentes. Aunque la peor parte se la llevaba el titán, el cual tenía los hombros llenos de una densa nieve. Estaba temblando.

—¿No sé dan cuenta de que tiene frío? —Se preguntó, sin darse cuenta que hablaba en voz alta.

—¿Y tú qué? ¿Eres un legislador de los derechos de criatura? —Ironizó una mujer regordeta a su lado—. Todos saben que esas criaturas son calientes, solo mira como la nieve escurre de su piel —añadió ella, señalando su pecho.

Era cierto, grandes chorros de agua caían sobre su pecho, y delineaba un brillo característico.

—Si estuviera en mejores condiciones creería lo que usted dice, madame —dijo él, con el ceño fruncido—. Pero, me temo que ese titán está enfermo entonces, porque el agua que corre por su piel, si la temperatura estuviera elevada, debería estar evaporándose ¿o no?

La mujer le miró incrédula. Abrió la boca, pero la volvió a cerrar.

Tsukine supo que había ganado la disputa con aquella mujer.

"¿¡Qué es eso!?", escuchó gritar de una multitud al otro lado. El rostro de la mayoría en ese punto, tenían rostros de pánico. Tsukine comenzó a moverse por toda la baranda del piso en el que estaba, pidiendo disculpas sin sentirlo realmente y removiendo la gente de su camino. Necesitaba ver en ese ángulo.

Entonces, cuando lo hizo, se dio cuenta que una mujer con dos pares de alas estaba en medio. Cuyas correspondían a seres angelicales. Pero, toda su piel, incluso su cabello, brillaba de dorado.

—La sangre llama cuando la razón se interpone —dijo la chica que volaba a la altura de la cabeza del titán—. Y el amor grita cuando su otra mitad se lamenta.

En ese instante, Tsukine pudo ver como en el enorme pecho del titán un círculos de espinos comenzó a formarse, y cuando terminó, una enorme rosa se abrió en el centro de esta. Y brilló. Con tanta intensidad que todos los presentes tuvieron que taparse los ojos.

—¡Eileen! —gritó un chico a lo lejos, de aspecto robusto y fuerte.

Lo que Tsukine nunca esperó ver, justo después de que el resplandor se acabara, era como el cuerpo del titán se encogía. Las cadenas prontamente se aflojaron y cayeron a gran velocidad, demoliendo todo a sus pasos y, al impactar al suelo todo vibró en aquel lugar y algunos cristales se rompieron. La horda de gritos se escuchó y el lugar comenzó a convulsionar de pánico.

Tsukine no supo cómo, pero al ver que la chica atrapó el cuerpo desnudo del que había sido un titán —y ahora no medía más que un ser humano común—; al observar que esta se iba a desmayar, no hizo más que sacar su espada y con ondeo peculiar de esta, una mano oscura hizo aparecer y atrapó a ambos. Impidiendo que sus cuerpos murieran por aquella caída. Pero, al hacerlo, trajo todas las miradas hacia él, incluyendo la del chico que había gritado el nombre de la chica.

Pronto, este corrió hasta Tsukine. El espadachín había traído los cuerpos hacia él y se interponía entre ellos y aquel sujeto.

—¡Aléjate! —Rugió Tsukine.

—Es mi hermana —dijo él, sacando el hacha detrás de su espalda.

El chico, a diferencia de Eileen, tenía el cabello oscuro y ondulado, pero nada largo. En realidad, su aspecto era un poco bárbaro.

—Te mataré si es necesario hacerlo para alcanzarla —dijo de nuevo.

Tsukine se colocó en posición de combate, se abalanzó hacia el chico empuñado su espada para hacer un corte directo al pecho, pero el chico interceptó su espada con la parte no filosa de su hacha, y Tsukine se dio cuenta de la fuerza que este poseía. De un solo movimiento, aquel hombre lo impulsó y lo derribó al suelo. Tsukine cayó de espaldas, aturdido por la sorpresa y el dolor del momento, y cuando abrió los ojos, vio al sujeto en los aires apuntando su hacha a su cuello.

Levantó su mano derecha, y de ella un campo protector oscuro apareció. El hacha golpeó el campo, y sonrió. No podía atravesar su magia. Entonces, algo sucedió: El hacha de este comenzó a brillar y el campo protector comenzó a agrietarse. Aquel chico parecía desconcertado con él mismo incluso. Tsukine al ver aquello, justo cuando su campo se quebró, rodó a un lado y solo por poco no había sido decapitado.

—¿Qué eres? —Preguntó confundido—. ¿Y ella? —señaló a su hermana.

—No lo sé —dijo el chico, mirando su hacha.

—Está bien, te creo... —dijo Tsukine aterrado, al ver como un ejército completo se acercaban por los pasillos—. ¡Debemos huir!

El chico asintió y se aterrorizó tanto como Tsukine lo había hecho, al ver como aquel ejército se acercaba. De inmediato, tomó el cuerpo de su hermana y se lo colocó en el hombro. Tsukine tomó la del chico.

—¿Qué haces? —Preguntó el bárbaro al ver aquella acción—. Es seguro que ellos solo quieren a ese sujeto. Déjalo y marchémonos en paz.

—No puedo —dijo Tsukine—. Mira —señaló el pecho de su hermana para luego señalar el pecho de Sigurd—. Ellos son Clymugwaedes...

Tsukine recordó eso de Yami, cuando había conocido aquella pareja en el bosque entre el vampiro y la cambiante a dragón. Según Yami, ellos eran esa clases de personas que tenían un amor basado a un pacto de sangre, por el destino, un encuentro con su otra mitad. Y estaba seguro, según lo que él mismo había investigado, esa marca aparecía en esas personas. Y él mismo vio formarse delante de sus ojos cuando ellos dos se habían encontrado.

—¿Qué significa? —Preguntó el bárbaro.

—Te cuento mientras corremos —respondió—. ¿Confías en mí? —Le preguntó.

—Obvio que no —dijo el bárbaro escandalizado.

—Pues va a tocarte —dijo Tsukine, empujándole a un costado con fuerza, haciéndole tropezar a este y caer sobre una de los ventanales de cristales del lugar. Tsukine se lanzó detrás de este.

El bárbaro gritó de pavor, y en un momento, Tsukine con la espada en su mano, envió una onda oscura al suelo que se volvió en humo, y los cuatro golpearon aquella cortina de humo oscura que los atrapó antes de tocar al suelo. Se habían salvado, aunque no era más uno o dos pisos de donde habían caído.

—¡Pudimos haber muerto! —Le reclamó el hombre.

—Pero no sucedió, asi que agradece —dijo Tsukine, mientras comenzaba a correr—. Sígueme si quieres salvarte realmente. Y si ella despierta y no ve a este hombre, te matará a ti.

El chico arrugó el entrecejo, pero algo le decía que aquel hombre no mentía. Corrió detrás de él; gente venía de un lado a otro, corrían, gritaban, y algunos se tropezaban entre ellos; y fue bueno para los cuatro que toda aquella locura estuviera desatada en las calles, pues era el camuflaje perfecto para ellos desaparecer. En un momento o dos, estaban ocultos entre los campos de un granjero, alrededor de los pináculos de heno.

Al llegar, Tsukine, haciendo uso de la magia, forjó una especie de espacio en el interior de uno de los pináculos de heno, creando un agujero en el interior de esta donde podían ocultarse perfectamente. Lo grandioso, es que desde el exterior parecía un montículo de heno más al resto, pero, si te acercabas demasiado, vislumbrarías entre sus aberturas que el interior no solo estaba vacío sino que era habitado por los chicos.

—¿Cómo haces todas esas cosas? —Preguntó el chico, apoyado a una de las paredes, mirando directamente a los ojos a Tsukine.

—Algunas cosas las aprendí en Amatista —respondió—. Otras como esta —señalo el espacio de heno—, bueno, digamos que las aprendí de una amiga que, tal vez, no vuelva a ver.

—Espero por Gaia que no —respondió el chico.

Tsukine le miró confundido.

—¿Qué tiene de malo que no la vuelva a ver? —dijo él.

—Qué si es una chica que te hace hablar de esa forma, debe ser un desperdicio no volverla a ver —respondió este.

Tsukine soltó una risa.

—Créeme —dijo—. No hay nada entre esa elfina y yo, ¡eso nunca! Lanza huesos a la cara, ¿sabes?

—Espera —dijo el chico extrañado—. ¿Huesos? ¿Huesos ensangrentados de sus víctimas?

—No, huesos de una comida ya degustada —contestó, enojado.

El chico le miró, y soltó una carcajada.

—Vamos, ¿me dirás que dejaste a esa mujer solo por un hueso baboseado?

Tsukine abrió los ojos. No podía creer lo que escuchaba.

—Y sí, lo hiciste —contestó aquel chico por él—. Voy a suponer que, por ese temperamento tuyo, debes estar soltero —silbó.

Tsukine no respondió, solo cruzó los brazos.

—Bueno, me importa como seas. Te estoy agradecido que nos ayudaras de escapar de ese lugar a mí y a mi hermana —añadió—. Me llamo Dani Luxor, ¿y tú?

—Tsukine —respondió—. Me es imposible meterme en peligro cuando observo a alguien inocente —dijo.

—¿Cómo sabes que somos inocentes? —preguntó él.

—No lo sé, solo lo intuyo —dijo—. Además, ese chico, Sigurd, estaba sufriendo.

Dani miró al chico que, para ese momento, Dani y Tsukine se habían despojado de algunas prendas para taparlo. Al menos, llevaba un chaleco de cuero, un pantalón que Dani le dio, y la capa de viaje de Tsukine encima.

—¿Puedes creer que es un titán?

—Sí, uno vivo y coleando —dijo Tsukine.

—Creí que eran un mito —Dani agregó—. Y pensar que mi hermana los vio en una visión. Ella quiso ayudarlo y, lo salvó.

—¿Una visión? —Se extrañó Tsukine—. Voy a suponer que saben usar el cosmos también —dijo.

—Puedes explicarme todo lo que no sé. Sigo sin entender nada de lo que dices —dijo Dani fastidiado.

Tsukine suspiró, y comenzó:

—El cosmos es la fuente de energía que usamos para crear magia. Yo, la uso para fortalecer mi propio combate, y tomar ventaja de ella, pero, hay quienes la usan para cosas mucho más grandiosa. Cuando tu hacha se iluminó, usaste el cosmos y lo canalizaste sobre tu arma...

—Sí, solo pensaba en que necesitaba más fuerza para romper ese escudo oscuro que apareció delante de ti de la nada —interrumpió Dani.

—Sí, así es como funciona —añadió Tsukine, pensativo—. Primero materializas lo que deseas en tu mente, y luego dejas fluir esa energía a la que llamamos cosmos en tu sistema. No tienes que forzar nada, solo dejarla fluir y ocurrirá.

—¿Cómo es que mi hermana y yo podemos usarla? —Preguntó.

—Es posible que un tu linaje, exista alguna criatura mágica emparentada con los seres humanos. Es la única forma —respondió Tsukine.

—¿Y el cosmos tiene que ver algo con ser Clymigaga?

Tsukine se rio.

—Clymugwaedes —Lo corrigió Tsukine—. Un Clymugwaed es una persona unida a otra para forjar un solo ser. Son dos mitades separadas por Gaia para unirse en algún momento del destino. Se dice, que todos, incluyendo los seres humanos puros, poseen un Clymugwaed. El de tu hermana es ese titán.

—Menos mal le cambió el tamaño, porque de otra manera no vería posible que él y ella... ya sabes, las crías, los cachorros, los bebés...

Tsukine se volvió a reír, pero esta vez con más fuerza.

—Nunca he escuchado un disparate más desvergonzado que ese —dijo, y seguía riéndose.

Por un momento Dani no entendía porque se reía con tantas ganas, pero la propia risa de este le contagió y terminaron riéndose de todo y de nada. Tsukine, se dio cuenta que nunca se había divertido como en ese momento. Entonces, llegó a pensar que, en realidad, su pelea con Yami y Lance había sido una tontería. Se sentía estúpido en ese momento.

Si les volvía a ver, les pediría disculpas. Lo había garantizado. Entendió que Yami tenía sus propias convicciones como él, pero eso no lo hacía mala persona. Solo con una opinión distinta como todos lo tenían.

—¿Qué haremos ahora? —Preguntó Dani—. Salimos de nuestro hogar para encontrar a este sujeto. Ya lo tenemos, ¿qué deberíamos hacer?

—Yo todavía tengo planes por hacer aquí... Lo que ustedes decidan, lo aceptaré —dijo Tsukine, mirando a un costado.

—¿Planes? ¿Cuáles?

—Voy a robar la gema Diamante —dijo, con mucha convicción.

—Eso suena a que estaremos más que jodidos —dijo él.

—¿Estaremos?

—Sí, ¿o es que crees que lo harás solo? —agregó Dani, con una sonrisa.

Tsukine le devolvió la sonrisa.  

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