¡El tiempo se ha agotado!

Capítulo 41

—¡Dorzel! ¡Dorzel! —Una voz tranquila, pero demandante como los truenos, mencionaba el nombre de aquella joven.

Dorzel, aunque estuviera en los confines de aquel mundo, formado de nubes y piedras preciosas —incluso más bonitas que la que existían en todos los mundos—, no solo podía escuchar a su Señora, sino que la velocidad con la que aletearon sus alas fue tal, que llegó delante de su presencia instantáneamente.

Se arrodilló delante de ella, inclinó su cabeza atemorizada, y dijo:

—Heme aquí mi Señora...

—El momento ha llegado —dijo Gaia, mirando al ángel delante de sus ojos.

—Lo entiendo mi Señora, todo lo que conozco de mi existencia me he preparado para esto —respondió la chica determinada, pero con temor de fallarle a ella...

Aquellos eran los recuerdos que Eileen tenía en su cabeza. Dorzel era su nombre angelical, y era una de las cosas que más amaba de ella misma, pues su Señora se lo había dado. También la dotó de su poder destructivo: Eversor.

Sentía un profundo dolor, puesto que compartía los sentimientos de ella y Sigurd en su interior, pero no podía dejar escapar la voluntad de Gaia sobre ella misma. No se lo perdonaría jamás. Y si de algo estaba segura, es que por encima de su sello Clymuwaed era obedecer a Gaia.

Una lágrima cayó. "¡Eileen, vuelve!..." "¡Vuelve mi amor!" "¡No me dejes!", aquellas eran las súplicas de Sigurd que llegaban a su corazón.

Pero él no entendía. Jamás podría hacerlo. No era una criatura como ella. Al contrario, era todo lo opuesto a lo que ella representaba. Ella era la imagen del ejército real de Gaia compilado en una sola persona.

—Haré lo que sea por mi Señora —reafirmó, viajando por aquel vórtice dimensional.

Cuando llegó al enorme salón del reino Esmeralda, vio una escena que consideró ridícula: Diana y Akudomi abrazados, con rostros compungidos; Fierce estaba abrazado de un ser sin alma que tenía la apariencia de Iris, y cerca de él estaba Tsukine, temeroso de las figuras delante de ellos. Claramente, estaban dentro de una prisión que tenía hierro molido a su alrededor que neutralizaba la magia cósmica. Algo primitivo y ridículo de ver, sabiendo que Fierce era más humano de lo que Lance podrá hacer.

Delante de ellos estaba su contrincante antigua, Jezabel, y en el suelo, esparcidos como cucarachas, toda una tribu de cambiaformas dragón, quejumbrosos y dolientes, que debían ser parte de la familia de Akudomi. Patético.

Jezabel tenía una magia espectral funcionando, y lo que vieron sus ojos fue, que estaba justo contando la historia que le recordaba su propia desgracia.

Entonces, justo en ese momento, Jezabel levantó la mirada hacia ella y su magia espectral terminó:

—Lamento informarles que no podré terminar de contar la historia que se cierne en nuestras manos —dijo, mirando a Eileen directamente—, tenemos una compañía tan antigua que ni este mundo había existido. ¿Verdad, Dorzel?

Eileen la penetró con la mirada. Y de la nada hizo aparecer una espada entre sus manos. Esta era de oro, como la apariencia misma que ella llevaba, pero llameaba como el fuego, sin serlo realmente.

Todos miraron a Eileen por un segundo, suspendida en el techo con sus alas. Cuando desapareció delante de los ojos de todos, se sorprendieron por un segundo, pero esta apareció delante de Jezabel con el filo de la espada empuñada directo a su corazón.

—¡Muere! —rugió, y buscó enterrar la espada en su corazón.

Sin embargo, una energía oscura y maligna, se interpuso entre el filo de la espada y el cuerpo de Jezabel.

—Que descortés querida —dijo con una sonrisa amplia—, justo le contaba la historia a ellos. La misma que asesinó a mi padre, la misma que me llevó a huir a mí y a la maldita reina corrupta, la misma que te mantuvo cautiva hasta nacer en este mundo.

Por más que Eileen usara su fuerza para romper aquel escudo, no funcionaba. Entonces reconoció que el asunto no se trataba de fuerza. En aquel tiempo, solo canalizó más de su energía angelical y vio la abertura de su campo protector.

No obstante, aunque lo atravesó e impactó el cuerpo de la bruja, el cuerpo de ella se volvió cenizas en un instante, pero luego reapareció detrás de ellos.

—Que forma tan abrupta de saludar a una viaja amiga —dijo Jezabel, mientras pasaba sus manos desde el rostro hacia su cabello, seguido de su cuerpo. En esa tarea, toda su apariencia cambió: Su piel se veía más pálida de lo usual, su cabello rubio se convirtió en un azabache reluciente, una corona de un material vinotinto y brillante apareció, y sus vestidos se convirtieron en una armadura oscura. Detrás, una capa vinotinto le cubría. Era su armadura de batalla.

—Así que, finalmente dejarás de faltarme el respeto —señaló Eileen.

—A diferencia de aquella vez, no soy tan estúpida para no reconocer el poder con que Esesmus te ha dotado —respondió—, además, había tenido ayuda en ese momento. Pero vas arrepentirte de verme en esta forma.

—Eso vamos a comprobarlo —soltó ella.

Minusius lamamblia —cadenas del cielo. Un rugido estremecedor se escuchó de la boca de Eileen, y de inmediato, en aquel salón, comenzaron a surgir cadenas desde el techo, el suelo, las paredes y cualquier muro que había allí. Era una red prisionera que envolvió a todos los presentes.

Por supuesto, como las cadenas surgían de todo aquello que no tuviera alma u objeto inanimado, del cuerpo de arcilla con apariencia de Iris surgieron cadenas que la destruyeron. Fierce miró horrorizado el cuerpo, y luego miró a Tsukine sin entender al ver aquel cuerpo descomponerse en pedazos de arcilla seca sobre el suelo. Fierce parecía entrar en crisis en cuestión de segundos.

—¿Qué es esto? —preguntó sin entender.

—Es arcilla —dijo Tsukine, al tomar uno de los pedazos que había caído cera de sus pies en sus manos—, ¿Pero cómo?

La pregunta de Tsukine se debía a que, según él, no conocía ninguna magia que hiciera algo como aquello. El espadachín miró a Eileen, aunque no podía reconocerla con aquella apariencia, y asustado de la criatura gloriosa delante de él, tomó un puñado de hierro molido en sus manos, preparado para lanzárselo a aquella criatura, cuando la misma le miró directamente a los ojos y sintió como algo quemaba en su nuca.

Entonces algo ocurrió: Justo en ese momento, los recuerdos que habían sido sellado en Tsukine despertaron. Y una imagen de Eileen y Dani aparecieron en su cabeza. Le rodeaban justo cuando había nacido, sobre los brazos de una mujer que no reconoció, pero que parecía ser su progenitora. Detrás de los chicos, llegaba otro hombre que en su momento no supo de qué se trataba.

—Mis hermanos —dijo, cayendo al suelo, temblando. Más imágenes llegaron—, Richard y Rocío, esos son los nombres de mis padres y... están en este reino... Tú —miró a la criatura angelical— eres Eileen, mi hermana.

Eileen asintió.

Jezabel, que estaba atrapada por aquellas cadenas sin la más minima pizca de perturbación, miraba el suceso divertida.

—No entres en colapso, cariño —le dijo a Fierce, que parecía perdido en ese momento—, mientras hablábamos, tuvimos la dicha visita de una vieja a amiga despreciable y se llevó a tu novia. Eso que ha caído a tus pies, solo era un pequeño adorno para que no la extrañaras demasiado. Pero tranquilo, si mis predicciones no son erróneas, esa vieja bruja cometerá el mismo error de hace milenios...

—¡No! ¡No! ¡No! —Gritó Fierce, desesperado—, ¡esto no puede estar pasando!... Iris, ella... yo iba a protegerla... Yo no puedo permitir que la secuestren de nuevo, me prometí...

—Me temo decirte que para que esa magia funcione, la persona debe aceptar los tratos de esa vieja bruja. Ella aceptó irse con ella y te dejó...

La sonrisa de Jezabel era descomunal.

Fierce tragó grueso y se garró el pecho. Justo en ese momento, sintió la desesperación que Iris estaba viviendo. Sus sentimientos eran de culpa, pánico y desconsuelo...

—Ella, no está bien —miró horrorizado a Tsukine.

Estaba sintiendo que algo malo estaba ocurriendo en dónde fuera que estuviese. Además, hablarle al espadachín en ese intante parecía ser inútil. Su amigo estaba peor que él.

Tsukine estaba allí en el suelo, con las manos en la cabeza. Entonces, él rugió:

—¿¡Por qué luces de esa forma!? —Preguntó a Eileen, confundido.

—Esta es mi verdadera forma —respondió ella, sin emoción alguna—, llévate a tus amigos y sal de este lugar. Comuniquen un desalojo en todo el reino —dijo aquello último, mirando a Diana y Akudomi.

—No voy a permitirlo —dijo Jezabel, rompiendo las cadenas brillantes que le ataron, haciendo uso de una energía oscura que la rodeó.

Sin embargo, un cubo cubrió la esfera de energía que envolvivía a Jezabel, y todos se dieron cuenta que aquel cubo de energía resplandeciente no provenía de Eileen. Vieron caer en ese momento, desde el cielo, un enorme dragón plateado. Y sobre este se encontraban Sigurd, Samael, Cristal y Donny. Aland, tenía sus manos en dirección a Jezabel. Él había hecho el cubo mágico.

—¡Apresúrense! ¡No podré contenerla por mucho tiempo! —señaló Aland.

—¡No podré dejar el reino! —gritó Diana.

—¡Mis amigos ellos...! —señaló Akudomi, mirando a su gente.

Origami, el dragón plateado, rugió con fuerza, y un polvo brillante apareció de sus fauces. En segundos, los dragones comenzaron a moverse y levantarse. Akudomi la miró por un momento, con la boca abierta. Diana no entendía su ensimismamiento, y él susurró:

—Mi hermana ha vuelto...

Diana frunció el ceño. Miró al dragón plateado por un momento, pero la sensación de excitación que sintió por parte de su esposo fue tal, que supo que era algo bueno para él. Le tomó de la mano.

—Vamos, parece que esto nos supera —dijo Diana, tomándole de la mano.

Donny, al ser humano por completo, fue el que se encargó de abrir la celda con un solo golpe.

—¡Andando! —gritó.

Fierce iba a irse, cuando observó que Tsukine no se movía en absoluto. Lo tomó con fuerza y le cargó fuera de la celda. Si algo sabía Fierce, es que debía encontrar a Iris. Al salir de la celda, Samael le quitó a Tsukine de sus brazos.

—Yo me encargo, soy más fuerte que ustedes y más rápido... ¡Movámosno! —enfatizó.

—¿Qué hay de Aland? —Preguntó Donny, sin entender.

—Debe quedarse —dijo Cristal, con una pena en el rostro que demostraba que estaba aguantando el llanto.

—¿Por qué? —Preguntó Donny, mirando a su hermana seria—. No veo sentido de que se quede.

—Hay cosas en el mundo que parecen no tener sentido, pero que son necesarias —dijo esta vez llorando.

—¡Donny! ¡Saca a tu hermana ahora! —rugió Aland, con lágrimas en el rostro. El sello de rosa en su pecho brillaba.

Donny entendió que ambos estaban sacrificándose al no estar juntos. Abrazó a su hermano y mencionó, tomando sus manos temblorosas:

—No entenderé este asunto de Clymuwaedes, hasta que no lo viva, pero estoy contigo —Donny, estaba realmente preocupado.

Por otro lado, Eileen y Sigurd se miraron. El rostro de Sigurd era desconsolado, quiso acercarse a ella, pero esta la detuvo interponiendo una barrera delante de él. Se miraron fijamente, y aunque Eileen había estado con una expresión que no parecía ser estimulada con nada, como si no fuera humana, en ese momento le sonrió. Sigurd supo, que no necesitaban hablar, él sentía todo lo que ella sentía en su corazón y lo entendía. Pero solo quería abrazarla, solo quería poder hacer algo y protegerla. Miró a Jezabel, pero sabía que si dos fuerzas como Eileen y Aland parecían tener dificultades para contenerla, ¿quién era él para poder ayudar?

En un acto noble envió un beso con sus manos, y dejó caer los hombros entristecido.

En un momento, el salón se vio siendo desalojado de una oleada de criaturas que huian despavoridos del salón.

Aland también, desde su punto, miró el rostro de Cristal. Sus ojos se conectaron por un segundo, hasta desaparecer por aquel pórtico oscuro.

El rugido de Jezabel fue lo que les hizo caer en cuenta a todos de la lucha que se estaba llevando. Seguido de ello, el cubo mágico que la mantenía cautiva se volvió añicos.

—¡Dije que no permitiría que escapen! ¡Marchito!

Jezabel sonrió, sabía que aquella palabra, era su encantamiento más poderoso. Con la misma que destruyó al reino Elemental y con la misma que destruyó a Nauseabea. Era lamentable, no quería destruir este mundo puesto que las consecuencias de su magia eran para el aniquilamiento total, pero ellos le habían provocado...

Solo debía conseguir a otro mundo y listo...

Frunció el ceño cuando vio que no parecía ocurrir los efectos de su magia, y volvió a gritar:

—¡Marchito!

—No podrás hacerlo —dijo Aland, sentándose en el aire como un niño—, he colocado sellos mágicos en este reino que reprimen ese poder infernal. Ninguno de tus hechizos de otros mundos, podrán ser usados en este lugar.

—¡Tú, animal rastrero, culebra ponzoña, escoria de la vida! —gritó Jezabel, y en segundos, apareció delante de él, mostrándoles los dientes.

De las manos de Jezabel apareció una lanza negra, con una cuchilla roja. Apuntó directo a la garganta del mago, pero Eileen se interpuso y la lanza impactó al filo de su espada.

—Yo sigo aquí —dijo Eileen.

En eso, brazos oscuros salieron de la espalda de Jezabel y buscaron arremeter contra Aland y Eileen. Estos comenzaron a moverse a gran velocidad, evitando los brazos que, en un instante, se habían duplicado a uno centenas de estos que buscaban atraparlos. Eileen y Aland volaban por todo el recinto, de un lado a otro, hasta que diez brazos atraparon al ángel.

—¡Purius! —Aland tenía las manos al cielo, cuando emitió aquel grito y una luz radiante iluminó el salón, destruyendo todos aquellos brazos oscuros, liberando a Eileen. Jezabel gritaba de dolor, pues parecía que aquella luz provenía del mismo lugar de donde provenía Gaia.

—¿Por qué me ayudas? —Cuestionó Eileen, sin entenderlo—. ¿Sabes a qué he venido a este mundo?

—Lo sé —dijo Aland—, sé que vienes a juzgar el mundo, ¿y quién soy yo para cuestionar las órdenes de Gaia y su voluntad?

—Entonces, por qué tú...

—Porque soy la mente de Gaia —añadió—, y soy parte de la misma voluntad. Aunque me temo que nuestro tiempo ha llegado —contestó Aland, un poco triste. No por lo que debía cumplir, sino por la imagen del sufrimiento de Cristal que se reflejaría en aquel hermoso rostro en el futuro.

—Mataré a todos los que se hallen culpables —determinó Eileen, con el ceño fruncido—, eso te incluye. Ella no puede detenerme sin Zunubi y la reina Sharia a su lado.

—Ya lo veremos —respondió Aland, pero no con ironía, sino con algo más que parecía mostrar que todavía había secretos por descubrir.

El resplandor divino acabó en ese momento, y Jezabel se vio en el centro de aquel lugar, con toda la piel quemada, como si hubiera sido sometida al fuego.

—¡Malditos! ¡¿Qué me han hecho?! —chilló Jezabel, invadida de ira irracional.

—No hizo nada, conforme a lo que yo te haré —dijo Eileen con la misma tonalidad que demostraba la falta de emociones humanas.

—¡Insolentes! —contestó.

Colocó las manos debajo de ella, incluso bajó hasta el suelo, y un círculo mágico —tan grande que llenó todo el suelo de salón—, apareció con runas antiguas de color rojo brillante: —¡Elles uguns!

Eileen y Aland, miraron aquello. Solo Aland pareció horrorizarse, y en un momento, todo el salón se vio envuelto de fuego negro. Pero con una explosión tan grande, que parecía tratarse de un volcán en erupción. No solo cubrió todo el salón sino que destruyó el techo del templo y gran parte de su estructura.

Diana había llegado al palacio real, donde la fiesta de su boda parecía proseguir, como si en uno de los salones reales no estuviera pasando nada. Se impresionó de la estupidez de la gente, y en otro momento hubiera pensado que esa misma estupidez, debían ser motivo suficiente para que murieran todos ellos. Sin embargo, la mano que apretó la suya, la misma de Akudomi, le recordó que el sello de su pecho no le permitía ocultar lo que sentía, así que se avergonzó delante de su esposo.

Akudomi le miró con una sonrisa, complacido de que su corazón estuviera cambiando por su amor, y solo fueron hasta las enormes escaleras de mármol que daban hacia el vestíbulo principal.

Diana miró por un momento la multitud.

—Señores...

Se detuvo al ver que nadie parecía prestarle atención. Carraspeó con fuerza:

—¡Señores!

La gente seguía en lo suyo.

Diana miró frustrada a Akudomi, y este aspirando fuertemente y malhumorado por el desaliento a su esposa, rugió enseñando los dientes. El sonido fue tal, que hizo tambalear las lámparas de araña por encima de ellos, y tintinearon algunos cristales.

Allí todos miraron a los esposos, confundidos.

—Me gustaría dejarles acá y que sigan disfrutando de la boda hasta que mueran, literalmente hablando —sospesó un poco—, pero debido a la buena voluntad de mi esposo, debo informarles que debemos desalojar el reino. Todos corremos peligro en este momento, por un mal mayor de las que los humanos y mis queridos familiares dragones, no son capaces de vencer...

La gente se miró un momento. Parecían excepticos. Diana miró confundida a su esposo, pero este parecía tan desconcertado de que nadie se moviera como ella.

—Bueno, lo intenté —dijo Diana, fastidiada—, que mueran entonces, tal vez hacemos un bien a este mundo...

Akudomi iba a replicar, pero Diana lo tomó de su mano y lo arrastró fuera del palacio. Un minuto después de que estos hubieran atravesado la salida, todos entraron en pánico y comenzaron a correr. El caos había comenzado.

Diana y Akudomi se detuvieron al pie de las escaleras que daban hacia el patio, debido a que Origami y Samael estaban delante de ellos.

—Nunca creí que los delincuentes principales del reino esmeralda estarían delante de mí. Mucho menos que uno de ellos fuera la hermana de mi esposo —dijo ella, con una ceja alzada, divertida.

—No estoy aquí para aguantarme tus ironías, majestad —respondió Origami, fastidiada—, vine por Akudomi.

—¿Viniste? ¿O solo te viste en la obligación de hacerlo porque estamos a punto de morir? —respondió Akudomi.

—Por ambas cosas —se sinceró Origami. Samael tomaba su mano y parecía haber dejado en alguna parte a Tsukine—... sabes muy bien que las cosas no terminaron bien entre tú y mi padre.

—Debiste haber sentido todos nuestos llamados de emergencia —dijo Akudomi resentido.

—Las sentí, cada una de ellas, pero no podía acercarme a ser parte de la masacre que tu esposa ocasionó. Tú y todo el clan decidieron seguir con ello adelante, y deberán aprender a vivir con ello, Akudomi...

—¡Traidora! —rugió Akudomi.

Samael se interpuso, sabiendo el peligro que recorría en aquel sonido.

Diana se dio cuenta que, fuere lo que hubiera pasado, parecía ser un tema realmente serio.

—Me gustaría que siguieran discutiendo, pero tengo mi deber de proteger al hombre que amo y con el que me acabo de casar —dijo ella, sin ningún tipo de pudor—, así que les pido que sus problemas puedan resolverlo fuera de este reino.

Origami y Akudomi se miraron por un momento, y desviaron la mirada solo cuando sus Clymuwaedes se acercaron a ellos, y tomaron su mano.

Así, con la partida de ellos, los patios, calles y avenidas del reino se abarrotaron de gente huyendo. Resulta que el rumor se esparció tan pronto como esperaban.

Sigurd, Fierce y Tsukine corrían por los callejones hacia el estrato más bajo del reino. Cuando llegaron, Tsukine se detuvo:

—Este lugar...

—¿Puedes decirme qué mierda te pasa? —Preguntó Fierce, tomándole por la camisa—, no tengo tiempo para lo que te esté pasando, iris... ella...

—Chicos... —Sigurd estaba cansado y martirizado. Lo menos que quería es tener que involucrarse en una pelea entre Tsukine y Fierce.

—Aquí vivían mis padres —dijo Tsukine, mirándo a la cara a Fierce—, se supone que en esta dirección al bosque, debería encontrarlos.

—¿Tus padres? ¿No se supone que no sabías nada de ellos? —Preguntó Fierce, sin entender, pero lamentándose de la crisis que ellos dos estaban teniendo.

—Soy hermano de Dani y de Eileen —confesó—, ella aparentemente rompió el sello que me aprisionaba.

Sigurd y Fierce abrieron los ojos como platos, y el agarre de este último sobre los vestidos de Tsukine se relajó. Justo en ese momento, escucharon una enorme explosión, miraron en dirección al palacio, y allí estaba, una enorme explosión que se alzó sobre el cielo, es un resplandor de llamas negras que se elevaron y se perdieron en la oscuridad del cielo.

—¡No, no, no! ¡Eileen! —gritó Sigurd, apartándose de todos ellos, corriendo devuelta al templo.

—¡No, Sigurd! —rugió Fierce—, es demasiado peligroso...

Y como no podía ser peor, cuando miró hacia donde debía estar Tsukine, resultó que este no estaba. Se agarró la cabeza. ¿En qué momento se había jodido todo?

En otro momento, hubiera creído que Aland podría ayudarles, pero Aland ya estaba en medio del problema. Iris, su amada Iris podría haber ayudado. ¿Pero dónde estaba? Porque sentía en ese momento un arrepentimiento tan profundo, tan cargado de tristeza que ni él mismo podía contener las lágrimas que estaban saliendo en ese momento. No sabía si aquellas eran de él o de Iris, pero lo que sí sabía es que para él, era válido que fueran de ambos.

Cristal y Donny llegaban al estrato bajo, cuando vieron la explosión.

—Él estará bien —dijo Donny, sabiendo que ella se preocupaba por Aland.

—Siento que esta terrible carga se irá de mis manos —confesó Cristal, con la mano puesta en el corazón.

—No sé qué es lo que sabes exactamente, pero todos dicen que Aland es el mago más poderoso de este mundo —dijo él, tratando de animarla—, estoy seguro que podrá contra esa criatura.

—El problema no está en que no lo sea —dijo ella—, sino que las dos criaturas que están con él, no son parte de este mundo.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Donny, animándola a seguir caminando.

—El nombre de Eileen, en realidad es Dorzel —comenzó a explicar Cristal, mirando a cada lado, cada vez que escuchaban un ruido que les alertara—, ella nació bajo la voluntad de Gaia y representa la ira de esta, sobre todo aquel que no haya reconocido el señorío de Gaia sobre sus vidas. Fue dotada de un poder conocido como, Eversor, que es la destrucción misma, pero solo será usado cuando el tiempo lo a merite.

—¿Y cuándo es eso? —Donny no entendía nada, pero no le parecía seguro que Eileen tuviera algo denominado como aquello.

—La verdad no lo sé, pero Aland sí —dijo ella, sintiendo pena—, hay cosas de la que no se me han permitido saber y solo la mente Gaia conoce.

Donny chasqueó los dientes, y apartó un puñado de gente que estaba en medio, para continuar su camino hacia las afueras del reino Esmeralda.

—¿Cómo es que Eileen no pertenece a este mundo?

—No del todo —le respondió Cristal, pensativa—, ella reencarnó en este mundo, así que sigue siendo Eileen y al mismo tiempo Dorzel. Cuando fue enviada al mundo que Aland estaba narrando, Zunubi, la Reina Sharia, conocida acá como Urasue y Jezabel, sellaron el poder de Dorzel y la enviaron al vórtice dimensional. Milenios pasaron, hasta que ella llegó a este mundo.

Donny estaba que le daba un colapso mental, era demasiada información que procesar desde que el reino Amatista había sido destruido. No sabía en que se habían metido hasta que ya estaban dentro, y no parecía un asunto sencillo. Al principio, si le pareció difícil tener que restaurar el reino, nada más que con una boda para tener una reina, hijos para tener príncipes, y restituir un pueblo y un ejército, ahora le parecía imposible tener que cumplir un cometido con criaturas que ni siquiera eran humanas.

Habían llegado finalmente al bosque. Y sin percatarse, golpearon la espalda de un hombre que parecía desorientado.

—¡No ves idiota! —rugió este.

Donny estaba decidido a enfrentar a quien fuera en ese momento, aunque aquel hombre parecía ser gigante.

—¡Donny! —Chilló Cristal, interponiéndose.

Fierce y Donny se miraron. Donny se avergonzó de que estuviera a punto de buscar golpearle.

—Lo siento chico, en estos momentos no estoy en mis cabales —afirmó él, apenado.

—¿Dónde esta Tsukine y Sigurd? Creí que se habían ido con ustedes, cuando Samael y Origami salieron del salón y...

—Sigurd regresó al salón hace un momento cuando ocurrió esa explosión y Tsukine, ese idiota asegura haber encontrado a sus padres...

—Rocío y Richard —susurró Cristal, interrumpiendo a Fierce—, debemos buscarle. Vengan conmigo...

Jezabel estaba en el centro de lo que había sido el salón del palacio. Miró con una sonrisa su entorno. Todo estaba destruido. El fuego infernal que había creado fue tan aterrador, que consumió incluso parte de las paredes y muros del salón. El techo había desaparecido por completo, y el suelo que había sido tallado en mármol reluciente, en ese momento había quedado chamuscado.

Pero pese a la destrucción, los dos chicos permanecían en el aire. ¿Cómo era posible que hubieran sobrevivido?

Entonces, vio que la chica, se había encargado de crear una esfera de agua. Pero se suponía que el agua misma debía ser consumida por aquel fuego demoníaco.

Al detallar mejor la sustancia de aquella capsula acuática que envolvía a Eileen y a Aland, notó que se trataba del agua de las fuentes de Gaia. Suspiró con profundidad. Debía admitirlo, jamás podría luchar usando energía demoníaca contra la energía celestial de Gaia. Si tan solo su padre y la vieja bruja esa estuvieran con ella en ese momento. No solo podría sellar a Eileen, sino al mago que estaba con ella. Luego, ella misma se encargaría de asesinar a su padre y a Sharia.

En un momento o dos, del suelo se formó una grieta, seguido de raíces que envolvieron el cuerpo de Jezabel, hasta arroparla por completo, dejando solo su rostro expuesto. Aland era el progenitor de aquella magia.

Eileen, por su parte, se abalanzó con su espada directo al cerebro de esta, y con una sola estocada, cortó aquella zona, con solo ondear su espada en esa dirección. A ojos de otro, Jezabel parecía muerta en ese momento, como si su cráneo hubiera sido partido en dos, pero en vez de una escena sangrienta, se mostró como el cuerpo del árbol y de esta se convirtieron en millones de mariposas negras.

Estas revolotearon por todo el lugar, hasta posicionarse por encima de estos, y agrupándose, el cuerpo de Jezabel se formó por encima de ellos. De su mano, esta sacó una centena de serpientes que se alargaron con las fauces abiertas, exponiendo sus colmillos, con veneno que chorreaba en ellos, pero antes de que golpeara a alguno de estos, Eileen creó una barrera celestial que desintegró a todas las serpientes.

Jezabel, reconociendo las desventajas de las barreras, formó en su mano izquierda una lanza, con forma de tridente, y con ímpetu la lanzó hacia ellos. Aland se interpuso, y creó un agujero negro que se tragó esta, pero la hizo aparecer detrás de esta, para tomarla por sorpresa. Pero no contaron con que el cuerpo de esta se convirtiera en decenas de murciélagos que se esparcieron por todo el lugar.

Aland y Eileen miraba de un lado a otro, buscando donde esta se iba a reagrupar, pero notaron que, aparentemente, ninguno de los murciélagos tenía tal intención.

Estos comenzaron a emitir un fuerte chirrido que, por supuesto, hizo retroceder a Aland y a Eileen. El poder de aquellas ondas sonoras, mezclado con magia, los debilitó en un segundo hasta hacerlos caer a ambos al suelo. Cuando eso sucedió, Jezabel se reagrupó nuevamente, y flotanto todavía en el cielo, creó un enorme circulo mágico, descomunal de donde envió una energía mágica tan fuerte, que desintegró todo a su paso.

—Esto debería ser suficiente —dijo ella, victoriosa.

No obstante, esta vez vio que el escudo creado había sido por parte del hombre. Pero su rostro era resplandeciente, y tan vivido, que casi creyó que estaba delante de una ser celestial.

—¿Quién eres? —Preguntó, sin entender.

—Soy Emrys y soy Aland —respondió, haciendo aparecer una roca tan enorme sobre ella que tenía el tamaño de una montaña.

Dejó caer el peso de esta por completo. Y como si no fuera mejor, justo en ese momento el rugido de un trueno apareció, y con ello un enorme titan que, por supuesto, Aland y Eileen reconocieron.

El titan envió un poderoso puño que impactó contra la enorme roca como si se tratara de algo simple, y no solo partió en dos la montaña, sino que el golpe fue directo al cuerpo de Jezabel hasta impactarla contra el suelo.

La mujer gritó, y su cuerpo convulsionó.

Eileen se levantó, demostrando una emoción por primera vez, al ver el enorme titan que pareció airoso un momento, pero que al verla, se tranquilizó por completo.

—Titán idiota —susurró esta, con una sonrisa.

Pero, esa era la distracción que Jezabel necesitaba. Esta vez, sin corona y desaliñada por el efecto de la batalla, Jezabel apareció a la altura del rostro del titán y con la palma abierta, propinó una cachetada tan brutal, que no solo destranformó a Sigurd, sino que lo mandó a volar.

—¡Sigurd! —Chilló Eileen, desequilibrada por la escena.

Obviamente, esta usó el poder de sus alas para aparecer justo en donde este iba a impactar, y lo atrapó, aunque se llevó todo el impacto del cuerpo de Sigurd. Por lo que su espalda golpeó contra la tierra, creando una enorme zanja.

Aland, miró por un momento hacia el lugar en el que Eileen y Sigurd estaban, pero luego alzó la mirada hacia Jezabel. En aquel momento, le pareció observarla menos imponente. Sabía que estaba en un gran desgaste mágico y físico, aunque eso no la hacía menos atemorizante, todavía así, él no podía tomarlo como una victoria.

—¡Estoy harta de ustedes! Es momento de...

Jezabel se calló, cuando Eileen apareció, con una herida sobre la frente y el hombro de esta, chorreante de sangre. Aland se dio cuento del momento peligroso de aquello, así que alzó su mano al costado, e hizo volar el cuerpo de Sigurd hasta él. Y justo en ese momento, ambas se tomaron de las manos, en un forcejeo inútil, y dijeron sin miramientos:

—¡Eversor!

—¡Marchito!

Claro, como el salón había sido destruido, todos los sellos de Aland habían desaparecido. Aland levantó una barrera mágica delante de él, la misma que custodiaba el trono de Gaia, y un segundo después, todo el reino de Esmeralda comenzó a desintegrarse de forma expansiva. Como si una fuerza mayor hubiera impactado en el terreno, y se llevó el palacio, cada estructura del reino, vegetación, animales, incluso personas que todavía no habían logrado escapar del reino. Cuando todo acabó, la imagen desde el cielo, era la de una zona impactada por un meteorito que acabó con lo que había sido el reino Esmeralda.

Aland se preocupó por Cristal, esperaba que estuviera bien. Y aunque a él y a Sigurd no les pasó nada, lo que fue peor. Aquella destrucción no sirvió de nada. Jezabel y Eileen seguían luchando, en el cielo. Pero, lo que era de esperarse, ambas estaban agotadas por el efecto de la destrucción ocasionada.

Aunque, Aland debía tomar por sorpresa y de forma curiosa, que justo el Eversor de Eileen y el Marchito de Jezabel, eran fuerzas destructivas que, al chocar, parecían tener el mismo nivel de destrucción que, en vez de unirse para hacer desparecer este mundo, ambas chocaron creando un efecto distinto, pero menos mortal de lo que pudo haber sido.

Era momento de intervenir y acabar con Jezabel, esperanzado de que Gaia misma actuara sobre Eileen, pues no podía interponerse sobre la voluntad de esta, aunque tenía todas las ganas ya para ese momento. Y justo cuando hizo caer su barrera, vio algo: En el suelo, justo en el centro donde Eileen y Jezabel forcejeaban, estaba la Bruja Urasue, Iris y alguien que, por un momento no reconoció, pero luego recordó una imagen de la mujer que había servido y ayudado a Iris en su encierro. Pero se veía mucho más joven.

Iris no tenía sus alas, y su cuerpo parecía haber perdido el color que desprendía la magia. Se asustó de verla de esa forma, pero entendió que ella había cometido un gran error. Los ojos de Iris se encontraron con los suyos, parecía desesperada, lamentada y abatida, iba a decir algo, cuando la Bruja Urasue dijo:

—Es momento de que revivas y complazcas las peticiones de tu ama, por contrato de la chica que te ha entregado. ¡Obscurious!

—¡No! —gritó Iris, cuando vio el cuerpo de Sybil elevarse.

Aland reconoció que se trataba de un cuerpo, y aunque no sentía vida en ella, sentía algo. Sabía que no eran los mismos cuerpos de arcillas que tanto se hablaban. Entonces, justo allí, vio el collar que Iris siempre llevaba en el cuello de Sybil, y comprendió que la sensación era evocada por el alma que el collar contenía. Este se abrió, y el alma de esta entró en aquel cuerpo.

Sybil, parecía confundida, y segundos después, sus ojos se posaron en el cuerpo tembloroso de Iris. La chica, por un momento, pareció haberse desprendido de la pena y el dolor, pues la mujer que fungió con madre cuando estuvo encerrada estaba otra vez delante de ella.

Pero la felicidad duró poco. Jezabel y Eileen que se habían detenido al ver la nueva aparición, miraron el cuerpo de Sybil sin comprender. Pero Jezabel fue la primera en espabilarse:

—¡Vieja bruja arrastrada! ¡No te lo permitiré, abominación submundana!

Jezabel volvió a crear el mismo circulo de llamas infernales debajo de ella, pero justo cuando iba ser efectuado, Urasue colocando sus manos en el mismo suelo, formó otro selló que reescribió el de Jezabel.

¡Obscurious absorbere!

En ese instante, Aland lo comprendió, pero era demasiado tarde: el cuerpo de Jezabel y Eileen cayeron inertes en el suelo. No solo las almas de estas fueron absorbidas por el cuerpo de Sybil, sino su magia. Aland levantó la barrera de nuevo, pero se lamentó de lo que tuvo que ver. El sello de Sigurd desaparecía de su pecho.

Minutos después, una lluvia de almas y poder mágico llovía por los cielos, entrando en el cuerpo de Sybil que parecía ser un contenedor.

Cuando todo acabó, Sybil bajó hasta el suelo, parecía estar sufriendo.

—¿Sybil? Yo... lo siento... yo... —Iris, se levantó temblorosa intentando alcanzarla, pero Urasue se lo impidió, mirándole con una sonrisa siniestra.

—Su nombre ya no es Sybil. Ella es Pandora y pronto será abierta para traerlo de vuelta a él...  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top