La fuerza de Surtr

Capítulo 80

En el cielo, Thor había llenado el cielo de nubes y relámpagos caían a diestra y siniestra. Lanzó su poderoso martillo hacia Junier, pero este lo detuvo fácilmente con una de sus manos. Y no solo eso, lo tomó, lo impregnó de su propia energía demoniaca y el martillo adquirió un matiz negruzco; incendiándose, lo arrojó al pecho de Thor y lo mandó a volar. 

Por otro lado, Hécate apareció por su costado izquierdo y Ra por su costado derecho. Las tres mujeres que la conformaban, se dividieron, y la mujer de las antorchas creó centenas de micro portales dimensionales, de donde salió fuego, agua, viento y tierra hacia Junier. La mujer del libro, recitó unas palabras, y con ello, miles de espíritus de la tierra se alzaron para buscarle atormentarle. La mujer de la daga, fue la única que se atrevió a dirigirse empuñándola, claro, con atribuyendo esta con su poder y con el poder de Ra para dañar los enemigos oscuros, voló rápidamente hacia él.

Parecía que ella tenía todo el control, pero cuando la Hécate de la daga intentó perforar el pecho de este, notó que había una barrera esférico en aquel tumulto de poderes. Junier, le sonrió soberbiamente y, con una onda de energía se sacudió de todo aquello. La Hécate de la daga se vio impulsada hacia atrás por la fuerza de este, pero apenas vio que este salió volando hacia arriba, tanto los poderes elementales, como los espectros y la misma Hécate de la daga le persiguieron. Pero la velocidad que Junier tenía era tal, que con movimientos zigzagueantes, logró escapar de los poder elementales. 

Cuando se vio envuelto de montones de espíritus de guerreros caídos, profanados por la Hécate del libro, cuerdas de fuego salieron del cuerpo de este, tomando los cuellos de los miles de espíritus levantados.  Se suponen que ellos iban atormentarlo, pero el resultado fue distinto:

—¡Tontos espíritus inmundos! ¡Desde el momento en que Luzbel fue destruido y Emrys I, he sido coronado como el verdadero amo del Infierno! —sentenció con una sonrisa. Segundos después, los espíritus comenzaron a removerse, adoloridos y atormentados, hasta que cada uno era consumido por las llamas infernales. 

—¡Malnacido! —Gritó Hécate, la de la daga, con fuerza. Empuñando su daga directo al corazón de este. 

El primer movimiento Junier lo evitó, el segundo también, y el tercero se dejó dar a propósito. Hécate sonrió de victoria, pero la sonrisa de Junier la hizo dudar por un momento. 

—Muere con el poder de la luna y el sol —gritó ella, retorciendo el cuchillo. 

En un momento, la daga comenzó a brillar, pero segundos después, vio que donde debía estar su corazón, apareció la figura de un monstruo, de cuerpo femenino y rostro lamentado. La daga se había clavado en el cráneo de esta. 

—¿Qué eres? —Preguntó Hécate, asustada y mortificada por la figura que surgía del cuerpo de Junier. 

Naturalmente, tú y yo que hemos seguido la pista de esta historia, sabíamos que aquel cuerpo que salía de su pecho lamentada, era la absorción de Clician por parte de Junier, una de las partes del Nihilismo.

Entonces, la daga no solo dejó de brillar, sino que se volvió nada delante de sus ojos, y retrocedió rápidamente. 

—Ahora entiendo por qué un ser como tú se ha vuelto tan fuerte —dijo ella—, te has corrompido de tal forma, que no te ha importado vender tu propia identidad para ganar poder. 

En el fondo, se escuchaba el sonido de las batallas que, a su vez, se estaba llevando. Por un lado el rugido del dragón alfa, Origami, y la Hydra mitológica, Akudomi, más los chillidos del Jabalí y los griteríos de Freyr riéndose, intentando domar aquellas criaturas. 

—¡Apártate! ¡Demonio o no, es mi turno! —Rugió Ra.   

Hécate, la de la daga, se corrió a un lado, uniéndose a las otras dos partes de ella, y Ra, hablando en lengua egipcia logró conjurar varias plagas.

En primer lugar, un torbellino del cielo a la tierra se formó alrededor de Junier. Pudo haber sido como esos tornados de agua que hemos visto, pero en vez de ello, estaba compuesto de sangre. Se escucharon los gritos de Junier, y eso complació a Ra. Sin embargo, Junier logró deshacer aquel torbellino, expandiendo sus alas y girando como un trompo, repeliendo toda aquella sangre a su alrededor. En vista a eso, entonces, miles de ranas y sapos comenzaron a caer desde las nubes, como proyectiles hacia él. Junier no se inmutó. Dejó que muchas de ellas le impactaran, explotando en él como si nada, pero ra parecía complacido.

—El error más grande de una criatura es la soberbia. Les hace creer que son tan superiores que no necesitan de ningún tipo de protección —señaló Ra—, el punto mortal de las plagas de ranas y sapo, es precisamente la sangre y el cuerpo de estas, que puede ser mortal. 

Comenzó a reírse desquiciadamente Ra. Pero la risa se le acabó cuando vio que no estaba teniendo efecto. 

—¿Todavía no lo entiendes, cierto? Tengo la capacidad de absorberlo todo —dijo este—, es la forma en cómo me he adaptado a este mundo y sobrevivido. Gracias a ti, ahora he absorbido las toxinas y el veneno de tus sapos. 

Dicho eso, tres protuberancias filosas se abrieron paso desde el cuerpo de Junier y se clavaron en el pecho de Ra. El hombre pájaro chilló de dolor, y de no ser por una llamarada de fuego por parte de Hécate que cortó las protuberancias, hubiera sido el fin de Ra. Este sangraba, increíblemente de una tonalidad azul, y allí Hécate se unió.

—Debes tener cuidado Ra, definitivamente él ya no es un simple demonio —le susurró la diosa de la luna, al ver como este jadeaba, afectado por el veneno de este. 

—¡No voy a  perder contra alguien inferior! —chilló este, con el ego dañado.

Allí, moviendo las manos, hizo que le rodeara una plaga de mosquitos, piojos y pulgas. Se suponía que con aquello debían drenar toda la sangre de este. Pero, una vez más Junier mostró su poder de absorción revelando la autenticidad de sus palabras. Y no solo eso, su apariencia parecía cambiar también pues, su cuerpo en ese instante, su piel se volvió lisa y verrugosa como la de los sapos, y en su boca, colmillos se alargaron. 

—Oh... parece que ahora puedo drenar la sangre —dijo este, admirando su propio cuerpo— ¿Qué más tienen para darme ustedes?

Aquello no solo enfureció a Ra, sino que lo desquició por completo. Un millar de tábanos hizo aparecer por un lado, como una corriente de estos insectos, mientras algo invisible pareció comenzar a corromper a Junier —notoriamente, hace referencia a la peste que dañó el ganado en el antiguo egipto—, ulceras comenzaron a brotar también sobre el cuerpo del demonio, que le ardía y le quemaban, y hacía que la carne se le pudriera, y una lluvia granizada apareció. 

Hécate, tuvo que crear una barrera para evitar ser golpeada por el hielo que llovía sobre aquel lugar. Junto a la ola de tábanos que golpeó de lleno en el pecho a Junier, otra ola de langostas golpeó sobre su espalda. Y lo más temible de Ra, entonces apareció, una oscuridad absoluta comprimió el cuerpo de este, y jadeando el dios del sol dijo: 

—Ningún ser puede contra lo inevitable de este mundo: la muerte... 

Dicho eso, cuando la oscuridad liberó el cuerpo de Junier, este apareció delante de Junier y tocando el pecho de este, vio como Junier se le volvieron los ojos completamente blanco. 

—La fuerza de un dios se mide, cuando es capaz de invocar a la misma muerte —señaló, viendo entonces como el cuerpo de Junier comenzaba a caer...

La tierra comenzó a temblar, y desde allí, Hécate y Ra, vieron como desde el Norte y el Sur se aproximaban algo que nunca habían creído ver: un titán de agua y el titán de fuego. 

Thor, quien con un rayo del cielo logró levantarse. Se sacudió el pecho de la quemadura de su propio martillo. Vio como este se restauraba. Miró hacia el cielo, y vio el cuerpo de Junier descender, mientras su carne parecía descomponerse. Tomó su martillo, y llenándose de relámpagos sobre todo su cuerpo, se elevó a la altura de Hécate y Ra. Y cuando vio a Sigurd, transformado en titán de fuego, comentó: 

—Surt...

Notoriamente, Ra y Hécate le observaron: 

—El demonio del fuego que destruyó Asgard en el ragnarok...

—El último titán —añadió Hela maravillada—, la última estirpe con sangre divina, corrompida con los mortales.

—Ese de allí no es un titán de fuego —dijo Thor, al mirar al acuático—, miren allí —señaló en el pecho de este—, está siendo controlado por un reptiliano...

—El rey de los mares —añadió Ra, maravillado—. Creo que todavía tenemos para divertirnos antes de definir nuestra batalla. 

—Parece que logró controlar a los monstruos marinos —añadió Hécate—, es poderoso...

Sin decir más, Thor se dirigió directamente contra Sigurd, en un vuelo relampagueado. 

—Tú, encárgate de recobrar fuerzas. Convocar a la mismísima muerte fue lo que te hizo dormir por miles de años —dijo Hécate, la de la daga. 

—¿Cómo sabes eso? —Preguntó confundido.

—Porque está escrito —respondió la Hécate del libro. 

Sin decir más, Hécate se colocó enfrente de las criaturas monstruosa y el titán hecho a base de agua, controlado por Cris. Y separándose nuevamente, las tres Hécate alzaron la mano en dirección a estos y crearon una barrera mágica que detuvo a todos los monstruos. 

Cris, al observar aquello, sus ojos se iluminaron de un brillo amarillento. Y seguido después, un disparo de energía salió de los ojos del titán de agua rompiendo aquella barrera. Los primeros monstruos abalanzaron sus tentáculos, colmillos y agujas filosas, e incluso vieron como Cris usó el poder del agua del titán para rodear a aquellas criaturas que no tenían patas para caminar, y así pudieran moverse por el aire para atacar. 

Las Hécate comenzaron a moverse a gran velocidad para esquivar todos los movimientos de las criaturas gigantes. El problema no era evitarlas, sino los molestas que podían ser, pues eran un centenar de esta. La Hécate de la antorcha, cuando se vio rodeada por diez de esta criatura, sin escapatoria por ningún flanco, cuando estas atacaron, creo portales dimensionales que se tragaron por completo a los diez monstruos. Pronto, se volvieron abrir los portales en el cielo y arrojaron a las criaturas absorbidas, completamente quemadas.   

Al ver aquello Cris, se dio cuenta que no podía seguir atacando de la misma manera, así que, tomando el descuido de la primera, por su reciente victoria, usó uno de los brazos del titán de agua y la rodeó, gracias al puño, en una masa acuática. La Hécate de la antorcha intentaba moverse y nadar, para salir de la masa de agua, pero parecía que Cris había manipulado la densidad de esta, volviéndola tan pesada en el interior que era inútil para esta.

Sin embargo, se quedó pasmado cuando cincuenta criaturas monstruosas devoraron a la Hécate de las antorchas para liberarla. Miró a las criaturas extrañado, se suponía que su control mental debería funcionar, pero entonces, al mirarle, se dio cuenta que estaba siendo poseídas. Esa era obra de la Hécate del libro, que conjuró espíritus que poseyeran los cuerpos de estos para controlarlos. Eso sería un problema, de ahora en adelante. 

—No hay mejor contenedor para un espíritu que un cuerpo lleno de ira y poca inteligencia para controlarlos —dijo la Hécate de la daga, orgullosa. 

—Muro de coral —susurró Cris, con las manos hacia la tierra. 

De inmediato, una enorme pared de más de cien metros de altura se alzó delante de todos ellos. El suelo vibró, y lo negara o no, Hécate vio con asombro como aquella estructura se levantaba para interponerse entre ellas, sus criaturas, y todo ellos. Pero lo peligroso de ver fue, como, a través de los poros de los corales, chorros de agua a alta presión salieron como proyectiles, atravesando los cráneos de las criaturas poseídas. Eran cincuenta de ellas, y todas cayeron muertas en un segundo. 

Por supuesto, el poder de los espíritus que los controlaban se acabó y fueron liberados. 

—Inteligente —dijo Hécate, la de la daga—, ¿cómo supo que al morir, ellos perdían el control de estos? —las tres Hécate se miraron entre sí, mientras esquivaban el resto de los proyectiles de agua, y la de las antorchas creó un enorme portal por encima de la pared de coral, y liberó una llamarada infernal. 

Creyeron que con eso le había derribado, pero pronto notaron como las nubes comenzaron a descender en aquella posición liberando un agua torrencial. Y en minutos, vieron como por encima de la pared de coral, el agua parecía desbordarse. La Hécate del libro envió a varios de sus espíritus para mirar, y cuando estos atravesaron la pared, solo dos de ellos regresaron con vida despavoridos:

—¡Es una represa! —chillaron estos.

—¿Una represa? —Se preguntaron las tres Hécate al mismo tiempo. 

Entonces, vieron como el muro de coral comenzó a resquebrajarse y de allí, el agua se desbordó como un maremoto titánico, con pedazos de corales como dagas que arroparon a las Hécate. El chillido de estas se escuchó, mientras la masa de agua arrasaba con todo los que estaba delante.

Hades, por otro lado,  dejaba en el suelo los cuerpos de los cambiaformas alfas león, reptil, zorro, lince y lobo completamente muertos y chamuscados, cuando vio como una enorme ola de agua arrastraba todo a su paso, incluyendo sus tropas zombis. No veía tan solo un hada, pues todas parecían haber caído muertas. Sin inmutarse, y sin miedo por la ola, este bastó colocar una mano en dirección a las agua, y segundos después, las aguas fueron envueltas en llamas negras que se extendió hasta le origen de la fuente. Fue tan rápido, que por poco cris se ve alcanzado por ellas, de no haber tenido que retroceder y abandonar el cuerpo de agua titánico que controlaba. 

Entonces, allí lo vio. Toda el agua fue evaporada con un solo movimiento, y todas sus criaturas monstruosas habían sido asesinadas y quemadas. Pero tanto era la magnitud de aquel fuego, que vio como la carne de esta se iba consumiendo hasta volverse polvo. Era un fuego distinto la que Hécate usaba. No estaba seguro, pero era el mismismo fuego del inframundo.

Cuando Hades despejó el campo de batalla, comprendió la magnitud del poder de aquellas aguas. Resultaba que Cris, había condensado las nubes para cambiar el estado de materia del agua, y, por otro lado, extrajo de los árboles y la tierra misma, el agua que contenía para recrear una masa tan fuerte como el mar mismo. Sin duda, Hades reconoció el poder del rey de los mares en ese instante. Pero él, justo él, no le temía en absoluto al mar. Es más, se degustaba de humillar la fuerza de este con su propio fuego. 

Hades comenzó a caminar hasta el cuerpo de tres mujeres, en sangrentada, y sonrió. 

—Así que este es el final de la gran diosa Hécate, derrotada por un mortal —dijo este. 

—Todavía no he muerto —jadeó ella, con dificultad, mientras tocía—, mataré a ese malnacido. 

—Lamento decirte que tu tiempo ha llegado hasta aquí, y tu alma ahora será mía. Por mucho tiempo profanaste al inframundo, extrayendo de él espíritus y almas que no te competían. Manipulando a la muerte y esas almas que me pertenecían, pero es momento de que pagues el precio de haber hecho uso de su poder. 

La tres Hécate abrieron los ojos, al escuchar aquello. Y antes de que pudieran hacer algo, fuego negro envolvió su cuerpo. Comenzó a gritar de dolor, a patalear y proferir maldiciones contra Hades que, de haber sido en otro momento y otro lugar, seguramente se hubiera visto como la peor de las torturas. Y allí, la vida de la diosa Hécate, había llegado a su fin. Lo que nadie esperó ver, es que al consumirse todo su cuerpo, los brujos y brujas esparcidos en el campo, comenzaron a desvanecerse en polvo. al parecer, todos estaban conectados a ella, y una vez muerta la raíz, todo el árbol había muerto. 

Por el Sur, por donde provenía Sigurd, los cincuenta gigantes arremetieron contra los troles y el ejército de Freyr y Hades que seguían persistiendo, ayudando a los pocos humanos y cambiaformas supervivientes que habían quedado. Entre ellos, solo estaban unos quinientos soldados del reino Oro, y unos mil soldados del reino Artesanal. De los cambiaformas, los leones y los zorros fueron extintos, y quedan solo un centenar de reptiles, cincuenta hombres lobos, un centenar de conejos, debido a que la mayoría solo estaba de apoyo desde la distancia y haciendo acto médico, veinte linces, y de los dragones, lamentablemente solo Origami y Akudomi eran los únicos vivos.

Sin embargo, la presencia de Sigurd fue devastadoras para el terreno enemigo, pues, con solo pisar el lado del ejército de Freyr e inyectar poder a la tierra, consumió a cien mil enemigos. Pudo haber hecho más, de no ser porque Thor había aparecido, gritando: "¡Venganza, Surt"

Obviamente, Sigurd no tenía ni idea de la referencia que este hacía al llamarle Surt. Pues él no sabía nada sobre el mundo de Asgard y la destrucción de este cuando llegó el ragnarock, debido a una lucha titánica entre un titán de fuego y la diosa de la muerte Hela. 

Aun así, Sigurd pudo notar el odio de Thor hacia él mismo, al recordarle aquel ser que desconocía. 

El primer impacto de Thor ocurrió cuando rayos y centellas no solo delimitaron sus pasos en una especie de prisión eléctrica, sino que decenas de ellas impactaron directamente a sus cuernos. Sigurd rugió de dolor, y aunque se removió de un lado a otro, sus movimientos eran demasiado lentos para alcanzar a este.    

Si bien Thor debía hacer uso de todo su poder para contenerlo, estaba funcionando. Sigurd, envió un puñetazo directo a la nubes que se había arremolinado por encima de él, y aunque se llevó otra descarga directa, no dudó en calentar estar de modo que aceleró la condensación y lluvia comenzó a caer dispersando las nubes. Allí, abrió la boca directamente hacia Thor y envió una llamarada poderosa, que quemó todo a su paso. Los gritos en la parte inferior, se escuchaban como pequeños murmullos para el titán Sigurd. 

No obstante, Thor se había envuelto en un campo electromagnético que le cubrió de las llamas. 

—¡Con qué el último titán, Surt! ¡Me vengaré! ¡Por Asgard! —rugió Thor, como el trueno. 

Ondeo poderosamente su martillo, y lo arrojó con relámpagos directo al pecho de este. Sigurd chilló de dolor y, sin previo aviso cayó de espalda en toda la tierra. El suelo tembló por la magnitud de aquel cuerpo golpeando esta, y como si fuera poco, cuando el dios del trueno tomó nuevamente su martillo, lo arrojó al cielo y, una vez más, nubes aparecieron. 

—¡Catatumbo! —profirió con fuerza, con una voz que parecía retumbar por todos lados. 

Como tú y yo deberíamos saber, en otro mundo, los relámpagos del catatumbo era un fenómeno que se caracterizaba por enviar relámpago desde la nubes a la tierra, desde la tierra a las nubes, y entre las nubes en sí mismas, de forma continua e ininterrumpida. Era una expresión tan fuerte de electricidad, que miles de rayos ocuparon toda la longitud del cuerpo de Sigurd. Eso significaba la muerte del último titán. 

Este rugió con fuerza de dolor. Los ojos llameantes se iluminaron de luz, debido al rayo que iba destruyendo su cuerpo, y en un único pensamiento, suplicó: 

"Ayúdame Gaia para cumplir mi cometido, si aquí no ha sido el fin de ese"

No había terminado la frase, cuando escuchó una voz calmada, imponente y orgullosa, pero no era la voz fémina que esperaba, más bien era masculina: 

"¡Bien hecho, siervo amable y fiel! En lo poco has mostrado fidelidad, sobre mucho te estarás. Entra en el placer de tu amo."

Sigurd escuchó un rugido no humano, y tuvo una visión: En ella, vio un titán de fuego que luchaba contra una mujer, de aspecto temeroso y valeroso, al mismo tiempo implacable como la muerte. Unas palabras, con una voz distinta recitaron un poema, que en nuestro mundo sería de Edda Poética:   

Surtr se mueve desde el sur

con el escudo de las ramas:

allí brilla de su espada

el sol de los dioses de los muertos.

Entonces, vio gigantes que atravesaron algún lugar completamente desconocido, pero reconoció que le panorama en el que se encontraba estaba en guerra, vio una especie de puente que conectaba dos mundos quebrarse,  y escuchó que decían a voces: "¡Ha llegado el ragnarock". Un hombre al que llamaban, Heimdall vio aterrizar a los gigantes e hizo sonar un cuerno, que advertía aquella llegada. "¡Que se preparen los dioses!", volvió escuchar en las voces. Entonces, Sigurd comprendió que veía un mundo donde habitaban criaturas que se proclamaban como dioses. ¿Cuál sería? No tenía ni idea, pero por algo se le mostraba aquella visión.  Vio como dioses se agruparon, para una especie de batalla final, y allí observó, entre los gigantes, un enorme titán de fuego. Por un momento, tuvo que parpadear varias veces, porque casi se creyó ver a sí mismo, pero no, ese no era él. Aquel titán era tres veces su propio tamaño. 

"¡Surtr! ¡Morirás en manos de Hela!", escuchó de aquella mujer.

Entonces, todos se alzaron contra el titán y los gigantes, y luego lo que observó Sigurd, fue una enorme explosión cósmica que destruyo todo el universo.

¿Cómo era posible que algo así ocurriera? 

"La razón, se debe a la presunción de las criaturas al querer ser dueños de su propio destino. Esa libertad sobre tomar sus decisiones, esa libertad por cometer errores para aprender, no siempre resulta en algo bueno", era la voz de Gaia, esta vez sí era fémina, "Es cierto que lo sé todo, es cierto que sé el fin de las cosas, es cierto que permito que las criaturas decidan por sí mismo, aunque desde el origen de todo, ya sabría las intenciones de sus corazones y el resultado final de sus propias decisiones, es cierto que todo está bajo mi control, y trabajo con los resultados, más no con la manipulación. Yo no deseo el fin de lo que he creado, pero la maldad que habita en sus corazones persigue apresuradamente la destrucción de ellos mismos. Y sin poder intervenir, para respetar el libre albedrio a la que ellos se apegan, ocurre el final de lo que hasta ahora han observado. Yo, solo debo establecer un plan de salvación, ante la misma destrucción que ocasiona la misma creación. y aun así se preguntan, ¿quién es el malo? ¿si ellos o yo?"

Sigurd quería responder que lo entendía, que era una osadía y que todo era culpa de ellos mismos, pero no pudo. 

En cambio, despertó de su letargo hacia la muerte, y vio como una corona de tierra y fuego se le colocaba en la cabeza. Y lo entendió. Era el mismo artefacto que Surt llevaba consigo en aquel evento destructivo. 

Con fuerza, el titán no solo se levantó, pese a que miles de rayos impactaba su cuerpo, sino que creció al mismo tamaño que el titán primitivo al que vio en su visión. Una espada de hierro y fuego creció entre sus manos, y con ello, sin pensarlo, cortó a la mitad a Thor en un instante. 

Rugió de enojo, haciendo temblar los cielos. Y se encontró con todas las miradas observándole. Los troles comenzaron a correr en dirección al titán, debido a que había destruido a su dios, y con ello Sigurd ondeó su espada al suelo de un lugar a otro, eliminando a cada una de esas bestias que profanaban a Gaia adorando a la creación antes que al creador. 

  


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