El poder los Elementos: Una amiga Nueva y Problemas
Capítulo 40
Las ruedas de las carretas trastabillaban un par de veces entre el camino rocoso que daba hacia El Cruce de los Caminos. El galopar del pequeño caballo, cansado y agotado sonaba. Lo bueno, es que a lo lejos se divisaba la casa en la que hacía mucho los elegidos habían estado.
—Todavía nos queda mucho por recorrer, Adolphus —la voz áspera de Filius resonó, hablándole al pobre caballo.
Estaba preocupado. De alguna manera, sintió que la Madre Saya en sus requerimientos, mostraba nostalgia y un deje de despedida que le dio un sabor amargo.
No supo en que momento se había involucrado en el destino de Gaia, pero estaba agradecido de haber ayudado en la formación de Tsukine en su tiempo en Amatista.
Cuando llegó a la enorme cabaña, no fue difícil saber que estaba deshabitada por completo. Miró por un momento en el interior, y encontró rastros de comida, y roedores que habían aprovechado la falta de otros seres vivos. El olor no era tan agradable.
Escuchó un relinchar, y eso sí llamó su atención. Salió de la casa por la puerta trasera, y en un improvisado establo, pegado a la cabaña, estaba dos unicornios, relucientes y llenos de vida. Al verlo, relincharon desconfiados, pero él les siseó como todo un maestro de la equitación —el arte de montar caballo—.
—No voy hacerles daño —susurró. Hizo contacto directo con las dos criaturas, estos parecían atravesar su alma, y dejaron de angustiarse—. Así es pequeños deberían acompañarme en este viaje...
Claramente, los dos unicornios eran Jal y Jul. Estaban descuidados, pero su pelaje seguía siendo suave. Aunque estaba sucios. Naturalmente, ese día decidió descansar en aquella cabaña. Aprovechó el momento de bañar a Jal y Jul junto a Adolphus, y también les alimentó. Esto último, las tres criaturas parecían ansiosas, y cuando soltó a los unicornios, esto corrieron por el campo como si llevaran mucho tiempo sin estirar las patas como era debido.
Esa noche, mientras Filius dormía. Una risilla burlesca le despertó. Claro, como estaban en una época sanguinaria, se alteró demasiado y sacó un filoso cuchillo que llevaba consigo en casos de emergencia. Apuntó a todas las direcciones en la penumbra, pero no vio nada.
Sin embargo, allí se escuchaba la risa.
—¿Quién anda allí? —Rugió demándante. Su pulso estaba acelerado.
Volvió a escuchar la risilla, pero esta vez, tenía todos sus sentidos dispuesto a ubicar tal sonido. Entonces, pasado unos segundos, se dio cuenta que, en una pequeña encimera de la sala —pues dormía en esta—, vio una criatura diminuta. Al principio creyó que era una broma de su mente o un juego visual, pero no, allí estaba aquel pequeño monstruito.
Medía alrededor de doce centímetros, su cuerpo parecía estar hecho de hojas y plantas, con un clorofila alta, pues era demasiado verde. Tenía orejas puntiagudas y largas, y sus ojos no eran tan grandes, pero suficiente para ver que eran de color azul. Además, tenía dos antenas en su frente. Aunque no llevaba ropa realmente, las hojas de este le hacían ver como si llevara, incluso, en su espalda tenía una especie de capa de hojas, al mejor estilo vampiresco con el cuello alto, pero que hacían verle como si llevara alas también.
La criatura le sonreía con picardía e inocencia, y seguía riéndose. Esa vez, señaló la razón por la que se reía: resultaba que Filius, tenía baba que corría de su boca hasta su cuello, y eso, más los ruidos que hacía por los ronquidos, hizo estallar en risas a la criatura. Filius se limpió con la manga de su camisa, y le sonrió de vuelta.
—Así que todo este tiempo fue un duende pixie —susurró, fascinado de lo que veían sus ojos.
Filius había oído hablar de esta raza de duendes que se hallaban al sur del mundo, y que a diferencias de sus parientes los duendes del norte, esto se asemejaban más a criaturas fantásticas del bosque, que la del parentesco humano que tenían los duendes del norte, también llamados "Leprechauns".
Inclinado hacia adelante, acostado con el pecho al suelo, apoyando los codos en este y sus manos al mentón, y las pantorrillas elevadas, en una silueta bastante infantil y graciosa para un hombre adulto, se había acercado al duende que, según el sabía, estos eran los más amigables y bendecían a todo aquel que se encontraran. En cambio, los duendes del norte, eran carroñeros de oro, engañadores y rufianes que hacían males.
—¿Cómo te llamas pequeño? —Preguntó.
—Un placer, señor —se inclinó el duende con majestuosidad—, mi nombre es Moon, upsidupsi.
En el momento que el duende se había inclinado, destellos de chispas aparecieron a su alrededor, como si fuera una celebración despampanante el hecho de que se estuvieran conociendo. Por supuetso, Filius estaba absorto por ello.
—Mucho gusto, mi nombre es Filius, soy el sabio ancestral y principal de la excorte del rey Lucius —añadió.
—¡Upsidupsi! ¿Excorte? ¿Quién es el rey ahora, entonces? —preguntó el duende, sentándose interesado.
—Reyes, querrás decir —dijo sonriente Filius—, son dos hermanos que nacieron el mismo día, se llaman Cristal y Donny.
—Espero conocerles algún día —afirmó Moon.
—También lo espero —afirmó con sinceridad, Filius—. He escuchado muy buenas cosas de ustedes.
—Y yo muy malas de ustedes —dijo Moon, mirándole con una pequeña desconfianza en ese momento—. Pero creo que no eres tan malo, pero... —el pequeño duende en ese momento, se levantó con un solo salto, y de su costado sacó un pequeño látigo verde, con espinas—, llevo esto conmigo por si necesito usarlo.
—Creo que todo guerrero debe portar su arma a la mano, en cualquier momento —contestó Filius, al ver la osadía y valentía del duende.
—Sí, así como lo haces tú —dijo Moon, señalando con su dedo delgado, el cuchillo que Filius no había soltado.
Filius se dio cuenta de ello, y lo guardó de donde la había sacado.
—Me disculpo, es que estamos viviendo momentos muy duros en estas tierras.
—Deberías venir al Sur. En nuestro hogar, no hay guerras, no hay mal, no hay humanos —dijo.
—Me encantaría hacerlo, suena memorable lo que ofreces, pero olvidas que si no hay humanos, entonces yo no debería estar allí —dijo Filius, gracioso.
—Tienes razón, había olvidado ese detalle —dijo el duende, pensativo—. Bueno, en ese caso, creo que puedo bendecirte para ayudarte —dijo este.
Filius no pudo reaccionar, cuando se vio envuelto en chispas de colores, en el momento en el que el duende movió sus dedos en su dirección. Por un momento, Filius se preocupó, pero recordó que los duendes del sur eran una buena raza.
***
Mucho tiempo había pasado y los rumores sobre los chicos se habían esparcidos por todo el lugar —Urasue soltó una carcajada, mientras sus manos seguían sobre lo que iba hacer el cuerpo de Sybil, este resplandecía enfrente de ellas—. Habían llegado a las afueras del límite de la región fronteriza de los pueblos, justo en un sitio que parecía deshabitado por completo y casi en ruinas.
—Estoy segura de que no hay nadie en este lugar —dijo Skaitlis, mirando el deterioro de las casas hechas de piedra a su alrededor.
—Parece que alguien atacó hace mucho —añadió María, viendo los rastros de sangre de un muro, incluso arañazos.
Arma y Roderick, estaban atentos de que no fueran sorprendidos.
Entonces, algo les sorprendió. En el fondo de aquellas calles, se escuchaba a alguien cantar. Se escuchaba con la melodía del viento en el desierto, y al mismo tiempo, y la frescura que otorga una mañana primaveral. Se acercaron al sonido, en silencio, y se sorprendieron a ver una joven chica de piel morena, cabello cresco, un poco regordeta y, tal vez con dos años mayor a los que ellos tenían.
La chica al mirarlos, en principio mostró un poco de sorpresa en el rostro y pavor, pero segundos después, su semblante cambió por completo.
—Así que ustedes son esos chicos —dijo ella, siguiendo la tarea de lavar ropa junto a un pequeño pozo que había allí.
—¿Qué chicos? —Preguntó Roderick, sin entender.
—Los chicos del que todos hablan —dijo ella, sin más—. Unos chicos que vinieron desde la región Blizzard, tomando personas para crear un grupo que les ayude a luchar contra el reinado de Zunubi. Se dice, incluso, que han depurado ciertas zonas de los bandidos más temibles, como Miltan.
—¿Dónde escuchaste eso? —Preguntó Skaitlis, un poco desconfiada.
La chica dejó su tarea, limpió sus manos sobre el delantal de su vestido, y les miró.
—Lo primero lo oí cuando compraba comida en la región sureste de este lugar, lo segundo, aunque lo oí como simples rumores y canciones épicas de los héroes de este mundo, acabo de confirmalo al conseguir esos pensamientos en lo más recóndito de sus mentes.
Todos los chicos se miraron, y por ende se preocuparon.
—¡Mientes! —rugió Arma.
—¿Miento? —Cuestionó ella— ¿Acaso es mentira que en este momento estás esperando a que me equivoque para hacer uso de tus poderes. De hecho, primero le darás señal a ese chico llamado Roderick que tiene la habilidad de fuego, y una vez el inicie el primer ataque, esperas que lo evada, para que ella —señaló a María—, quien tiene el don de la tierra haga algo que desestabilice mis sentidos, para tu enviar un ataque con tu poder aire. Pero, también esperas que lo evite. Sin embargo, fuera que lo evitara o no, la realidad es que ella, Skaitlis, está preparada para hacer uso de sus dones con la tinta y crear criaturas que sirvan para sujetarme. ¿No es así, Arma?
Los cuatros chicos, ante aquella explicación de la última combinación sorpresiva de ataque que habían ideado, además de conocer sus nombres, estaban aturdidos de lo que escucharon.
—¿Quién eres? —Pregunto María, un poco preocupada al verse tan expuesta.
—Soy Naisbeth Takishiro —dijo ella—, soy una psíquica.
—¿Psíquica? —Indagó Skaitlis, era la primera vez que veía a una, aunque había escuchado de este tipo de don. Naisbeth asintió.
—¿Qué pasó en este lugar? —Preguntó María.
Ella suspiró, y el dolor se reflejó en el rostro de Naisbeth.
—Toda mi familia vivía en este lugar, era nuestra pequeña aldea independiente. La llamábamos, Takishiro, como nuestro clan. Los soldados del rey Zunubi secuetró a la mayoría de nuestros miembros, pues se dio cuenta que todos nosotros teníamos una gran sensibilidad a las habilidades psíquicas. Parece que él deseaba tenerlo.
—Definitivamente te creo —dijo Arma, fastidiado—. Suena a algo que ese hombre haría.
Como era de esperarse de estos chicos, decidieron quedarse esa noche. Como siempre, María y Skaitlis se encargaron de la comida, Arma y Roderick de la caza, la leña y la limpieza de lo que iban a comer. Ordenar la mesa donde todos iban a comer, fue algo sencillo para Naisbeth pues movía las cosas con su mente. Aquello parecía algo mágico de ver.
Pero si supiera de magia real, no se hubieran impresionado con tanta facilidad. Tú y yo, Iris, sí sabemos de magia.
Cuando estaban en la mesa, Arma inició la conversación:
—¿Por qué no vienes con nosotros?
—Porque no estoy lista para salir de este lugar, todavía —dijo Naisbeth, con un asado de ardilla sobre su plato.
—¿Y cuando lo estarás? —Cuestionó María, sin verla.
—Cuando termine de reparar todas estás casas. Tengo la idea de que, al hallar a mi familia, sería bueno que tuvieran un lugar donde regresar, antes de todo este desastre —contestó.
—Me parece una idea absurda —dijo Roderick. Por supuesto, todos le miraron por su imprudencia, pero en su rostro no parecía dudas de lo que había dicho. Naisbeth le miró sorprendida—. Es absurdo que el mundo este en colapso y solo te preocupes por las fachadas de unas casas. ¿Quién te dice que ellos están muertos? ¿Qué sucede si lo están y todo el esfuerzo invertido se va al caño? ¿Acaso eso no te llevaría a un camino oscuro? Cuando las bases de nuestras creencias se basa en algo tan efímero como eso, si alguien derrumba esto, entonces la persona sufre y se desastabiliza, y pierde algo de ella misma...
—¡Roderick! —Le reprendió Skaitlis—. ¡Es suficiente! Ella ha sido amable con nosotros.
Esa tonta niña no sabía la verdad en las palabras de Roderick, pero que bueno que la chica era una psíquica, la verdad es que ya sabía todo lo que estaba en el corazón de aquel niño.
—Lo entiendo —dijo Naisbeth—. Tienes razón, pero yo...
—Lo entendemos —añadió Arma—, no estás lista.
—Igual, cuando lo estés, eres bienvenida en encontrarnos —dijo María.
Naisbeth asintió.
Naturalmente, sabrás el enorme jalón de orejas que se llevó Roderick, por parte de Skaitlis. Es que la chiquilla tenía la paciencia de un conejo y la sed de venganza de un gato, cuando creía que algo estuvo mal.
A la mañana siguiente, lo que nadie se imaginó, es que María decidió usar la tiara regalada por Esesmus, en el templo. Y con ello, juntando sus palmas y llevándola al suelo, reconstruyó todas las casas de aquella pequeña aldea.
—¿Por qué lo has hecho? —Preguntó Naisbeth, sin poder creer que hiciera tal gesto de bondad, cuando ella no iba a ayudarles.
—Porque siempre se debe vencer el mal con bien. Eso transforma más vidas —respondió ella.
Naturalmente, la fragilidad humana es tal, que aquella se sintió avergonzada. Pero todos, menos María, decidieron no mirar atrás cuando salieron del pueblo. Sin saber la grandeza de las palabras de María y los futuros pronósticos malignos de uno de los suyos.
Cinco días habían pasado desde que salieron de la aldea Takishiro, cuando el evento que les recordaría su primer encuentro con le Nihilismo se manifestaría. Estaba en la región de Aqua, cerca del monte luciérnagas, un lugar mágico y rebozante de verdad interior que tenía la peculiaridad de revelar todo lo que habitaba en el corazón, algo parecido al Pico de las Tres Piedras de este mundo. El problema estaba en que las discusiones entre Arma y Roderick se habían intensificado por el efecto de aquel lugar.
—¡Eres realmente un idiota! ¡No tengo ni idea de porqué te aceptamos en venir con nosotros! —gritó Arma.
—Vamos chicos, ya basta —dijo Skaitlis, cansada de aquellos dos.
—¡Me aceptaste, porque eres tan inútil que no puedes hacer las cosas por ti mismo! ¡De haber podido, no hubieras dejado morir a tu padre! —respondió Roderick, sin importarle nada.
Por supuesto, Arma no se contuvo y le dio un puñetazo directo al rostro de este. Pero con tanta fuerza, que lo tumbó al suelo.
—Arma... —titubeó Skaitlis, horrorizada, al ver al punto al que habían llegado.
Roderick se levantó, enfurecido. Y justo en el momento que ambos darían un paso, seis estalactitas de tierra, se interpusieron delante de ellos. Tres miraban hacia Arma y las otras hacia Roderick.
—Un paso más y juro que los empalaré a los dos —dijo María, sin titubear.
Lo que ellos no sabían, es que el efecto de aquel lugar despertó la canción interior que liberaría el sello que el Nihilismo había puesto, justo en aquel encuentro de aquel bosque:
"Solo se necesita de una mente vacía para hacer uso de mi osadía.
Solo se necesita de un corazón enfurecido para usar la lengua como un castigo.
Solo se necesita de la ambición para pedir a cambio poder
Y solo se necesita de un cuerpo para hacer uso la maldad de un aposento."
La voz de aquella canción, siniestra y gutural, resonaba con eco alrededor de todos ellos. Todos miraron a su alrededor, buscando quien era el dueño de aquella voz, claramente Skaitlis y Arma lo reconocían, pero no querían admitir que se trataba de aquella misma criatura.
—¡Debemos irnos! —Gritó Arma.
María, quien no parecía tan angustiada como los chicos, señaló el lugar en la que Roderick estaba. Y vieron al chico no solo encendido en fuego, sino con una mirada hostil y con el color de sus ojos, tan oscuros como la noche, en su totalidad. No podían afirmarlo, pero aquella canción terrible parecía salir de él.
—¿Roderick? ¿Qué sucede? —Tartamudeó Skaitlis, asustada.
—Skaitlis retrocede —le ordenó Arma, al notar que la energía que desprendía tenía la misma sensación de aquella vez.
—Él está desprendiendo una energía maligna —dijo María, sin entender lo que estaba ocurriendo—. Ese chico, él es...
—Nuestro amigo —dijo Arma—, lo que sea que le está pasando no es él.
—Este será el día de su muerte —Roderick habló, con una sonrisa en el rostro que denotaba malicia—, morirá aquella incapaz de declarar su amor, aquel incapaz de abandonar su rencor y aquella que cree ser fuerte por no vacilar ni un segundo...
—¿Qué quieres decir? —Preguntó Arma, sin entenderlo del todo.
—¿No es evidente? El corazón de las personas es la esencia más evidente para aquellos que miran sus vidas de una perspectiva externa —respondió Roderick.
—¿Externa? —María fue esta vez la que habló—. Hablas como si siempre has estado observándonos.
—¿Yo solo? —Roderick soltó una carcajada—, no lo ven, ¿cierto? No estoy yo solo, hay una cuarta parte del ejército de Esesmus que vino conmigo...
Roderick hizo un chasquido, y en ese instante, seres espectrales de muchas formas y tamaños, aparecieron iluminando aquel cielo. Estaban sonrientes, y llevaban ojos rojos que parecían penetrarles con la mirada.
—¿Qué son esas cosas? —Preguntó Skaitlis horrorizada.
—Traidores de Esesmus —afirmó María, sin poder creerlo.
—¡Ápeiri apovolí aéra! —Expulsión infinita de aire, gritó Arma, juntando sus manos con fuerza.
En ese momento, todo el lugar fue azotado por un enorme viento buscando expulsar a todas aquellas criaturas que observaban aquel momento. Pero consiguió que Roderick se riera con más fuerza.
—No funciona —susurró Skaitlis, con los brazos sobre el rostro para defenderse de aquel poderoso aire.
—¡Arma, basta! —gritó María, sabiendo el motivo por el que no funcionaba—. ¡Cuando estaba pequeña, mi padre me contó que Esesmus vivía en un lugar completamente distinto al nuestro, un sitio en donde el tiempo nunca ha existido y donde la luz brilla más que el mismo sol! ¡Me contó que había seres que vivían en mundo como ese, pero sin la bondad y la dicha de Esesmus! ¡Esas criaturas deben estar en un plano distinto al nuestro, solo son meros espetacdores! ¡Lo que sea que está dentro de Roderick, encontró una forma de estar en nuestro mismo plano terrenal!
María señaló la frente de Roderick, y sí, allí brillaba aquel sello. Entonces, Arma recordó nuevamente su batalla contra el Nihilismo y se dio cuenta de aquel problema. Tuvo que haber sido en ese momento. Arma dejó la ventisca a un lado, y susurró:
—Tenemos que ayudarle...
Arma, definitivamente era un joven valiente y lleno de esperanza como todos los de su grupo —Urasue miró de soslayo a Iris, que parecía insegura de lo había decidido—, pero María estaba a un nivel distinto al de ellos. Ella había sido marcada por Esesmus hace años, y ellos por poco le habían conocido.
—Ese sello, ese es el problema —afirmó María—, debemos buscar una forma de deshacernos de eso y ayudar a Roderick...
María no había terminado de hablar, cuando una enorme esfera de fuego de dimensiones descomunales se formó delante de aquel chico.
—No puede ser —dijo Skaitlis, asustada de lo que observaban sus ojos.
Arma estaba impresionado de aquel poder. Sabía que Roderick era fuerte, pero nunca había visto nada parecido como aquel día. Miró a María un momento, pero esta no parecía tan alterada como estos. La chica, con mucha sutiliza tomó de su bolso la tiara que le había sido entregada y la colocó en su cabeza, con la delicadeza que tienen las mujeres reales.
Cuando lo hizo, su cuerpo resplandeció con un brillo tan hermoso como la de los seres angelicales que, a decir verdad no viven en nuestro mundo, pero que existen, y ella dijo:
—¡Theïkó féretro!
De inmediato, rocas se apilaron una por encima de otro, delimitando primero un círculo enorme alrededor de Roderick, y seguido de ello, se convirtió en un enorme domo que no solo cubrió y repasó el tamaño de aquella esfera de fuego que se había formado, sino que cubrió a Roderick por completo. Era una prisión perfecta.
—¿Pero como hiciste eso...?
Arma preguntó, atontado de ver el poder que María había alcanzado como para igualar la energía de Roderick.
—Esesmus parecía saber que esto iba a ocurrir —dijo María—, por eso los regalos los dio antes.
—En ese caso, debería sacar esto —dijo Skaitlis, tomando el pincel que le habían dado.
Arma también se colocó los brazaletes sobre sus muñcas. Pero, a diferencia de María, ninguno de los dos resplandecía como ella.
Entonces, en ese momento, aquel domo de tierra explotó de tal forma que despredió tierras y rocas que, gracias a María, fueron desviadas a un lado, todas aquellas que intentaron impactar en su posición.
El sitio donde estaba Roderick, no solo se había formado un enorme cráter, sino que Roderick seguía en llamas.
—¿Creías que ibas a contenerme? —Roderick le sonrió, y comenzó a caminar hacia ellos.
Skaitlis, quiso probar su propia herramienta, y usó su pincel para dibujar en el aire tres dragones chinos. Lo sorprendente estaba en que, sin necesitar de tinta o papel, el dibujo se formaba en el aire, casi a la rapidez de su pensamiento. De esa manera, envio tres poderosos dragones de seis metros de largo en dirección a este.
Pero claro que no podía cantar victoria. En ese momento, Roderick igualó la cantidad de dragones de esta, pero en un tamaño superior que, se tragó los dragones de esta que, cuando explotaron en el interior de estos, las llamas se dispersaron y formaron un centenar de dragones de fuego, de muchos tamaños.
—¿Pero qué diablos? —Pensó Arma, al mirar aquello. Definitivamente parecía ser una batalla a otro nivel.
—¡Ápeiri apovolí aéra!
Nuevamente la ventisca de Arma apareció, pero la fuerza del viento no era suficiente para apagarlo, más bien pareció encender más las llamas.
—No está funcionando —dijo Arma, preocupado—, si la fuerza del viento no es superior a las llamas, es imposible que tenga la fuerza para extinguirlo...
—En cambio, si es inferior, las llamas se acrecentan —dijo Skaitlis, al ver como el centenar de dranones aumentaban de tamaño.
—Es hora de que mueran de una evz por todas —dijo Roderick, dando la señal de ataque para todas sus criaturas de fuego.
—¡Ifaisteiakí skóni! —Soltó María en ese momento, y un polvo negruzco se levantó del suelo y se mezcló con el viento de Arma.
Eso hizo que se levantara una enorme cortina de polvo, que adhirió a los dragones que iban con impetú a su posición. Esto hizo, que la tierra se mezclara con el fuego, y de esta forma consumiera este, creando una especie de roca liquida que cayó al suelo.
—Ese polvo era tierra volcánica que, cuando se mezcla con el fuego crea una consistencia parecida a la lava que, debido al peso, es incapaz de que él pueda controlarlas —explicó María.
—Creo que no somos oponentes para él —dijo Skaitlis, comprendiéndolo en ese momento.
—¿Cómo es que tu si puedes y yo...?
—Tu fe a Esesmus es nula, Arma —dijo María, mirándole con compasión—, no se trata de que yo tenga algo especial o no. No te compares. Resuelve tu conflicto de creer en Él, acéptalo dentro de ti, y solo así podrás alcanzar a disfrutar el poder Esesmus que corre a través de esta tiara sobre mi cabeza.
Arma iba a replicar, pero en ese momento vio como un montículo de tierra se alzó debajo de los pies de María, elevándola, y con esto, ella empezó a moverse sobre la tierra —como si surfeara sobre esta—, en dirección a Roderick...
***
—Pero ¿cómo es posible que en un mundo como ese no conocieran a Esesmus? —Iris preguntó a Urasue, interrumpiendo en ese momento la historia—. Suena como una batalla que requiere de su ayuda.
Urasue se carcajeó.
—Toda batalla, pequeña o grande, requiere de ayuda —comentó la vieja bruja—, y ese el problema de criaturas como ustedes que dicen vivir bajo una creencia, no tienen real fundamento sobre esa creencia.
—¿A qué te refieres? —Preguntó Iris, sin entenderlo.
—Muchas criaturas resuelven la base de sus creencias en base a lo que les dicen o lo que escuchan, o en base a sus propias experiencia, dejando a un lado la objetividad de esa fe, para que sea certera y convincente. Todo aquel que dice creer en algo, debe saber o conocer bien en lo que ha creido, de manera que exista un fundamento genuino. Y no se trata de un asunto de orgullo o terquedad, sino de bases sólida como la alquimia, la magia o la existencia plena de nosotros mismos.
—¿Dices que va más allá de nosotros mismo?
—Es correcto, mi querida joven e inocente hada. En momentos turbios, es cuando más hay que apelar a esa fe. Pero, también es cierto que, cuando no hay turbulencias, se debe seguir apelando a esa fe. Esesmus, era la misma representación de Gaia en este mundo, El hombre hoja en otros y un León en otros más antiguos, pero estoy segura que también ha sido un águila, un hombre, espadas, un ciervo, un asno, una serpiente, entre muchas otras cosas más...
Aquello, por supuesto hizo que Iris se mareara. ¿Qué estaba haciendo realmente?
—Por favor, detente —dijo Iris, agarrándose la cabeza, al darse cuenta de su error.
—Lo lamento mucho, aunque no haga nada, el proceso ya ha empezado, y esta magia actúa por su cuenta —dijo Urasue, pero sin una pizca de remordimiento.
—¡Tú sabías sobre esto! Sybil y ese cuerpo, eso es...
—Sí, el sello de Roderick sobre su frente —dijo Urasue—, desde un principio te dije que había riesgo al hacerlo. Y decidiste pagar el precio.
—Pero yo... —Iris comenzó a llorar, y en ese momento, vio las transparencias de sus alas—. No, por favor, no...
—Lamento mucho lo que va a suceder, pero es inevitable... todo lo bueno, cuando tiene una pizca de duda, puede lograr a corromperse como me sucedió a mi misma...
—¡Tu me has engañado! —Gritó Iris, queriendo acercarse a Urasue, pero un campo mágico la detuvo. Abrió sus ojos, reconocía la esencia de aquel campo. Miró a sus pies, y se dio cuenta que estaba prisionera dentro de un campo mágico.
—Sabía que ibas alterarte, por eso tomé precauciones —dijo la anciana—, yo no te he engañado, siempre te dije que había un costo, y ese costo no solo serán tus alas, la fuente de tu magia, sino que también debes saber que has sido el Roderick de esta historia... Por eso, debes seguir escuchando...
—¡No, no, no! —el gritó de Iris, resonó en aquel bosque de muerte, pero nadie iba ayudarle en ese momento.
***
—¡Olísthisi édafous!
La corteza de la tierra se abrió, y en ese instante una marea de tierra, enforma de una poderosa avalancha se levantó en dirección a Roderick. El chico comenzó a correr hacia atrás, pero se dio cuenta que aquello era imposible de evitar, así que levantó un domo de fuego, pero que aun con aquello, no pudo evitar ser sepultado por la tierra.
Arma y Skaitlis se habían alejado un poco de la batalla. Sabían que no iban ser de ayuda en ese momento. Sin embargo, la impotencia de Arma estaba a flor de piel. No podía creer que era tan inútil en un momento tan determinante como aquel. ¿Acaso no podía ayudar a su amigo?
Era cierto que se habían dicho cosas que no debían, pero pese a ello, no lo consideraba un enemigo. Solo alguien con desacuerdos, pero no significaba que había rencor. Se asustó en el momento en el que vio a Roderick ser sepultado por una enorme marea de tierra por parte de María. Iba a moverse en dirección a él, para ayudarle, creyendo que a María se le había pasado la mano, pero Skaitlis le detuvo.
—Sigue vivo —dijo Skaitlis, impidiéndole hacer algo.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó.
—He creado arañas de tierra para que estén cerca de la batalla, sienten el calor del chico todavía —le respondió.
—¡Marasmós meteoros! —Efectivamente, aquel había sido el grito del chico que, sepultado sobre la tierra, creó una explosión de fuego que dividio la tierra, y permitió enviar enormes rocas de tierra llenas de fuego en todas las direcciónes.
Aquello fue tan imprevisto, que Arma y Skaitlis debieron moverse, corriendo por la periferia de aquel campo, tratando de evitar aquellas rocas que parecían pequeños metóritos.
María, por su parte, sin moverse, solo evitó las rocas que iban hacia ella, moviéndolas a un lado.
—No te va a funcionar intentar atacarme, con algo que está hecho del material que controlo —dijo María, sin mucha emoción por aquel ataque.
Además, en ese instante, las rocas incendiadas que todavía seguían en el aire, las detuvo allí, las agurpó creando una enorme roca incendiado, la cual envió justo en la dirección en la que estaba el chico de fuego. Eso debió haber sido suficiente, pero María notó que algo debía de pasar, pues el ataque no había sido interceptado.
Y fue allí, cuando se dio cuenta de la presencia de este. Estaba justo detrás de ella. Pero había sido tarde. El chico le propinó una patada tan fuerte a su costado que la mandó a volar varios metros. Chilló de dolor, pero reaccionó de inmediato, formando una ola de tierra que amortiguó el impacto, y usó esta misma para seguirse movilizando.
Naturalemente, aquella batalla continuó entre golpes y ataque elementales que iban de un lugar a otro. Arma y Skaitlis, no solo estaba impresionado del poder de estos dos, sino el tiempo que llevaban y no parecían estar agotados. Pero no, ellos definitivamente tenían malos cálculos —Urasue parecía divertida al contra aquella escena—. La fuente de energía de María estaba en esa tiara, o al menos eso es lo que yo creo, pero habían olvidado que la fuente de energía del chico provenía de un plano distinto.
Todas aquellas criaturas que veían la batalla como espectadores en el cielo, eran los encargados de transferir la energía hacia el chico, de modo que tenía una fuente de energía que parecía inagotable.
Algo que los chicos se dieron cuenta, cuando María había creado un poderoso golen gigante de tierra para que le ayudara a pelear, pero el chico se abalanzó al pecho de aquella criatura y, abriendo su pecho, en el centro de esto, hizo explotar su energía de fuego la cual consumió aquella criatura. Allí, todos sabían que María había perdido.
Como es de esperarse de aquellos que tienen complejo de Heroe, Skaitlis y Arma tuvieron que entrar en batalla una vez más, para evitar la muerte de su amiga.
—No te permiteremos que mates a nuestra amiga, Roderick... —chilló Arma, asustado pero buscando alguna parte del alma de su amigo en ese momento.
—Roderick, no hagas esto —suplicó Skaitlis, tan conmovida, pero con la misma determinación de Arma.
—Si sintiera, hubiera creído que su lastima me parecería adorable, pero no siento nada —soltó Roderick, con una mirada fría—. Será mejor que ataquen con todo lo que tenga, porque morirán todos, aquí y ahora...
—¡Tyfónas! —gritó Arma.
—¡Fídi theós! —se le unió Skaitlis.
Del pincel de Skaitlis se formó una enorme serpiente de siete cabezas gigante, que se dirigió hacia su adversario con un gruñido aterrador. Por otro lado, un enorme tornado que iba desde el cielo hasta el suelo, envolvió al chico de fuego. Aquel, en otras cirscuntancias, debió haber sido un ataque definitivo. Y aunque en un momento, el tornado se incendió en fuego, creando una enorme columna atemorizante que para ese momento iluminaba el cielo, la explosión demostró que nadie podría haber sobrevivido a eso. Tuvieron miedo de que el chico hubiera muerto.
Pero no, el chico seguía allí de pie sobre un cráter mayor, y con el cuerpo todavía en llamas. Sin rasguños.
Entonces, cuando creyeron que todavía había terminado. En aquel lugar comenzó a Llover. Pero el campo de aquella tierra estaba tan dañado y caliente, que el vapor comenzó a elevarse y a condensarse en el cielo. De tal forma, que cubrió a todos los espectros y nubló la visión de todos estos —algo realmente inteligente de la persona que entendía aquel mundo—, entonces, como si nada, un ciclón —un tornado de agua—, se formó alrededor de Roderick que, aunque intentó mantener el poder del fuego, no comprendió que el vapor creado, la lluvia y la nubes, estaban siendo el mejor escenario para aquella persona.
Arma, Skaitlis y María, que no entendían lo que estaba pasando, se dieron cuenta que una chica aparecía entre la periferia del bosque. Sus vestimentas eran de azul cielo, y llevaba una capa sobre ella. Su mano derecha estaba extendida hacia el ciclón que, se arremolinaba con fuerza alrededor de Roderick, y aunque este se removía intentando luchar con este, parecía inmovilizado por completo.
—¿Quién eres? —Preguntó María, intentando conocer la fuente de aquel poder.
—Soy Annerys Aqua —dijo la chica, metiendo la mano sobre su propio tornado de agua, justo a la altura de la frente de Roderick.
—¡Voy asesinarte, maldita! —gritó este, pero con un odio y rabia tan genuino que, hacía de mentir la incapacidad de aquel ser de no sentir.
—El agua siempre ha tenido propiedades curativas... Agía therapeía —añadió esta, haciendo brillar el sello por un momento, para luego hacerlo desaparecer.
En ese momento, Roderick cayó desmayado. El tornado de agua desapareció, en conjunto de la niebla que, demostró que las presencias espectrales se habían ido también, y la chica tomando a Roderick en sus brazos, miró a los otros tres:
—Deberán venir conmigo a mi aldea, todos estabámos asustados de la corrupción maligna que había llegado a nuestras tierras. Creímos que se trataba de Zunubi, pero resultó ser un ente mayor.
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